Faith

Faith


Capítulo 5

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No debí correr. No era correcto. No era decoroso.

No debí levantar tanto mis enaguas, pero si no lo hacía, habría caído. Me hubiera enredado con la larga tela y hubiera resbalado en las calles.

Y no debí estar llorando, pero las imágenes del día se repetían en mi mente. El Señor Bryson y sus sueños. Papá gritando. El secreto de Mamá.

Y luego estaba Emma. Ya veía yo su futuro. Pronto estaría embarazada, y aún así, tendría nanas que cuidaran a sus hijos. Adam ascendería en la compañía y apenas tendría tiempo para compartir con Emma. Los niños no conocerían a su padre. Pero eso estaba bien. Todo mundo lo decía. Porque estaban asegurando sus futuros.

Pues bien, yo no quería esa seguridad. No quería casarme con el Señor Bryson, con su buen trabajo y su buena posición. No quería quedarme en este pueblo el resto de mi vida. Y no quería ser una pequeña muñeca aburrida, como Emma.

Así que, ¿qué se suponía que debía hacer? ¿Quién se casaría conmigo y Papá me echara a la calle? Y si no me casaba, ¿cómo podría sostenerme a mí misma? ¿Tendría que trabajar en una mina carbón? ¿Hacer cajas de cerillos? ¿Sortear trapos sucios, inmundos, para generar ingresos?

Todo este tiempo estuve corriendo sin darme cuenta dónde estaba. Mis pies me llevaron a la ciudad, bajo su propia voluntad. Cuando me detuve a ver a mi alrededor, me sorprendió darme cuenta de dónde estaba.

––––––––

La tienda de la Señora Shelby. Estaba parada justo frente a la hoja de papel pegada en su ventana. La que tenía un anuncio de Oklahoma. Supe lo que tenía que hacer.

Armándome de valor, entré por la puerta.

“Vaya, si es mi hermana Walker favorita-” las palabras de la Señora Shelby se detuvieron en seco cuando vio mi rostro.

“Oh, Faith, ¿qué sucede?” preguntó. “¿Te lastimaste? ¿Estás en problemas?”

“No, no. Yo sólo... ¿Me permite papel, tinta y pluma? Tengo que escribir una carta muy importante.”

La Señora Shelby corrió a sacar las cosas de sus cajones. Me las entregó al otro lado de la barra del mostrador.

En cuanto las tuve en mis manos, empecé a escribir.

Soy una joven mujer de 18 años. Deseo casarme lo más pronto posible. 1 metro 62 centímetros. Dispuesta a trabajar. Deseo una respuesta rápida.

Junto a mi respuesta, incluí mis datos para que él me pudiera escribir.

Volví a ver la carta cuando terminé de escribirla. Era difícil creer que realmente lo había hecho. Finalmente, doblé la carta y la sellé con una hoja de cera. Ahora sólo faltaba ponerla en el correo.

Apreté la carta a mi pecho y volteé a ver a la Señora Shelby.

“¿Podría usted enviar esta carta? Es muy importante para mi,” le dije.

Deslicé la carta por el mostrador y la tomó cautelosamente. Ahora todo estaba en sus manos.

La Señora Shelby observó el sobre.

“¿Oklahoma? ¿A quién conoces en Oklahoma?”

“Oh,” contesté, “es sólo un amigo. Un muy querido amigo.” O al menos así lo deseaba yo.

Ella seguía estudiando la carta sellada haciéndose mil preguntas, y yo deseaba que la Señora Shelby no sospechara tanto. No se le podía confiar un secreto, especialmente un secreto como este.

“Está bien, déjamelo a mí,” me dijo.

“¡Se lo agradezco tanto!” le dije y empujé la puerta de la tienda para salir.

Afuera de la tienda, mi corazón se desbocaba. Traté de caminar normalmente, como si no pasara nada, pero quería gritar que lo había hecho. Había hecho lo imposible. Todo lo que necesitaba ahora era una respuesta.

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