Eternity

Eternity


Capítulo 15

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Una vez pasada la primera furia, Josh la mantuvo abrazada mientras ella lloraba.

— Es tan hermosa... Es la mujer más hermosa que jamás he visto.

—Semejante a la serpiente coral: Hermosa y mortífera.

—No es verdad que pienses eso, pues si no, no te habrías casado con ella.

—Tenía diecinueve años. ¿Quién podría suponerme el menor sentido común?

—Yo sólo tengo veinte —alegó ella entre sollozos—. ¿Acaso eso me convierte en estúpida?

—Claro que no. Tú tienes el buen sentido de estar enamorada de mí.

Carrie se rió, hipando entre sus lágrimas.

— Eso está mejor. Ahora quiero que vengas aquí y te sientes. Creo que ha llegado la hora de que tengamos una charla.

—¿Una charla? ¿Vas a hablar conmigo? ¿Vas a hablar con la mujer a la que dices amar? No creo que vayas a decirme que todo el mundo lo sabe todo sobre ti, ¿verdad que no? Tu... esposa, tus hijos, tu hermano, incluso mi propio hermano... Todos están enterados. No me mires así. Aunque parezcas pensar que soy estúpida no lo soy. Ring no hubiera simpatizado tanto contigo anoche de no haber sabido algo sobre ti.

Josh hizo que se tumbara junto a él sobre un montón de heno y le pasó el brazo por los hombros.

—¿Por dónde he de empezar?

—¿Me lo preguntas a mí? No sé lo suficiente para decirte por dónde debes empezar. Además, ¿estás seguro de que tienes tiempo para hablar conmigo? ¿Acaso no quiere tu adorable, misteriosa y exuberante esposa que busques el documento del divorcio? Y no parece que necesites que te animen demasiado. Tal vez podamos atarte a la cintura la cuerda con la que rescatamos a Tem para que puedas bucear en busca de los documentos. Lo único que pido es que se  me permita atar los nudos. —Josh se llevó la mano a la boca para que no le viera sonreír;.

—Nora está muy ocupada con Eric. No le has visto, ¿verdad? Un metro ochenta. Rubio. Encantador. Diez años menor que ella.

— Ella es mayor que tú, ¿verdad?

Era el pensamiento más feliz que había tenido Carrie desde que Nora entró en el dormitorio.

—Bastante más. Y ahora ¿quieres que te hable de mí, o prefieres seguir mostrándote rencorosa con Nora?

Necesitó un momento para decidirse, pero dijo: .

—Te escucho.

— Mis padres eran actores de segunda fila, no muy buenos, aunque creo que mi padre hubiera podido ser mejor si no se hubiera trasegado unos cuatro litros de cualquier bebida alcohólica al alcance de su mano todos y cada uno de los días de su vida adulta. De cualquier manera, yo crecí hasta los ocho años entre camerinos y oscuras habitaciones de hotel. Luego, mi padre murió y...

—¿Cómo? ¿Cómo murió tu padre?

—Cayó de la acera a la calzada y le pasó por encima un carro de cerveza. Así hubiera querido él morir.

Carrie pudo darse cuenta de que en la voz de Josh no había cariño por su padre.

—Para entonces mi madre ya no estaba en la plenitud de su vida para actuar en el teatro ni para ninguna otra cosa, pues también le daba firme al whisky. Intentó seguir siendo actriz, pero ni si quiera podía conseguir papeles pequeños. De manera que cuando yo tenía diez años contestó a un anuncio del periódico y viajamos hasta Eternity, en Colorado, donde se casó con el señor Elliot Greene, un viudo solitario que tenía una casita en el pueblo y un hijo ya crecido.

—¿Hiram?

—El mismo que viste y calza. —Apretó los labios—. Hiram ha sido toda su vida un asno presumido y despótico, pero durante años había estado recibiendo toda la atención de su padre y se resintió mucho por mi presencia. —Hizo una pausa, sonriendo—. Llegué a tomarle cariño al señor Greene. Era un hombre amable y apacible y siguió ocupándose de mí después de morir mi madre, a los dos años de su matrimonio. Pero él murió a su vez cuando yo tenía dieciséis, y el arrogante de su hijo lo heredó todo. Nada más terminar el entierro, Hiram me dijo que si no le obedecía me echaría de casa de un puntapié. Le ahorré el trabajo. Unas cuatro horas más tarde abandoné la casa.

—¿Y qué hiciste?

—Lo único que sabía hacer. Me dediqué al teatro.

Guardó silencio, como si pensara que Carrie debía deducir por sí misma el resto de la historia. Fue entonces cuando ella recordó algo que Nora había dicho.

—El gran Templeton —murmuró. Miró a Josh y vio aquella leve sonrisa tan característica suya—. Joshua Templeton. He oído hablar de ti.

.Josh enarcó una ceja.

—¿Sí?

Su expresión era presumida, como si dijera: Pues claro que has oído hablar de mí, todo el mundo ha oído hablar de mí.

A Carrie eso no le gustó. Le miró con expresión de desprecio.

—¿Un actor?

—Un actor de Shakespeare. El mejor actor del mundo. El más ilustre...

Ante aquel alarde de jactancia, Carrie empezó a incorporarse, pero él volvió a tumbarla a su lado.

—Creí que te agradaría.

Carrie respiró hondo.

—Durante todo este tiempo he estado pensando que habías hecho algo espantoso. Creí que te habían encarcelado por robar a la gente. Me resistía a pensar que fueras un asesino. Y resulta que no eres más que un actor.

Pronunció la última palabra como lo hubiera hecho refiriéndose a una cucaracha.

—No soy un actor cualquiera. —Parecía dolido e incrédulo—. Soy Joshua Templeton. El gran Joshua Templeton.

—Bien, y yo soy Carrie Montgomery. La gran Carrie Montgomery. —Él se echó a reír—. ¿Te importaría decirme por qué creíste necesario ocultármelo? ¿Por qué me has mentido respecto a tu nombre y sobre lo que hiciste en el pasado?

—Pensé que podía marcar alguna diferencia. —Carrie reflexionó un instante antes de caer en la cuenta.

—Eres un vanidoso pavo real. Pensaste que si yo sabía que eras un hombre famoso podía quererte por esa razón. Realmente insultante. —Intentó una vez más levantarse, pero Josh tiró de ella y empezó a besarla.

—Es que entonces no te conocía. Jamás conocí a alguien como tú. La mayoría de las mujeres se sienten impresionadas por los adornos superficiales de un hombre.

—Has conocido una lamentable cantidad de mujeres.

Josh sonrió.

—Vaya que sí. Un montón lamentable. Pero por otra parte esa lamentable cantidad y yo éramos felices. Ellas tenían al hombre famoso que querían y yo tenía...

—No me digas lo que tuviste de ellas. —Volvió a reírse y rodó apartándose de ella. —Verás, quiero enseñarte algo.

Escarbó en el heno y de debajo de un arnés que se caía de puro viejo sacó un pequeño baúl negro con las iniciales JT grabadas en él. Soltó los cierres, lo abrió y extrajo un paquete en el que había unos papeles que le pasó a Carrie. Eran fotografías del mundialmente famoso Joshua Templeton, personificando a Hamlet, a Otelo y a Petruchio. En algunas de las imágenes aparecía con traje de etiqueta y en otra blandía una espada, mirando a la cámara con un destello libertino en la mirada.

Carrie miró durante unos minutos las fotos y se las devolvió.

—¿Qué te parece? —preguntó Josh, ansioso.

Después de tanto tiempo quería hablarle de él, decirle que no era un fracasado en la profesión que eligió.

Quería que ella supiera que tal vez no se le diera muy bien la labranza, pero que era muy, muy bueno en otra cosa.

—No me gusta ese hombre —contestó ella en voz queda.

Por un instante Josh se quedó sin habla. Joshua Templeton había gustado a mujeres de todo el mundo. ¿No lo había demostrado hasta la saciedad? De costa a costa en Norteamérica y a través de la mayor parte de Europa, demostró ser irresistible para mujeres de todos los tamaños, edades, colores y estados civiles. .

— No quiero herir tus sentimientos —le explicó Carrie con tono cortés—, pero este hombre no es real. Verás, ahora me acuerdo que Euphonia tenía en su casa algunas fotos de este hombre..., de ti, supongo, y todas las chicas perdían el sentido al verle, al verte; pero yo no.

—Te gustó el hombre triste, aunque sonriente, que aparecía en la foto con sus hijos —recordó Josh, asombrado.

Carrie sonrió.

—Ese hombre tiene alma. Pero éste... —Señaló las fotos cuidadosamente preparadas en un estudio—. Este hombre no tiene alma. Sus ojos no dicen nada.

Josh se echó a reír, al tiempo que la abrazaba.  —Tenía miedo de que descubrir la verdad sobre mí cambiara tus sentimientos. El día que llegaste, cuando te vi por primera vez, solo pensé en tu precioso y pequeño cuerpo, pero me dije que no podía tocarte. Estaba seguro de que te volverías a casa tan pronto como vieras la pocilga en que vivía. —Sonrió—. Toda mi experiencia en lograr que las mujeres se enamoraran de mí tenia siempre que ver con champaña y con regalos en estuches de terciopelo negro.

—¿Sí? ¿Y cuánto duraba ese... amor?

—Hasta que la desnudaba. .

Volvió a abrazarla con fuerza cuando ella trató de desasirse.

Carrie intentaba mantener el cuerpo rígido, pero Josh le estaba besando el cuello.

— En realidad no era amor, ¿verdad? Háblame de ella.

—¿De quién?

Estaba llegando al hombro. Carrie le dio un empujón.

—¡De ella! De esa tan despampanante que está en la casa. De la mujer con la que estuviste ante el altar y a la que juraste amar y honrar durante toda la vida. De ésa.

—Ah, de Nora. Bien, tú misma puedes ver por qué me enamoré de ella. —Nada más decirlo se dio cuenta de que había metido la pata y tuvo que mantener a Carrie apretada contra él—. Me vi obligado a casarme con ella. Se quedó  embarazada.

—¿Se quedó embarazada? ¿Por sí sola, con lo grandota que es? Debería tener cuidado con lo que bebe o quitarse de en medio cuando la cigüeña vuela cerca.

—Está bien. Yo tenía dieciocho años cuando la conocí. Disfrutaba de cierto éxito en el teatro y ella era una actriz ya conocida.

—Te hizo perder la cabeza, sin duda.

Josh no pudo evitar reírse.

—Estaba locamente enamorado de ella. Nos casamos y nació Tem, luego...

—¡Tem! —exclamó de pronto Carrie—. ¿Cuál es  su nombre?

—Joshua Templeton.

—Creímos que lo habías escrito mal al dorso de la foto. Adelante. Se te caía la baba ante la exuberante delantera de Nora.

—Después de nacer Tem salí a trabajar por esos mundos y Nora se quedó en casa con el bebé. — Hizo una pausa. En su voz ya no había notas risueñas—. He hecho cosas, Carrie, de las que no me siento orgulloso. Le fui terriblemente infiel a mi esposa, como ella lo fue conmigo, pero siempre he querido a mis hijos. No amaba a ninguna de las mujeres que, bueno, que me llevaba a la cama, ni siquiera a Nora, pero quise a Tem desde el instante mismo en que le vi. Estando de viaje le escribía todas las semanas, aunque no era más que una criatura. Cuando tuvo ya edad para andar le escribía todos los días. Le enviaba regalos, pensaba en él, yo... —Se detuvo, sintiéndose incómodo ante aquel desbordamiento de emoción auténtica. Había una diferencia inmensa entre exponer sus sentimientos ante un público y los que estaba mostrando en esos momentos. Bajó la voz—: No permití nunca que nadie se enterara de lo referente a Tem. Bueno, sí, sabían que tenía un hijo, pero ignoraban lo que yo sentía por él.

—¿Y Dallas?

Josh suspiró.

—Sabía que Nora me era infiel, pero no me importaba. Es de esas mujeres de las que todo lo que quieres es echarle mano a esos... —Carraspeó—. No tenía el menor deseo de vivir con ella. Le enviaba dinero y di por sentado que se ocupaba de Tem. Di por sentado también que le quería tanto como yo. Pero cuando estaba representando Hamlet en Dallas y la vi en la cama con otro hombre pensé que aquello no era bueno para Tem y le dije que quería el divorcio.

Durante un momento no dijo nada.

—Supongo que ella supo hacerte cambiar de idea respecto al divorcio —insinuó Carrie, con un cierto sarcasmo.

—Sí, lo hizo. Dallas nació nueve meses después y se le puso ese nombre absurdo para así recordarme cuándo y dónde fue concebida. Aguanté con Nora dos años después del nacimiento de Dallas, pero finalmente comprendí que tenía que librarme de ella. —Sonrió—. Y se me ocurrió lo más extraño. Al esfumarse todo deseo por Nora me di cuenta de que en realidad era muy mala actriz.

— Eso es toda una condena.

—Hasta entonces creía a Nora cuando decía que se ocupaba de los niños y que era una buena madre para ellos. —Soltó un bufido—. Pensé que sería muy fácil obtener el divorcio. Nora tenía un motivo, y divorciarme por infidelidad no dañaba ni mucho menos mi reputación; además, le daba a Nora todo el dinero que había ido ahorrando a lo largo de los años, ya que haber visto la pobreza de mis padres me hacía gastar, menos de lo que ganaba, y sólo pedía la custodia de mis hijos. Nora estuvo más que dispuesta a cambiar a los chiquillos por dinero. Hubiera sido muy sencillo. Había contratado ya a una excelente institutriz francesa para que se ocupara de los niños cuando yo estuviera trabajando.

—¿Y por qué no resultó tan sencillo? ¿Por qué estás viviendo en la granja de tu hermano y destrozando el maíz? .

Josh sonrió con ironía.

—Mi propia y descomunal vanidad. Una vanidad que sobrepasaba a todo cuanto en la vida significaba algo para mí. Una vanidad que estuvo a punto de hacerme perder a mis hijos.

Carrie le cogió una mano. —Dime qué pasó.

—Que un juez me concedió lo que pedía. —El recuerdo le hizo sonreír de un modo siniestro. Tenías que haberme visto aquel día en el estrado mientras le suplicaba al juez que me concediera la custodia de mis hijos. Probablemente fuera la actuación más brillante de toda mi vida. Lo había planeado con minucioso cuidado. Después de todo, yo era el gran Templeton e iba a defender mi propia causa. ¿Acaso podía perder? Llevaba una capa negra forrada de satén rojo y blandía un bastón con la empuñadora de plata. —Levantó la vista hacia las vigas—. «Los planes mejor preparados», etcétera. —Suspiró—. Para agradecerle al juez que me entregara la custodia de mis hijos, tenía pensado honrarle, a él y al resto de la sala, con una actuación privada, una actuación única del gran actor shakespeariano. Estúpido de mí, entré en la sala convencido de que les estaba haciendo un favor. —Calló un instante y luego bajó más la voz—. Tenía que hacer una representación porque no podía permitir que nadie se diera cuenta de mis verdaderos sentimientos, que se enteraran de que en lo más profundo de mi ser me sentía aterrado por que me quitaran a mis hijos.

—¿Qué le pediste al juez?

—Hablé durante más de una hora. Tenías que haber visto a mi público, porque así es como yo veía a los asistentes al juicio. Los tuve en la palma de la mano. Les hice reír, llorar, sentir terror, los tranquilicé. Me pertenecían. Les dije cuánto quería a mis hijos, que haría absolutamente cualquier cosa por ellos. Les dije que podría renunciar a todos los bienes mundanos a cambio de que ellos se quedaran conmigo. Dije que estaba dispuesto incluso a abandonar la escena por ellos. Para entonces les había hecho comprender que, si el mundo me perdía como actor, ese mundo sufriría terriblemente. Aseguré que sería capaz hasta de cultivar la tierra como un campesino si ello me permitiera conservar a mis hijos. Fue llegado a ese punto cuando me quité la capa forrada de satén para que el público intentara imaginarme como labrador. Al terminar recibí una ovación clamorosa del público y me sentí seguro de haber ganado el caso. El juez afirmó que jamás en su vida había escuchado un alegato tan elocuente, pero que tenía algo que preguntarme. ¿Acaso conocía siquiera a alguien que poseyera una granja? Yo incliné levemente la cabeza y le hice saber que mi hermano era miembro de tan digna profesión. El juez entonces proclamó que un discurso como el mío merecía una recompensa, de manera que iba a concederme exactamente lo que había pedido. Tendría que sacar a subasta todos mis bienes terrenales, con la sola excepción de un traje, y todo mi dinero había de quedar en depósito a favor de mis hijos. Me abstendría de actuar en escena durante cuatro años, período durante el cual habría de vivir y trabajar en la granja de mi hermano, junto con mis hijos. Si resistía esos cuatro años, los niños serían míos. Y, después de dictar sentencia, el juez me sonrió levemente y dijo que en su opinión yo iba a echar de menos mi capa roja, que sabía manejar con tanta maestría. Posteriormente, mi abogado me informó de que la esposa del juez se había fugado dos años antes con un actor, y que todos sus tíos, tías y primos eran granjeros. Me las había arreglado para molestar a aquel hombre en todos los niveles. —Suspiró profundamente—. Así que eso es lo que hice, me trasladé a Eternity, adopté el apellido de mi padrastro, con la esperanza de que nadie me reconociera, e intenté convertirme en labrador.

—O sea que tienes que vivir en la granja de tu hermano y portarte como una persona corriente durante cuatro años —resumió Carrie—. Nada de aplausos. Nada de candilejas. Nada de jovencitas adorables suplicándote que les firmes un autógrafo. Nada, salvo gente que te quiere y que te ve como eres, con verrugas y todo.

Josh sonrió.

—Un montón de verrugas.

—Algunas. Pero al menos no están ocultas bajo el maquillaje.

Él empezó a acariciarle el cuello con los labios.

— En este preciso momento querría no tener nada de nada, ni maquillaje ni ropa. Nada.

Carrie respondió a sus besos, le rodeó con los brazos el cuello y le besó en los labios con todo el ardiente deseo acumulado durante semanas.

. —¡Papá! ¡Papá! —gritó Dallas al entrar corriendo en el cobertizo—. ¡Ha llegado un hombre y quiere verte!

Josh no tenía las ideas muy claras cuando se apartó de Carrie.

—¿Quién es?

—No lo sé. —y añadió, en un susurro de lo más sonoro—: Creo que es Dios.

Carrie y Josh se miraron y exclamaron al unísono:

—¡Ring!

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