Dreamcatcher

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- Bueno, me marché a los dos años a vivir a Madrid así que realmente no puedo decir que SOY de aquí, pero nací acá.

- Interesante, ¿Y por qué te fuiste?

- En realidad no fue mi decisión, en ese momento sólo sabía pedir comida. Pero fue por el trabajo de mi padre, antes lo transferían mucho.

- Ahmmmm.

Las conversaciones prolongadas que se desarrollan cuando conoces a alguien no se me daban muy bien, la mayoría del tiempo optaba por conversaciones cortas y concisas hasta sentirme lo suficientemente cómoda como para decir “ACOMPÁÑAME AL BAÑO”

“Quizás por eso no tengo amigos nuevos desde el kínder”

 

- ¿Y te gusta Sevilla?

Sí, era una pregunta un poco estúpida pero estaba esforzándome.

- Me encanta. Tiene todo lo que necesito, es bonita, es fresca y tiene paisajes como este por todos lados… Gratis.

- Salud por eso.

- Pero si no bebemos.

- Es un decir.

- Vale, vale ¿Y a ti te gusta?

- ¿Qué?

- Sevilla.

- Estoy enamorada.

- Pues… Salud por eso entonces.

- ¡Salud!

Llegamos al fin al restaurant al que Nino quería ir, después de haber pasado interminables combinaciones de toldos y mesas.

Un toldo color vino cubría las paredes beige del lugar, cosa que se me hacía muy familiar. Las mesas de hierro forjado y madera se posaban debajo de las farolas y contaban con velas a medio gastar en el medio de los manteles.

- Se parece mucho a la heladería.

- Eso porque la decoró la misma persona.

- Interesante.

- Este sitio es de los nonnos también, Evan.

- Ahh, ya. Pues tus nonnos tienen buen gusto.

- Claro que sí, lástima que sólo pueden estar en un sitio.

Nos acomodamos en una de las mesas fuera de los toldos, lo suficientemente cerca para ver el río. Nino se encargó de pedir, y no tuve problema ya que probablemente hubiese pedido lo mismo de siempre: Pizza.

- ¿Y qué tal es tu país?

- Ambiguo.

- Explícame.

- Pues… Tiene dos caras, como muchas cosas en la actualidad. Está la parte bonita y rosa: Las playas son increíbles, el clima es perfecto, puedes visitar las montañas y es perfecto, puedes ir a la sabana y es perfecto también y la gente en general es muy familiar. Nunca he conocido un calor como el de la gente de mi país.

- ¿Y la otra cara?

- Es la más complicada de todas, y eso depende del punto de vista desde dónde lo veas: La economía es un desastre y estar a esta hora en la calle es un suicidio anunciado, muchas cosas están mal pero para muchos todo está bien.

- ¿Y tú qué opinas?

- Yo opino que todos tenemos una razón para pensar de cierta forma, por muy mala e inválida que sea. Para mí mi país está tan bien como mal, y eso es triste… Pero no se pierde la esperanza.

- Interesante. Eres interesante, Evan…

- Bunbury.

- Evan Bunbury, mucho gusto. Mi nombre es Ignazio Abruzzi y creo que no habíamos tenido la oportunidad de presentarnos como se debe.

- Cierto.

Nos dimos la mano, como cualquier par de ejecutivos que se observan desde los cristales de las corporaciones. La comida llegó y estaba exquisita, el Filet Mignon explotaba en sabores dentro de mi boca como el Sambódromo de Brasil en tiempos de carnaval.

“Exquisito”.

Nos reímos y hablamos durante horas entre vino tinto y tapas, hasta que la vela se terminó y el lugar encendió las luces. Regresamos al auto caminando de nuevo por el puente.

La noche ya había llegado a su oscuridad total y hacía resaltar aún más los faroles.

“Espectacular”.

Ya no extrañaba la cámara, estaba feliz de que esto fuese sólo para mí.

Seguíamos hablando trivialidades hasta que llegamos a la mitad del puente, Nino redujo el paso y nos detuvimos por uno de los barandales a observar el canal.

- ¿Qué sucede?

- Nada, me gusta este sitio. ¿Tienes que irte?

- No, sólo preguntaba.

- Ha sido una buena cena.

- Cierto, todo estaba delicioso.

- Y una buena compañía.

- Eso es cierto también.

- Me caes bien, Ev.

- Tú a mi también, Ignazio.

Hizo una mueca cuando pronuncié su nombre.

- No te gusta que te digan Ignazio ¿Verdad?

- No estoy acostumbrado a que lo hagan, pero no está mal.

- Entonces, ¿Nino o Ignazio?

- Ehm…

- O ¿Sr. Pistacho?

- ¿Sr. Pistacho?

- Ehh sí, tú sabes… Por el helado y eso… Mejor olvídalo.

“Estúpida, estúpida…”

- Sr. Pistacho está bien.

Me dirigió una sonrisa. Yo no sabía disimular muy bien las expresiones cuando me ponía nerviosa, y al parecer eso le estaba divirtiendo un mundo.

- Deja los nervios.

- No estoy nerviosa.

- Sí lo estás.

- ¿Por qué dices eso?

- Porque tu cara es un poema.

Me observó con la sonrisa aún en su rostro, se divertía demasiado a mis expensas.

- Además, se supone que para la tercera cita las cosas deben fluir ¿no?

Miraba mi chaqueta un tanto desprevenida chequeando que no tuviese pelusas cuando él dijo eso. No pude evitar sobresaltarme cuando dijo lo que dijo pero mi subconsciente me gritó de inmediato “¡DISIMULA!” Así que para el momento en el que mi mirada se iba a cruzar con la de él, dirigí la vista rápidamente hacia el horizonte aún sin poder evitar abrir los ojos como platos.

- Estoy bromeando, Ev.

- Jajaja, lo sé, lo sé…

- Respira.

Estaba segura de que había dicho esto para seguir jugando con mi paciencia pero en realidad necesitaba respirar. Tome un respiro sin que él lo notara y volteé a mirarlo, solo para encontrarme con su expresión divertida.

- ¿Ya todo bien?

- Sí, lo siento…

- ¿No sales mucho, verdad?

- Antes salía más, pero he perdido práctica.

- Bueno, entonces tienes que recuperarla. ¿Quieres hacer algo mañana? Estoy libre.

- Podría ser.

- ¿Podría o sí?

- Sí, hagamos algo mañana.  Le podemos decir a Cosette, Vica y Leo.

- Claro… Te recojo temprano entonces.

- Vale.

- Es tarde, deberíamos irnos.

- Si es cierto.

Me encaminé en dirección al auto y no había avanzado medio metro antes de sentir un jalón desde la chaqueta.

“Ay no”.

- ¿Qué pasó?

- Te estoy invitando a salir a ti. Sola. Sin más nadie… ¿Ok?

- Ah, sí está bien…

- ¿Segura? No pareces segura.

- Sí, segura.

- ¿Ya entendiste que quiero salir contigo no? En una cita…

- Sí, ya entendí.

- ¿Y estás de acuerdo con eso?

- ¡Que sí!

- ¡Bueno, bueno! Cálmate. Es que pareces necesitar instrucciones para comprender cuando se te está invitando a una cita y cuando es apropiado invitar a alguien más.

- No es así.

- ¿Ah no? ¿Y qué te hizo dudar? ¿La noche, la cena, el puente más romántico de Sevilla? Tiene razón, señorita Bunbury, mis pistas son muy confusas.

- Eres un idiota.

Lo golpeé en un costado y los dos nos echamos a reír. Ahora si parecía que nos encaminaríamos al auto pero dos metros después él se detuvo.

- ¿Qué?

Me jaló de la chaqueta nuevamente pero esta vez no dijo nada. Sentí sus manos en mi cintura y al instante sus labios sobre los míos. Fue un beso corto y suave, y antes de darme cuenta de lo que estaba sucediendo había terminado.

Alejó su cara de la mía y me observó con diversión. Tomé su bufanda entre mis manos y coloqué mi cara en su pecho para reírme. Sí, iba a pensar que estoy loca… El me besa y yo me río.

- Ehh… ¿De qué te ríes?

No pude contestarle porque seguía riéndome y aunque al principio le hacía gracia ya me estaba viendo con cara de desconcierto. Tomé esa iniciativa como momento de parar… De reírme.

Lo jalé de la bufanda y le di otro beso, que ahora lo tomó por sorpresa a él. No separó su frente de la mía por varios segundos y la sonrisita socarrona había vuelto a su rostro.

- Estás loca ¿Sabías?

- Oh, sí júzgame, estás en todo tu derecho ya que eres muy cuerdo y todo eso.

Ahora si nos encaminamos al auto, se volvía demasiado tarde y era hora de volver.

Me llevó al apartamento, no sin antes dejarme un beso en la mejilla y un “Buenas noches, Ev”.

“Ev”. Había optado a lo largo de la noche por llamarme así, cosa que viniendo de alguien más me hubiese molestado y me hubiese parecido ridículo.

“Me llamo Evangelina, me llaman Evan, suficiente. DEJEN DE CORTARME”.

En mi cabeza era metafórico. Ya era suficiente con que me cortaran una vez, nadie iba a achicarme aún más. Pero viniendo de él no estaba nada mal.

Ni siquiera el helado de pistacho estaba mal.

“Buenas noches, Sr. Pistacho”.

 

 

Capítulo 7

- Evan, NO.

Había pasado toda la noche pensando estupideces y en el único momento en el que pude dormir la pesadilla me atacó otra vez. Entonces no me quedó de otra que seguir pensando estupideces hasta el amanecer. Cuando decidí levantarme un ataque de ansiedad me atacó. Caminaba de un lado a otro sin propósito alguno, tratando de calmar mis cavilaciones.

“No Evan, no. Bájale dos, ¿sí? Solo te besó, eso no quiere decir nada. Siguen siendo amigos que van a salir hoy y ya”.

- Amigos, amigos, amigos, amigos, amigos, amigos…

- ¿Amigos qué?

Vica debió escuchar mi canturreo psicópata y se acercó a la habitación. Me quedé petrificada como un niño que hace algo malo y es atrapado con las manos en la masa.

“BUSTED![12]”

- ¿Qué? Nada.

- Ajá.

- En serio.

- Entonces no te importará saber que Nino te dejó algo hace un momento en la puerta.

Me miró con expresión de inocencia fingida y se fue. Mientras, yo seguía en la misma posición que antes, aunque lo único que quería hacer era salir corriendo a ver qué era.

Salí con indiferencia sobreactuada para que Vica no notara mi expectación, cosa que fracasó rotundamente porque era una pésima actriz. Estaba sentada en el sofá frente al televisor y me observaba por el rabillo del ojo, suprimiendo una sonrisa.

Me paseé por la cocina, pasando el dedo por el mesón de desayuno y me senté en uno de los banquitos. Trataba de entablar una conversación pero se me hacía algo difícil. Pasé lo que parecieron años intentando “actuar natural” hasta que Vica se hartó.

- Eres horrible actuando normal.

- Lo sé.

- Está en el freezer.

- ¿En el freezer?

“¿ah?”

Me acerqué a la nevera, actuando todavía terriblemente “normal”, aunque ahora sólo era para hacer reír a Vica.

Abrí el freezer y estaba una caja de regalo de navidad, con sus respectivos colores verdes y rojos, y un lazo enorme color Rojo también. Una tarjeta blanca atada con un cordón dorado a un asa del lazo decía “Feliz navidad”.

Intenté ignorar el hecho de que estábamos a principios de Febrero, y la cara de desconcierto de Vica. Abrí el envoltorio y saqué un envase de plástico transparente con un post it amarillo pegado a la tapa.

 

“ESPERO QUE NO SE DERRITA!!!”

Nino Abruzzi.

 

El contenido era verde y de inmediato supe lo que era.

“No ayudas Ignazio Abruzzi, no ayudas nada!!!!!!”

- ¿Me puedes decir qué es de una vez? Insistió bastante en que lo pusiera en el freezer. ¿Es una mano? ¿Un ojo?

- ¡Vica!

Las imágenes desagradables de mis sueños se me vinieron a la cabeza y me provocaron náuseas. Por supuesto que no era una mano, ni un ojo.

- Helado de Pistacho.

- Ah… Dile que traiga chocolate para la próxima, no me gusta el pistacho.

- A mí tampoco.

- ¿Y por qué te trajo pistacho?

- Porque este si me gustó.

- A nadie le gusta el pistacho.

- Bueno, me gustó el día que lo comimos.

- ¡Aw! Qué romántico. Te lo comiste por él.

- Eres una idiota.

- Gracias, serás la única que coma eso.

- Igual no te estaba ofreciendo.

Me hizo una mueca horrorosa y se fue a su cuarto. Destapé el helado y descubrí que en realidad seguía sin gustarme el pistacho… Aunque ese otro día no sabía tan mal.

“Sí idiota, porque el hecho de que estuvieses con El Sr. “Soy sexy y lo sé” no influyó nada en tu criterio ese día”.

Tomé el teléfono y le envié un mensaje.

- Feliz navidad, Sr. Pistacho.

- Tuve que improvisar!

- Muchas gracias por el helado.

- Hay más de donde vino ese.

- Yummy.

- Te busco a las 2 ¿Te parece?

- Suena bien. ¿Qué haremos?

- Usa algo con lo que puedas caminar.

- Ok.

Mientras observaba la pantalla del teléfono, seguí divagando entre fantasías estúpidas y recordé algo que venía evitando desde hace un tiempo… Las pesadillas.

Las mismas pesadillas se repetían cada noche, contando la misma historia una y otra vez, y ya la costumbre de ignorarlas había hecho que las olvidara casi por completo a mitad de la mañana.

Sentía que no desaparecerían nunca, a menos que descubriera de qué se trataban. Me dirigí al cuarto de Vica y la vi sentada en su escritorio con unos audífonos ridículamente gigantes.

- ¡VICA!

Nada.

Me acerqué a ella y le zarandeé la silla, acción con la que soltó un par de improperios y un grito.

- Idiota.

- Cállate, necesito tu ayuda.

- ¿Qué necesitas?

- Dijiste que conocías cosas que me podían ayudar con lo de los sueños.

- ¿Todavía los tienes?

- Todas las noches.

- Interesante, ¿Y qué hizo que ahora consideraras que era una buena idea lo que te planteé?

- Que ya no quiero seguir soñando así, y sé que un psicólogo no me va a ayudar.

- Entonces no es que creas.

- Si me ayuda te creeré.

- Suficiente para mí.

- ¿Entonces?

- No quería hacer esto, pero podría conocer a alguien que te puede ayudar.

- ¿A quién?

- Balthazar.

- ¿Y por qué no habías dicho nada?

- Es una larga historia…

- Tengo tiempo… Hasta las dos.

- ¿Qué vas a hacer?

- Cuéntame de Balthazar y te digo.

- Vale.

Nos sentamos en los taburetes de la cocina a comer algo de helado que había quedado y esperé a que me contara.

- En fin, Balthazar es de Brasil. El vivió el mismo pueblo que yo y salimos un tiempo hace unos años.

- ¿Sí? ¿Y por qué terminaron?

- Se vino a España a trabajar… Fue terrible, estábamos enamorados. O al menos yo lo estaba.

- Tuviste tu propio “Diario de una pasión”[13]

- Sí… Desde ahí no he salido con nadie.

- Hasta ahora.

- Sí, qué cerda soy vociferándole a Leo que éramos novios… ¿Cómo se me ocurre? Llevamos saliendo no sé, un día.

- No creo que le haya molestado.

- Sé que no le molestó. En casa de Cosette se puso a hablar de muchas cosas y yo no sabía qué hacer. Al parecer si tengo novio, y está muy entusiasmado.

Su cara nauseabunda fue divertida. Le gustaba pero no quería admitirlo.

- Oh vamos, ¿a quién engañas?

- No puede ser que después de tanto tiempo, que al fin estoy cerca de Balthazar de nuevo y me guste alguien más.

- La vida es así.

- No vayas a creer que vine por él, no fue así. Yo deseaba estudiar arte desde que tengo memoria y la beca fue una sorpresa pero no dudé ni un segundo en venirme, y que él estuviera aquí lo hacía más perfecto.

- Pero ha pasado tanto tiempo, ¿No crees que todo pudo haber cambiado?

- Claro que sí, yo no pensaba casarme con él ni nada pero quería verlo de nuevo… Tú sabes…

- ¿Qué?

- Que quería volver a verlo… A VERLO de nuevo.

- Ahhh… Eso Jajaja, ¿No me dijiste que era amor?

- Si era amor, pero también eso. Y ahora no quedó mucho amor, pero todavía recuerdo claramente eso.

- Ok…

- Pero ahora tengo novio…

- Oh, cierto.

- Y no malinterpretes, no es que sea malo ni nada de eso. Es sólo que… Bueno, ¿Tú nunca has pasado por eso?

- No en realidad…

- No me digas que eres virgen…

- Bueno…

- No me asustes.

- No tengo mucha experiencia.

- ¡Eres virgen! ¡Tienes 18 años y eres virgen!

- Ya, cálmate. No es que no he hecho nada, ni he salido nunca. Claro que sí, pero nunca he pasado tanto tiempo con alguien como para llegar a eso.

- Increíble, ¿Cómo pudo pasar eso? No eres fea, eres agradable…

- Sí bueno pero no esperarás que al salir con alguien un mes le dé luz verde ¿no?

- Bueno…

- Me refiero a la primera vez, Vica. Piensa en la tuya.

- Bueno... Wow, me impresionas.

- En fin, ¿entonces?

- Bueno, eso. Tengo un ex potencialmente “amiguito” y un novio.

- Complicado. ¿Qué harás?

- Quizás deje al novio un tiempo y salga con mi “amiguito”.

- ¡Vica!

- Ya, es broma. Nada, quedará para la posteridad nuestra historia. Y si Leo se va a la guerra y muere, tendré a mi amiguito para consolarme.

- No sirves.

Se levantó de la mesa y me guiñó el ojo.

- ¡Eh espera!

- ¿Qué?

- Nunca me dijiste qué tenía que ver con mis sueños.

- Oh, cierto. Me distraje. En fin, su familia es espiritista y a él toda la vida le ha parecido curioso eso. No porque le guste el espiritismo, le parece porquería pero a través de esas creencias y de sus estudios de psicología se ha dado cuenta que hay cosas que de verdad pueden suceder. Quizás no el vudú ni nada de eso, existen muchas cosas en las que no cree o en las que su carrera ha hecho que deje de creer, pero todavía hay cosas a las que no les tiene explicación. Quizás tus sueños sean una de esas cosas que no comprende. El tiende a investigar mucho sobre esos temas, y si no es así y es algo de psicología, que se yo, algo del pasado que aflora en ti en sueños o algo así igual te puede ayudar.

- Suena razonable.

- ¿Qué dices entonces?

- Vamos a verlo mañana entonces.

- Vale.

- Nos vemos ahora, me voy a arreglar.

- Cierto ¿Adónde vas?

- Saldré con Nino.

- ¿! What!? No pierdes tiempo.

- Mira quién habla.

- A ver si le arrancas esos lentecitos.

- Cállate.

“¿Y ahora qué me pongo?”

Me sentía estúpida y trivial con esa pregunta en mi cabeza mientras observaba mi clóset. Tenía mucha ropa decente y que me quedaba bien, y lo sabía pero seguía mirándola con cara de desprecio, como si las blusas se burlaran de mí mientras yo las observaba.

- No, esto no… No… No…

Tiraba la ropa (Que sabía que no me podría ir sin recoger) a la cama sin éxito alguno hasta que me rendí y me desplomé sobre ella.

- ¿Necesitas ayuda?

- ¡Mi salvadora! ¿Qué me pongo?

- ¿Qué vas a hacer?

- No lo sé, sólo me dijo que usara algo que me dejara caminar.

- Interesante…

Nunca antes había sido tan oportuna. O quizás sólo me había escuchado maldiciendo mi ropa desde su cuarto. Comenzó a hurgar en mi clóset y al parecer no encontró nada. Estaba en el mismo dilema que yo: Todo era muy día o muy noche, nada intermedio. Y ni siquiera sabía que iba a hacer.

- Entonces tacones no.

- Definitivamente no.

- Ok, ¿Qué te parece la falda azul?

- Muy día.

- ¿Y el vestido corto?

- Muy noche.

- Sí, tienes razón… Oye, ¿Y estos?

Tomó de mis zapatos unas zapatillas amarillas que me encantaban.

- Eso puede servir. Pero no tengo nada con qué usarlas que sirva para el día y la noche.

- Yo sí.

Nino me había buscado justo a tiempo. El vestido que había elegido Vica era increíble. No pensé que me quedaría porque ella es mucho más alta que yo, pero al parecer los vestidos extra cortos eran su área y me quedaba al largo perfecto. El azul marino resaltaba las zapatillas y el bolso tipo sobre que me había prestado Vica, era hermoso.

- Te queda muy bien ese vestido.

- Gracias. Por fin, ¿Adónde vamos?

- A mi plaza favorita, y creo que la favorita de todos aquí.

Aparcamos en un estacionamiento que estaba justo al lado de la plaza España. Era hermosa e imponente con sus colores terrosos y sus mosaicos increíbles. Era enorme.

- Sabía que era grande pero nunca pensé que tanto.

- ¿Te gusta?

- Me encanta. La había visto en fotos pero no sabía que era así.

- Sí, es increíble.

Nino abrió la maletera del auto y sacó un bolso negro.

- ¿Qué llevas ahí?

- La comida.

“Oh, un picnic. Ingenioso”.

Caminamos alrededor de la plaza, por los pasillos y escaleras, observando los techos con mosaicos y la estructura increíble mientras hablábamos de cualquier cosa.

- ¿Entonces? ¿Llenó tus expectativas?

- Y las superó. Gracias, desde que llegué quería venir.

- Agradécele a Cosette. Me dijo que te gustaba la fotografía, cosa que pude notar el otro día, y que este sería un lugar que te gustaría captar.

- No traje mi cámara.

- Oh, lo siento, olvidé decirte que la trajeras… Soy un estúpido.

- No te preocupes, así está bien. Dejemos ésta vez para mí, y la segunda para las fotos.

- Perfecto entonces.

Nos acercamos a la fuente central y pasamos de largo hasta un área de jardín donde nos sentamos para comer.

- A ver qué planeaste.

- Son las 4 de la tarde así que no planee un almuerzo ni nada por el estilo, pero traje una merienda.

Sacó una caja del bolso y un termo.

- Donas con café.

- Se ven deliciosas.

- Traje varios sabores. Las preparó el Nonno.

- ¿Cuál me recomiendas?

- Todas.

- Jajaja.

- En serio, todas me gustan y tendremos tiempo de probarlas.

- Está bien, probémoslas todas entonces.

Seguimos charlando toda la tarde hasta que las donas se acabaron y comenzó a atardecer.

- Es hora de irnos.

- Oh, está bien.

- Tenemos que ir a otro sitio.

Me dirigió una sonrisa radiante que iba muy bien con su camisa blanca arremangada y sus lentes de pasta negra.

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