Europa

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Cuarta parte Edad de Expansión » 21. Del gran siglo de España al gran siglo de Francia

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Recopilación de las Leyes de Indias, de 1680, en plena decadencia hispana. Consta de unas 6.400 leyes que se ocupan de la organización de la Iglesia, del gobierno, la población, fundación de ciudades, universidades con cátedras en lenguas indígenas, etc. Las leyes sobre el gobierno en América establecían contrapesos y controles como los «juicios de residencia» a las autoridades al terminar su mandato, para evitar en lo posible el despotismo y la corrupción. Las normas laborales sorprenden por adelantarse varios siglos a las comunes en la propia Europa: jornada de ocho horas (ya desde Felipe II), siete los sábados; pago de un mes de salario en caso de accidente, y curación costeada por el empresario. Prohibición del pago en especie o en bebida en lugar de en dinero, con obligación de pagar directamente a los trabajadores indígenas y no a los caciques. Estricto respeto a las costumbres indias, con excepciones como la imposición de la monogamia a los caciques, prohibición de encerrar a las mujeres o de vender a las hijas, o de impedirles casarse con quienes quisieren, etc. Ninguna metrópoli organizó nunca su imperio de tal manera, y sin duda se debe a ello su extraordinaria paz interna a lo largo de tres siglos, quebrada por muy raras rebeliones.

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A lo largo del siglo XVII, el paisaje político europeo cambió sustancialmente. Portugal se se paró de España, la cual pasaba de gran protagonista de la política europea a objeto de apetencias foráneas, ansiosas de repartirse sus posesiones; Holanda disputaba el mar a Inglaterra, colonizaba regiones de América y Asia, sostenía un comercio variado y hegemonizaba el tráfico de esclavos. Inglaterra había impuesto su dominio en Irlanda, con menos dureza en Escocia, y ganaba fuerza en el mar. Francia heredaba en parte el papel de España como superpotencia católica. Suecia predominaba en el Báltico y Escandinavia. El Sacro Imperio perdía aún más capacidad de acción. La confederación polaco-lituana había dejado de ser una gran potencia y caído en una semianarquía después del «Diluvio» sueco. Rusia estaba en trance de convertirse en un poder de gran envergadura. Los turcos habían perdido la mayor parte de Hungría, pero seguían dominando extensas regiones al sur del Danubio.

Las convulsiones político-religiosas modelaron la triple Europa: la católica, latina pero extendida a Polonia e Irlanda, más Austria, mitad de Alemania y de Flandes; la protestante, compuesta de la otra mitad de Alemania, Holanda, Escandinavia, Inglaterra y Escocia. En la tercera Europa, la ortodoxa, mayoritariamente eslava, destacaba ya Rusia como un gigante. Los protestantes se habían impuesto haciendo uso abundante de la guerra, el terror y una propaganda masiva, y la resistencia católica, dirigida principalmente por España, había logrado finalmente limitar su expansión. Por el contrario, los protestantes y los turcos debieron mucho a la católica Francia.

Del siglo XVI en adelante, la Europa Occidental, que hemos llamado de las naciones por contraste con la de los imperios, podría llamarse también la Europa del mar, que tan esencial papel tuvo en su historia (y la mundial), desde las empresas lusas e hispanas.

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