Darkness

Darkness


Darkness

Página 5 de 11

–Por favor. –Dijo nani–. Ya es hora. Deben salir de aquí antes de que alguien los vea juntos.

–Ambos asentimos con la cabeza y procedimos a levantarnos del piso. La besé por última vez y dejé que nani se la llevara. Llevándose mi corazón con ella.

 

Había finalizado toda esta mierda. Ella se había ido a otro lugar para celebrar dicha ceremonia. La vi alejarse y tuve que contener las ganas de salir corriendo tras ese vehículo.

Miraba melancólico por la ventana de su habitación. Alcé un cojín y me lo llevé a la nariz para aspirar su dulce perfume. Lágrimas corrían por mis mejillas.

Las horas, los días se me harían eternos sin ella. Me ahogué en la música y en las drogas, necesitaba quitar este dolor de mí.

¿Se estará entregando a él?

¿Volverá a casa?

¿Podré seguir poseyéndola?

No lo sé. Ya no sé nada. De lo único que estoy consciente es que la amo tanto que duele.

9

“Lo siento” repite él una vez más. ¿Cuántas veces le he oído decir esas dos palabras?

Desde que me violó y golpeó por primera vez…

 

Flashback

Íbamos camino al hotel donde nos hospedaríamos por un tiempo. La luna de miel sería larga.

Llegamos a la lujosa suite y me obligó a brindar por nuestro matrimonio, bebiendo champagne. Una vez más sacó esas tabletitas que ingirió cuando lo conocí y yo nuevamente accedí a ellas. Bebí y tomé esas pastillas hasta que se me hizo pesado el cuerpo. Lo sentí recostarme lentamente en la cama y luego me quedé dormida.

Desperté no sé cuánto rato después. Estaba desorientada, todo me daba vueltas y mi cuerpo se movía. Sentí un aliento rozar mi mejilla y supe lo que estaba sucediendo.

Traté de moverme, pero él agarro fuertemente mis muñecas y me aprisionó más a su cuerpo. Sus embestidas aumentaban su ritmo cada vez que yo intentaba alejarlo. Dolía. Sentía que en cualquier momento me partiría en dos. Sus manos en mis muñecas estaban dejando leves marcas. Su aliento a alcohol rozaba en mi cara. Cada vez que él intentaba besarme, yo lo esquivaba. Ganándome unos tirones de cabello para mantenerme estática ante él y así besarme forzosamente. Yo gritaba ahogadamente debido al dolor. Le pedía una y otra vez que se detuviera pero no lo hizo; por el contrario, más me obligaba a mover mis caderas.

 

No sé cuánto tiempo transcurrió. Yo lloraba y Damián lo único que hacía era reírse burlonamente. Mi cuerpo me dolía. Él se la había pasado la noche entera abusando de mí.

Violándome al oponerme a que me hiciera suya. En un momento de ira le escupí en el rostro y lo único que conseguí con eso fue que terminara golpeándome. ¿Acaso iba a ser así mi matrimonio? No llevábamos ni veinticuatro horas casados y ya estaba torturándome, golpeándome, violándome.

 

–Eres mía, Annabelle. –Dijo él acomodándose su miembro dentro del pantalón–. Y te tendré las veces que yo quiera, con o sin tu consentimiento.

–Te odio. –Decía yo una y otra vez entre sollozos.

–No me interesa. Porque por mucho que me odies soy tu esposo. Y así será hasta que la muerte nos separe.

Fin Flashback

*******

Han pasado varios meses desde esa tortuosa noche. Damián me llevó a vivir a una enorme mansión. Menos mal no tan lejos de la casa de mis tíos. Aun no logro entender por qué me consiente tanto. Sé que no me ama y yo le he dejado bien en claro el enorme odio que siento hacia él.

Mi vida ha cambiado completamente. Yo he cambiado. Vivo con miedo. Rogando porque todo esto termine. Ni siquiera puedo mirar a Donald a los ojos. Desde que me desposé con Damián que no he permitido que Donald me toque. Cada vez que estamos a punto de hacer el amor, los recuerdos de mi luna de miel invaden mi mente impidiéndome llevar a cabo. Termino gritando y empujándolo lejos. Él me pregunta una y otra vez que qué es lo que sucede y yo no hago más que callar y voltear la mirada.

Me da vergüenza mirarlo, me siento sucia para él. Mi cuerpo que se lo entregué a un hombre por amor, ha terminado siento objeto de violación para otro.

Hay momentos en lo que quiero mandar todo a la mierda y terminar con mi vida. Pero luego Donald se me viene a la cabeza. Lo amo tanto, que ni siquiera dejarlo puedo.

¿Qué habré hecho mal para que la vida me castigue de esta manera? No lo sé. Dudo mucho que una niña de diecisiete años se merezca algo como lo que yo estoy viviendo. Es demasiado. Es cruel e inhumano.

¿Sabían que tuve que dejar el ballet? Damián me prohibió volver a la academia por temor a que descubran los cientos de moretones que adornan mi piel. He comenzado a drogarme, es la única forma de soportar sus malos tratos. Son el antídoto para soportar el dolor al momento de forzarme a ser suya noche tras noche. Vivo día a día con el temor de que en una de sus tantas violaciones termine dejándome embarazada. Gracias a Dios no lo ha hecho.

Esta tarde iré a la clínica acompañada de nani para que me examinen y me brinden pastillas anticonceptivas. Si él no se cuida debo hacerlo yo. Prefiero estar muerta antes que darle un hijo a ese bastardo.

Un hijo… es imposible no pensar en Donald cuando se me pasa por la mente ser madre.

Desearía tanto formar una familia con él. Pero eso ya es imposible. Damián está demente y si algún día se llega a enterar que hay otro hombre en mi vida, es capaz de matarnos a los dos.

Su obsesión por mi crece día a día. Y eso me aterra aún más…

 

– ¿Estás lista? –Pregunta a secas Damián mientras me mira armando la maleta.

–Aun no. –Respondo seria.

–Pues apúrate. Se me está haciendo tarde y aun debo pasar a dejarte a casa de tus tíos. – Damián se va fuera del país en un viaje de negocios. Estará fuera por dos meses por lo que me permitió quedarme en casa de tía Isabella para que me haga compañía.

–Lo siento. No puedo ir más rápido, me duele todo el cuerpo.

–Eso te pasa por negarte a ser mía.

– ¿Y qué pretendes? –Pregunté furiosa-. ¿Qué me lance a tus brazos a pesar de cómo me tratas?

–Ya te he pedido perdón.

– ¿Cuántas veces? Siempre es lo mismo contigo. Me golpeas, me violas y luego llegas a casa en las tardes con un ramo de rosas y una tarjeta que dice “Perdóname”. Además odio las flores.

– ¿Y qué quieres que haga para que me perdones?

–Dejarme en paz, irte lejos, darme el divorcio. No sé, se me ocurren muchas ideas.

–Ni lo sueñes, Annabelle. Si piensas que voy a dejarte libre estás MUY equivocada. –Toma mis mejillas y me besa–. Apúrate. –Sin más sale del cuarto subiendo alguna de mis cosas a la camioneta.

*******

–Mi niña, ¡Ya estás aquí! –Grita nani entusiasmada desde la entrada de la casa–. Te he extrañado tanto.

–Yo también nani. –Digo lanzándome a sus brazos y derramando lágrimas.

–Ya, yo debo irme. Voy demasiado atrasado. –Comenta Damián.- Adiós,

mea amore. –Dice dejando un beso simple en mis labios.- Mas te vale portarte bien, Annabelle. –Susurra en mi oído.

–Vete ya. Perderás tu viaje.

Ciao. –Se da la media vuelta y se aleja de aquí.

– ¿Cómo estás? –Pregunta al fin nani cuando ya estamos solas.

–Pues bien. –Trato de ser convincente.

–No suenas como si estuvieras bien.

–Estoy cansada eso es todo. No he dormido bien anoche.

– ¿Tan ocupada te tiene tu marido?

–No quiero hablar de eso.

–No me digas que lo estás comenzando a querer.

–Tú sabes que eso es imposible.

–Pues ya no lo sé. Has cambiado mucho en estos cuatro meses de casada.

–Si nani, he cambiado. ¿No crees que casarme a los diecisiete años es motivo suficiente para cambiar mi actitud?

–Sí, sí lo es. Pero eso no es razón para que estés así conmigo… con Donald.

–Donald… –Susurro. De sólo oír su nombre siento un hueco en el pecho–. ¿Cómo está él?

–Muy mal, Annabelle. Al igual que tú él ha cambiado mucho.

– ¿Dónde está? Necesito verlo nana. Hablar con él.

–Sube. Está en tu cuarto.

 

Subí corriendo las escaleras. Me he comportado como una maldita con él. Con él que ha sido incondicional. Con él que a pesar de estar casada con otro sigue aquí esperando por mí.

Él es el amor de mi vida y odio estar en esta situación. Lo estoy haciendo pagar a él por algo de lo que no tiene la culpa. Quiero amarlo, sentirlo, mas el recuerdo no me deja hacerlo.

¿Cómo olvidar algo así? Es imposible. No puedo hacerlo. Sé que debería contarle a Donald lo que me está pasando pero, corro el riesgo de que él cometa una locura. Y eso, jamás me lo perdonaría.

He tomado una decisión. Y aunque duela, debo ver lo que es mejor para él.

Ingreso a la que fue mi habitación por catorce años. Todo sigue igual a como lo dejé meses atrás. Cada vez que venía a ver a Donald, nos juntábamos en su habitación. No podía ingresar a la mía sin que los recuerdos de nuestros cuerpos unidos invadieran mi memoria.

Miro todo a mí alrededor y ahí está él, asomado en la ventana mirando a la nada. Se me fue el aliento en ese momento. Está tan delgado. Hace solo unas semanas que no lo veo y su cuerpo ha variado bastante. Está pálido, ojeroso y su cabello ha pasado de rubio a rojo.

 

–Donald. –Logro articular al fin tras unos largos minutos de silencio. Él no se mueve. – Donald. –Me acerco a él y acaricio su mejilla. Una lágrima baja por ésta.

–Perdóname. –Dice él abrazándome fuertemente–. Perdóname, Annabelle.

– ¿Por qué me pides perdón?

–Fue un error. Estaba drogado. Te lo juro que no significó nada. –Su voz se iba apagando con cada palabra que pronunciaba. Comencé a ponerme nerviosa.

– ¿De qué me estás hablando? –Silencio–. Donald dímelo.

–Perdóname. –Pidió una vez más.

–Por favor, ya habla.

–Anoche… Anoche tuve sexo con otra mujer.

10

Sus palabras me dejaron atónita ese día. Se rompió mi corazón. Quedé estática. Mi cuerpo no se movía y de mis ojos no dejaban de brotar lágrimas.

O sea que mientras yo estaba siendo torturada por mi marido, violada por él; Donald se iba a tener sexo con otra mujer. Más lágrimas salían de mis ojos. Sentía su voz a lo lejos llamándome y pidiéndome perdón pero ¿Cómo perdonar algo así? Yo pensando en todo momento en él, sintiéndome una puta por “dejar” que Damián me tocase, y él se la estaba pasando bien con alguien más.

¿Cómo no me di cuenta antes? Su actitud y amor hacia mí parecía demasiado perfecto para ser verdad.

Fui una niña ingenua al creer que él me sería fiel, que aguantaría tener que compartirme. Ya veo el porqué.

Lo aceptó porque así podía tirarse a quien quisiera sin sentir remordimientos, total, yo lo traicioné primero. Excusa perfecta.

En el instante en que reaccioné e ingerí sus palabras, lo cacheteé y mandé a la mierda. Lo traté de lo peor, lloré desconsoladamente y luego le dije que no quería volver a verlo.

Se reusó a eso y me pidió por favor que lo perdonara.

¿Cómo hacerlo?

¿Cómo perdonar algo que me dañó tanto?

Yo lo amaba. Lo amo aun. Y él me traicionó.

Tal vez fue mi error por casarme con otro hombre. Tal vez mi frialdad lo llevo a ello. O, tal vez, él solamente se vengó de mí.

Quiero morirme. Él era lo único hermoso y puro en mi vida y ahora no lo tengo.

El amor es una mierda. Todos los hombres son iguales de hijos de puta. Una les entrega todo y ellos te destrozan.

 

Perdonar… ¿podré hacer tal cosa?

 

No sé cuánto tiempo ha transcurrido desde esa lastimosa pelea con Donald en mi habitación. ¿Han sido meses, días? No lo sé y no importa. Nada importa ya.

Las violaciones y golpes por parte de Damián han disminuido debido a que ya no me resisto a entregarme a él. No es porque él haya comenzado a gustarme o algo por el estilo. Es sólo que ya no tengo razón para rechazarlo.

En un principio seguía negándome a ser suya, pero me imaginaba a Donald con esa otra mujer y dejaba de luchar.

He bajado notoriamente de peso. Más de una vez he ido a parar al hospital debido a mi desnutrición. Mi deshidratación.

Creo que estoy matándome lentamente. Ya no quiero nada. No soporto este dolor en el pecho que se niega a desaparecer. No tolero no sentir a mi corazón latir enloquecido.

He dejado de ir a visitar a mis tíos, no quiero tropezarme con él. No sería capaz de resistirme.

Nani ha venido a verme seguido, me regaña cada vez que me ve. En su última visita descubrió un moretón en mi muslo derecho. Enseguida comenzó con el interrogatorio y, en un momento desesperante, le inventé que me había caído. No me creyó pero no agregó nada más.

*******

–Tiempo sin verte. –Dije seria al verlo parado frente a mí.

–Mucho en realidad.

–Creí que te marcharías.

–También yo.

– ¿Por qué no lo has hecho? –Pregunté curiosa pero tratando de parecer indiferente al mismo tiempo para no ser descubierta.

–Aún tengo la esperanza de que me perdones.

– ¿Cómo está tu nueva conquista? –Pregunté ignorando su comentario.

–No lo sé y no me interesa. No sé nada de ella desde esa vez.

–Cuando se revolcaron. –Agregué.

–Annabelle, por favor, olvida eso.

– ¿Qué sentiste? –Pregunté en un susurro.

– ¿A qué te refieres?

– ¿Qué sentiste cuando penetraste su cuerpo, cuando la besabas y hacías tuya?

–No lo recuerdo. Ya te dije que estábamos drogados.

– ¡MENTIRA! –Grité perdiendo los estribos.

–Es verdad.

–Querías castigarme, ¿Cierto?

–No, no amor. Eso no es verdad. –Intentó abrazarme pero me alejé.

–No me llames así. Ya no tienes derecho.

– ¿Y él lo tiene?

–Es mi marido, claro que lo tiene. –Su cuerpo se tensó y sus nudillos se pusieron blanco de la fuerza con la que cerraba su mano formando un puño.

– ¿Lo amas?

– ¿Y si lo hago qué?

– ¡NO PUEDES AMARLO! –Gritó Donald furioso.

– ¿Quién eres tú para decirme eso? –Desafié.

–Soy el hombre que tú amas. No lo niegues, aun me amas. –Silencio–. Reconócelo, Annabelle. Soy el único que logra estremecerte con solo mirarte. Soy el único que acelera los latidos de tu corazón con una caricia. –Tocó mi hombro e inmediatamente mi piel ardió–. Se te sube la temperatura cuando te toco. –Susurró rodeando mi cintura con sus brazos–. Tú me amas, Anna, así como yo lo hago.

–Yo… –No me dejó terminar cuando nuestras lenguas ya jugaban entre sí.

 

De un segundo a otro estábamos uniendo nuestros cuerpos. El vaivén que creábamos era el cielo para mí, lo extrañaba tanto. Todo este acto echaba de menos. Jadeábamos y gemíamos con desenfreno. Hasta que recordé que Damián andaba cerca.

 

–Damián… Damián está abajo. –Decía con la voz ronca–. Nos van a oír.

–No me importa. –Seguía embistiendo duro contra mí. No podía controlar mis gritos guturales, y Donald mucho menos–. No quiero pensar en nada mas que no sea en este momento.

–No quiero dejar de sentirte nunca. –Reconocí enredando mis piernas en sus caderas.

–Tampoco yo. Eres mía, Annabelle. –<Eres mía, Annabelle> Esas palabras provocaron que mi cuerpo se congelara.

–Suéltame. –Grité luego de recordar mi tormentosa luna de miel. Él pareció no escuchar–.

¡Que te quites!

– ¿Qué sucede?

–No quiero que me toques. –Era como si se estuviera repitiendo lo de nuestra primera vez.

–Dime que es lo que te sucede, Annabelle. No entiendo. Desde que te casaste estás así conmigo.

–Lo siento.

–Eso es lo único que dices.

–No puedo contarte.

– ¿Por qué no?

–Porque no y punto. Algún día entenderás el porqué de mi reacción.

– ¿Él te hizo algo? –Silencio–. Respóndeme, Anna. –Gritó tomándome de los hombros y sacudiendo mi cuerpo–. ¿Damián te hizo algo? Nani me dijo que vio unas marcas en tu cuerpo.

Moratones. ¿Ese idiota se atrevió a ponerte una mano encima?

–Fue un accidente. –Susurré, agachando la cabeza.

–Si claro, un accidente. ¿Tú crees que yo soy idiota?

–En serio. Fue un accidente.

–Te lo advierto, Annabelle, yo encuentro alguna marca sobre tu piel y ese bastardo me las paga.

–Te mataría.

–No si lo hago yo primero.

–Estás loco.

–Y tú avisada. Él te toca y yo lo mato. ¿Entendiste, Annabelle? ¡Lo mato!

–No lo hagas. Terminarás tras las rejas si lo haces.

–No me importa. Al menos así estarás a salvo.

–No tienes porqué arriesgarte. Tú y yo ya no estamos juntos. No te corresponde.

–Parece que olvidas que te amo.

–Es difícil creerlo cuando te imaginas a la persona que supuestamente te ama en la cama con otra mujer.

–Jamás vas perdonarme eso ¿Verdad? –Preguntó en voz baja.

–No lo sé. Aun me duele tu traición.

–No tanto como a mí me duele saber que te fui infiel. Déjame explicarte lo que sucedió.

–No quiero. No quiero escucharlo. Saber lo que hiciste con ella sólo provocaría más daño en mí.

–Por favor… –Suplicó. No pude negarme.

–De acuerdo. Habla. –Nos sentamos en la cama y cubrimos nuestros desnudos cuerpos con las sábanas.

–Ese día… ese día comencé a pensar en ti en brazos de él. Estabas tan distante desde que te casaste que empecé a pensar que comenzabas a quererlo y no querías decírmelo.

–Donald…

–Déjame continuar. –Se giró y cogió mis manos–. La sola idea de considerar el hecho de que estuvieras sintiendo algo por él hirvió mi piel. Estaba enfadado. Con ganas de ir a tu casa y partirle la cara a ese imbécil por tenerte a su lado mientras que a mí me ignorabas cada día más.

–No te ignoraba.

–Pero tampoco dejabas que te tocara, era casi lo mismo. Desde que te fuiste de luna de miel, me deprimí. Comencé a ir a bares, emborracharme y drogarme; y ese día no fue la excepción. Fui a un sitio a conseguir más drogas, luego de eso caminé a un bar. Ahí conocí a una mujer que comenzó a coquetearme descaradamente. Hacía semanas que no sabía de ti.

Iniciamos conversación. Era atractiva no voy a negártelo, y ella no dejaba de repetir lo guapo que me había encontrado.

Yo por mi parte, no dejaba de pensar en ti, hasta que volví a imaginarte en los brazos de Damián. Los celos me invadieron y en un arranque de furia me lancé a sus labios. –Cerré mis ojos al imaginarme la escena.

Sin pensarlo siquiera partimos a un hotel, ella llevaba drogas consigo y comenzamos a ingerirlas. Después de una hora de fumar y aspirar, nos tiramos al suelo.

Reíamos descontroladamente. La mente volaba y la habitación daba vueltas. Para cuando reaccioné ya estábamos tumbados en la cama teniendo sexo.

– ¿Qué pasó después? –Pregunté al ver que se quedaba callado.

–Perdí la noción del tiempo. No recuerdo ni en qué momento me quedé dormido. Solo sé que desperté con ella al lado. Me vestí rápidamente y salí de allí.

– ¿Has vuelto a verla?

–Ya te he dicho que no.

–Solo quería confirmarlo.

–Annabelle, te juro que jamás quise dañarte. Fue un arranque de celos y debilidad. Yo te amo.

–Yo también te amo, Donald. –Dije. No había necesidad de seguir negándolo. Él suspiró aliviado. Nos besamos. Nos besamos un largo rato. Tierna, apasionada y lentamente.

Demostrándonos

todo

el

amor

que

sentíamos.

Tentándonos,

consolidándonos…

enamorándonos.

–Entonces… ¿Volverás conmigo?

–No…

11

–Vuelve conmigo, Anna. –Repitió Donald millones de veces en ese lugar.

–Te he dicho que no. –Respondí-. Además aunque no haya vuelto contigo seguimos juntos ¿Cuál es la diferencia?

–Que a pesar de estar juntos, no es oficial. Quiero poder llamarte mi novia a pesar de que seas una mujer casada.

–Ya dejemos el tema por un momento, Donald. Estamos en una fiesta, sólo quiero beber y emborracharme.

– ¿Segura que es lo único que quieres?

–No, también quiero drogarme.

–Odio que lo hagas. –Bufó molesto.

–Yo también odio que tú lo hagas pero aun así sigues haciéndolo.

–Hagamos un trato.

– ¿Cuál?

–Si yo no me drogo, tú tampoco lo harás.

–Imposible, es la única manera de soportar a Damián en las noches.

–No lo nombres que aun quiero asesinarlo.

–Pero no lo harás. Ahora cambiemos de tema.

–Ya, volvamos a lo del trato.

–No hay trato que valga, Donald. Yo no dejaré de drogarme mientras esté casada. Punto final.

– ¡Por la mierda! ¿Por qué eres tan terca, Annabelle?

–No lo hago de terca, lo hago solamente para poder llevar bien mi matrimonio. Y por favor, no quiero hablar más del tema, Donald. Tú y yo estamos juntos otra vez.

–Si lo sé. Es solo que hace ya varios meses nos “reconciliamos” en tu habitación pero aun así no quieres volver conmigo.

– ¿Tan importante es para ti?

–Sí, sí lo es. –Estaba a punto de responderle algo cuando unas personas nos interrumpieron.

–Bouffart. –Volteó hacia quien le hablaba.

–Ross. –Sonrió-. Viniste.

–Por supuesto, amigo. –Le dijo mientras se abrazaban y daban golpecitos en la espalda-. Y

no vengo solo.

– ¿No?

–No. Hay alguien que tenía muchas ganas de verte.

–No me digas que…

–Por supuesto, amigo mío, ella vino conmigo. – ¿Ella? ¿De quién demonios están hablando?

Los celos empezaron a invadirme cuando una morocha comenzó a aproximarse, lanzándose a los brazos de Donald.

–Cariño, tiempo sin verte. –Comentó él mientras la estrechaba contra su cuerpo.

–Lo sé, hermoso. ¿Cómo estás? –Preguntó coqueta.

–Ahora que están ustedes aquí, estoy mucho mejor.

–Me alegro. Te he extrañado demasiado. –Confesó ella acariciándole la mejilla.

–También yo. Me has hecho mucha falta. –Él tomó su mano y la besó.

–Me imagino. – ¿Quién mierda es esta tipa? ¿Por qué habla con tanta familiaridad con MI hombre? La cólera iba aumentando.

–Los dejo solos. –Comenté y me fui de ahí más que molesta.

 

Me aparté de ese grupo y busqué un lugar un poco solitario. La casa de Claude, el amigo de Donald, estaba a rebosar. Gente bebiendo, bailando, drogándose, estaba por todo el lugar.

Eso era lo que yo necesitaba, una buena dosis de drogas y alcohol.

Ir a la siguiente página

Report Page