Enigma

Enigma


XI Esoterismo nazi » La arquitectura del castillo de Wewelsburg

Página 103 de 116

La arquitectura del castillo de Wewelsburg

A las SS les faltaba un centro de poder, un lugar de culto para realizar sus rituales esotéricos, y ese lugar lo encontraron en Westfalia, en el noroeste de Alemania.

En un antiguo grabado de 1630, que representa el castillo de Wewelsburg, sede de la autoridad episcopal de Paderborn, se nos refiere que sus más antiguos restos fueron edificados en una montaña sobre el río Alme en el tiempo de las invasiones hunas. La citada leyenda dio pábulo a la creencia de Himmler, y también del «brujo» Karl Maria Wiligut, de que el castillo de Wewelsburg debería construirse siguiendo un plan magicoesotérico, pues marcaría el punto a través del cual las hordas mongolas y bolcheviques del Este serían detenidas, y comenzaría así la reconquista del milenio ario. Este castillo tenía que ser el «Vaticano de las SS», el ombligo del mundo, y nada debía dejarse al azar. Incluso todo giraría alrededor de un número mágico: el trece.

Heinrich Himmler compró o, mejor dicho, alquiló indefinidamente este castillo en ruinas el 27 de julio de 1934 y lo fue reconstruyendo durante los once años siguientes, con un coste total de trece millones de marcos, si bien en dos años de trabajos acelerados lo hizo habitable, gracias a la abundante mano de obra barata que no era otra que la de los enemigos capturados. Himmler, como jefe supremo de la orden Negra, consiguió un favorable arrendamiento por la cantidad simbólica de un marco al año al ayuntamiento de Büren, Westfalia. La fortaleza se encontraba en un penoso estado de conservación. Su reconstrucción fue financiada por el Ministerio de Hacienda del Reich, que aceptó la idea de Himmler de convertir el viejo castillo en algo parecido a lo que fue Marienburgo para los caballeros teutónicos. No repararon en gastos para hacer un lugar digno del Tercer Reich, un impresionante templo que giraba en torno a una reliquia sagrada: la Santa Lanza, algo que llegó a obsesionar tanto a Hitler como a Himmler. De hecho, la fortaleza tiene forma de lanza, con el edificio triangular simbolizando la punta del hierro, y la larga carretera rectilínea que conducía hacia él representaba el asta. Himmler esperaba pacientemente ser el dueño de la Lanza del Destino original, que desde 1938 guardaba celosamente su jefe, Hitler, en la cripta de Santa Catalina en Nuremberg, como un verdadero talismán. Mientras, se consolaba con una réplica exacta que hizo construir.

El jefe de las SS encontró en el castillo Wewelsburg su particular Camelot, su sede mística de la orden Negra. En el norte de la fortaleza se emplazó el gigantesco comedor de treinta y cinco metros de largo por quince metros de ancho, donde sus elegidos se sentaban a una gran mesa redonda de roble macizo, con trece sillones que parecían tronos, ricamente adornados con toda clase de símbolos arios. Himmler se rodeó de un círculo interno de sumos sacerdotes, un conclave de doce SS-Obergruppenführers (es decir, doce tenientes generales de las SS). Cada «elegido» se sentaba en un butacón tapizado en cuero y con una placa de plata con el nombre del caballero SS y con su escudo. En la mesa se sentaba Himmler y doce de sus «apóstoles» más queridos. Ni que decir tiene que intentaba emular el Salón y la Mesa Redonda del rey Arturo.

El vestíbulo central del castillo santuario era donde se celebraban los banquetes. Se trataba de la Sala de los Supremos Jefes de las SS, cuyo suelo estaba adornado por una gigantesca rueda en forma de sol radial con signos de runas. Era el símbolo del Sol Negro con rayos en forma de runas «sig». Éste era el centro de decisiones de la orden Negra. Cada uno de los elegidos poseía su propio aposento en el castillo, cada uno decorado en un determinado estilo y dedicado a una personalidad histórica. Cada sala del castillo estaba dedicada a un portador imperial de la Lanza del Destino, desde Carlomagno hasta los últimos emperadores antes de la disolución del Sacro Imperio Romano Germánico en 1806, pasando por Enrique el Pajarero y Federico Barbarroja.

Debajo de ese gran vestíbulo central, en la base de la torre, se construyó una cripta dedicada a los líderes de las SS fallecidos. Era el sanctasanctórum, su lugar más reservado y secreto. Allí se encontraba uno de los enclaves más mágicos del castillo: el vestíbulo de los Muertos, donde se levantaban trece peanas en torno a una mesa de piedra. En el centro había un pozo y en su mitad ardía una especie de fuego sagrado. El objetivo de esta cripta era netamente funerario: a medida que los integrantes de este círculo íntimo de las SS iban muriendo, se quemaba su escudo de armas, y las cenizas de éste junto con las del difunto eran colocadas en una urna, que a su vez se depositaba sobre una de las peanas u hornacinas del vestíbulo, donde era venerado. Existían además cuatro aperturas o aspilleras del tamaño de un puño en el techo del sótano, de manera que éste estaba siempre ventilado y durante la ceremonia de incineración del escudo, el humo del ritual fúnebre se mantenía en la habitación como una columna.

Todas estas dependencias creaban una atmósfera grotesca y teatral que se buscaba deliberadamente, al igual que las construcciones arquitectónicas que se realizaron durante el Tercer Reich, grandilocuentes y espectaculares para que impresionaran por su tamaño.

En el castillo de Wewelsburg se reunían muchos miembros de la Sociedad Thule y allí se inspiró Himmler para crear el instituto llamado Organización de la Herencia Ancestral o Ahnenerbe. Algunas de sus salas esperaban albergar algún día cercano dos reliquias buscadas y veneradas por la cristiandad: la Santa Lanza y el Santo Grial, que Himmler buscó denodadamente por todo el mundo, financiando varias expediciones para encontrarlo e incluso yendo él mismo a Montserrat en su afán de localizar el Grial. Himmler hablaba frecuentemente de geomancia y le gustaba fantasear sobre Wewelsburg como un «centro de poder» oculto, similar (o por lo menos se lo creía) a Stonehenge. El diario oficial de la Ahnenerbe solía publicar artículos dedicados a tales temas.

En el ala sur del triángulo fortificado, se dispusieron los aposentos privados del Reichsführer Himmler, de los que también formaba parte una sala para su amplia colección de armas y otra más para albergar una biblioteca que alcanzó los doce mil volúmenes. Al lado se dispusieron una sala de sesiones y una sala de visitas para el Tribunal Supremo de las SS. En el mismo ala había habitaciones de invitados para Hitler, quien, por cierto, jamás apareció por el castillo, motivo suficiente para que se difundiera en el pueblo de Wewelsburg el rumor de que Adolf Hitler, a su muerte, debía ser enterrado en la cripta del castillo.

Todavía le están esperando…

Ir a la siguiente página

Report Page