@daniela

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Viviendo a medio gas

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Viviendo a medio gas

 

 

Después de la cena dimos un paseo y más tarde entramos en uno de los locales del puerto de Barcelona. Increíble la de gente que había allí; parecía un hervidero. Pero nosotros como un rebaño de ovejas, todos juntitos para adentro.

Segunda copa, y segundo gin-tonic.

Jaime invitaba, y pidió para todos la bebida de moda. ¿Puede ser que a todo el mundo le guste lo mismo? El garito de Lorena tiene mucho éxito porque es como volver a la era de los dinosaurios: ¡existen! ¡Existen otros combinados chic@s! En fin, no soy una fan del alcohol, pero me gusta beber a sorbitos y la mayoría de veces me dejo las copas a medias, excepto los chupitos que si no me los tomo de un trago no me entran. Y no soy una fan porque se me sube a la cabeza demasiado rápido y no controlo, y si no controlo mal vamos.

Y la que no iba a controlar como siguiera bebiendo de aquella manera era Sofía. La observé porque mi amiga del alma no solía vaciar la copa con tanta premura. Se reía, charlaba con Santi y el resto de gente, pero algo iba mal. No dejaba de beber, como si tuviera mucha sed, lo cual no tenía razón de ser.

—Sofía —la llamé y dimos un par de pasos a un lado cuando vio que le quería decir algo importante—. ¿Pasa algo?

Me miró sorprendida.

—¿Qué va a pasar? —Uy Sofi, que se te ve el plumero.

—Que estás bebiendo como un ruso en plena Siberia, eso pasa.

Me miró preocupada y me llevó a un lado de la barra.

—Buf, Daniela, tengo un problema. Bueno, no sé si es un problema o qué es…

—A ver, dime…

—Como te lo digo… Es Santi…en la cama…

Se quedó callada como si no encontrara las palabras.

—¿La tiene pequeña? ¿Eyaculador precoz? ¿Un amasa pan? —Sofía negó con la cabeza y aunque sonrió, seguía buscando cómo decirme “eso”.

—Creo que quiere que le diga guarradas.

Me miró esperando mi reacción.

—¿Guarradas? —¿Y?

—Sí, eso. Yo con Julen, pues nunca, ya sabes, nunca hablábamos.

—¿Nunca? —pregunté exclamando.

—No…Ya, ya sé que hay muchas parejas que se expresan así y que no pasa nada, lo sé.

—Pasa que es más excitante Sofía, pero bueno, dejando eso, ¿por qué lo crees?

—Porque él sí me habla, me dice cosas al oído y todo eso. Y hoy, en la siesta, le he dicho una cosita y se ha puesto como un toro.

—Y te ha gustado.

—Sí, sí, pero estoy preocupada porque yo no sé hacer eso.

—No sabes decir guarradas. Pues difícil no es, Sofía…

—Ahora mismo podría decirte muchas Daniela, entiéndeme. No sé si me saldrá mientras estamos al lío, no estoy acostumbrada. Llevaba seis años con un mismo hombre y no puedo borrarlo todo de un plumazo.

—Sofía, ¿y por eso bebes? ¿Para desinhibirte? ¿Vas a convertirte en una alcohólica o qué? Porque si cada vez tienes que beber… Además, dudo que a Santi le haga gracia que lo hagas así. Escucha, si no te apetece decir esas cosas, no lo hagas y punto. ¿A él le mola? Vale, ¿y si le fuera el sado? ¿O los tríos? ¿También nos apuntamos? Tú tienes que hacer lo que te salga.

—No es solo por él, me apetece ser más atrevida en el sexo y probar cosas, y Santi es mucho Santi —dijo sonriendo con picardía.

—Entonces hazlo consciente y deja de beber así.

—Sí mami —dijo imitándome y las dos nos reímos.

Volvimos con los demás y Bruno me miró. Me indicó con la cabeza hacia los baños y vi que se iba directo allí. ¿Qué lo siguiera a los baños? Yo de cabeza. Soy así, me gusta la aventura.

Estaba en una de las paredes laterales, bajo el cartel en forma de flecha que indicaba W.C. En cuanto me acerqué me cogió de la cintura y me acercó a él. Nos miramos a los ojos, sin miedo. Se mordió el labio inferior y yo me lamí el mío. Era un “a ver quién besa primero y cae rendido a los pies del otro”. Entonces sonó la canción de Baracuda Ass up y empecé a bailar de forma insinuante, tanto que al segundo noté su erección. Le miré alzando una ceja a modo de pregunta y él sonrió dejándose provocar hasta que me paró, con sus manos en mi culo y me apretó contra él.

—No sé si podré esperar al hotel —me habló en mi cuello y sentí su delicioso perfume.

Pasé mi mano con disimulo por encima de su bulto y suspiré al notar lo duro que estaba.

—Te giraría aquí mismo, te subiría la falda y te daría, nena, como nunca te han dado.

Me encendí solo de pensarlo; allí, en medio de la gente, en la penumbra de aquel local, con la música y mis compañeros a unos pasos. Qué fantasía…

Me giré, sin pensarlo, como muchas de las cosas que hacía y decía. Y Bruno subió mi falda voleada por detrás, con cuidado de no enseñar nada. Su mano pasó por mis nalgas y me estremecí. Pasaron un par de chicas y nos miraron. Demasiado expuestos y lo jodido no eran aquellas desconocidas, lo jodido era que podían pasar en cualquier momento Jaime, Max o Carlita.

—Vamos a tener que esperar —le dije excitada, mojada y ansiosa por sentir otra vez sus empujones.

Bruno me giró de nuevo hacia él y nos sonreímos.

—Valdrá la pena esperar —me besó el cuello—. Ve tú, yo hago tiempo hasta que me vuelva la sangre a la cabeza.

Me reí por su comentario y Bruno me dio un beso inesperado en los labios. Casto, sencillo pero rotundo. Lo miré sorprendida.

—Me gusta cuando ríes —dijo sin darle más importancia y me fui de su lado pensando en él.

Bruno se había colado en mi vida, en todos los sentidos. En el trabajo, en mis fantasías, en mi Twitter, en mi relación con Martín, en mi cuerpo… ¿Y yo qué pensaba al respecto? No pensaba, me dejaba llevar, vivía el presente, el momento y mañana ya veríamos. ¿Para qué preocuparme? ¿Y preocuparme por qué? De momento, estaba todo controlado.

Me fijé de nuevo en Sofía y vi que había bajado el ritmo de beber. Supuse que era difícil empezar con alguien de nuevo. Seis años dan para mucho y ella misma lo había verbalizado diciendo que tocar otro cuerpo, besar otros labios e incluso abrazarlo, le sabía a veces extraño, como si estuviera fuera de casa. Era lógico, estaba acostumbrada a Julen. Dos mil ciento noventa días saliendo con alguien, debían marcar, digo yo. Si Julen hubiera reaccionado de otro modo, con más calma y más paciencia, creo que Sofía hubiera tenido un millón de dudas, porque se hubieran mezclado muchas cosas en su cabeza. Pero Julen, afortunadamente, se lo había puesto fácil con su actitud infantil. Me toqué el brazo pensando en sus dedos marcados y me di cuenta de que era la primera vez que un hombre me hacía daño. Un dolor físico y leve pero que no debía dejarse como una mera anécdota. Julen era un absoluto gilipollas. Y entonces pensé en la hermana de Bruno de nuevo. Sentía mucha curiosidad pero no le quería preguntar porque si él quería, ya me contaría. Era un tema delicado y estaba segura que la de las llamadas era ella, Andrea. Supuse que el asunto debía ser reciente y que Bruno debía estar pendiente de ella, quizás incluso viviendo con ella. Todo aquello me lo imaginaba pero dudaba que anduviera lejos de la realidad. Y yo que había pensado que era su pareja… porque era extraño que Bruno no estuviera con alguna chica, la verdad. Había dicho que había estado en serio con dos, pero ¿cuándo?

Volvimos pronto al hotel porque al día siguiente debíamos realizar la última actividad de dinámica de grupos.

Nada más entrar en nuestra habitación, Bruno me cogió de la mano y me llevó hacia el balcón, que abrió de par en par. Se apoyó en la barandilla y me abrazó por la cintura, situándome de espaldas a él.

—¿Qué haces? —pregunté riendo.

Sus manos subieron mi falda por detrás.

—Cierra los ojos e imagina que estamos rodeados de gente, de luces, de música,…

Subió sus manos hasta mis pechos y gemí de gusto.

—Estamos en el pub y ahora sí, voy a hacer lo que te hubiera hecho allí…

—¿En el balcón? —pregunté excitada.

—Que le aproveche al que mire —dijo apartando mi tanga a un lado y pasando uno de sus dedos por mi humedad.

Eché mi cabeza hacia atrás y Bruno me besó el cuello. Gemidos, respiración y suspiros.

—Nena…

Abandonó las caricias unos segundos para ponerse el preservativo y aproveché para mirar a mi alrededor. Estaba oscuro pero había luces tenues con las cuales podías adivinar las sombras; si alguien miraba hacia nuestro balcón podría adivinar qué clase de movimientos eran los nuestros.

Y entró despacio provocando que arqueara mi espalda.

—Daniela si te mueves así, la gente sabrá que te estoy follando...

Cerré los ojos y me puse en situación. Estábamos en el pub y no queríamos que nos pillaran.

La sacó despacio, con sus manos en mi cintura.

—Dame tu cuello…  —me pidió con su voz grave.

Y lo besó largamente mientras volvía a entrar, con esa lentitud crispante. Necesitaba sentirlo más duro, más rápido y más hondo pero no podíamos. Así que continuó con ese ritmo mientras me lamía, besaba y mordisqueaba el cuello, ese punto en el que me volvía loca de placer.

—Bruno…

—Nena, podría correrme en dos segundos…

—Ufff, no…dame más…

—No quiero que nos vean.

—Bruno… —le rogué como una mendiga.

—Nena, la gente nos mirará si te doy fuerte…

—Joder… Vamos a la cama… —le pedí sintiendo que mi placer iba en aumento y sabiendo que sería yo misma la que empezaría a follármelo a él.

—Aquí no hay camas…

Jugaba duro.

—Bruno…

—Daniela…

Y seguía con aquel ritmillo que poco a poco me iba llevando a un placer casi palpable.

—Bruno…por favor…

—¿Qué quieres? —me preguntó al oído.

—Que me folles sin piedad  —le dije segura de que lo haría.

Puso uno de sus dedos en mi clítoris, sabiendo cuánto me provocaba y gemí resignada. Madre mía. No podría aguantar mucho más.

—Nena, vas a correrte aquí, así que intenta moderar esos gritos.

No podía, no sabía ser moderada y apreté mis labios.

—Dios…nena…sí…

Su dedo se movió con rapidez en mi punto sensible mientras seguía entrando y saliendo despacio.

—Daniela… —cogió mi melena y me echó la cabeza hacia atrás—Córrete en mis dedos…vamos…

Me giró un poco la cabeza hacia él e introdujo su lengua en mi boca, casi con violencia y sentí que me derretía cuando comencé a sentir la tensión en mi sexo hasta que explosioné en un orgasmo increíble, que Bruno aspiró con sus besos mientras él también gemía en mis labios al correrse dentro de mí.

Y se paró el mundo. Bruno abrazó mi cintura y recostó su cabeza en mi espalda, jadeando y murmurando.

—Dios Daniela…

Yo también estaba sacando el aire de dentro de mí. Como si hubiera hecho el gran esfuerzo del día: y lo había hecho porque aguantarme las ganas de moverme y sentirla hasta el fondo y duro, me había costado lo suyo.

Nos quedamos unos segundos en esa posición, respirando el olor del césped recién cortado hasta que salió despacio, cogiendo el preservativo.

—Aquí paz y después gloria —me besó el cuello y se fue tan campante.

Lo miré aturdida, viendo como cogía su ropa interior limpia y se iba al baño. Me tiré en la cama, mirando el techo, y suspirando por ese rato de placer. ¿Y qué pasaba por mi cabeza? Me había sabido a poco y quería más. Miré hacia el balcón y me vi con Bruno, detrás, follándome, con el tanga a un lado…ufff. Este tío era lo más. Era sexo puro, directo, sin miedos, sin tabús. Otro, me hubiera llevado directo a la cama pero él no. Bruno era…diferente. Y eso me atraía en un hombre.

“El sexo no son las posturitas del Kama Sutra chicas, el sexo es más. Es imaginación, fantasía, originalidad, diversión, risas, mordiscos y miles de besos repartidos por todo tu cuerpo. Pero sobre todo es respeto por ambas partes. Déjate llevar pero sabiendo que aquello lo haces por y para ti. No valen las coacciones o el “hacerlo” solo porque a él le apetece. No vale humillarse. No vale no participar. No vale todo aquello que te parezca mal, desagradable o incómodo. Debes dejar claro qué te gusta y qué no, ellos no son adivinos. Y a partir de ahí. A disfrutar chicas. Y mucho. ¿Empezamos?” @danielatuespacio.

Salió de la ducha en calzoncillos y marcando su bien dotado miembro. Me miró sonriendo y me indicó con la mano que podía entrar en el baño. Me di una ducha fría porque estaba todavía con aquella calentura y al salir lo oí hablar con Andrea. Confirmado: era su hermana y estaba preocupado por ella. Me puse los cascos y cogí el ibook, sonaba Faded y mi cabeza volvió a Bruno. Lo miré por encima del ibook y vi cómo gesticulaba al hablar; guapo, listo y buen follador. Y además parecía majo. Lo observé detenidamente y suspiré por querer tomarlo de nuevo. ¿Y si me insinuaba? ¿O y si directamente se lo decía? Bruno quiero más polla. Me reí yo sola por ser tan burra. Bruno me miró y me pilló con mi mirada puesta en él: se acercó dejando el móvil en mi mesita. Me quitó los auriculares y el roce de sus dedos me puso la piel de gallina. Él paso un dedo por mi brazo al observar mi reacción.

—¿No te concentras? —preguntó jugando.

—Se ve que no estoy habituada a tener a un hombre en calzoncillos a mí alrededor —le dije puntillosa.

—Eso lo arreglamos rápido —Bruno se quitó el bóxer en un santiamén.

Me reí.

—¿Mejor así? —preguntó alzando una ceja.

Mordí mi labio y lo miré con deseo. Bruno me entendió perfectamente y se deslizó encima de mí. Dejé el ibook a un lado y lo cogí por el cuello. Nos miramos durante unos segundos en los que pensé que lo deseaba con todas mis ganas. Bruno bajó mi pantalón y mis braguitas lentamente, mientras yo lo miraba. Me quitó la camiseta pasando sus manos por mis pechos.

—Daniela.

—¿Qué?

—Quiero que gimas como nunca, ¿me oyes? Porque voy a follarte fuerte, te aviso.

Joder…

—Estoy preparada —le dije sin más preámbulos.

Y era la verdad, no necesitaba preliminares, ni que me tocara ni besos. Madre mía, era como si Bruno tuviera comunicación directa con mi sexo porque en segundos me notaba mojada.

—Nena, vas a gritar mi nombre ¿lo sabes? —Otro preservativo y la colocó en la entrada—. Vas a pedir que pare…

Eso lo dudaba…

Entró de una estocada y me arqueé porque no me lo esperaba. Gemí y cogí aire. Bruno me cogió de la cintura, por detrás, y me alzó unos centímetros para que entrara con más profundidad. Se sujetaba con una mano, pero no tenía problema porque empezó a entrar y salir con fuerza, chocando contra mi cuerpo, y provocando un roce extraordinario entre su sexo y el mío. Y aceleró a un ritmo vertiginoso, no me daba tiempo a coger aire y gemí, gemí como una posesa porque cada vez que entraba me llegaba hasta el alma. Me estaba follando como a una muñeca, dándole duro y sin que yo pudiera apenas moverme del placer que sentía. Y de repente paró, dentro de mí. Y le miré.

—Daniela… ¿quieres que pare?

—No, no pares Bruno —estaba extasiada—Sigue…

—¿Qué quieres?

—A ti.

Bruno sonrió.

—Quiero oír mi nombre en tu boca nena.

—Bruno…

—Más…

Y comenzó a moverse de nuevo a un ritmo más lento.

—Bruno…Bruno…sí…joder…eres…

—¿Qué?

—Único… —estaba extasiada de placer o drogada, no lo sé.

—Joder Daniela…déjame tomarte…

—Sí…sigue…

—Nena…

—¿Mmm?

Me hablaba al oído con su voz sensual.

—No dejaría de follarte, nunca.

—No quiero que termines, nunca.

—Me pones a mil —me susurró más flojo y sentí perder la cabeza.

—Bruno…

—¿Mmm?

—Bruno…me voy a correr…ufff…

Empezó a darme duro y sus manos atraparon las mías, trenzando los dedos. En ese momento me hubiera dejado hacer lo que quisiera porque no era responsable ya de mi cuerpo. Otro inconcebible orgasmo de aquellos estaba a punto de traspasarme.

—Bien, dame lo que quiero Daniela, dámelo todo de ti.

Subí mis caderas para facilitarle la entrada y para llegar a mi orgasmo sin que me tocara con sus dedos y él empujó varias veces seguidas, logrando que gritara su nombre mientras sentía esas sacudidas.

Bruno me habló al oído mientras me corría y seguía con sus embestidas.

—Así… córrete en mi polla… como a mí me gusta… Daniela… así… joder… eres mi nena ¿lo sabes? Sigue, sí…

Era ya el final de mi orgasmo y llegó el suyo. Apretó mis manos y noté cómo sentía aquellos calambrazos dentro de mí, mientras gruñía mi nombre en su boca apretada.

Creo que fueron unos dos minutos los que necesitamos para coger el aire necesario e ir calmando nuestra agitación. Bruno salió despacio, quitándose el preservativo, y se dejó caer a mi lado, con un brazo encima de su rostro.

—Dios Daniela —murmuró.

Giré solo mi cara hacia él porque estaba agotada para mover nada más de mi cuerpo.

—¿Qué?

Apartó su brazo y me miró. Su sonrisa iluminó su cara.

—No quiero saber cómo la chupas.

Nos reímos y entonces Bruno me acercó a él en un abrazo. Cruzó sus piernas con las mías con toda la naturalidad del mundo.

—Ese color te sienta muy bien —se refería a mis mejillas sonrojadas, por el calor y el sofoco, claro, no porque yo me pusiera roja por vergüenza, porque eso no me ocurría nunca.

—Lo sé —le dije mientras nos reíamos otra vez.

—Estás deliciosa así, despeinada, te brillan los ojos, pareces otra…

Me miró con una intensidad que no supe descifrar. ¿Nos estábamos poniendo románticos? Porque me gustaba lo que decía y cómo lo decía pero…el cartel de Danger parpadeaba delante de mis ojos.

—Voy al baño —le dije escaqueándome de sus mimos.

—No tardes…

¿Esperaba dormir conmigo?

—Esto, Bruno… —me miró atento—Es que no duermo con nadie. Nunca.

—Nunca —repitió automáticamente.

—No.

—¿Y puedo saber por qué no?

—Porque no quiero.

—Ya. Entiendo —dijo sin moverse de mi cama—. Y no quieres para que tus amantes no crean lo que no es.

—Sí, algo así —le dije de pie, delante de él.

—¿Y qué crees que creo yo?

—No lo sé —le respondí cómo si no me importara.

—Pues te lo explico rápido, Daniela. Creo que eres una cagada. Que no quieres comprometerte con nadie para no vivir la parte negativa de la vida. Que existe, Daniela, aunque tú la esquives, ¿lo sabías? —fui a replicarle pero no me dejó—. Creo que estás demasiado pendiente de no sentir, de no enamorarte, y no te dejas llevar. Estás viviendo a medio gas, por si no lo sabías o por si nadie te lo había dicho.

Salió de mi cama y se puso delante de mí.

—Sigues siendo una niñita, ahí dentro —y tocó mi pecho con su dedo.

—Y tú un prepotente de mucho cuidado.

—¿Por saber que te gusto? Porque creo que eso lo tenemos claro los dos. Pero tú, Daniela, con tus normas sin sentido acabas de demostrarme que eres una niña consentida.

—Oye…

—Una niña consentida a la que todos le han dicho sí Daniela, lo que tú digas, como tu amiguito. Pero yo no voy a bailarte el agua Daniela. Tú misma.

—¿Es que crees que te necesito para algo? —le pregunté notando que empezaba a cabrearme en serio.

—¡Ah no! Ella no necesita de nadie —usó un tono irónico y como si hablara a un público invisible—. Daniela y su mundo ideal. Sin sufrir ni llorar ni tener celos.

Bruno había cogido carrerilla y no había quién lo parara.

—Mira, no tengo…

—Pero que te quede claro, niña, que ese mundo tuyo no es de verdad. Que eres feliz pero no todo lo que podrías serlo. Piénsalo.

—Si no quieres entenderme no lo hagas, no hay más que hablar.

—Cuando crezcas, me llamas.

—Tú eres idiota  —le dije enfadada.

—Lo que tú digas —él también estaba cabreado, solo había que oír su tono—. Y métete en la cabeza que yo no voy a ser uno de esos folla-amigos tuyos.

Lo miré crispada porque en el fondo sabía que algo de razón tenía. A ver, que no había buscado el porqué de mí forma de actuar; yo ya sabía que no me apetecía vivir dramas, peleas, cabreos, celos y todas esas historias que conllevaban tener pareja. Y menos vivirlo al lado de cualquiera. Pero Bruno no era cualquiera…

Con Martín, podría haber tenido una relación, seguro, porque me gustaba mucho. Pero al final había logrado mantenerlo a mi lado, sobre todo como amigo, aunque últimamente nos hubiéramos liado más de la cuenta.

Pero ¿y Bruno? Bruno no era un chiquillo. Era un tío que sabía lo que quería y no estaba dispuesto a ser solo un amante ocasional. ¿Qué salida me quedaba? Aborrecerlo, detestarlo, despreciarlo, en definitiva, ¿odiarlo?

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