Emily

Emily


CAPÍTULO III

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CAPÍTULO III

Esta vez el regreso fue lento, como si ya nuestros cuerpos y almas se hubieran juntado.

Eduard, me tapó con las mantas arropándome en la cama.

-Emily, regreso en un momento, iré a por leña y cazaré algún animal.

Besó mis labios y me dormí en un profundo sueño.

Me despertó el aroma del caldero humeante.

Abrí los ojos y mi acompañante estaba agachado dando vueltas al puchero. Sonreí por tan grata compañía y el placer de volver a sentir las exquisiteces de la comida en mi boca.

-Emily, enseguida podremos degustar este jugoso estofado de conejo.

Entre los dos muy contentos preparamos la mesita y nos sentamos con placer a comer.

-Hum…Es ambrosía de los dioses del Olimpo. Gracias Eduard por darme tanto. Creí morir de pena y lo peor de todo era saber que ya estaba muerta. Hemos vuelto a la vida, es un milagro que nos hayamos encontrado cuando estábamos perdidos en un mundo sin pasado, presente o futuro.

-Sí, mi pequeña Emily.

Resolveremos nuestros problemas y en completa unión afrontaremos el destino.

Nuestras mentes no poseen recuerdos, ahora los llenaremos con los momentos que pasemos aquí, en este bosque encantado, donde los únicos que existimos somos nosotros dos, ya que nadie puede observarnos.

Terminamos con todo el estofado y suspirando de mutuo acuerdo, nos dirigimos al lago.

El día estaba precioso y corriendo juntos de la mano, nos zambullimos en sus cristalinas aguas.

-Eduard, es maravilloso sentir el agua mojando nuestros cuerpos. Deseaba tanto poder acariciar todo lo que me rodeaba…

Me abrazó intensamente y besó mis labios. Era como tocar el cielo con la yema de los dedos.

-Emily, es mágico lo que siento al estrecharte entre mis brazos y besar tu bella boca.

Es una locura desearte tanto sin conocerte o quizás en el tiempo pasado hayamos estado enamorados y no lo sepamos.

-Eduard. Acaricié su atractivo rostro. También me siento muy unida a ti y no lo comprendo. Mi cuerpo ansía tus caricias y tus besos y mi mente lo acepta abiertamente.

Mirándonos fijamente a los ojos sin palabras, salimos del agua y nos tendimos en la frescura de la hierba.

Delicadamente nos fuimos despojando de nuestras ropas y nos fundimos en un solo ser, amándonos como si siempre nos hubiéramos pertenecido.

Era tal la intensidad de la pasión, que no deseábamos ni por un instante separar nuestros cuerpos.

El cielo se oscureció y unos truenos nos asustaron.

-Emily, mi amada, corramos hasta nuestra morada. Es peligroso seguir en el bosque con esta terrible tormenta que se ha desatado.

Cogimos nuestras ropas y empapados por la torrencial lluvia y esquivando los rayos y estremeciéndonos con los truenos, llegamos a nuestro refugio.

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