Darkness

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Darkness

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–Ninguna que a ti te importe.

– ¿Te estás revolcando con alguien? –Me detuve al oír esas palabras salir de su boca.

Volteé.

–No porque tú lo hagas quiere decir que yo haré lo mismo. –Dije con cólera. Una bofeteada llegó a continuación.

–No me faltes el respeto, señorita.

–No es necesario, Gianine. Con todo lo que te lo faltas tú es más que suficiente. –Iba a bofetearme una vez más pero otro brazo se lo impidió.

–Señora, por favor, ya basta. –Dijo nani–. Deje a mi niña en paz, es verdad todo lo que ella dice. Ella me había avisado que no llegaría y se me había olvidado completamente.

–Como sea. –Dijo mi adorada madre.- Vine sólo porque Damián quería verte. –Se hizo a un lado y lo apuntó.

–Ah. Tendrá que esperar, tengo que arreglarme para ir a clases de música. –Me dirigía a mi cuarto.

–No irás. –Interrumpió ella mi andar.

– ¿Cómo que no?

–Ya di aviso de que faltarías hoy y no se han hecho problema.

–Tal vez a mi si se me haga problema.

–Lo que tú quieras aquí no importa. –Escupió ella–. Te quedarás en casa a hablar con tu prometido. Punto final.

–Maldición. –Murmuré para mí–. Al menos permíteme ir a cambiarme de ropa.

–Sí, hazlo. Ponte ropa decente aunque sea una vez.

–No estés molestando, Gianine. Yo me visto como quiero.

–No es esta ocasión. Te he comprado algo y quiero que lo uses. Está en tu cama.

 

¿Les confieso algo irónico? Si bien soy bailarina clásica y toco instrumentos clásicos, soy toda una rockera para vestirme. El famoso dicho de “Las apariencias engañan” es totalmente cierto, yo soy prueba viviente de ello. Por eso mamá odia todo de mi closet, dice que mi manera de vestir no es digna de alguien de mi clase social. Varias veces la descubrí tratando de tirar mi ropa a la basura pero se lo impedí.

Realmente es molestoso tenerla acá en casa de mis tíos, encima con ese bastardo al que llama “mi prometido”.

 

– ¿Te pasa algo? –Preguntó él mientras estábamos paseando por tal hermoso jardín como es el jardín de mi tía.

– ¿Te ha gustado verla golpearme?

– ¿De qué hablas?

–De lo cobarde que has sido. La viste abofetearme, insultarme y con ganas de volverme a abofetear y tú no hiciste nada.

–Es tu madre.

– ¿Y el hecho de que así sea te ha impedido oponerte? Sabía que eras un poco hombre pero no estaba consciente del nivel.

–No hables así de mí, Annabelle.

– ¿O qué? ¿Me vas a poner una mano encima igual como lo hizo ella?

–Seré tu esposo para hacer de ti lo que se me plazca.

– ¿Y eso implica poner tus sucias manos sobre mí para castigarme? Lamento ser una adolescente decidida y con carácter. Tú te metiste en esta situación, así que ahora te aguantas. No soy una mujer que se deje persuadir, ni dominar. ¿Tú quieres ser mi futuro esposo? Bueno. –Me respondí a mí misma sin dejarle a él responder–. Así como estás tan dispuesto a arruinarme la vida con tu más que irritante presencia, no te queda de otra que aguantar que yo te la joda a ti.

–Deberás cambiar ese carácter tuyo que posees. Y yo me encargaré de eso te lo aseguro.

Ahora termina de comer.

–No tengo hambre. –Dije a secas. Me levanté del lugar y me dirigía al interior de mi casa–.

Es tarde, deberías irte ya. –Dije volteándolo a ver. Escuché como lanzaba un gruñido y me fui de ahí dejándolo solo.

6

Dos meses más han pasado. Donald y yo estamos juntos; claro que a escondidas. Me he vuelto una mentirosa profesional desde que estoy con él. Les miento a todo el mundo… a mis tíos, diciéndoles que me quedaré en casa de alguna compañera; le miento a nana, ocultándole mi noviazgo con Donald; y le miento a Damián. Mientras él esta tan ocupado preparando, buscando, y escogiendo lugares para la ceremonia en compañía de mi madre; yo estoy en casa de Donald amándonos de todas las maneras.

*******

Estaba alistándome para una clase más de ballet, tenía presentación a fin de mes y estaba más que ansiosa porque Donald iría a verme. Siempre me decía que le encantaría saber cómo bailo y todo eso y; por vergüenza, jamás le permitía ir, pero ya llevamos alrededor de cuatro meses juntos en total así que debo dejar la cohibición de lado.

Todo ha marchado muy bien, nadie sospecha nada de nosotros y mucho menos notan algo raro en mí, aunque la verdad, es que yo si me siento extraña. Hace un poco más dos meses, he comenzado a sentir malestares: mareos, náuseas, cansancio y uno que otro momento de vomito en el baño.

¿A qué se debe? En realidad no lo sé.

¿Me habré contagiado de algo? No lo creo.

Hay días en los cuales estoy concentradamente danzando y me viene un mareo tan enorme que me provoca desmayos. –Debe ser el estrés–. Dice mi vocecita interior. Además no me he estado alimentando bien debido a que quiero que mi presentación salga perfecta y el traje me quede impecable.

Recordé dicha presentación y me puse a bailar quitando todo pensamiento de mi mente.

La clase concluyó bien, excelente me atrevo a decir y Donald pasó por mí al final de ésta como solía hacerlo diariamente.

Estábamos hablando de cosas triviales mientras él fumaba su cigarro. El olor era un tanto asqueroso y dejaba el aire más que pesado pero, el simple hecho de que él lo provocara, me hacía aceptarlo.

 

– ¿Algún día me llevarás a esos lugares donde tocas con tu banda? –Le pregunté mientras me servía un vaso de jugo.

–Me encantaría pero eres menor de edad, nena, y en esos sitios no puedes entrar.

– ¿Te molesta eso?

– ¿Qué cosa?

-Andar con una bebé.

–No digas tonteras, Annabelle. Yo estoy contigo porque quiero. Nadie me obliga a estar a tu lado, y nada me impide dejarte.

– ¿Qué quieres decir?

–Lo que escuchaste… me refiero a que si estoy contigo es porque te amo, sin importar la edad que tienes. Si bien me gustaría salir contigo, llevarte a mis presentaciones y poder visitarte libremente; me conformo con esto, con tenerte en mi vida, aunque eso signifique llevar una relación a escondida de los tuyos.

–Sé que es difícil, sobre todo por la situación en la que nos encontramos. Si bien ahora soy sólo tuya, dentro de un tiempo no muy lejano seré de alguien más y lo nuestro llegará a su fin.

– ¿Por qué estás diciendo todo esto? –Preguntó con un toque de ira en su voz.

–Porque es la realidad. Yo voy a casarme y ningún hombre aceptará llevar una relación con una mujer casada.

–Yo no soy como los demás.

–Lo sé. Pero me amas, y en cuanto ese momento crucial se lleve a cabo, comenzarás a celarme y los celos no llevan a nada bueno. Por las noches cuando yo no esté a tu lado, te preguntarás qué es lo que estoy haciendo; acaso me estaré entregando a él esa noche, o cualquier otra; comenzarás a pasarte rollos, a imaginar cosas y eso, al final de cuenta, terminará con todo lo que existe hoy.

–Vámonos de aquí. –Soltó sin más.

– ¿Qué? –Pregunté congelada.

–Lo que oíste. Vente conmigo a Estados Unidos, dejemos atrás todos estos obstáculos, creemos una vida juntos.

–Tú perdiste la razón.

–Tú me la has robado. –Agregó–. Por favor, Annabelle, arriésgate por mí, apuesta por lo nuestro. –Suplicó.

–No puedo hacerlo, no puedo dejar mis estudios a medias, mi futura carrera de bailarina de lado, no puedo dejar a mis tíos.

– ¿Estás segura que es sólo por eso?

– ¿De qué hablas?

–De que a lo mejor las constantes visitas de ese idiota han surgido efectos.

–Se más claro, Donald. –Dije al borde de perder la paciencia.

– ¿Quieres que sea más claro, mi amor? –Dijo con cierta cantidad de ironía en su voz. Yo sólo asentí–. Tal vez Damián te gusta.

– ¿Te das cuenta de la estupidez que estás diciendo? –Grité.

–No es una estupidez.

–Tienes razón, no lo es. Es una ENORME estupidez lo que acabas de decir.

– ¿Has dejado que te toque? –Escupió las palabras.

–No puedo crees lo que acabo de escuchar. –Me volteé y traté de alejarme pero él me lo impidió.

–Respóndeme, maldita sea. –Tomó fuertemente de mi muñeca izquierda.

–Me estás lastimando, Donald.

–Responde de una vez, Annabelle. –Gruñó.

– ¡NO! –Grité–. Nadie aparte de ti me ha acariciado, nadie más que tú ha sido dueño de mi cuerpo. No puedo tan siquiera digerir tus palabras. –Me solté de un solo tirón de él al borde las lágrimas.

–Anna, mi amor yo…

– ¿Te das cuenta? –Lo interrumpí–. Aun no me he desposado y tú ya estás haciéndome esto.

–No… No sé lo que me pasó.

–Dudas de mí, eso es lo que pasa. ¿Piensas que me acosté con él? ¿En serio crees que lo haría?

–No lo sé.

–Piensa lo que quieras.

 

Me disponía a irme de allí con un corazón destrozado. El hombre que amaba no confiaba en mí. ¿Acaso me creía una puta que se acuesta con todo el mundo? Dolorosamente caí en cuenta; Donald, dudaba de mí, de mi amor. Enfadada atravesé la sala de estar y un mareo invadió mi tembloroso cuerpo. Fui rápidamente al baño, me miré al espejo y me sorprendí de mi reflejo. Mi cara estaba pálida, mis ojos hinchándose a medida que caían las salinas gotas de ellos, rojos, debido a ese acto. Mi cuerpo temblaba por los constantes escalofríos de lo recorrían, un fuertísimo dolor en el vientre hizo que me retorciera, grité, grité desgarradamente y no aguanté más… perdí la conciencia.

*******

Al momento de reaccionar me encontraba nuevamente allí… en un hospital. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué estoy aquí? Mi cabeza me arde, mi cuerpo está brutalmente dolorido, y apenas puedo moverme.

 

–Anna. –Susurró Donald al darse cuenta de mis ojos abiertos–. ¿Cómo te sientes?

– ¿Qué hago aquí otra vez, Donald? –Su expresión se volvió seria.

– ¿Por qué no me lo dijiste?

– ¿Decirte qué?

–Lo del bebé.

– ¿Bebé? ¿De qué bebé me estás hablando?

–Del hijo que hospedaba en tu vientre, de tu embarazado.

– ¿Emba… embarazo? No, no es posible.

–Sí lo es.

–O sea que… ¿Vamos a ser padres? –Pregunté asustada–. No puede ser, Donald. –Grité histérica–. No puedo estar embarazada…

–Anna…

– ¿Qué le diré a mi familia? ¿A mis tíos? Dios mío. –Solté en llanto–. Mamá va a matarme y mi tía se sentirá decepcionada de mí. –Seguí diciendo, ignorando que él me hablaba.

–Anna. Mírame. –Lo hice–. No vamos a ser padres. –Dijo con la voz entrecortada y contendiendo las lágrimas.

–No entiendo. –Seguí sollozando.

–Has perdido al bebé. Ya no seremos padres. –Y dejó salir esas lágrimas amenazadoras.

–Se… Se ha… Se ha muerto. –tartamudeé.

–Lo siento mi amor. –Me abrazó–. El doctor dice que se debió a tu mala alimentación y a tu constante entrenamiento con el ballet.

–Mi hijo. –Lloré acariciando mi vientre–. Nuestro bebé, Donald. –Si bien no quería un bebé en estos momentos, y el susto me puso histérica con la noticia; enterarme de que lo había perdido fue todavía peor… Al final de cuentas era mío, mío y del hombre que amo…

–Tranquila, nena. –Comenzó a consolarme acariciándome el cabello-. Saldremos adelante de esto.

– ¿Cómo puedes estar tan sereno? –Pregunté entre lágrimas.

–Porque uno de los dos debe estarlo, mi amor. Debo ser fuerte para trasmitirte esa fuerza a ti.

–Era nuestro, Donald… Una creación que ambos hicimos, era lo que siempre me mantendría unida a ti.

–Y siempre será así, Annabelle. Es nuestro pequeño ángel.

– ¿Vas a dejarme verdad? –Pregunté sin más.

– ¿Por qué piensas eso? –Cuestionó alejándose de mí lo suficiente para mirarme a los ojos.

–Maté a nuestro hijo. Soy una asesina. –Volví a cubrir mis ojos ocultando las lágrimas.

–No, no mi amor. –Me acurrucó en sus brazos nuevamente-. No es tu culpa, no es culpa de nadie, tú no lo sabías.

–Tenia síntomas extraños, debí haberme dado cuenta, creí que era el estrés, nunca pensé que… –Rompí en llanto otra vez–. Soy tan estúpida.

–Córtala, Annabelle. –Me regañó Donald–. Deja de culparte, lo desconocías y punto.

Saldremos adelante.

 

Y así fue… Nos costó. Diablos, demasiado. Pasamos por centenares de altos y bajos en nuestra relación, más bajos que altos me atrevo a decir. Donald tuvo que lidiar conmigo cuando caí en estado de shock al reaccionar de la pérdida de mi bebé; una enorme depresión me invadió, que me tuvo al borde de la muerte… Era tanto el grado de mi tristeza que nani me forzó a contarle absolutamente todo lo que sucedía conmigo.

Fue de esa manera como Donald terminó viviendo conmigo… claro, haciéndose pasar por un sobrino extranjero de nana; solo ella sabía de nuestra relación y de la perdida de mi bebé.

Poco a poco fui recuperándome de esa traumante pérdida, Donald aún seguía viviendo en casa de mis tíos. Era realmente increíble tenerlo ahí, tan cerca para tocarlo y besarlo en cuanto pudiera.

Amaba que mis tíos estuvieran en época de viajes, eso nos facilitaba aún más las cosas. De repente me pongo a pensar que es probable que mi tía se haya dado cuenta de lo que estaba pasando, pero como siempre no se metía más allá. Solo me decía “Cuídate, Anna, ten cuidado” y yo le ponía cara de confusión.

*******

Habían transcurrido varios meses y se suponía que yo debía haberme casado ya con Damián pero increíblemente logré persuadirlo para que lo aplazáramos un año más; de primera no quería aceptar, después que me pedía que fuera suya para así demostrarle no sé qué cosa; pero también logré librarme de eso diciéndole que quería llegar virgen al matrimonio.

Vaya mentira. Estaba dispuesta a inventar cualquier cosa con tal de ganar más tiempo lejos de él. Además, si me casaba, debía ir a vivir con el de inmediato y dejaría de ver a Donald así que puse mi mejor cara de niña convincente y gané el juego.

7

Un año… un año ha transcurrido ya y el día más horrible de mi vida había llegado.

Estaba en mi cuarto, admirando desde la ventana a la masa de gente que se encontraba en el jardín adornando todo para la ceremonia de mañana. No puedo creer lo rápido que pasó el maldito tiempo; parece que cuando se quiere que transcurra más lento, más rápido avanza.

Me sentía morir.

He tratado de encontrar miles de formas para librarme de esto pero no hallé ninguna; salvo, la opción que tenía Donald de fugarnos. Si bien la idea era tentativa, no podía abandonar a mis tíos, y mucho menos a nani que ha sido nuestra cómplice desde hacía un poco más de un año.

 

– ¿En qué piensas? –Dice Donald rodeando mi cintura con sus brazos desde mi espalda.

–En que mañana cambiará todo.

–Mi propuesta sigue en pie, Annabelle.

–Lo sé. Pero no puedo. –Comencé a llorar–. No puedo dejarlos, amor.

–Te entiendo. Al menos piénsalo ¿sí? No te estoy proponiendo que nos vayamos definitivamente. A lo que voy es que salgamos de este país, al menos hasta que ya no te estén obligando a casarte. Cuando calme todo esto podemos volver.

–Lo siento. Ni siquiera de esa forma puedo hacerlo. Soy una cobarde.

–No te trates así.

– ¿Por qué eres tan dulce conmigo?

–Porque te adoro, además sé lo difícil que es todo esto para ti.

–Es horrible, Donald, solo tengo diecisiete años y estoy a horas de morir en vida.

–No digas eso. Todo se puede solucionar y tú sabes cómo.

–Imposible. No se diga más. –Me alejé de la ventana–. Deberías dejarme ahora.

– ¿De verdad quieres eso?

–No, pero es lo mejor… para ti.

– ¿Y qué pasa con este amor?

–Quedará atesorado por siempre en mí, créeme.

– ¿Eso es todo? ¿Tú crees que es fácil mandar a la mierda un poco más de un año de relación? Hemos pasado por mucho, no me rendiré ahora.

–Te arrepentirás después.

–Puede ser, pero el futuro en este momento no me interesa; me importa el ahora, me importas tú. Dijimos que estaríamos juntos, que saldríamos adelante. ¡SE LO PROMETIMOS

A NUESTRO BEBÉ! –Soltó con furia.

– ¡No lo metas! Ese bebé no está, se murió. –Grité.

– ¿Crees que no lo recuerdo? ¿Qué no pienso en ese día? Me siento culpable en todo momento.

– ¿Por qué?

–Porque te celé. Si no hubiera perdido la cabeza y no te hubiera alterado, jamás te habrías sentido mal y el bebé estaría aquí ahora.

–No fue tu culpa. –Dije bajándole el tono a mi voz.

–Pero yo inicié la pelea.

–Amor. –Roce mis manos en sus mejillas–. Olvidémonos de ese momento.

–No me vuelvas a pedir que te abandone, porque no lo haré.

–Lo sé. –Reconocí en voz alta-. Es solo que no quiero hacerte sufrir.

–No lo harás. –Me besó.

–Quiero sentirte, Donald. –Susurré en su oído–. Hazme el amor… Hazme olvidar.

 

Me cogió de la cintura, me hizo enredarle las piernas en su cintura y me llevó a la cama. Ese día hicimos el amor como nunca antes; tierno, delicado, dulce. Se notaba que había tristeza entre nosotros.

Pasión.

Amor.

Sí, sobre todo eso.

Esta era la despedida. Desde mañana nuestra relación quedará reducida a visitas escondidas. Nani le pidió a Donald que se quedara de todas formas en casa de mis tíos; ella le había tomado demasiado cariño, era como un hijo para ella. Gracias a Dios que aceptó.

 

Frente al espejo estaba yo con la maquilladora pintando mi rostro. Estaba a minutos de dirigirme a la iglesia. Mi vestido era enorme, con centenares de diamantes agregados en él.

Tía Isabella y tío Stefano me pedían que no me casara; nani lloraba en un rincón mientras acomodaban mi velo entre el peinado. Pero, ¿Qué podía yo hacer? Ya había llegado a esta instancia, temía con que Damián intentara algo hacia mis tíos, nani, inclusive Donald. Ese hombre está loco, creo que su obsesión a tales tabletas lo tiene así.

 

Una vez finalizado toda clase de detalle llegó por mí la enorme limusina que mis padres habían comprado para llevarme al altar.

Estoy temblando, tengo el pecho apretado, y mis ojos ya se están aguando. De sólo pensar lo que se me avecina hoy a la noche me produce nauseas. ¿Cómo librarme de la noche de bodas? Damián no me dejará pasar esta vez. Estoy perdida, atada a un hombre que me causa miedo y repulsión.

Mi madre estaba sentada a mi izquierda, sonriendo sínicamente y mi padre, mi padre no hacía más que mirar al frente esperando el momento exacto para bajarnos de allí y caminar hacia la iglesia.

8

“Donald”

 

La veía entrar hermosamente vestida de blanco a la iglesia, estaba oculto tras las bancas cuando la melodía prenupcial sonaba. Sus ojos, sus hermosos ojos negros estaban apagados, a punto de llorar. Quería tomarla entre mis brazos y sacarla de allí pero con todo el dolor del mundo contuve esas ansias.

Escuchaba al sacerdote hablar, dictar todas esas palabrerías típicas de las bodas.

Al momento de preguntar acaso alguien se oponía a dicha unión, tuve que morder mi lengua antes de gritar “Yo me opongo”; y cuando, preguntó eso de si se aceptaban mutuamente él sin dudarlo respondió “Si”. Al turno de dar ella su respuesta un silencio invadió el lugar. Comenzó a recorrer la iglesia con su mirada. Sabía perfectamente que a quien buscaba era a mí. Pero no podía permitir que me viera, nos descubrirían; ella descubriría que estaba llorando y eso la haría sufrir.

Le preguntaron una vez más acaso aceptaba a ese idiota como marido y mi nena en un susurro lloroso respondió “Si acepto”. Morí en ese momento, la impotencia de la que se estaba apoderando mi cuerpo me obligaba a salir corriendo de allí, alejarme de su vida para siempre y no volver a verla. Pero el amor que siento me lo impidió. Juré amarla siempre, apoyarla en todo instante. No puedo dejarla ahora que está pasando por esta horrible situación.

Quiero matarlo. A él, a los padres de Annabelle por torturarla de esta manera, por lanzarla a los brazos de ese estúpido.

Esta noche ella se entregará a él quien es su esposo y yo siento que arderé de celos. De sólo imaginarlos en la cama, tocándose mutuamente me está llevando a la locura extrema.

Desde hoy comienzo a compartirla, corriendo el riesgo de que en el camino ella le entregue, además de su cuerpo, su corazón.

 

La fiesta había llegado y ella estaba sentada escoltada por Damián. Quería verla, pasar estos últimos minutos a su lado pero él no la dejaba sola en ningún momento. Hasta que la vi levantarse y dirigirse hacia la casa. La seguí sin dudarlo. La seguí hasta que ingresó a su habitación y se sentó en el suelo llevando y abrazando sus piernas a su cuerpo.

Su cuerpo temblaba, prueba de que lloraba. Me acerqué sigilosamente hacia ella y me arrodillé al lado de la cama.

 

–Annabelle. –Susurré en su oído y ella solo pudo sollozar más fuerte–. Anna…

–Perdóname. –Dijo con la voz entrecortada.

–Amor, mírame.

–No puedo.

–Por favor. –Imploré. Y sin necesidad de repetirlo se lanzó a mis brazos.

–Te amo tanto. –Confesó llorando aún más alto–. Perdóname.

–No digas nada. –Dije con lágrimas silenciosas en los ojos–. Todo estará bien.

–No me dejes. Por favor no me dejes. –Su cuerpo temblaba, se estremecía por causa de las lágrimas.

–No lo haré. –Prometí.

–Tengo miedo, amor. No quiero irme de aquí, no quiero verlo, no quiero que me toque.

– ¿Y tú crees que yo lo quiero? Quiero matarlo. –Comenté tenso-. Te hará suya esta noche y yo no puedo hacer nada.

– ¿Por qué pasa esto, Donald? ¿Por qué no pudiste ser tú quien me llevara al altar hoy?

–No te tortures con preguntas así. Te sacaré de esto, amor. Te libraré de él. Aun así tenga que matarlo pero te separaré de ese idiota.

–Abrázame. Abrázame fuerte. –Y así lo hice.

 

Nos quedamos así por no sé cuánto tiempo. No quería dejarla ir. La besaba infinitas veces.

Quería sentirla pero no podíamos. Era demasiado riesgoso y lo último que pretendía era causarle problemas a ella.

Nani llegó a la habitación donde nos encontrábamos, diciendo que todo mundo preguntaba por la flamante novia. Era tiempo de irse a su luna de miel.

 

– ¿Estarás cuando vuelva? –Preguntó bajito abrazando más mi cuerpo.

–Estaré aquí, hermosa, no me iré hasta que tú me lo pidas.

–Gracias. Gracias por querer soportar toda esta situación.

–No será fácil pero, no te dejaré ir.

–Te amo, Donald. –Dijo incorporándose para mirar a mis ojos.

–Te amo, Annabelle. –Tomé su rostro entre mis manos y la besé lentamente.

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