Despertar

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Xin también vestía de forma similar y estaba tras la barra. A Xinyu no lo vio e imaginó que estaba en la cocina.

Una vez Kun terminó de tomar nota se dirigió a la chica y le dio los buenos días con un beso. Después de ese gesto cariñoso la llevó a su mesa preferida, una cerca de la entrada, separada de las demás mediante una mampara de cristal y desayunaron juntos, aunque que el chico se tomase diez minutos de descanso hizo que Xin estuviera de morros todo el tiempo. Y aunque el Dra´hi le hubiera gustado estar más tiempo con Kirsten, debía volver al trabajo y su asiento fue ocupado por Clay, que ante la sorpresa de la chica le ofreció dinero.

—No puedes ir al juzgado vistiendo leggins y sudadera. Ve y cómprate algo de ropa. ¡Tienes hasta las doce!

—Pero Clay… esto es mucho dinero y ya haces demasiado por mí.

—En eso consiste la familia, pequeña. Ahora ve y elige algo bonito.

Kirsten besó en la mejilla a Clay y tras hacer un gesto de despedida con la mano a Kun, se marchó.

***

Apenas quedaban quince minutos para la hora acordada y Kirsten aún no había llegado. Clay ya se estaba preparando para la cita del juzgado y a ojos de Kun era evidente su nerviosismo. El hombre estaba en los baños, frente al espejo anudándose la corbata.

—Se te ve nervioso y no deberías, ya has hecho de padre para Xin y para mí estos años, aunque legalmente solo aparezcas como nuestro tutor.

—Ahora he de ocuparme de la educación de una chica y eso es muy diferente.

—Es muy noble lo que haces por Kirsten —confesó Kun—. Le cambiarás la vida, como lo hiciste con Xin y conmigo. Y estoy seguro de que lo harás bien. Solo necesita que la quieran y con nosotros lo hiciste muy bien. Además de tener que enfrentarte a todos los problemas que requieren unos chicos mágicos.

—La verdad es que estoy muy orgulloso de vosotros —confesó, alcanzando la chaqueta.

—¿Lo dices en serio? —preguntó el muchacho enarcando la ceja—. ¿Incluso de Xin estás orgulloso?

—Bueno, tu hermano es aún un polluelo que tiene mucho que madurar.

Los dos regresaron al restaurante y la mirada de ambos fue a la puerta cuando escucharon el sonido de unos tacones. Allí estaba Kirsten. Vestía una falda negra de pliegues con mariposas blancas y una blusa del mismo color. Sobre su brazo llevaba una chaqueta negra, que también hacía juego con los zapatos cerrados que terminaban a la altura de los tobillos. Su cambio no terminaba ahí, pues la chica también había ido a la peluquería. Llevaba el cabello liso, en lugar de ondulado como siempre.

Todos se quedaron sin habla, pues nunca habían visto a la chica tan elegante.

—Seguro que nunca llegaste a pensar que podría ser tan femenina como cualquiera de las bobas con las que tonteas o tienes sexo —añadió en dirección a Xin.

El muchacho se quedó sin habla. Pues era verdad. Nunca había visto tan elegante a Kirsten y tan femenina. Pero Clay no permitió palabras por parte de nadie más y junto a la chica abandonaron el restaurante. Cuando regresasen, ella sería Kirsten Wood.

***

Eran las dos del mediodía y había bastante trabajo en el restaurante. Aun así, Kun se había escaqueado en los baños y echó un vistazo en su teléfono móvil. No hacía mucho había escuchado hablar a unos jóvenes sobre un festival de invierno y quería saber dónde se estaba celebrando.

Era su último día en la Tierra. Ni siquiera sabía si volvería y no deseaba pasarlo trabajando. No le importaba ganarse una regañina por parte de Xinyu. Quería pasar un día especial con Kirsten y él se había sacrificado en multitud de ocasiones; por un día que Xin se llevase toda la carga no iba a pasar nada. Y tras encontrar la información, regresó al local. Para su sorpresa Kirsten y Clay ya estaban de vuelta y Xinyu había sacado champán y servido una copa para él y para Clay, mientras que para ellos un refresco.

—¡Por la familia! —añadió Xinyu—. Por nuestra familia, que hoy cuenta con un miembro más.

Todos brindaron y dieron un sorbo de sus bebidas. Entonces Kun dejó sobre la barra su delantal y tomó a Kirsten de la mano.

—Me tomo la tarde libre. Nos vemos a la noche antes de irnos a… ya sabéis donde.

La pareja salió presurosa del restaurante y corrieron por un largo tramo de la calle, hasta que Kun paró por petición de Kirsten.

—¡Basta! —suplicó, radiante de felicidad—. Me encanta correr y créeme, estoy segura de que podría ganarte, pero es imposible hacerlo con estos zapatos.

—Perdona —dijo Kun—.No puedo creer que incluso con los zapatos que llevas aún seas más bajita que yo —confesó divertido—. Solo quería alejarme del restaurante antes de que Clay o Xinyu dijeran que debía quedarme. Quiero pasar la tarde contigo y que vayamos a un festival que hay cerca, lo pasaremos bien.

A Kirsten le atrajo la idea y tomados de la mano fueron al lugar. Las tiendas de aspecto medieval estaban instaladas en una gran plaza, con algunas atracciones para los menores. Y por unas horas permitieron olvidarse de quienes eran y comportarse como una pareja común y corriente.

Contemplaron las actuaciones, visitaron cada puesto y probaron diversas comidas y postres. Se brindaron de gestos de cariño y con la caída de la tarde el frío aumentó dando paso a la primera nevada del año. Muy pocos estaban preparados para tal cambio climático, lo que provocó el cierre del festival y que sus visitantes volvieran a sus casas.

Pero Kun y Kirsten no lo hicieron. La chica reía bajo la nieve, hasta que esta aumentó y Kun la llevó hasta una estructura pentagonal que decoraba el centro de la plaza. Estaba acristalada y en su interior había algunos bancos. Era uno de los lugares preferidos por las noches para las parejas y en ese instante, debido a la nevada, nadie veía que sucedía en su interior.

Cuando la pareja entró dominada por el buen humor y las risas, Kun rodeó a Kirsten por la cintura y ella rodeó su cuello. Acabaron contra una columna, deleitándose en el sentir del uno y el otro, sus besos y caricias.

Las manos del chico se introdujeron bajo la falda de la chica hasta su trasero e izó a Kirsten que rodeó a Kun con sus piernas. Durante un instante, jadeantes, se detuvieron y se lanzaron largas miradas.

—¡Te quiero! —confesó Kirsten y al instante se arrepintió de sus palabras.

Observó la sorpresa en el rostro de Kun, quien volvió a dejarla en el suelo. Maldiciéndose por haberse confesado, se dispuso a salir de allí, pero él se lo impidió. La atrajo hacia sí, la rodeó por la cintura y con su mano libre acarició su mejilla y sus labios.

—Yo también te quiero, Kirsten y nunca me separaré de ti.

La pareja se abrazó y dieron por terminada su grata tarde. Regresaron a la mansión donde los demás ya les esperaban. Ellos solo se cambiaron de ropa, tomaron sus pertenencias y todo el grupo se reunió en el exterior.

Clay tenía en su mano una esfera azul que poco a poco iba creciendo adquiriendo el aspecto de un agujero que se comunicaba con Draguilia. Y una vez fue lo suficientemente grande, lo cruzaron.

¡Estaban de vuelta! Los Dra´hi regresaban a Meira e iban en compañía de la hija de Juraknar.

15

Contacto (Niara)

La Oculta era visible desde cualquier lugar de Lucilia, y Lizard y Daksha no habían tenido más remedio que esconderse con la aparición de la luna, debido a los ocultos. Asolaban cada rincón en busca de presas, y ellos eran presa fácil, pero estaban preparados para hacer frente a aquellos seres. Aún les separaba unos días para llegar a Flor de Loto, aunque ya sabían por el halcón de Daksha que había caído, pero aún tenían la esperanza de que alguna de las chicas hubiera sobrevivido.

Dormían en un mugriento y abandonada castillo protegido por varios amuletos y esperaban que tal vez eso impidiera la entrada a sus enemigos, aunque muchos se arriesgaban, a pesar de que fallecían quemados al tocar los poderosos amuletos.

El brusco sonido de algo arrastrándose despertó a Lizard. Molesto por la interrupción de su sueño, se frotó con energía la cara y tras tomar una antorcha salió al pasillo. Todo estaba oscuro, parecía normal, pero aun así dio unos pasos hacia delante y escuchó un jadeo detrás de él. De su cintura extrajo un pequeño tubo de madera con una pluma roja al final de este y se giró justo a tiempo de evitar las garras de un oculto que a punto estuvo de desgarrarlo. Su pecho era rojo y peludo y brillaba con intensidad, a la vez que se movía agitadamente; le superaba en altura y poseía fuertes garras, tanto en los pies como en los brazos. Caminaba erguido como un hombre, aunque aquella bestia no tenía nada de hombre. Poseía fuertes colmillos y una enorme cabeza muy parecida a la de un lobo, y sus pies arrastraban enormes grilletes.

Lizard tomó el pequeño tubo de madera y lanzó la aguja que había en su interior al pecho rojo de la bestia haciéndole caer al instante. Escuchó más jadeos tras él e intuyó que habían encontrado la forma de destruir los amuletos. Desenfundando la espada, pensó que iba a ser una noche muy larga.

***

A Niara le dolía todo el cuerpo, aunque lo que más le sorprendía era el hecho de haber sobrevivido a la destrucción de la cúpula y al hundimiento del castillo al interior de un precipicio. Arrastrándose salió de los escombros que la inmovilizaban y fue caminando entre los restos. Debería buscar un lugar en el que pasar la noche y con el día intentaría salir de allí. Tambaleándose se dirigió al lugar donde apreciaba un pequeño hueco por el que estaba segura de que podía llegar a colarse, pero un estruendo tras ella la paralizó. Se dio la vuelta y bajo los escombros vio a aparecer a quien los había traicionado, el Manpai, que ahora tenía la forma de hombre, quien tras verla corrió a por ella.

Niara se adentró en el pequeño hueco, pero sus caderas quedaron aprisionadas y la garra del Manpai le agarró el tobillo y tiró de ella, sacándola de inmediato. Con su pierna libre le asestó un golpe en su peludo rostro y volvió a adentrarse en el hueco. Desde su interior escuchó unos gruñidos que no tardó en reconocer: los ocultos.

Nerviosa avanzó por el estrecho hueco y encontró una pequeña tablilla roja con un sol dibujado en ambos lados. Lo recogió y se lo colgó alrededor de la garganta: ese objeto le protegería y continuó su camino. Avanzó por el pasillo hasta llegar a una habitación. Una vez allí colgó el amuleto del manillar de la puerta.

La estancia no era muy grande y estaba vacía. De las paredes caían tapices y en el centro de la sala había una vela. El agua comenzaba a colarse por debajo de la puerta y aquello no tardaría en inundarse, por lo que tendría que llegar a un piso más alto. Pero antes quería contactar con alguien.

Encendió la vela, tomó asiento frente a ella y cerró los ojos. Su hermana siempre le decía que debía concentrarse en los poderes de su mente, no solo en los activos; pero reconocía que hacer temblar la tierra era mucho más divertido que sentarse horas y horas frente a una vela para contactar con alguien. Aun así debía hacerlo, era la única forma de salir con vida de los restos del castillo. Durante años su hermana lo había intentado con los Dra’hi, pero había sido imposible. Según Laysa, el contacto sería más fácil si las personas fueran afines entre sí.

Respiró hondo y pensó en los Dra’hi. No sabía cómo eran, así que pensó en algo relacionado con ellos: el precioso dragón que les había bendecido. En su mente apareció el dragón dorado y de pelaje azul; el dibujo fue haciéndose más claro y apreciable, hasta que lo vio grabado en el pecho de un joven.

—¡Dra’hi! —dijo—. ¡Dra’hi! —volvió a repetir—. Necesito tu ayuda; por favor, despierta.

No conseguía que despertara de su agotado sueño, así que posó sus trasparentes manos sobre su rostro. Todo su cuerpo ardía al contacto con el joven Dra’hi y él no dejaba de moverse y fruncir el ceño. Se dejó caer encima y se fusionó con él, y ambos aparecieron materializados en un espacio blanco.

—Dra’hi, necesito tu ayuda.

—¿Qué ocurre? ¿Dónde estamos?

—Es un lugar donde podemos hablar. Tu cuerpo no se ha movido de la cama. Pero ahora escúchame. Me llamo Niara y soy una de las cinco damas de Flor de Loto. Soy dama de la tierra y la única superviviente. Vivo en Lucilia, en el castillo llamado Flor de Loto. Estoy aprisionada en su interior; los ejércitos del inmortal nos atacaron. Por favor, tienes que ayudarme a salir de aquí.

—Te ayudaré, solos debes aguantar. Partiré a Lucilia, mi hermano y yo llevamos mucho tiempo queriendo ayudar a todo habitante de Meira —confesó—. Soy Xin.

—No olvidaré tu nombre, ni tampoco tu promesa. Espero que nos veamos pronto —confesó—. Por favor, no te demores.

Rompió la conexión y se vio de nuevo en la sala que comenzaba a inundarse. Miró hacia la puerta y el amuleto que había colgado brillaba con intensidad. Los ocultos habían dado con ella. Comenzó a caminar por la sala, observando los tapices: cada uno de ellos daba a un lugar diferente, aunque ahora no recordaba exactamente adónde. Solo quería llegar hasta el piso superior, no bajar, pues la planta inferior estaría inundada. La puerta comenzaba a ceder y en ella apreciaba ya las garras de los ocultos. Tiró del tapiz del centro de la pared de la derecha y comenzó a escalar un pasadizo, pensando que, con un poco de suerte, habría acertado. De momento no bajaba, sino que subía, como pretendía.

Siguió arrastrándose hasta que, agotada, descansó uno segundos. El ruido de algo arrastrándose la obligó a salir de atolondramiento y mirar tras de ella, pues una luz roja comenzaba a llenar todo el espacio. Siguió reptando por el angosto pasillo, hasta que le fue imposible seguir avanzando. La caída había hecho que parte del castillo se viniera abajo y ahora no tenía salida: los ocultos no tardarían mucho en dar con ella y, o bien se la comerían, o la convertirían en uno de ellos; no sabía cuál de las dos opciones sería peor.

De pronto una mano se cerró sobre su pie y con fuerza golpeó al oculto que la había agarrado, provocando que resbalara. Algo dolorida, se giró en el estrecho túnel y posó sus manos en la tierra, esperando el regreso de su enemigo. No tardó en percibir cómo el pasillo se volvía de un rojo luminoso, e, impaciente, esperó a ver el peludo cuerpo del ser y cuando tan solo les separaban unos centímetros, posó las manos en la tierra provocando un gran temblor, sin pensar en las consecuencias. El suelo se abrió y ambos cayeron al agua.

16

El viaje (Nathair)

A Nathair le recorrió un escalofrío al escuchar la susurrante voz tras él. No podía creer que Juraknar le hubiera descubierto, aunque admitió que se lo había buscado por hacer algo tan arriesgado. Debía hacerle frente y se sorprendió al encontrarse con su amigo encapuchado apoyado en la pared.

—¡Chico, tu cara es un libro abierto! —dijo divertido—. Estoy seguro de que pensabas que sería el inmortal.

—¡Dioses, Naev! —exclamó—. Me has dado un susto de muerte. ¿Qué haces aquí? Pensé que te ibas a Aquilia.

—He vuelto porque voy a darte unos consejos que te irán muy bien. Además, debes ayudarla —dijo señalando a Aileen—. Ahora escúchame: apártale el pelo.

Con suavidad apartó los cabellos que caían alrededor del rostro de Aileen, dejando al descubierto unas orejas puntiagudas. Nathair no había visto nada parecido hasta entonces. Sintió deseos de tocarlas, pero no lo hizo, solo miró a su amigo en busca de respuestas y de por qué su interés en mostrarle las orejas de la chica.

—Ya sé que es una ninfa —afirmó Nathair—. Princesa y ninfa del agua.

—Debes impedir por todos los medios que tu hermano y el inmortal vean sus orejas. ¿Comprendes?

—¿Por qué?

—Su padre, el rey del mundo de las ninfas, fue asesinado hace semanas por el inmortal. Sus consejeros han sabido que la princesa ninfa es la única capaz de portar la Lanza de la Serenidad y van tras ella. El inmortal fue al Bosque Azul en busca de la princesa, pero no la encontró; como sabes, lleva meses aquí. Cuando despierte quiero que vayas a la biblioteca, a nuestro pequeño escondite. Allí hablaremos largo y tendido. Una cosa más: ¿ves el cuarzo?

—Sí.

—¿De qué color está?

—Hmm... gris claro, aunque yo diría que parece más oscuro que la última vez que lo vi.

—El cuarzo representa su vida. Este lugar la está matando. En realidad es tu hermano quien la está matando. Ha aguantado mucho durante estos meses. Cuando salgáis del castillo y atraveséis Dientes de León, tú mismo podrás ver cómo el cristal recupera el rosa de antaño. Debes sacarla de aquí o morirá.

—No querrá irse sin la lanza.

—No te preocupes, cuando despierte y hable conmigo cambiará de idea.

Nathair vio desaparecer a su amigo con agilidad entre los oscuros pasadizos y, con Aileen en sus brazos, emprendió la marcha intentando recordar el camino. Por nada del mundo querría acabar en otra habitación, y mucho menos en la de su hermano o Juraknar. Tras largos minutos caminando y descorriendo con cuidado tapices de habitaciones vacías, dio con la suya. Posó a Aileen en su cama y la dejó sola unos segundos.

***

La suave seda se deslizaba por su cuerpo. Llevaba puesto un ajustado vestido azul con una ligera cola que ondeaba debido al aire del Bosque Azul. Volvía a estar en casa. Sus alas se movían radiantes y volaba a través de verdes árboles. Gracias a ella, a su padre y a las demás ninfas, el Bosque Azul era un precioso lugar en el que vivir. Voló hasta que llegó al centro del bosque, donde las casas parecían de cristal y se encontraban en lo alto de las copas de los árboles. En el centro había un lago de cristalinas aguas donde las tres lunas se veían reflejadas. La leyenda decía que cuando las tres se reflejaran en el lago era el momento de pedir deseos, ya que entonces serían concebidos.

Cientos de veces había pedido un deseo, siempre el mismo: la paz para su pueblo y los demás habitantes de Meira; pero hasta ahora no se había cumplido. Con el transcurrir de los años comprendió que nada se cumplía por mucho que lo deseases, había que trabajar y esforzarse para lograrlo.

Movió sus semitransparentes alas y cruzó el lago dando pequeños saltos. Se detuvo ante la torre de cristal que era hogar de su padre y de ella. Era de forma cilíndrica, con ventanas circulares y terminada en punta. Brillaba como el arco iris. Los tonos cambiaban del azul al rosa, rojo o amarillo. Su sola visión le trasmitía armonía y serenidad. Posó sus descalzos pies sobre los escalones de cristal y, sin comprender qué ocurría, se encontró en una habitación del castillo, donde vio a su padre. Estaba más blanco y delgado que la última vez. Su larga melena roja había encanecido por completo; se apoyaba en un bastón y sus ropas parecían demasiado grandes para el cuerpo del anciano en que se había convertido. Lo único que reconocía en su rostro eran sus cristalinos ojos, por lo demás, parecía que estuviera viendo a otra persona. Caminaba arrastrando pesadamente los pies por la espaciosa sala, tan solo ocupada por un pilar en el centro. Sobre este se encontraba una piedra brillante y azul de extraña forma. Su padre posó las manos sobre la roca y se iluminó. No conocía su significado, solo que era algo importante y que ella debía llegar hasta allí para saber por qué su progenitor estaba malgastando sus últimas fuerzas en tocar ese objeto.

En la sala irrumpió Juraknar acompañado de dos espectros y cuatro Deppho. Gritó pidiendo ayuda, pero por mucho que lo hizo no sirvió de nada. Su padre se encontraba solo frente al inmortal.

—Viejo, ¿dónde está tu hija?

—Nunca lo diré.

—Daré con ella. Serguilia no es muy grande y es imposible que oculte sus orejas.

Alzó su espada y atravesó el débil pecho del anciano, sin llegar a escuchar los desgarradores gritos de Aileen.

—Acabad con todo —ordenó el inmortal.

Los Deppho se lanzaron contra el cuerpo del anciano y los espectros comenzaron a incendiar todo cuanto les rodeaba.

Aileen, horrorizada, cerró los ojos sabiendo que jamás sería capaz de olvidar la destrucción de su pueblo ni el asesinato de su padre.

***

La despertó su propio grito y sintió que la aprisionaban e inmovilizaban. Con los ojos inundados en lágrimas, luchó por liberarse sin atender a razones.

—¡Aileen, soy yo!¡Nathair! —gritó queriendo hacerse oír—. ¡Abre los ojos!

Al ver que no reaccionaba, le sostuvo la cara para que dejara de gritar y le mirase.

—¡Estabas soñando! Tranquilízate, voy a apartarme.

Asintió, incapaz de hablar, y enseguida dejó de sentir su peso encima de su cuerpo y lo vio sentarse junto a ella en la espaciosa cama. Desde su llegada al castillo siempre había imaginado que su padre estaba muerto, pero se le hacía más duro saberlo.

—Le mató. He visto el pasado, a veces puedo hacerlo. Jur... el inmortal mató a mi padre y dejó que los Deppho devorasen su cuerpo antes siquiera de que se convirtiese en hojas marchitas.

—Lo sé, lo siento.

—¿Por qué lo sabes? ¿Has sabido todo este tiempo que mi padre estaba muerto? —inquirió enfadada.

—No, lo he sabido hará menos de una hora. Cuando perdiste el conocimiento alguien nos descubrió. Por un momento pensé que era el inmortal, pero era Naev, un gran amigo mío. Cuando era niño temía a mi hermano; él es tres años mayor que yo y sus palizas siempre han sido muy violentas, a pesar de que solo se trataba de entrenamientos. Un día que me perseguía por haberle quitado una pieza de fruta y me oculté en la biblioteca. Una de las paredes era falsa y al apoyarme caí por un pasadizo. Cuando dejé de rodar me encontré con un encapuchado. Hicimos un trato: él dejaba que me escondiera allí a cambio de que le llevara comida. A partir de entonces nos hicimos grandes amigos y me enseñó a leer y a escribir. Juraknar no quería que supiéramos leer, ya que la lectura fomentaba el pensamiento libre: ya sabes por la historia de guerreros que se revelaban a sus líderes, pero hace unos meses, Naev y yo nos separamos. Él se fue a Aquilia, pues dijo que las cosas iban a cambiar y debía empezar el contraataque. Prometió seguir en contacto conmigo y hoy le he visto. Quiere que vayamos a verle. Tiene que hablarnos sobre la lanza y algo más.

—¿Cómo es?

—Pues te va a ser difícil de creer, pero nunca le he visto el rostro. Siempre va oculto bajo una capa y no deja ver casi ninguna parte de su cuerpo. Habla en susurros, por lo que deberás abrir bien el oído, pues no le gusta que le pregunten las cosas dos veces. Habla muy bajo por temor a que le reconozcan, así que limítate a escuchar con atención. Sobre su rostro te diré que no sé por qué lo oculta, pero supongo que Juraknar le busca. Será un rebelde, o un mago, un hechicero, ya que tiene mucho poder. Una vez intenté apartarle la capa sin que se diese cuenta, pero me descubrió y me dijo que su rostro estaba deforme y que nunca más lo hiciera, así pues no hagas preguntas al respecto —añadió poniéndose en pie y tendiéndole la mano—. Pero antes de reunirnos con él voy a ir a la despensa a por algo de comida. No tardaré.

Una vez que Nathair se fue, Aileen cerró con rapidez la puerta, deseando que el Ser´hi estuviera de vuelta cuanto antes, pues por curioso que pareciera, con él se sentía a salvo.

***

Nathair se fue deslizando entre las sombras del castillo como si de un espectro se tratara. Sabía que aquella fortaleza era su hogar, pero como iba a robar una gran cantidad de comida prefería pasar desapercibido. Aunque aún debía pensar la excusa que le daría a Juraknar para explicar su salida del castillo.

El sonido de voces discutiendo le hizo detenerse; se ocultó tras una columna y prestó atención. Reconoció la voz del inmortal, pero la otra era irreconocible. La conversación era interesante y alarmante.

—¡Te aseguro que ellos no han sido! —gritó una sobresaltada y ronca voz—. Los estoy vigilando como me ordenaste y no saben nada de la Lanza de la Serenidad.

—No hará más de una hora que alguien ha intentado derribar el muro que la protege —dijo el inmortal—. Incluso ha estado a punto de conseguirlo, ha caído uno de los ladrillos.

—Pues te digo que los Dra’hi no han sido, no han hecho ningún movimiento desde que llegaron a la pagoda —dijo el hombre de la voz ronca.

Nathair, arriesgándose a ser descubierto, se deslizó hasta una columna más cercana para ver mejor al desconocido. Acababa de descubrir que los Dra’hi tenían un traidor entre los suyos. Aguzó la vista, pero lo único que vio fue a un hombre encapuchado del que ni siquiera podía ver el rostro.

—¿Qué planean?

—Ir a la caverna para recuperar sus poderes y hacer frente al destino que se les marcó desde su infancia.

—¿Y mi hija?

—Bien. Ella y el mayor de los Dra’hi parecen muy unidos; al parecer, este intenta meterse entre sus piernas, pero sin ningún éxito. Ya sé que si eso ocurriera tus planes para ella se irían al garete. Pero los chicos se marcharán y ella se quedará en la pagoda. Podrás recuperarla sin problemas.

—Muy bien, eso haré; pero aprovecharé cuando los Dra´hi no estén. Seguro que la dejarán en la pagoda cuando vayan a la caverna, y entonces asaltaré. Tenme avisado de sus movimientos; ya me es difícil deshacerme de los Dra’hi sin sus poderes, como para detenerlos con ellos. Por cierto, ¿has averiguado algo del Tig’hi?

—No, nada de nada. He buscado y nunca hasta ahora se había nombrado el hijo del tigre, como bien sabes: sí los hijos del dragón y los de la serpiente, pero nunca el hijo del tigre. ¿Solo había uno?

—Sí, uno, y parecía joven. ¿Qué edad tendrá? —preguntó Juraknar frunciendo el ceño.

—Unos dieciocho años; pero no te aflijas, averiguaré lo que pueda. Tengo que marcharme. Te informaré de los últimos acontecimientos.

El hombre hizo un gesto con la cabeza y desapareció pasillo arriba. El inmortal se dirigió a la pared que había detrás de una columna, la empujó y se internó en un pasadizo que hasta entonces Nathair no conocía.

Las palabras del inmortal y el desconocido aún vibraban en su cabeza. Se preguntaba cuál de los dos hombres habría traicionado a los Dra’hi, su tutor o su maestro, y le preocupaba el hecho de que Kirsten quizás fuera secuestrada. Tendría que encontrar la forma de avisarla.

Siguió avanzando entre las columnas hasta que llegó a la puerta de madera de la enorme despensa, donde comenzó a coger provisiones para su largo viaje. Ya listo regresó a su habitación donde se encontró que la princesa mostraba tranquilidad porque él estuviera de vuelta. Juntos se marcharon a la biblioteca. Una vez allí Nathair empujó la pared falsa y pasaron a unos oscuros y húmedos escalones que bajaban. Cogió de la mano a Aileen y descendieron unos metros hasta que se encontraron en la sala donde les esperaba Naev. Era una pequeña mazmorra sin ventilar y el fuego de una chimenea situada al fondo caldeaba la húmeda sala.

—¡Naev, ya estamos aquí! —interrumpió Nathair.

—Bienvenidos a mi lúgubre mazmorra. Por favor, tomad asiento y poneos cómodos y encantado de conocerla, princesa —dijo el encapuchado extendiendo su mano.

—¿Cómo sabes que soy princesa? —preguntó intrigada.

—Soy muy sabio, sé más cosas de las que pensáis —Hizo una breve pausa— Aileen, tu padre te ha dejado un mensaje en el cristal; debéis ir al bosque y verlo. Sobre la lanza siento decirte que aún no estás preparada para empuñarla. Se necesita mucha fuerza y ahora estás muy débil. En cuanto salgas del castillo te encontrarás mejor. Os voy a dar unas cosas que os servirán de ayuda.

Del interior de su capa extrajo dos objetos: un mapa y una pulsera plateada con varias hojas verdes. Nathair los tomó y esperó instrucciones de su amigo.

—Llevad siempre la pulsera. Si estáis en peligro, romped una de las hojas y acudiré a vuestra llamada. El pergamino es un mapa de todas las tierras de Serguilia.

Ambos jóvenes quitaron el lazo que envolvía el rollo con el mapa y apreciaron los extensos terrenos de Serguilia. Había algunas zonas marcadas y no comprendía el porqué.

—Naev, hay zonas señaladas con una cruz roja —le hizo saber Nathair.

—Las respuestas están en el cristal del Bosque Azul, por lo que es primordial que vayáis allí.

Nathair suspiró molesto y guardó los dos objetos para evitar que fueran descubiertos.

—Ahora lo único que queda es encontrar una excusa suficientemente buena para que Juraknar me deje salir del castillo, y sobre todo ahora que va detrás de su hija.

—Había oído rumores al respecto —confesó.

—Es de mi edad, se llama Kirsten y ha vivido en la Tierra. Juraknar recibió su señal no hace mucho y decidió ir a por ella, aunque nunca imaginarías con qué propósitos la ha traído. Juraknar no tiene descendencia con marca y ya se había dado por vencido; pero Kirsten sí la luce, y él quiere mantener su estirpe a través de ella, unir la del dragón negro con la de las serpientes. Kirsten controla el fuego y está con los Dra’hi, ellos la cuidarán; aunque hoy mismo he oído que hay un traidor entre ellos.

—¿Qué quieres decir? —preguntó el encapuchado intrigado.

Nathair le explicó toda la conversación que había oído semioculto en las columnas y parte de sus planes, incluso le habló del hijo del tigre, algo que él mismo desconocía.

—¿Sabías que había un hijo del tigre?

—Sí, y si solo es uno, no tiene hermanos.

—¿De qué bando está?

—Del de los Dra’hi, aunque debe vivir oculto. Ya tendrás la respuesta, Nathair como muchas veces.

—Lo sé —interrumpió Nathair—: paciencia, las respuestas llegarán en su momento. Es que ahora mismo tengo muchas preguntas, aunque según tú quizás algunas de ellas se respondan visitando el cristal. Ahora solo tengo que pensar la excusa perfecta.

—Eres un chico listo, seguro que encuentras algo. Ahora, si me disculpáis, tengo que volver a Aquilia. Recordad, si estáis en peligro romped una de las hojas. Hay cinco en la pulsera, no las malgastéis.

El encapuchado extrajo de debajo de sus ropas una pequeña bola azul colgada de una cadena de plata; esta se desprendió y se fue haciendo más grande, hasta que un vórtice se abrió y lo vieron desaparecer.

Ambos subieron las escaleras y tras asegurarse de que no había nadie en la biblioteca, se adentraron en los pasadizos de vuelta a la habitación. Allí Aileen tomó asiento en la cama, mientras veía a Nathair caminar nervioso, muy concentrado, pensando en la forma en que podrían salir del castillo sin levantar sospechas. Nunca hasta entonces lo había visto tan serio y ceñudo. Le pareció mayor. Pensó ella también en alguna solución, pero todas las ideas que se le ocurrían levantarían sospechas, por lo que se rindió.

—¡Ya lo tengo! —exclamó—. No se negará... y seguirá confiando en mí. No tardaré. Mientras, podías darte un baño; cuando regrese nos marcharemos.

—No quiero quedarme sola en la habitación.

—Entiendo —dijo pensativo recordando la visita de su hermano—. ¡Ya sé! Acércate, por favor.

Aileen obedeció sin saber qué se proponía. Nathair se quitó su colgante, su protector, y una enorme serpiente que casi ocupó toda la habitación salió de él y se plantó ante Nathair.

—Ahora la proteges a ella, serás su protector. Sal cada vez que cualquiera ose atemorizarla o hacerle daño, incluido mi hermano o yo mismo. Ahora actúas bajo sus órdenes.

Le colocó el colgante por la cabeza y la serpiente desapareció.

—Con él estarás segura. Ahora tira del cordón que hay junto a la cama y que el servicio te traiga el baño. Nos marcharemos cuando regrese.

Asintió agradecida, sin poder apartar la vista del colgante que le caía por encima del batín rojo. Se disponía a darle las gracias, pero cuando alzó la vista ya había desaparecido.

***

Nathair corría por los enormes pasillo cubiertos de tapices y pesadas alfombras rojas, sabiendo que todos los consejeros del inmortal le miraban extrañados. Se detuvo en seco ante las dos puertas rojas y llamó con fuerza. Sentía que el tiempo se le acababa. Quizás pronto descubrieran que estaba traicionándole, incluso que había ayudado a los Dra’hi, o que cuando se enfrentaba a ellos no lo hacía a todo rendimiento. Todo dependía de lo bien que actuara frente a Juraknar. No debía levantar sospechas, si no, no solo correría peligro su vida, sino también la de Aileen.

Cuando oyó al inmortal dándole permiso para entrar se adentró en la sala y se detuvo frente a él. Respiró hondo e imploró porque todo saliera bien.

17

Templos (Xin)

Ya hacía dos días desde su llegada a Draguilia, aunque a Xin se le hacía que llevase más tiempo. Acostumbrarse al clima le estaba costando trabajo, pues el día siempre estaba nublado, espeso y el poder de Juraknar se respiraba en el ambiente, agotándolo más de lo habitual.

Y tampoco ayudaba mucho que Xinyu se hubiera vuelto más exigente con los entrenamientos. Antes de llevarlos mañana a la Caverna de Hielo para recuperar sus poderes necesitaba que se acostumbrarse al triste entorno que allí se respiraba y por lo tanto sus entrenamientos se habían vuelto más exhaustivo. Al menos por hoy ya había acabado con él, por lo que regresó a la pagoda y fue derecho a la tercera planta, donde se hospedaban él y Kun. Shen, el monje, estaba en la primera planta, y Kirsten en la cuarta junto a Xinyu y Clay.

Y era gracias a ella por lo que su maestro le había dado un respiro, pues ahora estaba centrado en la chica, en ayudarle a controlar su poder.

Agotado llegó a la tercera planta y fue a su habitación. Era bastante amplia, aunque decorada con una pequeña cama, un diván que ocultaba una tina y un espejo y un baúl donde tenía guardado sus pertenencias. Tras tomar de este un bloc de dibujo y un par de lápices, se tumbó en la cama. Le gustaba dibujar, tanto que hubo un tiempo en el que se apuntó a clase de arte; fue allí donde conoció a Kirsten, pues ambos compartían la misma pasión por el dibujo. Al recordar aquellos momentos lanzó un amargo suspiro y observó los dibujos que había trazado los últimos días.

Siempre era el mismo. El rostro de la chica con la que había soñado: Niara.

Aún se preguntaba si solo era un sueño o una conexión real. Su teoría sobre esto último cada vez cobraba más fuerza, pues en esos momentos sentía a la chica junto a él, como si apenas le separaban unos centímetros. Y le había prometido ayudarla. Ojalá pudiera cumplir su promesa.

Finalmente decidió darse un baño antes de que su hermano y él tuvieran que preparar la cena. Otra de las muchas tareas que Xinyu les había impuesto.

***

Tras varias horas de entrenamientos y un agradable baño, Kirsten daba por terminado el día y se dirigió a la biblioteca de la cuarta planta. Sin duda era la estancia más cómoda de toda la pagoda. Sus suelos estaban cubiertos con alfombras de llamativos colores, donde especialmente destacaba el rojo. Todas las paredes estaban cubiertas por estantes repletos de libros, aunque Kirsten apenas llegaba a comprender la mayoría de ellos, pues estaba escrito en meirilia. El idioma que se hablaba en toda Meira, algo que descolocó a la chica, pues ella había entendido hablar inglés a Nathair y Nathrach.

Fue Clay quien le explicó algo más del lugar de sus raíces. Los Ser´hi habían aprendido el idioma con el trascurrir de los años debido a los viajes realizados, mientras que tanto ella, como Kun, Xin, Xinyu y él mismo, nada más pisar cualquiera de los planetas de Meira, hablaban su idioma. Una capacidad innata, dormida en su interior, como sus poderes, pero que se activaba al pisar esos mágicos terrenos sin que ellos se dieran cuenta.

El tema de la escritura ya era diferente, pues tenía que estudiarla y eso estaba intentando hacer, pero Clay le había ofrecido a la chica varios libros escritos en inglés por Xinyu y por él a lo largo de estos años, con todo lo que habían ido aprendiendo de Meira.

Y tras acomodarse en un sofá rojo frente a la chimenea, siguió ojeando el bestiario de aquel lugar. Al fin ponía nombre a muchas de las criaturas vistas en Serguilia.

Los Deppho en su día fueron humanos, ahora consumidos por la oscuridad, podredumbre y el desamparo. Eran caníbales y sus mordeduras podían ser letales, debido a las altas fiebres que les provocaban a sus víctimas.

Los Manpai tenían apariencia de hombre con un tatuaje de bestia en el pecho. Pero ese dibujo cobraba vida, se tragaba la apariencia humana y se convertía en ser peludo y enorme.

Kirsten observó que toda criatura, además de la descripción, iba acompañada de dibujos, lo que hizo mucho más fácil su identificación. Y enseguida reconoció al artista, era Xin. Él se había encargado de todos las ilustraciones del libro.

Siguió ojeándolo y llegó hasta la Oculta, la luna negra que cada cierto tiempo dominaba los cielos. Esa misma noche era de Oculta y todos le habían advertido de salir, a pesar de estar protegidas por los amuletos. De estos seres sabía que sus garras eran letales y que te podías trasformar en uno de ellos con un solo rasguño.

Finalmente interrumpió su lectura cuando Clay y Xinyu llegaron a la estancia. Era la hora de cenar y el salón no estaba lejos, se comunicaba con la biblioteca y tras acompañar a los hombres, entraron en la sala. Únicamente estaba decorada con una gran mesa de nogal y salvo algunos candiles que daban luz al lugar, nada más la decoraba.

Tras tomar asiento, Kirsten se dirigió a los hombres.

—Me gustaría saber mucho más, por ejemplo. ¿Qué significa Draguilia?

—Dragón —respondió Clay—. Y una cosa más, mientras estés en este lugar no debes decir el nombre del inmortal. Si lo haces un dragón cruzará un agujero negro y te despedazará.

—Vale, para nada quiero saber nada de ese desgraciado. Solo contarme más. ¿Qué significan los otros nombres?

—Es muy sencillo: Lucilia es luz, Aquilia es agua, Crysalia proviene de cristal y por último Serguilia, que es serpiente.

—¡Oh! —exclamó sorprendida—. Son muy bonitos. Y qué me podéis decir de Kun y Xin. ¿Dónde nacieron o qué tipo de vida tuvieron?

—Bueno —prosiguió Xinyu—, nacieron en unas islas al este. Xin apenas estuvo unas horas aquí, en cambio Kun ya tenía dos años cuando fue enviado a la Tierra y es difícil imaginar la vida que llevó, pues todos quienes le conocieron murieron, pero era hijo de un campesino. Así que imagino tuvo una vida humilde y su padre, al ver las marcas y en compañía de algunos hombres más, cruzó el océano para dejarlos a salvo en la pagoda; pero el inmortal ya sabía de su nacimiento, pues hubo una señal muy clara en el cielo. Un sabio monje decidió enviarlos a la Tierra, pensaron que sería el último lugar que visitara el inmortal; pero hubo una traición y los acabaron encontrando.

—¿De quién? —quiso saber la chica, mostrando interés.

—De Shen —confesó Clay.

—Shen es el hombre que vive aquí, ¿no? El que nunca habla.

—Le cortaron la lengua —explicó Xinyu.

—Él fue quien les habló de los Ser’hi y envió a la Tierra al inmortal, a la ciudad donde fueron enviados los niños. Los vi caer del cielo; cayeron ante mí porque soy un elegido —prosiguió Clay.

—¿Elegido para qué?

—Para mantener el orden en uno de los planetas; pero como ahora todo está bajo el dominio del inmortal, no sirve de nada. Con ellos había una carta escrita en chino. Yo no conocía el idioma, así que pensé llevarlo al restaurante donde conocí a Xinyu: él es otro elegido. El sabio que envió a los niños a la Tierra decidió escribir la carta en chino porque sabía que yo lo primero que haría sería llevarlo a alguien que comprendiera el texto, y ese era el abuelo de Xinyu. Ese mismo día se sellaron sus poderes.

—Aunque mañana los recuperarán —confirmó Xinyu—. No lo podemos retrasar más.

—¿Confiáis en Shen? —preguntó en susurros.

—Sí. Estuvo años en la prisión del inmortal, hasta que consiguió escapar, y desde entonces nos ha sido de gran ayuda. Kirsty, todos somos humanos y tenemos derecho a tener miedo y a querer salvar nuestra vida —añadió Clay—. Él nos ha sido de gran ayuda.

—Entiendo que confiéis en él, pero yo no lo haría —confesó la chica—. Imagino que cuando Kun y Xin cayeron ante vosotros estuvierais muy asustados y no sabíais qué hacer, además de desconocer todo sobre estos mundos. Y comprendo que os agarrarais a Shen como un clavo ardiendo cuando lo encontrasteis porque él tenía respuestas a todas vuestras dudas, pero los traicionó siendo bebés, ¿por qué no volvería a hacerlo? Lo siento, pero no confío en él, no puedo.

—¡Nos ha demostrado su confianza todos estos años! —le interrumpió Xinyu—. Y ya sufrió demasiado. ¿Sabes lo que les ocurre a los hombres en una prisión? ¿Lo que les hacen? Créeme, ese hombre ha aprendido la lección.

—Pues yo preferiría la muerte, antes que años de castigo. ¿Acaso me vas a decir que ese hombre no sabía que el inmortal lo torturaría una y otra vez con tal de saber más información? Hubiera sido mejor morir, antes que desvelar el paradero de Kun y Xin. ¡De unos bebés indefensos! ¡Es un monje! Su destino era protegerlos, ¿me equivoco? —preguntó y observó como ambos hombres asentían—. ¿Por qué los traicionó? ¿Acaso no tiene honor? ¿O lo educaron para ser un cobarde?

En ese instante la chica observó las caras de sorpresa de Clay y Xinyu. Hasta entonces no se habían dado cuenta de que Shen, Kun y Xin estaban en el salón, con bandejas, esperando servir la comida. Aunque a Kirsten no le importó que el monje hubiera escuchado sus palabras, sino que se le encaró.

—¿Cómo lograste escapar de las celdas del inmortal? Se supone que es muy poderoso y tú un mero hombre sin nada de poder. ¿Cómo lo hiciste? ¿O conseguiste un trato?

Shen desvío la mirada de la chica y se dirigió a Clay y Xinyu moviendo las manos, pues se comunicaba con la lengua de los signos.

«¡No voy a servir a la bastarda del inmortal! ¡Este engendro debería estar en Serguilia!»

Tanto los Dra´hi como Clay y Xinyu se quedaron sin palabras al descifrar lo que Shen les dijo.

—Soy hija de Clay —respondió Kirsten, con los ojos ligeramente enrojecidos sorprendiendo a todos los presentes porque comprendiera el lenguaje de signos—. Él me ha adoptado, soy su hija. Y no sé dónde pertenezco, pero de lo que estoy segura es que no voy a estar cerca de un gusano como tú.

Tras sus palabras abandonó la estancia aprisa y bajó las escaleras todo lo rápido que pudo hasta llegar al exterior y tomar grandes bocanadas de aire. No podía ser débil, no podía permitirse que esos comentarios la hiriesen. Era hija de Clay y era lo único que importaba.

Aun así necesitaba unos minutos para calmarse y comenzó a caminar por los alrededores.

***

En la estancia solo quedaban Shen, Xinyu, Clay y Xin. Kun había abandonado la estancia al poco de irse Kirsten.

—Entendemos tu recelo hacia ella por ser hija de quien es, pero debemos protegerla. Es inocente y ahora mismo se encuentra en un punto en el que detesta a todo hombre —explicó Clay—. Y tiene razón. Es mi hija, la he adoptado. Sé que es algo que no comprendes, pues son términos de la Tierra, pero ella es mi responsabilidad, mi hija y estoy orgulloso de la decisión que he tomado y quiero que la respetes.

—Xin, ve con tu hermano y Kirsten. Ya cenaremos más tarde —añadió Xinyu y el muchacho asintió aliviado debido a la tensión que se respiraba en el ambiente—. Te pido disculpas en su nombre. Para nosotros, al principio también fue difícil confiar en ti. Has de tener paciencia con ella; quizá sea más agresiva que nosotros. Es más joven e impulsiva, pero aprenderá a confiar en ti y respetarte.

El monje no dijo nada.

—Ahora ve y prepara la comida para el viaje de mañana —ordenó Xinyu.

***

A Kun no le llevó mucho tiempo encontrarla. Apenas se había adentrado en el bosque de bambú. En ese instante le daba la espalda y sobre sus manos bailaban dos llamas de fuego.

Si algo había comprendido el Dra´hi es que los poderes estaban conectados al estado emocional, lo que hacía que en ocasiones fuera difícil controlarlo. Y ahora mismo la chica no debería estar pasándolo bien. Shen había sido muy brusco y estaba el hecho de que varios dragones sobrevolaban la zona.

Los animales escupían fuego contra la pagoda, pero las llamas no llegaban a alcanzarlo, pues al igual que sucedía en la Tierra, estaban protegidos por una gran cúpula mágica creada por Xinyu, donde estaban a salvo.

—Eres una caja de sorpresas. No tenía ni idea de que hablases el lenguaje de signos —susurró Kun, colocándose tras ella y rodeándola por la cintura.

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