Damian

Damian


Capítulo 24

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Capítulo 24

Blanca

Abro los ojos, pero estoy confundida. Lo último que recuerdo claramente es la presencia de Julián en mi departamento cuando regresé del hospital. El recuerdo de su voz resuena en mi mente causando un dolor sordo, como si tuviera una daga atascada en mi cerebro. Miro a mi alrededor y me encuentro en mi antigua habitación, en Villa Cortés. Intento levantarme, pero estoy atada. De repente, la ira y el miedo se apoderan de mí. Tiro de las cuerdas con fuerza, pero no es suficiente, levanto las piernas por encima de mi cabeza y levanto la cabecera de la cama, el ruido que hace la madera al golpear la pared me despierta por completo del entumecimiento y empiezo a tirar con más fuerza. Noto la presión alrededor de mis muñecas y las cuerdas entrando en la carne, pero a pesar del dolor sigo. Quiero salir de aquí, no permitiré que ese hombre se me acerque.

—¿Quieres que te libere? —pregunta sarcástico.

Esa voz, ahora presente y real, me petrifica, pero no es el momento de ceder. No quiero que sienta mi miedo porque podría excitarle aún más.

—Julián, libérame —ordeno con firmeza.

Mirarlo a los ojos después de tanto tiempo, desata en mí el mismo terror violento que sentí por él hace años. Julián es un asesino a sueldo que mata a sangre fría, pero también es un bastardo sádico que disfruta viendo a sus víctimas aterrorizadas.

—Te extrañé —susurra mientras se acerca a mi oído.

Pero a mí la respiración está empezando a fallarme, pero tengo que encontrar el valor. Le devuelvo una mirada amenazadora y respondo con desdén: —No puedo decir lo mismo.

Escucho sus dientes rechinar, está visiblemente alterado. Suficiente para hacerme retroceder en el tiempo.

Siete años antes

Estoy siendo arrastrada del pelo por el pasillo hasta el baño, mis gritos no detienen a Julián que está furioso porque traté de esconderme para evitarlo.

—¡Desnúdate puta! —grita empujándome contra las baldosas.

Desesperada, me acurruco en la ducha sin seguir sus órdenes.

—Por favor, para —suplico sollozando.

He estado en manos de un monstruo desde hace veinticuatro horas, ha violado mi cuerpo, mi mente y finalmente destruyó mi alma. Sabía que era de poco valor para mi padre, pero no pensé que él llegara a verme como una moneda de cambio insignificante.

—Desnúdate —repite tomándome del pelo y obligándome a levantarme. Ahora estamos cara a cara, quisiera ser más fuerte para rebelarme, pero la única forma de acabar con esta historia sería matándolo y no puedo hacerlo, no soy como “ellos”, yo no mato.

—¿Por qué yo, Julián? —pregunto de mala gana quitándome la camisa.

—Porque eres lo que no debe existir —responde tocando mis labios con el pulgar—. Tomé tu inocencia ... Dime Blanca, ¿cuánto me odias por ensuciarte?

Me quito los pantalones cortos mientras una nueva determinación se abre paso en mí, recta como una espada. Recuperaré mi libertad a costa de morir.

—Puedes destruirme, pero no puedes doblegarme a tu voluntad para siempre —respondo con firmeza. Julián se ríe divertido de mis palabras, su mirada se vuelve seria y declara—: Te destruiré y reconstruiré perfecta, sólo entonces me querrás tan desesperadamente como te quiero ahora —sentencia abalanzándose sobre mí para tomar, una vez más y sin permiso, mi cuerpo.

Vuelvo al presente cuando escucho que Julián se sube a la cama y se sienta a horcajadas sobre mí.

—Deberías saberlo Blanca, me encanta cuando te pones difícil —anuncia satisfecho, levantándome la camiseta y el sujetador.

Tiemblo consciente de sus intenciones y grito tratando de liberarme mientras sus manos envuelven mis pechos. —¡Eres un monstruo, Julián!

Se ríe mientras dice: —Puedo ser un monstruo, pero tú me perteneces y hago lo que quiero contigo.

—Nunca he sido tuya, desgraciado —siseo. Pateo y lucho debajo de él, pero no puedo detenerlo. Veo los músculos de su rostro contraerse, sé que he liberado toda su ira. Se desabotona los pantalones y saca su miembro ya erecto.

—Abre la boca, como una buena chica —dice acercándolo a mi cara.

Cierro los ojos y aprieto los labios, suplicando mentalmente que alguien venga a salvarme. Sé que estoy atrapada, pero no dejaré que vuelva a abusar de mí.

—Maldito bastardo, te juro que te lo arranco —digo entre dientes mientras frota su miembro en mi cara.

—He sido el primero en deleitarme con tu carne, ¿recuerdas? —pregunta persuasivo mientras frota la punta de mis labios—. Como buena chica, chúpala bien.

Tengo ganas de vomitar, pero no me rindo.

Abro los ojos de golpe mientras él agarra mis mejillas y presiona con sus dedos tratando de obligarme a abrir la boca. —¡No haré eso! —grito sacudiendo violentamente la cabeza.

Cuando se da cuenta de que no puede conseguir lo que quiere, me abofetea con tanta fuerza que me duelen los huesos.

—Abre. Esa. Mierda. De. ¡Boca! —ordena.

Lo miro y mis ojos se inundan de lágrimas que me delatan.

Me devora el miedo.

—Está bien Blanca, hagámoslo más interesante. A mí me gustará más, quizás a ti te gustará un poco menos ... —Cuando le veo tomar la pistola en la mano, tiro fuerte de las cuerdas haciendo que me sangren las muñecas.

Me matará si no hago lo que dice. ¿De verdad voy a morir?

Cuando el frío metal del cañón toca mi frente, contengo la respiración y cuento.

Uno, dos, tres: ¿disparará? Cuatro, cinco: ¿moriré? Seis siete Ocho...

El estallido del disparo está tan cerca de mi oído que me deja sorda, escucho sólo un silbido largo y la cabeza ligera como si estuviera llena de algodón, pero esto me hace darme cuenta de que sigo viva.

—Mírame puta y dime que me perteneces. —La voz de Julián llega de lejos.

No lo haré nunca más. Tomó lo que quería sin mi consentimiento, trató de quitarme mi voluntad, pero la recuperé y logré forjar una nueva persona en mí. Con el tiempo, no sólo he reconstruido cada pieza que me quitaron, sino que he creado una armadura indestructible. No permitiré que nadie me aniquile, pero aun así, le entregaría mi corazón mil veces a Damian, aun sabiendo que lo haría pedazos.

—¿Cómo puedes querer a alguien que te odia? —pregunto a Julián en voz baja. No responde, sigue tocándome con la pistola como si fuera su mano, la noto en mi cuello. Su boca se abalanza sobre la mía.

—Cuando pasas toda tu existencia siendo odiado, comprendes que en esencia, nada cambia. Podrás odiarme por la eternidad, pero puedo hacer lo que quiera contigo. Pierdes el tiempo con sentimientos, estoy a favor de los hechos.

Me agarra la cara con arrogancia y me besa de nuevo. Por mucho que intente apretar los labios, se las arregla para robarme la boca.

Mi estómago se contrae cuando pruebo su sabor. —Yo nunca seré tuya. ¡Mi corazón, mi cuerpo, cada pequeña célula que me compone, pertenece a otro! —grito tratando de liberarme. Tirando de mi cabello, me obliga a mirarlo a los ojos y hace lo que mejor sabe hacer: me golpea con fuerza.

—¡Me perteneces! —Truena su voz agarrando mi barbilla.

Le escupo en la cara decidida a acabar con todo. Prefiero morir antes que seguir teniendo sus manos sobre mí.

—Pertenezco a Damian Montero. —O al menos, todavía desearía que fuera así.

Muerde mi labio inferior con sus dientes haciendo que sangre mientras su mano se estira para apretar mi cuello. —Sólo yo puedo tenerte Blanca. Sólo yo. —Suelta justo a tiempo para no estrangularme por completo. Respiro hondo mirándolo con ira, con la intención de echar leña al fuego—. Damian ha recibido de mí todo lo que tú me has arrancado a la fuerza en el pasado. ¡Lo quería y lo elegí, mientras que tú me enfermas!

Otra bofetada me golpea, haciéndome contener la respiración, pero no me rindo.

—Estás solo Julián, estás desesperadamente solo porque a nadie le importas una mierda, ni siquiera a mi padre. Eras su mano derecha, pero no significabas nada para él. Apuesto a que nunca te dijo que Damian era su hijo.

Miro su cara de asombro.

¡Bingo!

—¿Qué carajo estás diciendo? ¿Estás inventando historias absurdas para confundirme, Blanca? Nada puede hacer que me rinda contigo, ¡eres mi premio!

Me río histéricamente mientras paso mi lengua por la herida del labio.

—Eres tonto. Te usó, como a todos.

Julián explota con toda su furia y estoy dispuesta a sufrir las consecuencias.

La cabeza se vacía, el cuerpo ya no siente nada cuando sus puños se desatan sobre mí, sólo quiero que todo termine rápido.

Cierro los ojos y trato de pensar en lo que la vida me ha dado de hermoso y la única imagen que emerge en mi mente es Damian. Floto en la nada y veo su rostro, veo aquellos ojos que me miran como si yo fuera especial. En un universo paralelo, tal vez, hay un Damian diferente y una Blanca que no han pasado por todo lo que nos marcó; me los imagino sonrientes y libres para amarse. Mi vida ya no importa, pero mi alma siempre será de Damian. Lástima que no quisiera creer en nosotros. Ambos perdimos la única oportunidad de ser felices.

Damian

Un ruido proveniente de la cocina me despierta. Todavía no me he levantado de la cama y ya estoy cabreado. Levanto la sábana perjurando y decido poner fin a la causa del problema de una vez por todas.

Abro la puerta y veo a esa gran gilipollas de Kris sentado tranquilamente en la mesa mientras desayuna.

—Te quiero fuera de mi vista hoy.

Kris muerde una rosquilla y bebe café ignorando completamente mis palabras.

—Dicen que aún no se ha encontrado el remedio para el dolor del amor —comenta hojeando el periódico.

—¿Por qué sigues aquí? Te postulas para el Senado, ¿no deberías participar en los debates, estar abajo, entre la multitud y besar la cabeza de algún mocoso? —pregunto enojado mientras avanzo hacia el refrigerador para agarrar el jugo de naranja antes de que nuevamente se lo beba todo.

—No te dejaré solo hasta que te calmes y ...además necesitaba alejarme de Florida —dice en confianza.

—Podrías haber ido con Carlos y de todos modos estoy tranquilo, no entiendo por qué crees que no lo esté.

Me mira de reojo y dirige su atención al periódico: —Si estuvieras tranquilo, no habrías destrozado todos los equipos de tu gimnasio después de salir del hospital. Incluso cortaste los sacos a cuchilladas.

Siempre metiendo el dedo en la herida, ¿eh Kris?

No podía controlarme, estaba enojado, no esperaba que Blanca renunciara a mí después de lo sucedido. Cuando llegué a casa y vi el lugar donde la conocí, donde todo comenzó, me volví loco. Destruí todo, pero no he borrado el recuerdo de nosotros. Sin ella, ya no hay ningún lugar que pueda considerar mi hogar.

Tomo un largo sorbo de jugo directamente de la botella y me echo encima la mitad. —Mierda. —Este día empezó de la peor manera.

—Hace un mes que estás así. Escuché de Carlos que ella salió del hospital ayer, ¿por qué no intentas llamarla? Se atreve a decir mientras sigue tragando rosquillas.

—Y tú llevas aquí cinco días y aún no te has decidido desmontar el campamento —respondo malhumorado mientras trato de limpiar la mancha con un trapo. Es inútil, maldita sea. No se va, es como si Blanca no quisiera salir de mi cabeza.

El enfado vuelve, últimamente me visita muy seguido e inevitablemente, pierdo el control. Me quito la camisa y la tiro al suelo maldiciendo en voz baja.

—Voy a dar un paseo, deberías lavarte porque hueles a perro mojado. —con esas palabras sale de mi casa.

—Yo no apesto —gruño enojado.

Me huelo la axila y me miro con horror en el espejo de la entrada.

¿Cómo diablos llegué a esto? Huelo como un vagabundo y de hecho, no recuerdo la última vez que me cambié de ropa. ¡No es normal en mí, carajo! El teléfono empieza a sonar antes de entrar en la ducha. Un presentimiento siniestro me sorprende de repente y me acelero para responder.

—Damian malas noticias —comenta Carlos; suspira y continúa—: Aparentemente Taylor se ha convertido en el nuevo líder del clan Rojo. Acabo de recibir una llamada de su brazo derecho, Julián. La secuestraron, Damian, se llevaron a Blanca.

La sangre palpita en mis venas a medida que aumenta la tensión. Julián tomó mi mariposa, de nuevo. Sé lo que le hizo en el pasado y cuando ese hombre caiga en mis manos, pagará por cada acción.

—Tengo que encontrarla, Carlos —declaro desesperadamente mirando al vacío.

—Sé dónde está, pero necesitamos tiempo para descubrir cómo liberarla.

—¡No tenemos el puto tiempo! ¡Le hará daño y no puedo permitirlo! —grito fuera de mí.

—Cálmate. Ella está oculta en Villa Cortes; ese lugar es como una maldita fortaleza, tenemos que organizarnos —explica con calma.

—¡Mierda! —grito, rompiendo la puerta del dormitorio de un puñetazo.

—Tan pronto como tengamos un plan, atacaremos. Intenta mantener la calma y no seas tonto, salvaremos a Blanca, es una promesa.

Saberla en manos de ese monstruo me mata, cada segundo que pasa es tiempo perdido, pero Carlos tiene razón. No tendría ninguna posibilidad si fuera ahora y menos solo.

Si no hubiera sido tan cobarde como para dejarla ir, ahora estaría a salvo conmigo.

—Te llamaré tan pronto como haya noticias.

—Rápido Carlos, Dios sabe lo que le están haciendo ahora mismo.

La desesperación se apodera de mí, no puedo evitarlo. Empiezo a romper todo lo que aparece frente a mí y no voy a parar. La dejé ir sabiendo que la amaba porque soy demasiado cobarde para admitirlo.

Mataré a cualquiera que se interponga entre ella y yo, y si le han tocado tan sólo un pelo, no responderé de mis acciones. Ella es mía, nadie tiene que lastimarla.

 

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