Dreamcatcher

Dreamcatcher


Portada

Página 9 de 12

Nos dirigimos al auto por la vereda, hablando todavía de cualquier cosa. Los dos hablábamos mucho pero no teníamos problemas para interactuar, nadie opacaba a nadie. Sentí su mano rozando varias veces la mía en el camino, hasta que terminamos tomados de manos.

Me sentía en una película de esas que vemos cuando estamos en despecho o nuestros días con un bote extra grande de helado. De esas felices y románticas que nos hacen llorar porque no tenemos eso. Sólo que no era una película y que existía la posibilidad de tener eso.

“Ponte las pilas, Julia Roberts”.

Entramos al auto y nos dirigimos al centro de la ciudad. Las luces hacían que todo cambiara, y que la ciudad tomara una tonalidad tan especial que nunca había visto antes. Esa ciudad era especial y la compañía lo hacía aún mejor.

Aparcamos cerca y decidimos caminar. Los temas de conversación aún no habían terminado y afloraban aún más mientras pasábamos junto a las tiendas y taperías en el boulevard.

- ¿Nos sentamos por aquí?

Estábamos frente a una de las maravillas de la arquitectura de Sevilla: Las setas. Su imponente presencia en forma de hongos era increíble.

- Son hermosas, me encanta este lugar.

- A mí también. Podemos sentarnos aquí o ir por aquí cerca a tomar un trago.

- Como prefieras.

- Entonces vamos por el trago y volvemos aquí.

Tomamos varios tragos, quizás uno o dos de más, y volvimos a sentarnos en las escaleras debajo de las setas. Había algo de frío así que terminé usando el sobretodo de Ignazio y escuchándolo hablar sin sentido.

- Creo que tomaste demasiado.

- Tu también.

- No tanto como tú, no puedes conducir así.

- ¿Y acaso te tienes que ir ya?

- En realidad, no.

- Entonces no hay apuros, esperemos que pase.

- Borracho.

- Así te gusto.

- ¿Estás muy seguro de eso no?

Se acercó a mí y se sentó en el escalón que estaba debajo de mí, apoyándose en mi costado.

- Tengo frío.

- ¿Quieres tu sobretodo de vuelta?

- No, quiero que me abraces.

- Está bien, borrachín. Vamos a seguirte el juego.

- ¿No me ibas a decir Sr. Pistacho?

- Creo que cambié de opinión, te diré Sr. Borracho.

- Uy qué original.

- Jajaja.

- Dime pistacho.

- Pistacho.

- Dime Sr. Pistacho.

- Ok, Sr Pistacho… Estás arrastrando cada vez más las palabras, creo que te estás emborrachando más en vez de mejorar, deberíamos…

Se abalanzó sobre mí y me besó tomando mi cara entre sus manos. Su coordinación no estaba muy bien, pero al parecer eso no había afectado sus labios. Lo tomé por los antebrazos y alejé un poco mi cara.

- Ehh, Sr. Pistacho cálmate que hay público…

- Cállate.

Me ignoró y continuó besándome. Me abrazó por la cintura y me hizo bajar hasta el escalón donde estaba él.

“Ay, qué rayos. Nadie me conoce”.

Olvidé al resto del mundo y me dejé llevar.

Sus besos eran cálidos y suaves. No lo quería soltar por nada del mundo. Podía pasar el resto de mi vida entre sus brazos, acariciando su cabello, jugando, viéndolo reír e ignorarme cada vez que le decía “Ya basta”.

- Ya, ya, ya. Suficiente, cálmate muchachón.

- Aguafiestas.

Retiró un poco su cara pero no me soltó, prefirió quedarse con su nariz pegada a mi mejilla y yo no me quejé.

- Es la cuarta cita, ¿Nos vamos a un hotel?

- ¿Qué?

- Estoy bromeando, cálmate.

- Eres un idiota.

- Sí, un idiota que se tiene que parar temprano.

- ¿Nos vamos?

- No quiero irme… Pero tengo que hacerlo. Tengo clases. Demonios.

- ¿Puedes conducir?

- Creo que drenamos todo el licor de nuestro organismo.

- Quizás tú, yo sigo mareada.

- Oh, pobrecita. Yo te ayudo.

Se paró de repente y me cargó en sus brazos.

- ¡No! ¡Nino Bájame! ¡Ignazio!

- No sé quién es ese…

- ¡Pistacho! ¡Bájameeeee!

- Qué falta de educación.

- ¡Oh por Dios Santo! ¡¿Sr. Pistacho me puede bajar?!

- ¿Por qué no lo dijo antes, señorita Evan?

- Idiota.

Me bajó, no sin antes besarme, para caminar tomados de la mano hasta el auto. Después de eso me dejó en el edificio.

- Buenas noches, Ev.

- Buenas noches, Pistacho. Avísame al llegar.

Subí entre nubes a mi habitación, sin percatarme siquiera si Vica seguía ahí. No sabía qué hora era ni si ella estaba allá pero en ese momento no me importaba mucho. Llamé a Alaín y a mi mamá para ver cómo estaban y chequeé para ver si Aquiles estaba, pero no era así.

- El ave está en el nido.

- Buenas noches, Sr. Pistacho. Fue un gran día.

- Buenas noches, Ev. Fue un placer.

- ¡BALTHAZAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAR!

Al día siguiente Vica me arrastró por las calles hasta un lugar que nunca había visitado. Se veía un poco desolado pero era bonito.

Era la quinta vez que Vica le gritaba a la ventana de madera vieja, y la quinta vez que sólo le contestaba el silencio.

La calle estaba desierta y la casa no era nada parecida a lo que esperaba. Nada de escombros ni basura o muñecos colgando en la entrada. Era una casa blanca con puertas y ventanas de madera. Algo pequeña pero, bueno, normal.

- ¿Segura que está?

- Sí, estaba hablando con él hace un rato. ¡BALTHAZ…

“¡Voy, coño!”

 

Se escuchó el grito a lo lejos en la voz de un hombre. Al cabo de cinco minutos, la puerta se abrió y otra cosa que no esperaba apareció para darnos la bienvenida.

Nada de viejos con barbas de 40 cms ni mujeres con verrugas. Un hombre de unos 30 años estaba en la puerta dándonos la bienvenida, con un jean desgastado y la camiseta apuñada en su mano. Marcas de aceite de carro y grasa se dibujaban por sus brazos, cabello y su torso huesudo, y una sonrisa con algo de frustración escondida se dibujaba en su cara.

- Pensé que no veníais todavía. Perdonen la pinta, estoy reparando a Rosita. Pasen.

Entramos a la sala, que también era normal, y nos sentamos en los sillones mientras Balthazar se aseaba.

“Deja de imaginar a la bruja de blanca nieves, Evan. Las cosas no son así”.

- Listo, ¿Cómo estás Vica? Pensé que nunca me visitarías. ¿Cómo están tus padres?

- Están bien. Te dije que lo haría apenas pudiese. Ella es Evan.

Alargó su mano, todavía algo húmeda hacia mí, la tomé y le dirigí una sonrisa rápida. No había notado su cabello largo y rubio, quizá porque llevaba una coleta.

La verdad es que este tipo de situaciones me ponían incómoda. Mi crianza en colegios católicos hacía que mi relación con las artes oscuras me hiciese sentir culpable. Era estúpido, lo sé, pero inevitable.

- Entonces B, tengo que confesarte que mi visita tiene otros motivos.

- Ya lo imaginaba, ¿Has vuelto a la fiebre de las cartas? ¿Quieres que te vuelva a demostrar que eso no existe?

- No, yo no necesito nada… Y si existen. Mi amiga es la que quiere hablar contigo.

- ¿Qué quiere saber tu amiga?

Ambos siguieron hablando y Vica le explicó de mis sueños. Al parecer mi presencia allí no importaba mucho porque me sentía como cuando iba al pediatra y mi mamá no me dejaba hablar… No me quejaba porque al final de cada visita había chupetas.

“Aquí no hay chupetas”.

- Evan.

- ¿Ah?

- Presta atención, mujer.

- Acá estoy.

Balthazar se acercó a mí y se puso en cuclillas entre los sillones de Vica y el mío. Sus largas y delgadas piernas lo hacían asemejarse a un zancudo… Y a Aquiles.

“Mierda, Aquiles”.

Seguía ignorando sus mensajes, pero no era hora de responderle. Seguí explicándole a Balthazar hasta que tuvo una idea más o menos aceptable de lo que sucedía.

- ¿Entonces me has dicho que no es la primera vez que te sucede esto?

- No. De pequeña siempre tenía pesadillas. Mi vecina decía que yo era una especie de vidente, pero quizá de las malas porque sólo veía el pasado.

- Interesante. Sueñas con cosas que han sucedido antes en el sitio donde duermes.

- Algo así. Con muertes.

- Ok, y me dices que desde que te regalaron el atrapa sueños no habías soñado más, hasta que se rompió.

- Sí.

Le entregué el atrapa sueños roto. Y se quedó observándolo por cierto tiempo.

- No conozco mucho sobre atrapa sueños. Aunque si puedo decir algo sobre tus sueños. No es que tengas una maldición encima, ni que eres descendiente de un brujo y tu futuro sea salvar a la humanidad. Todos tenemos las mismas habilidades, sólo que unas se desarrollan mejor en algunas personas. Unos dibujan muy bien pero apestan en matemáticas, otros cantan pero no bailan… Y otros tienen intuición. Tú desarrollaste un tipo de intuición muy bien. Eres como las personas que pueden percibir espíritus, donde muchos dicen que pueden hasta verlos. Como yo.

- ¿Ves muertos?

- Espíritus. Y no, no soy como Melinda Gordon. No hablo con ellos ni tengo la misión divina de llevarlos a “la luz”. Pero puedo verlos, o percibirlos. Simplemente están allí, y yo los veo. Mucha gente los percibe. Sienten que alguien los ve o escalofríos (Excepto los nerviosos, ellos perciben y ven lo que existe y lo que no también). Y yo voy un poco más allá. Así eres tú.

- O sea que me dices que todo el mundo es capaz de soñar con cosas que pasaron.

- Más personas de las que crees. Sólo que quizá no se desarrollan bien y sólo creen que son pesadillas. Por lo que me has dicho las tuyas son bastante exactas y reales. Algunos sólo sueñan y quizá muchos no logren recordar tanto como tú.

- A medida que pasa el tiempo empiezo a olvidar.

- Eso pasa con los sueños. Quizá todas las respuestas que necesitas están en tus sueños, pero sólo podemos recordar muy poco de lo que soñamos y esos recuerdos se comienzan a borrar con el tiempo.

- ¿Entonces no tengo remedio?

- No estás enferma, Evan. Yo no sé mucho de atrapa sueños. Pero podría conseguirte otro como este, que no sea baratija. La verdad es que tengo amigos que los fabrican pero nunca pensé que funcionaran.

- Sería perfecto…

- ¿Qué pasa?

- No lo sé.

- No te basta con no seguir soñando, ¿verdad?

- Quisiera saber qué pasó con la chica de mis sueños.

- Entonces investiga.

- No creo que google ayude mucho…

- No, me refiero a tus sueños. Investiga en ellos.

- ¿Cómo? No puedo hacer nada cuando suceden, sólo puedo ver.

- Pues ve, observa. Y cuando despiertes, anota todo lo que recuerdes, antes de que lo olvides. Después investigas. Yo podría ayudarte.

- Eso no suena tan loco… Nada de lo que has dicho ha sonado loco. Muchas gracias, tomaré en cuenta eso de la ayuda.

- ¿Qué? ¿Pensabas que encontrarías a Rumplestinskin?

- Algo así.

- Contáctame cuando quieras, Vica te dará mi número.

- Muchas gracias, Balthazar.

 

Esperé a que anocheciera, me puse a leer un libro pésimo de autoayuda y aguardé pacientemente a que el sueño llegara. Por suerte el libro había hecho que la espera se redujera considerablemente ya que los libros de autoayuda quizá eran una de las peores pesadillas que podía tener (Sacando a la gente descuartizada y esas cosas), donde un coma era preferible a terminar alguno.

Y comenzó.

La sala rudimentaria convertida en un quirófano, los instrumentos, las cortinas de plástico, los estantes de metal… Y la chica atada a la camilla de metal.

“Aquí vamos”.

- Señor…

- ¿Está lista?

- Sí señor pero…

- ¿Pero qué?

- ¿Está seguro de esto, señor?

Volví al sueño.

No podía moverme ni hablar, pero ya me había acostumbrado a eso. La sensación de pesadez volvía con cada noche pero lograba tolerarla con mayor facilidad cada vez. Observaba todo desde un costado, donde me encontraba maniatada encima de la cabeza, estirada al máximo, donde evitaba colgar pero no necesitaba más que unos centímetros para dejar de tocar el piso.

- ¿Por qué demonios me preguntas eso? No es la primera vez, ni la segunda…

- Sí señor, es cierto pero nunca habíamos tenido tantos inconvenientes.

- Siempre hay inconvenientes, Leví. No seas paranoico.

- Sí, señor. Pero…

- ¡Por el amor de Dios, Leví! Termina de decir qué demonios te tiene así.

- Señor, ella es la hija de Víctor Shaw.

Los ojos del destripador destellaban sorpresa sobreactuada y burlona.

- ¡Oh por Dios! ¡Llamemos a la policía!... ¿Qué mierda te sucede, Leví? ¿Quién coño es Víctor Shaw y por qué debería preocuparme?

- Señor… El tiene reputación.

- ¡Ya basta! A mí no me valen reputaciones, lo único que me vale es la pieza que necesito. Que no se preocupe… Pronto tendrá a su nena de vuelta, con una refacción menos.

“Víctor Shaw”

Sabía que había escuchado ese nombre antes, y sabía que era importante.

Noté los rasgos de la chica, detallé más el sitio, al ayudante, al destripador (Aunque eso no tuvo mucho éxito, vestía ropa de quirófano y tapabocas, lo único que podía notar era sus ojos color miel reluciente) y todo lo que pude antes de despertar. Hice un esfuerzo increíble por no irme pero pronto comencé a escuchar música a lo lejos, y desperté.

Vica hacía algo que incluía mucho orégano en la cocina, y lo terminaba al ritmo de American Authors.

“Anota”.

Me levanté lo más rápido que pude y busqué el bolígrafo y el papel que había dejado a mano para “hacer mi tarea”.

“Víctor Shaw”, “Leví”, “Ojos miel”, “Refacciones”.

Anoté todo lo que pude recordar y me dispuse a ducharme. El resto podía esperar.

Busqué una toalla y pasé frente a mi escritorio, donde había depositado nuevamente el atrapa sueños. Le di un vistazo de nostalgia, lo extrañaba, aunque sabía que quizá no había sido tan mala idea que se dañara. Alguien necesitaba cerrar un capítulo, saber que sucedió y yo iba a ayudar a eso. O quizá todo sucedió hace mucho tiempo y nadie necesitaba nada, sólo yo tenía la necesidad impetuosa de saber qué había sucedido en aquél lugar… Y quizá, después de conocer la causa de lo que pasó, podría dormir tranquila.

Una patética esperanza, quizá muy errónea, pero esperanza al fin.

Mientras veía el atrapa sueños, noté que tenía una notificación de Skype en el PC.

“Oh, mierda”.

Ya podía adivinar de quién eran las notificaciones. Tanto mi mamá, como Alan y Aquiles habían intentado comunicarse conmigo desde hacía varios días.

Sólo me limitaba a contestarle los mensajes a Alan y a llamar a mi mamá en las noches por unos minutos.

Me había enfrascado en la mudanza y los sueños… Y bueno, en Nino.

Sí, ok está bien, lo admito, soy culpable.

Tendía a enfrascarme en temas y cosas… Y a veces en personas. Detestaba que me sucediera eso y la facilidad con que sucedía, pero aunque había intentado cambiarlo muchas veces, cambiar también se convertía en mi razón principal para vivir, y volvía a donde había empezado.

Así que acepté mi culpa, decidí esperar para ducharme y me senté frente a la PC.

- “¿Estás?”

 

No estaba conectado, pero tenía la esperanza de que sólo estuviese bajo perfil y siguiese viendo mis notificaciones en el Skype así que esperé 10 minutos más frente a la PC, jugando con un bolígrafo.

Nada.

“Me rindo”.

Me duché, me enrollé en mi bata de baño verde manzana (Un regalo de Alan que me hizo darle la bienvenida a la familia de inmediato) y me hice un turbante provisional con una toalla fucsia para salir a ver a qué cocinaba Vica.

- ¿Qué tenemos por aquí?

- Para ti, nada.

Le hice pucheros a Vica intentando comprarla, y fracasando profundamente.

- No, no. Lo siento. Esto es para Leo. Hay sobras de ayer en la nevera, si quieres.

- Sobras… Todo lo que valgo para ti son sobras.

- Me harás llorar.

Cogí un tazón con risotto y champiñones y me dirigí a mi habitación otra vez.

 

“3 notificaciones de Skype”.

 

“Interesante”.

M

a

m

á

:

- Evan?

- Estas? Tengo una noticia!!!!!

A

q

u

i

l

e

s

:

- “… ¿Dónde has estado?”

“Oh, oh”.

Los puntos suspensivos de Aquiles siempre me asustaban, nunca traían nada bueno con ellos. Debía estar muy molesto. Pero lo que más me preocupaba eran los signos de exclamación de mi mamá, era ese tipo de mamá a la que le escribes un testamento y contesta “OK”. Así que la insistencia en escribir de más era un poco inquietante.

M

a

m

á

:

- Hola má’ ¿Qué paso?

- Te llamo en la noche para que hablemos, ¿Te parece?

- Vale má’ Te quiero.

Me sorprendió un poco la facilidad con que salió eso, pero estaba bien. La extrañaba más de lo que pensaba y deseaba que fuera verano pronto para verla.

Ahora si iba con la parte difícil.

A

q

u

i

l

e

s

:

- Lo siento, no me voy a excusar. ¿Qué ha pasado? ¿Cómo te fue en la prueba?

- Como si te importara.

- Lo siento, no seas así Quiqui…

- No me llames así…

- Antes te gustaba que lo hiciera.

- Eso fue hace mucho tiempo.

- ¿Por qué eres así? Sé que las cagué al no escribirte ni contestarte, pero ya. No peleemos ¿sí?

- Ajá.

- Coño Aquiles…

- ¿Y QUÉ QUIERES QUE TE DIGA? “OH SI! EVAN ERES LO MÁXIMO, DISCULPA POR MOLESTARME!”

- ¿Qué pasó?

- No es tu problema.

- ¡COÑO AQUILES!

- ¿COÑO QUÉ? ¿AH? ¿QUÉ VAS A DECIR? ¿QUÉ TIENES LA RAZÓN Y YO NO? Porque eso es lo que siempre vas a pensar.

- Aquil…

- No. Ya basta. Dirás que soy un enfermo, que no tengo ningún derecho a reclamarte nada y quizás sea verdad. Quizás desperdicié mucho en ti. Mi tiempo, mis cosas, todo lo que pensaba, que siempre quise cuidarte. Soy un cliché ¿no? Me convertí en un maldito cliché. El estúpido nerd que se deja pisotear por una mujer toda su vida. Siempre pensé que tenías algún derecho sobre mí, que podías hacer lo que quisieras conmigo porque, en cierto modo, me gustaba que lo hicieras. Pero no es así. Yo no significo para ti lo mismo que significas tú para mí… No sé cuando cambió eso, porque yo sé que te importaba, pero ya no tiene relevancia.

- ¿Ah?

- Tu y yo sabemos lo que yo he sentido por ti toda mi vida, y solía pensar que podía ser algún día… Y cuando te fuiste fue difícil porque esa imagen empezó a esfumarse, pero todavía creía que podía pasar, porque pensé que lo querías también. Voy a desistir, Evan. Ya no más.

 

Ya parecía no escucharme. El video llamado parecía una conferencia donde el único derecho que tenía yo, era escuchar. Sí, hacía mucho tiempo que sabía lo de Aquiles, era mi mejor amigo y lo conocía más que nadie. Además, varias veces trato de decírmelo, pero yo no lo dejé.

Lo quería más que al mundo mismo, pero era mi amigo. Bastantes veces lo pensé, y lo imaginé. Se veía bien, mi futuro con él sería perfecto… Pero yo no quería perfecto.

Yo quería emoción, quería incertidumbre. Alguien que fuese impredecible y que me hiciera pensar. Quería un Nino Abruzzi, mucho antes de conocerlo.

No me sentía culpable porque hacía bastante tiempo que pensaba así y se lo había dejado claro. Pero la situación cambió para él y para mí cuando me fui a miles de kilómetros…

Seguí escuchándolo, porque, bueno… Tenía razón.

¿Qué triste no?

Que los clichés sean tan comunes y desagradables. Los odio, los desprecio… Y sin embargo sé que se llaman clichés por una razón: Son más comunes que un resfriado.

En fin, seguí escuchando todo lo que decía, porque realmente lo merecía. Me olvidé del mundo y me enfrasqué en mi misma cuando otros me necesitaban… Pero siempre es así.

Siempre tengo que estar ahí, siempre necesitan hablar, necesitan que alguien siempre esté allí, y la mayoría del tiempo ese alguien soy yo.

Y no me quejo ni quiero parecer creída, yo también he necesitado de los demás, pero es así. Yo siempre estoy ahí y un momento sólo para mí nunca puede culminar. De alguna manera, mis penas y tonterías se entremezclan con las historias de aquél que toma el turno para escucharme, y siempre terminamos hablando más de sus interrogantes que de las mías. Pero repito, no me quejo, ni quiero escudarme en una capa invisible que cubra mi egoísmo, quería ser egoísta, como todo el mundo… El problema es que cuando yo lo hacía estaba mal.

Aquiles siguió balbuceando insultos y confesiones que ya sabía o sospechaba por un buen rato, y yo asentía y me disculpaba cada tanto, hasta que noté un cambio preocupante. Su semblante pasó de ser al de un despecho inminente a un corazón roto y devastado, y algo me decía que yo no era la razón para que eso sucediera.

- Aquiles ¿Qué pasa?, me estás preocupando…

- ¿Cómo que qué me pasa? ¿Es que no me escuchas?

- Te pasa algo más…

- ¿En serio te estoy hablando de esto y me respondes así? ¿De verdad me estás prestando tan poca atención?

- Ya hemos hablado de eso antes, y sabes que no va a ser. Siempre lo has sabido, y sé que tienes algo más.

- ¿Y qué si tengo algo? ¿Por qué ha de ser tu problema?

- Tienes razón, no es mi problema. Pero igual me preocupa.

- Ya no tienes por qué preocuparte.

Se desconectó.

Sé que fui dura, quizá demasiado. Pero no estaba para juegos, quería saber lo que sucedía pero podía lidiar con eso en unos días. Así le daría tiempo de calmarse y recapacitar, y yo también lo haría.

Ahora importaba otra cosa: El sueño.

Aquiles

“No podía quedarme a escuchar el resto. No era sano, ni para mí ni para ella.

Por una razón nunca había hablado sobre eso, y es que sabía lo que ella iba a decir. Siempre quise pensar que podía ser, y muchas veces llegué a creer que si era posible porque sabía que me quería… Y eso lo hacía más difícil.

Si me odiara, si no nos conociéramos, todo sería distinto. Podría decir que no podía ser, pero la conocía más que a nadie. Sabía lo fuerte que era, que sus opiniones valían más que el cielo mismo para ella, que se presentaba fuerte y autosuficiente para todos pero no lo era, que la fragilidad también la afectaba. Había visto esa rendija hacía su rincón de inseguridades, y sabía que era un abismo. Pero era fuerte, y sobrellevaba todo como nadie.

Hace mucho más tiempo del que puedo aceptar me enamoré de ella, aunque quizá siempre lo he estado y ya tenía que dejarlo en el pasado, tanto por mí como por ella. Ya no necesitaba más de mí, me había vuelto prescindible frente a mis narices sin poder cambiar el desenlace, Evan no iba a ser para mí.

Ir a la siguiente página

Report Page