Despertar

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Libro Segundo » Capítulo 11

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Entre los seguidores más respetables de la cruzada había varios escribas, entre ellos un espía de piel clara enviado por la Reina Fibji y por lo menos un aventurero de la cadena de islas. Por la noche, estos escribientes, y otros que llevaban sus propios registros por diferentes razones, se sentaban en cuclillas junto a sus hogueras individuales o se agazapaban a la luz de los faroles para garabatear un informe de lo ocurrido en el día. Algunos no conocían a Pamra en persona, así que escribían lo que otros decían de ella; de ella y de ella.

«Brilla con un resplandor sagrado —escribió alguien, confundiendo la estatua resplandeciente aparecida en Thou-ne con la mujer a la que ésta se parecía—. La criatura es una mensajera de Dios, enviada bajo su custodia; un ser sobrenatural, de una especie inmortal.» Con lo cual se acercaban más a la verdad de lo que ellos mismos imaginaban, aunque la calidad sobrenatural de Lila tenía un origen más cercano a ellos mismos que al Dios de los humanos.

«Los Noor son personificaciones de la oscuridad», escribieron. El espía de la Reina Fibji apretó los dientes al tomar nota de esta doctrina. Era una nueva enseñanza. A Peasimy Flot lo detuvo un grupo de Melancólicos en la plaza del mercado de un poblado por el que pasaban. Imprudentemente, los Melancólicos le sugirieron que los cruzados fuesen azotados en nombre de lo sagrado. Peasimy miró atentamente sus rostros oscuros y sonrientes y, asqueado, se volvió con un estremecimiento.

—Son demonios. La oscuridad brota de su piel —exclamó.

El rumor se esparció rápidamente y, a partir de ese momento, los cruzados se apartaban del camino para rodear y agredir a los grupos de Melancólicos, azotándolos con sus propios látigos. Cuando el espía de la Reina Fibji lo tuvo todo anotado, enrolló el papel dentro de un tubo ligero, hecho con hueso, y lo ató a las patas de un ave mensajera. Pronto la Reina recibiría esas noticias, que se sumarían a sus otras preocupaciones. El escriba consideraba que ésta era una de las informaciones más abominables de todas las que había proporcionado.

Después de enviar el pájaro, regresó a su pequeña tienda y se afeitó la cabeza. Su piel era lo bastante clara para no parecer un Noor, pero nada hubiese podido ocultar los largos mechones rizados del peinado Noor. Seguiría con la cruzada un tiempo más. Había una sensación extraña en todo aquello, como la quietud que precede a las tormentas. El espía durmió muy mal, y soñó con esa tormenta, pero no pudo recordar su conclusión cuando despertó.

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