France

France


Capítulo 9

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Capítulo 9

 

 

Yrre se levantó del suelo y echó un vistazo a su alrededor. ¿Dónde coño estaba France? Le había soltado que era su compañera, sin darle ninguna otra explicación. Si tenía en cuenta el genio que se gastaba la hembra…

—Papá, dejadlo ya. France me ha dicho que vaya con las mujeres.

Storm se estaba sacudiendo la ropa y se limpió el labio ensangrentado con el dorso de la mano.

—Joder, pegas con estilo, capullo.

—Que te jodan. ¿Dónde está France?

—Y yo que sé. Va y viene, nadie controla a esa mujer.

Yrre apretó los puños. Tenía que irse ya, sus hombres lo estaban esperando. Y agradecía que no hubieran intervenido en el altercado.

Señaló a Storm.

—Cuida de ella hasta que vuelva.

Storm dio un paso adelante.

—No necesita que nadie la cuide, gilipollas.

Yrre fue hacia él de nuevo y lo empujó poniendo las manos en su pecho.

—¡Es mi compañera! Dijiste que nos ayudaríais, es lo último que te pido. Hasta que sepa lo que está pasando, quiero que la protejas.

—Oye, aunque quisiéramos hacerlo, France es France y nunca lo permitirá —expuso Viggo.

Esta vez fue Storm el que se puso delante de Yrre, eran de igual altura, aunque Storm no tenía la espalda tan ancha como el líder del clan de Canadá,

—¿No será que tenemos que protegerla de ti? Y quiero que quede claro que no puedes atacar a nadie del clan. Viggo solo estaba bromeando.

Yrre miró a Viggo e inclinó la cabeza un segundo.

—Te pido disculpas entonces. Pero no vuelvas a hacerlo, o la próxima no aflojaré mi agarre.

—Disculpas aceptadas. —Después se dirigió a su padre—. Me largo.

Storm asintió viendo a su hijo ir en busca de la salida.

—En cuanto soluciones tus asuntos, vuelve y llévate a tu gente.

—Así lo haré.

Storm empezaba a desvanecerse, pero pareció recordar algo.

—En cuanto a France, más vale que estés seguro de lo que haces y que eso que os une sea real. No quieres ver a esa mujer cabreada, es un infierno.

Yrre iba a hacer algunas preguntas rápidas, pero el otro líder ya no estaba.

 

***

 

—¡Alistair! Reúne a tu clan en el consejo —ordenó France dejando a su pequeño sentado en el trono que le pertenecía a ella.

Alistair apareció junto a su padre, Tahiél. Val caminaba tras ellos.

—¿Qué pasa? —preguntó.

—Espera a que venga Storm.

Tahiél frunció el ceño.

—¿Dónde está?

—Dándole una paliza a Yrre, o al revés, no lo tengo muy claro.

Neoh apareció junto a Elm y Elián, sus hermanos.

—¿Cómo? —preguntó consternado.

—Eso no importa ahora…

Observó a los componentes del clan. Por segunda vez, en más o menos treinta años, tenían que refugiarse de nuevo.

—¡France! Debiste impedirlo, ¿es por eso que estamos todos aquí? ¿Se han vuelto contra nosotros?

—Ah, no. Storm solo le está dando una pequeña lección de lo que no debe hacer.

—¿Y qué se supone que ha hecho? —Esta vez fue Alistair el que preguntó mientras ocupaba su trono y su compañera, Ylva se sentaba en su regazo.

—Intentó asfixiar a Viggo.

—¿Qué? Eso es inadmisible —decretó el líder envarándose.

—No creas. Viggo lo merecía.

Neoh levantó una ceja.

—Un líder no pierde los papeles sabiendo que tres clanes podemos terminar con ellos.

—Sí, si cree que su compañera ha sido difamada. —Storm apareció con la cara magullada y sus ropas rasgadas.

—¡Storm! ¿Estás bien? —Susan corrió al lado de su macho—. Estás hecho un desastre.

—Sí, pero el otro está peor, nena.

Besó a su compañera con tal pasión que estaba segura de que varios de los presentes se habían empalmado. Y es que Storm era así de intenso, ella lo sabía bien. Aunque en su momento no supo valorarlo.

Sacudió la cabeza para desviar esos pensamientos.

—¿Viggo, ha faltado al respeto a la compañera de Yrre? —preguntó Elm extrañado.

—Y lo más importante, Yrre, ¿tiene compañera? No la nombró cuando estuvo aquí —inquirió Elián, dando la mínima importancia a Viggo.

—La tienes delante de ti —anunció Storm con total naturalidad.

Todas las miradas fueron a ella, las de todos los presentes y las de las mujeres que venían desde la parte de atrás, seguramente habían estado adecentando las pequeñas cuevas que hacían la función de habitaciones. Hasta Helios, el curandero, parecía sorprendido.

Puso los brazos en jarras y sopló levantando su propio flequillo con el aire de sus pulmones.

—¿Aun sigue con eso? Debiste romperle la cabeza —soltó dirigiéndose a Storm.

—Lo he intentado, créeme. Pero es un tipo duro.

—Está bien, no volveré a bromear en su presencia. El líder no tiene sentido del humor —dijo Viggo haciendo una mueca.

—¡Pero eso es una gran noticia, France! —exclamó Aisha tapándose la boca emocionada.

Ya estaban las humanas y sus cursilerías, maldita sea.

—No, no lo es. Y ahora pasemos a las cosas que realmente son importantes.

—¿No deberías haberlo notado? Lo de ser la compañera de un macho, me refiero —Viggo no tenía intención de dejar ir el tema, por lo visto.

Estaba empezando a cabrearse de verdad.

—¿Tú me has visto? —soltó señalándose con su propio dedo—. Soy realmente atractiva, ese tío solo siente atracción por mí. Está confundiendo los síntomas.

—¿Sabes lo que es la modestia? —preguntó Aisha divertida.

—Ese día me salté la lección, cariño —dijo irritada, lo que provocó algunas carcajadas.

—No confunde los síntomas. Ya sabes que eso es imposi…

—¡Basta, Viggo!

—Ya estamos todos —anunció Otto.

Ella levantó los escudos que los protegían del exterior, encerrándolos ante posibles ataques.

—Bien, he percibido algo cuando he estado en la cueva.

—Yo también —admitió Storm.

—Ya sé lo que has notado, France. Si no Wica no se habría cabreado —expuso Viggo con sorna.

—No me refiero a eso, y no te voy a hablar de mis citas sexuales, joder. —Viggo tenía el poder de sacarla de sus casillas.

—¿Te lo has tirado? —preguntó Lidia.

Puso una mano en su frente, cansada de tanta idiotez.

—Sí, y ha cabreado a la humana que supuestamente mantiene una relación con Yrre —explicó Viggo.

—¿Es tu compañero y mantiene una relación con una humana? —preguntó Val, extrañado.

—Nadie es perfecto. —Y ni ella misma sabía por qué lo estaba defendiendo.

Todos tomaron asiento y el más absoluto silencio se apoderó del lugar.

—¿Qué habéis percibido? Nada bueno, imagino —Alistair la miró serio retomando el tema.

—Traición —dijo Storm.

—Sí, fueron traicionados, eso dijo Yrre —admitió Elm.

—Solo que el traidor estaba allí —decretó.

—¿En las termas? —preguntó Viggo.

El hijo de Storm no tenía el suficiente poder para haberlo notado.

—Sí —afirmó ella.

—Pero ¿habéis barrido sus mentes?

—Una por una —admitió Storm.

Ella asintió. Y Aisha los miró sorprendida.

—Tenéis el suficiente poder para…

—Sí, pero para mí ha sido imposible encontrar al traidor —volvió a admitir Storm.

Ella se negaba a decirlo en voz alta, se suponía que tenía más poder que todos los que estaban aquí.

—Algo o alguien estaba protegiendo sus mentes —dedujo France.

—Algo a alguien más poderoso que tú —afirmó Neoh.

—Eso parece —dijo con fastidio.

—¿Yrre? —inquirió Elián.

—Me temo que sí —admitió.

—¿Crees que nos pueden atacar? —preguntó Ylva.

—Ellos no, no son suficientes. Pero puede ser que el traidor que está entre las filas de Yrre nos traiga una guerra. Y no pondremos en peligro a nuestros pequeños.

—¿Estamos aquí por si acaso? ¿Qué es esto, France? ¿Una especie de palpitación?

France se levantó para encararse con Otto.

—Lo que te pase a ti y a tu clan me importa una mierda, así que estás en tu derecho a salir de aquí y seguir con tu vida.

Otto se encogió en su asiento. Aun así, le volvió a plantar cara.

—¿Y qué hacemos escondernos aquí, como gusanos bajo tierra?

—¡Basta, Otto! —Storm le daba cierta confianza a su hombre, pero no permitiría que cruzara el límite.

—No, Otto. Protegemos a nuestra gente. Los líderes y los guerreros saldremos ahí a impedir que algo que no nos concierne llegue hasta nosotros —explicó Alistair ante la impaciencia de France, que parecía que iba a comérselo vivo.

—Necesitamos que alguien haga la función de un líder se quede aquí, y ese serás tú.

—Estoy de acuerdo.

Maldito idiota, lo que estaba era acojonado.

En cuanto a Yrre, ese tipo que cada vez que abría la boca ella mojaba las bragas, iba a tener más que palabras con él. Aunque, para ser honestos, ella nunca llevaba bragas, se marcaban con sus modelitos y eso no era nada glamuroso.

¿Sería Wica la traidora? ¿Una puñetera humana podía hacer tambalear a todo un clan? Tenía que descubrirlo.

—En el clan de Yrre también hay niños —decía en aquel momento Viggo—. Yo digo que los protejamos a ellos y a las mujeres.

—Lo de los niños me parece bien, pero primero investigaré a las mujeres.

Ariadna se levantó de su asiento.

—¿Son humanas?

—Solo una.

—¿Desconfías de ella?

—Noooo —dijo alargando la vocal.

—Vamos, France, no sabemos si es ella.

Levantó una ceja.

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