@daniela

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Y van pasando los días y no puedo evitar acercarme a ti

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Y van pasando los días y no puedo evitar acercarme a ti

 

 

Aquel domingo fue un día de piques con Bruno; me buscaba la boca porque estaba cabreado y lo curioso del caso era que yo también lo estaba. No me habían gustado sus palabras y ¿qué era eso de que vivía a medio gas? ¿El título de una nueva canción de Estopa? Venga ya. Venga ya, pero en el fondo me molestaba y a quién le pica, ajos come…

La última actividad consistió en ir a una de las playas de Barcelona para realizar una especie de Olimpiadas. Formamos dos grupos, en los que Bruno y yo procuramos no coincidir. Y empezaron las pruebas de salto, de coger el pañuelo, velocidad, y otras tantas, con las que reímos, gritamos y pasamos un buen rato. Mi compañero de habitación y yo nos picábamos más de lo normal y Carla disfrutó del espectáculo. En cuanto me di cuenta, decidí ignorar a Bruno pero él siguió dándome la lata.

Y el resto del día, no fue mucho más ameno. Sofía me preguntó qué había ocurrido y se lo comenté solo por encima porque no tenía ganas de que mi mejor amiga le diera la razón. Cuando coincidimos en la habitación, Bruno me ignoró y yo hice lo mismo. Quién hubiera dicho que horas atrás esas manos recorrían mi cuerpo con maestría y ese cuerpo estaba dentro del mío.

Durante el viaje de vuelta estuve más callada de lo normal, lo sé. No podía dejar de pensar en todo lo que había ocurrido en aquella habitación y me fastidiaba bastante esa sensación de dedicarle tanto tiempo a un hombre. Pero no lo podía evitar; era como si mi cabeza hubiera dado un giro de trescientos sesenta grados y, de repente, Bruno se hubiera instalado en cada rincón de mi mente. Era irritante, cierto, pero a la vez placentero. ¿Cómo te lo comes?

Durante un rato Sofía me distrajo con sus problemas sexuales con Santi. Bueno, problemas para ella. Seguía en sus trece al pensar que debía hacer lo que a Santi le gustaba y como no le salía de natural se sentía rara e incómoda. ¿Y por qué no lo hablas con él? Si tanto le molestaba… pero vamos, como si le hubiera hablado en marciano, igual. Me miró con los ojos saliendo de las órbitas, en plan “estás loca Daniela”. ¿Cómo le iba a decir eso? Pues diciéndoselo, no te digo. Nada, que para Sofía aquello era un mal trago y hablarlo con él todavía peor. Si quieres se lo digo yo. Y nos reímos las dos solo de imaginarlo.

—Oye, sí, mira Santi, que Sofía quiere decirte guarradas y no sabe cómo. Si eso…le echas una mano…o dos… o lo que te cuelga, ya puestos…

Sofía y yo nos reímos a carcajada limpia y los demás nos pidieron que contáramos el chiste.

—A ti te lo voy a contar —le dije a Toni sonriendo.

—Daniela es muy suya, cuidadito —era Bruno al ataque de nuevo.

Los demás rieron y yo me mordí el carrillo de la boca para no soltar pestes sobre él.

—Ni caso  —me dijo Sofía.

—Es un imbécil… que folla bien, pero un imbécil al fin y al cabo.

—Pues lo que cuenta es que folle bien y que la pistola funcione. ¡Dispárame!

Nos reímos otra vez. Sofía estaba desatada.

—Así voy practicando  —dijo mientras reía.

Llegamos hacia las seis de la tarde a Atocha y nada más bajar del tren alguien me ayudó con la maleta.

—Perdone señorita, ¿me deja que la ayude?

Me giré sonriendo.

—¡Martín! —me dio un fuerte abrazo y Bruno nos miró.

—¿Qué tal enana?

—Mira, si ha venido el casero —dijo sonriendo Sofía mientras le daba dos besos.

—Menudo casero el vuestro —soltó Ruth acercándose a nosotras.

Hicimos las presentaciones correspondientes y vi que a Ruth le molaba mi amigo. Nos quedamos charlando los tres, mientras el resto se iba y Sofía se despedía de Santi. Bruno desapareció de la estación con Max y no miró hacia atrás en ningún momento. Bah, que más daba.

Una vez en casa, charlamos como descosidas con Martín, contándole todo lo que habíamos hecho en aquel súper hotel de lujo. Hablábamos interrumpiéndonos y riendo cuando recordábamos alguna de las anécdotas de aquellas actividades. Él iba preguntando y sonriendo pero en ningún momento nombró a Bruno, ¿lo ves, listo?

—Vamos a poner una peli, ¿a quién le toca escoger? —preguntó Sofía.

Nos acomodamos y pusimos la peli que escogió Martín; Sin límites. Yo ya la había visto con Rouse en el cine, en su día. Me entró morriña y me fui tumbando hasta poner mi cabeza encima de las rodillas de Martín. Me sonrió unos segundos y siguió con la película. Se me cerraron los ojos y me dormí.

Me desperté al sentir que mi pelo era acariciado y Bruno se introdujo en mí estado de duermevela. Pensé que mi reacción había sido exagerada, que podía haber dormido con él y que seguramente me acariciaría de aquel modo. Nos habríamos abrazado, besado e incluso habríamos vuelto a… a hacerlo…Madre mía, solo de pensar en Bruno dentro de mí me entraban sudores. Iba a tener que aguantarme las ganas de estar con él porque me lo había dejado muy claro y yo tampoco era de las que iban pidiendo limosna.

—¿Daniela? —oí a Martín algo lejos—. ¿Daniela?

—¿Mmm?

—Hora de dormir enana, vamos…

—Llévame, vaaaa…. —estaba zombi.

Me cogió en brazos, y diciendo que tenía mucha jeta, me llevó a mi cama. Me quedé tal cual me dejó, medio dormida.

—Vamos, Daniela, métete en la cama.

—Sí, ya voy —me levanté y nos sonreímos—Oye, Bruno…

Joder. Menudo fallo técnico.

—Ay, la hostia, Martín —lo miré espabilándome—. Ha sido un lapsus.

—Sí, seguro —dijo alzando una de sus cejas—¿Qué tal con él?

Ahí venía la gran pregunta. Al final el jodido tenía razón.

—Bien.

Y cuando yo decía bien quería decir no quiero explicar más. Y como él tampoco quiso saber, ahí se terminó el interrogatorio.

 

¿Qué hay peor que un lunes que tienes que trabajar? Pues un lunes, después de un fin de semana rodeada de lujos, polvos mágicos y amigos.

En la cafetería mis compañeros estaban resacosos del viaje pero con ganas de comentar las anécdotas del fin de semana. En general, la idea había gustado a todos y decían que no les importaría repetir. Fui a por el café y justo entonces entró Bruno, con más retraso de lo habitual y serio, muy serio.

—Mario, lo mío por favor —pidió sentándose a mi lado en la barra.

—Que cara de perro —lo dije flojo pero lo suficientemente alto para que me oyera.

—¿Qué tal tu amigo? —me preguntó con su tono de chulo.

—Sano y fuerte, gracias por el interés —le contesté sin entrar al trapo.

—Claro, lo habrás comprobado… ¿Lo sabe que pierde el tiempo contigo? —cogió el periódico y empezó a pasar páginas.

Me subió la bilis a la garganta.

—Bruno, ¿quién es ahora el niño?

Me miró cabreado, muy cabreado. ¿Pero qué le pasaba? Los enfados con el paso de las horas se difuminan, pero a Bruno le sucedía todo lo contrario.

—Tienes razón, el que pierde aquí el tiempo, hablando contigo, soy yo.

Volvió la vista a la hoja que tenía delante.

—Pues lo tienes fácil, no me hables —le contesté cogiendo las tazas que me daba Mario y yéndome hacia Sofía.

—Quien me mandará a mí liarme con crías —hizo lo mismo que yo: un murmullo que oí perfectamente.

No sé cómo no me cayó el café por el suelo de la adrenalina que recorrió por mi cuerpo al oír su comentario. Gilipollas.

En la revista, las cosas continuaron igual, sin dirigirnos apenas la palabra hasta que Jaime nos llamó al despacho. Estaba con Max, quién nos saludó con simpatía y nos informó que había estado hablando con la junta sobre un proyecto nuevo; llevar la revisa al mundo de la tecnología, o sea, crear Tuespacio on line. No iba a ser la típica revista semanal o mensual, sería una revista que se actualizaría día a día, con lo cual, aquellos artículos y columnas más leídos perdurarían más días y los otros se irían sustituyendo. Por supuesto, estaría abierta a comentarios y réplicas por parte del público lector.

Los escuché atenta y lo único que vi fue mucho más curro y el peligro de que de allí solo saliera un churro. Lo dije tal cual y Max me sonrió diciéndome que estaba todo pensado y que iban a aumentar la plantilla. Antes de comentarlo con los demás querían saber nuestra opinión, eso lo primero. Y lo segundo, si estábamos dispuestos a mantener una especie de batalla entre nosotros dos en la red. En vez de replicarnos mensualmente, sería casi a diario y con argumentos más cortos, pero más cañeros. Yo representaba el mundo femenino y él el masculino. ¿Qué nos parecía? Bruno no se lo pensó nada y dijo que podía ser divertido. Yo solo dije que podíamos probar pero que no lo veía tan claro. Lo demás sí me parecía interesante, una revista paralela en la red podía ser interesante.

A la media hora, nos convocaron en la sala y Jaime, junto a Max, expuso aquella idea que fue acogida por la mayoría con entusiasmo. En una semana tendríamos entre nosotros un par de informáticos expertos en la materia y tres periodistas más. La familia crece, pensé.

Y tal cual, el viernes de esa misma semana Jaime hizo la presentación. Los informáticos Adrián y María, y los tres periodistas, Natalia, Álex y Enrique. Jóvenes, dinámicos y con ganas de comerse el mundo.

Les hicimos sitio en la revista y en nada se acomodaron entre nosotros, siguiendo nuestras rutinas familiares de desayunar y comer juntos. Cuando les informamos que también salíamos de vez en cuando juntos, creyeron que bromeábamos. Natalia le hacía ojitos a Bruno y Enrique me los hacía a mí. Adrián, aunque emparejado, se quedó prendado de Sofía, cosa que no le agradó a Santi.

Con todo habían pasado un par de semanas desde que Bruno me había marcado, porque no puedo decirlo de otro modo. Dos semanas durante las que me vi incapaz de acostarme con alguien. ¿Por qué? Pues muy bien no lo sé: miedo a ver a Bruno mientras me tiraba a otro, miedo a compararlos a todos con él, miedo a que ahora nadie estuviera a la altura y todo me supiera a poco…. Tantos miedos que lo mejor era no mover ficha y así no se harían realidad. Era una buena técnica: ojos que no ven, corazón que no siente. Así que otro fin de semana sin catar a nadie.

Y encima, aquel lunes comenzábamos a publicar en la revista on line. Jaime había repartido los trabajos y algunos, como Sofía, Bruno o yo, debíamos trabajar en ambos proyectos, aunque con menos trabajo en la revista mensual, trabajo que se llevarían los nuevos claro.

“No entendemos esa manera vuestra de querer agradar a todas. Sonrisas, coqueteos y buenas maneras. Y después con tu pareja, sacándote los mocos y rascándote los huevos, por decir algunas de las muchas cosas. Me parece perfecto que seas don Simpatía pero piensa primero en ser Simpático con tu pareja, estaremos todas muy agradecidas.” @danielatuespacio.

Ahí estaba mi primer escrito en la revista on line. Ahora le tocaba a Bruno.

Aquel día, fui la primera en bajar a la cafetería y nada más entrar vi a la chica del pelo corto que acompañaba a Bruno aquel día en el cine. Me miró y creo que me reconoció pero no nos dijimos nada. Me senté en una de las mesas y me puse a leer una de las revistas que había por ahí.

—Hola, perdona —levanté la mirada y tenía frente a mí a aquella chica—. ¿Eres Daniela?

Me fijé que de cerca se parecía mucho, pero que mucho a Bruno. Ojos oscuros, boca perfecta y el pelo con algún reflejo.

—Sí, la misma. ¿Eres Andrea? —me arriesgué a preguntar sabiendo que sería ella.

—Sí —dijo sonriendo—. ¿Puedo sentarme?

—Sí, claro —respondí curiosa por conocerla—. Ahora vendrán tu hermano y los demás. Yo he terminado antes y me he ganado cinco minutos de descanso.

Sonrió y me miró con interés. ¿Qué sabía ella de mí?

—Bruno está encantado trabajando ahí y bueno, me ha hablado de todos vosotros. De unos más que de otros —añadió risueña.

—Ya —no quise decirle que yo sabía muy poco de ella pero que lo que sabía era bastante heavy.

—Te he recordado del día del cine, me explicó quién eras.

—Sí, sé que además de hermanos, sois amigos. O eso es lo que él me ha dicho.

—Sí, es cierto. Bueno, es que somos mellizos y hay cierta…conexión o llámalo como quieras. Confiamos el uno en el otro.

—¿Mellizos? No lo sabía.

—Sí.

—Debía robarte los biberones, fijo —le dije bromeando y las dos nos reímos.

En ese momento entró la tropa y Andrea saludó a Bruno con la mano. Él miró extrañado al vernos juntas, claro. Se saludaron y Bruno la presentó al resto de los compañeros.

—¿Quieres que nos sentemos en otra mesa? —oí que le decía él.

—No, no hace falta. Hablar con gente me irá bien.

Supuse que aquel comentario hacía referencia a todo lo que le había ocurrido a Andrea con su ex. Me costó verla como una maltratada porque parecía una chica con carácter, como su hermano.

—Oye Daniela, me encanta lo que escribes —dijo sonriéndome otra vez—- Creo que rompes con muchos estereotipos que tienen sobre nosotras.

—Gracias, eso intento aunque a veces a algunos les siente mal.

Andrea miró a su hermano, que estaba a su lado, y se rio. Él la miró con cariño y le devolvió el gesto.

—Es toda fachada Andrea, no te la creas. En el fondo es una romántica que espera a su príncipe azul —dijo Bruno bromeando.

Nos reímos con ganas y yo la primera.

—En un caballo blanco, no lo olvides  —añadí riendo.

—Y con un enorme ramo de rosas —siguió Andrea dirigiéndose a mí.

—Con una Visa oro asomándole de su camisa impecable —le dije a Andrea.

—¡Y un buen paquete, eso también!

Soltamos las dos una buena carcajada y Bruno rio con nosotras. Me gustó verlo así de relajado.

—Menudo par —dijo él.

La comida con ella fue muy agradable y nos gustamos mutuamente. Tenía cinco años más que yo, pero tenía un deje de inocencia que no poseía su hermano. Me hubiera gustado intimar más con ella, saber su historia y poder, no sé, echarle un cable con lo suyo.

—Oye Andrea, ¿te apetece salir un día? —se lo pregunté porque sacó a colisión que hacía meses que no salía de fiesta.

—¿De noche? —preguntó Bruno como si fuera su padre.

—De día no abren los pubs —le dije sonriendo.

—Me encantaría —respondió ella eufórica—. Nada de alcohol —se dirigió a su hermano y yo no pregunté el porqué.

—Pues si te apetece este viernes no tengo nada qué hacer —le dije.

—¿Qué pasa este viernes?  —preguntó Toni poniendo la oreja. Me daba en la nariz que Andrea le había hecho tilín.

—Toni, salida de chicas, así que si no te has operado olvídalo —le solté y nos reímos.

—Nos discriminan por el sexo Toni, después dicen…

—Bruno, pues salimos de pesca tú y yo —le dijo Toni.

—¿De caña y anzuelo? —preguntó Bruno para aclarar si la pesca era metafórica o real.

—Sí, y con tu gusano —. Nos reímos los cuatro y Toni añadió—De marcha, salir, fiesta, esas cosas…

Andrea y yo acabamos de hablar del tema y nos despedimos dándonos nuestros teléfonos.

Al entrar en la oficina Carla me soltó uno de sus comentarios groseros con la idea de fastidiarme por haber estado tan cercana con la hermana de Bruno. Pero lo que ella no sabía que a mí eso me daba igual, si yo quería algo de él, no iba a buscar intermediarios. Andrea me había caído bien y punto. No necesitaba buscar amigas, porque ya las tenía, ni necesitaba hacerme amiga de la “hermana de”. Había sido igual de simpática con ella como lo hubiera sido con otra, excepto que esa otra no quisiera conocerme, como le pasaba a Carla. 

—Perdona Daniela —era Natalia, una de las periodistas nuevas.

Rubia, alta y guapilla, con un estilo hípster al vestir.

—Dime —estaba con Toni charlando y me fui hacia ella.

—¿Puedo saber si tú y Bruno…?

—¿Qué?

Ya sabía a qué se refería pero quise que lo dijera.

—Si salís o estáis juntos o enrollados.

Lo miró con ojos de viciosa y me molestó.

—¿Con quién quieres liarte? ¿Con él o conmigo?

Me miró sorprendida.

—Si es con él, vas y se lo preguntas. Le gustan las cosas claras, eso sí te lo puedo decir.

—Ehm, gracias.

Que pesadilla con Bruno. Carla, Natalia y vete a saber cuántas más. Y todas dándome por saco. La vi ir hacia él, contoneando su culo y puse los ojos en blanco. Prefería no mirar pero no pude evitar hacerlo. Bruno era simpático con todas, era así, y aunque sabía qué buscaban de él, hacía ver que no se enteraba y así se escaqueaba de decir: lo siento, no. Le rio las gracias, y ella se sentó en mi silla, coqueteando y mostrando escote. Y me salió la vena: directa hacia allí. Con un “perdona Natalia”, que quería decir: petarda sal de aquí, hice que saliera de mi lugar de trabajo. Bruno rio por lo bajo y lo miré mientras Natalia se despedía de él. ¿Celosa? preguntó sonriendo. Pero ¿qué dices? Celosa yo, ¡ja!

Abrí la revista para ver si el amigo había respondido, y por supuesto no había tardado nada. En mi escrito había muchos comentarios de chicas que me daban la razón y otros tantos, la mayoría chicos, que no estaban de acuerdo.

“Podríamos ser más simpáticos chicos, si no tuviéramos delante ese pijama de felpa que duele a la vista o esa mascarilla con pepinillos en los ojos, ¡susto! ¿Dónde están aquellos tangas de encaje? ¿Y esa faldita que nos vuelve locos al veros andar? Y no es que queramos agradar a todas, es que agradamos, sin más.” @brunotuespacio.

Una avalancha de comentarios también había completado su escrito. Bueno, todo aquello no iba por mí, eso estaba clarísimo.

Más tarde, Jaime me pidió que Toni y yo hiciéramos unas fotos para subirlas a la revista y al regresar estuvimos liados escogiendo las más interesantes. Toni me mandó que revelara un par de ellas mientras él trabajaba con la nueva, María. Me metí en el cuarto oscuro y hacía un calor horroroso allí dentro, como siempre. Ese junio estaba haciendo ya mucho calor en Madrid. Me enrollé la camiseta por encima de la cintura, como si llevara un top, y me puse a disfrutar de aquel arte. Era minuciosa y cuidadosa, con lo cual me salían perfectas. De ahí que Toni confiara plenamente en mí. Miré el reloj de la pared y vi que habían pasado casi veinte minutos de la hora de la salida. No pasaba nada, cinco minutos más y estaría terminado. Salí un momento para ir a por mí botellita de agua y vi a Bruno todavía en su ordenador. Me miró, con los cascos puestos, y se fijó en mi estómago desnudo y en mi pelo pegado a la cara. Bebí, pasando de él, y volví al cuarto. Miré mi trabajo y sonreí satisfecha. Bien.

Fui al baño a asearme y me crucé de nuevo con Bruno. Me bajé la camiseta viendo dónde miraba.

—Deja de babear —le dije para picarlo.

—Y tú deja de provocar —me dijo serio.

—Estoy trabajando —le repliqué.

—¿Medio desnuda? —Preguntó con ironía deteniéndose delante de mí.

—Yo no hago las cosas a medias, ya lo sabes —apreté mi boca y me la miró.

—Eso lo pensarás tú —dijo con rapidez—. Porque te recuerdo que para mí sí haces las cosas a medias.

Sí, ya, claro.

—Bruno, tú problema es que estás demasiado habituado a que todas perdamos el sentido por ti.

Me miró con una media sonrisa.

—¿Te incluyes?

—Por supuesto que no.

—¿Así que no piensas en Barcelona? ¿En lo que pasó allí?

Tanto que no había ni podido meter otro tío en la cama.

—Algo recuerdo —le dije haciéndome la tonta y Bruno rio.

—Lástima que no se vaya a repetir, ¿verdad?

Lástima y de las grandes.

—Dicen que no se puede tener todo en esta vida.

—Ahí te equivocas, pero ya crecerás —Su tono prepotente volvía a la carga.

—Ya te llamaré cuando lo haga —le repliqué recordando sus palabras.

—Quizás no te coja el teléfono pero siempre puedes tirar de otros.

Lo miré con rabia por sus insinuaciones.

—No te preocupes, que por eso no habrá problema —le dije yéndome enfadada, sobre todo conmigo por dejarle ver que me importaba lo que me decía.

—Ya, Enrique es el siguiente de la lista —lo oí porque estaba atenta a su réplica pero habló para él mismo, muy flojo.

—Oye Bruno —se giró y fui hacia él hecha una furia—. Deja de juzgarme como si fueras alguien en mi vida. Tú y yo solo hemos follado, ¿te queda claro?

—Sí, claro, es lo único que sabes hacer.

Joderrrrrrrrrrrrr.

Le señalé con el dedo en su pecho.

—Y tú eres un…

Cogió mi mano al vuelo y me empujó hacia él. Las palabras se me quedaron en la garganta. Él aprovechó mi indecisión para cogerme por la cintura con su otra mano. Parecía que queríamos bailar una de esas canciones lentas.

—Daniela…

Mi nombre se perdió en su boca mientras buscaba la mía. Nos besamos pero sin rabia ni desespero, sino todo lo contrario, con una tranquilidad pasmosa.

Como si nuestros cuerpos se conocieran mejor que nosotros mismos. Saboreé su lengua experta y pensé que podría quedarme horas besándolo de aquella forma tan…especial. Nos separamos del mismo modo, despacio, mirándonos a los ojos. Sentí un latigazo en mi interior, como si tuviera hambre por no comer durante días, hambre de Bruno. Y me separé de él, con brusquedad. Sonrió victorioso y se marchó. Entré en el baño aturdida aún por la sensación y me refresqué. No me gustaba un pelo estar bajo el influjo de Bruno. Pero cuanto más me alejaba de él, más cerca me sentía. Más pensaba en él y más ganas tenia de catarlo de nuevo. Lo sabía, sabía que no debería haberme acostado con él. En fin, a lo hecho pecho.

Damián me llamó a última hora y decidí tirarme a la piscina. A ver si de un polvazo me quitaba a Brunito de la cabeza. Tomamos una copa en su piso después de una cena bien servida por él, nos metimos en su cama, desnudándonos mutuamente y gimiendo de placer…pero un placer, como decirlo, un placer al que le faltaba algo. A ver, para que nos entendamos: te pruebas un vestido de Gucci, te sienta como un guante porque está creado a conciencia, y ya no hay vestido que valga. Puedes recorrerte todas las calles de Madrid, que el vestido tiene que ser ese.

Afortunadamente, Damián no notó nada, todo estaba en mi cabeza y no tuve que dar explicación alguna. Me fui como siempre, con prisas pero esta vez preocupada ya por el asunto. Lo había hecho con Bruno solo tres veces pero todas de muy distinta forma y, en cada una de ellas, había llegado a saborear el sexo servido en un plato de alta cocina. Bruno había cambiado algo en mí. Debía reconocerlo pero ¿qué hacer?

El martes no fue mucho mejor que el lunes, la verdad. Comencé con la réplica a Bruno en la revista on line pero no estaba inspirada, así que me dediqué a otro artículo, a ver si se me pasaba la tontería. Me interrumpió Enrique, para preguntarme si yo tenía el documento sobre la Fashion Week. Otro que no sabía lo que era el correo interno. Y no, eso es cosa de Carla, la que siempre lleva mallas. Me miró sin disimulo y le pregunté si quería algo más.

—Pues sí, pero te lo pregunto a la salida —dijo chuleando.

Uy, mira que gracioso. Le sonreí y no le di pie a más. Se fue silbando y Bruno lo miró. ¿Celoso? Le solté devolviéndole la jugada. Puede, dijo mirándome. Joder con Bruno, no le importaba mostrarse vulnerable y eso me desmontaba todos los esquemas. Pues no tienes porqué, le respondí muy segura, sabiendo que Enrique no tenía nada qué hacer conmigo. Aquel tío olía a relación seria, larga y aburrida.

—Me alegras el día  —dijo con su habitual ironía.

—Me alegra alegrarte el día —le repliqué.

—Pero me lo alegran más tus piernas —miró con descaró y me reí—. Joder, Daniela, ¿por qué no te ríes así siempre?

Fui callando mi risa para observar cómo me miraba.

—Perdona, pero yo me río mucho y en muchas ocasiones. Lo que pasa es que contigo tengo que estar a la defensiva. Además me atacas, me atacas a la que puedes porque no quise dormir contigo.

Me miró pensativo.

—Porque no entiendo tu postura, no entiendo que no pudiera abrazarte, o que no lo quisieras. No entiendo esas manías. Y como dices que no has tenido relaciones no encuentro el porqué de ese rechazo. Y un porque no, no me vale, a estas edades no me vale.

—Lo dijiste tú mismo, porque no me apetece pringarme más.

—Lo jodido es que no sabes ni lo que te pierdes.

—¿El qué? ¿Unos meses de perder el culo por ti, después pelearnos y acabar como el rosario de la Aurora?

—A ver, Daniela, ni es tan simple ni tan malo. ¿Es que no ves parejas que disfrutan estando juntas, planeando su futuro, compartiendo intimidad?

—Sí, claro, a Sofía misma. Fíjate, seis años y ahora el otro que la persigue como el acosador de Mientras duermes.

—¿Están separados tus padres?

—No.

—¿Ves?

—Mis padres son…mis padres y son de otra época. Es distinto.

—¿Son infelices?

—No.

—Pues ya está. Si quisieran no estarían juntos, y lo están, como los míos y como muchas otras parejas. Huyes de las complicaciones y yo a eso lo llamo ser cobarde.

No sabía si mandarlo a paseo, ignorarlo o darle la razón. Y opté por la última.

—Muy bien, soy una cobarde. ¿Y ahora qué?

—Pues tú misma —dijo sin más, como si no le importara—. Cuando salgas con mi hermana, el viernes, no le metas ideas de esas en la cabeza.

—No te preocupes, no voy dando sermones como tú —le solté.

—Y que no beba alcohol porque toma medicamento —ignoró al completo mi comentario y se puso los cascos para seguir trabajando.

Miré su perfil, tan….uffff….tan jodidamente guapo el mamón este. Y me obligué a fijar la vista en mi ordenador para escribir mi réplica.

“¿Tangas? ¿Falda corta? Pero si sois incapaces de ver a un palmo que llevamos un peinado nuevo porque estáis demasiado concentrados en ver el partido de futbol que “no puedo perderme por nada del mundo”. Una se pasea con ropa de Intimissimi por delante de un chico y gana la camiseta de rayas blancas y verdes. ¿Cómo se entiende eso?” @danielatuespacio.

A mediodía, en la cafetería hubo un gran debate sobre mi escrito y Bruno y yo los escuchábamos con mucha atención.

—Es verdad, si hay futbol olvídate de los tíos.

—Hombre, hay partidos y partidos.

—Da igual lo que te pongas, no te ven. Es verdad Daniela.

—Joder, será que no hay horas durante el día que tiene que ser cuando hacen futbol.

—Tantas horas no hay listillo.

—Eso, eso, y si encima pierde su equipo ya ni te digo. Ya puedes apañarte sola.

Un corrillo de risas y siguieron con la charla. Me gustó que creáramos polémica y Bruno me miró, alzando las cejas.

Una vez arriba, supe que ahora escribiría él pero antes hizo su comentario:

—Dudo que alguien prefiera un partido de futbol a ti.

“Hay tiempo para todo: para el partido y para esa ropa interior, así que ¿por qué no hacemos una cosa detrás de otra? Porque si nos ponemos así, podemos aparecer en medio de una sesión de charla de chicas y pasearnos con un bóxer Calvin Klein marcando paquetillo. Por cierto, ¿de qué habláis tanto? Si ayer mismo ya lo hicisteis…” @brunotuespacio.

Me reí al leerlo. Ambos habíamos bajado el nivel de tensión lo que acababa convirtiendo el escrito en algo divertido. Estábamos usando nuestro ingenio de otra manera y me gustó ese pique con él, un pique nada dañino. Lógicamente nuestros comentarios eran constantemente bombardeados y Jaime estaba que se salía de contento. Nos llamó al despacho y nos felicitó, cosa que agradecimos.

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