Cristina

Cristina


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Replicó Cristina riendo, luego desprendiéndose de la mano de Paul fue hacia donde estaba el padre Anselmo y le plantó un beso que cada mejilla diciéndole.

–Yo soy Cristina, tengo mucho gusto en conocerlo y de entrada le doy las gracias por haber aceptado casarnos.

Paul la alcanzó y pasando su brazo sobre los hombros de Cristina le dijo.

–No vuelvas a irte de mi lado así como lo has hecho, nunca más.

Bromeaba, pero a Cristina le pareció oír también un matiz de posesión en la voz del muchacho.

–Hola padre, como esta.

–Pues ya ves, tenía razón cuando eras chico y te decía que yo te casaría, te acuerdas.

–¿Qué si me acuerdo?–Dijo Paul ahora dirigiéndose a Cristina

–Este buen párroco que vez aquí, me quería casar con una loca que vivía en la playa y de la cual todos los niños huíamos cuando aparecía. ¿Qué fue de la vida de Cunda?

–Cunda está más cuerda que todos nosotros juntos. Al final se juntó con uno de los pescadores del puerto y se tranquilizó. Ahora sus hijos viven en el continente y es toda una señora. –Contestó el cura.

Cristina miraba hacia todos lados como queriendo abarcar con la mirada todo cuanto la rodeaba para guardarlo en su infinita memoria y nunca olvidar estos instantes, cuando estaba a punto de ser la esposa de Paul. Gracias papi, dijo mirando al cielo, cosa que no paso desapercibida para el cura.

–¿A quién le hablas criatura, a Dios?

–Bueno, él debe estar oyendo también pero yo le hablaba a mi padre, yo creo que toda esta felicidad en gran parte se la debo a él, y a mi madre también, ellos son los ángeles que cuidan de mí aquí en esta vida.

–De ahora en adelante te cuidaré yo.

Le dijo Paul atrayéndola hacia él y besándola apasionadamente en los labios sin ni siquiera darse por enterado de la presencia de los demás. Era como si viajara en una nube de un planeta lejano donde solo existían él y Cristina; como la quería, como podría haber vivido tanto tiempo sin ella. Sentía que se le partía el corazón cuando tenía que mirar otras cosas que no fueran sus ojos, o usar su boca para otra cosa que no fuera para besarla; podría vivir por una eternidad alimentándose de los besos de esta maravillosa criatura.

–Ya veo lo que quieres decir viejo amigo. Arriba muchachos que hay que casarlos pronto.

 

♣♣♣

 

La construcción de la Iglesia de San Ignacio comenzó en el año 1895 por ordenes directas de Roma, tras la mediación del entonces primer Cardenal Criollo, Eduardo Pérez Serantes, quien en su primer viaje a las Américas tuvo la suerte de parar en aquella maravillosa isla de la cual se enamoró, su ascensión en la jerarquía eclesiástica le impidió ser párroco de la misma, sin embargo se las arregló para que uno de sus seminaristas preferidos, Anselmo Rodrigo de Hidalgo, lo fuera.

El edificio de la Iglesia se componía del templo parroquial, el patio, la torre del campanario, la sacristía y las habitaciones privadas del padre Anselmo. El templo parroquial abarcaba una superficie de aproximadamente cinco mil metros cuadrados, las paredes laterales se vestían con Vitrales traídos de Guipúzcoa, España, que narraban el Vía Crucis. El vitral principal del fondo coronaba el altar. A los costados del altar se erguían dos capillas, a la derecha la Capilla Bautismal de la Caridad, donada por la familia Montenegro y a la izquierda la Capilla de Santa Barbará. La sacristía quedaba al lado derecho de la parroquia, y se componía de dos habitaciones amplias, una de trabajo y otra de archivo. El patrio parroquial se enclaustraba entre estas dos edificaciones y se cubría con una enredadera de uvas que proporcionaban sombra durante los calientes mediodías antillanos. El campanario se erguía sobre la parroquia a unos 50 metros del suelo, y era costumbre en los días de primera comunión que el padre Anselmo llevara a los recién iniciados al sacramento, hasta la parte más alta del mismo, donde todos podían tocar la gran campana aunque fuera por unos momentos. Al final del patio y cerrando el complejo parroquial, se encontraban las habitaciones del sacerdote; el padre Anselmo también tenía una pequeña casita junto al mar, donde los pescadores varaban sus barcos en tiempo de ciclones, puesto que la Bahía de San Anselmo era la única que se libraba de los mismos.

A Cristina aquella simple iglesia de pueblo le pareció maravillosa, mucho más bonita que cualquier catedral famosa del mundo. Soñaba despierta viéndose caminar hacia el altar del brazo del abuelo con un vestido blanco de novia y un velo que llegaba hasta la playa y se confundía con el mar, donde Paul la esperaba ansioso y feliz. Sin embargo y aunque no hubieran flores, mi vestido, mi cantos, ni invitados, fue la ceremonia más linda que el padre Anselmo había visto en los últimos años, porque durante todo el sacramento los novios mantuvieron sus miradas perdidas uno en el otro y el padre sintió que el mismo Dios estaba tirando de una cuerda mágica a través de él, para unir aquellas preciosas vidas.La parte oficial del matrimonio la llevó a cabo Arturo Fraga, abogado de reputación y amigo de la familia. Las despedidas se hicieron al frente de la parroquia donde ambos esposos dijeron sus adioses corriendo hacia el carro que los llevaría hasta su nido nupcial en la Playa de la Morena, donde se encontraba la Villa de los Gallagher.

–¿Cuál era el apuro Paul?

Le preguntó el sacerdote al abuelo cuya mirada seguía clavada en la carretera por donde se perdieran sus nietos

–No me pareció que la chica estuviera embarazada.

–No, no es eso, es que tienen enemigos que de esperar y hacer públicas sus intenciones, se opondrían y no los dejarían ser felices.

–¿Puedes explicarme eso en cristiano?

–Mi nuera no quiere a la chica, y sabes que no es una persona buena.

–¿La bruja? Esa no es ni persona. En fin, me alegro haberlos ayudado. ¿Tú te quedas unos días?

–No, me voy ahora mismo, tengo cosas que hacer que no pueden esperar. Creo que en los próximos días voy a tener que dedicar todo mi tiempo a proteger a estos muchachos. No creo que nadie tenga idea de que vinimos hasta acá, pero por si acaso alguien te llama, tú no sabes nada, ¿Entendido?

–Cuenta conmigo. Hace mucho tiempo aprendí a mentir por causas buenas y sé que el señor me perdona.

–Dales una vuelta mañana, por favor, y me llamas.

–No te preocupes hombre, van a estar bien. Nunca antes he visto esa mirada en tu nieto, y la niña parecía que emanara luz; no hay muchos que logren amar así.

–Ojala puedan hacerlo por el resto de sus vidas.

Ahí estaba otra vez, la sensación de inseguridad y de miedo que sentía en el pecho cuando del futuro de su nieto se trataba, y ahora había llegado. “Dios mío protégelos”, pensó el viejo, “no permitas que sufran, te lo ruego”. El teléfono celular lo hizo volver a la realidad y en ese preciso momento se dio cuenta de que Dios no lo había oído.

–Sí.

–¿Papa, donde esta Paul?

Era la bruja.

–No lo sé. Creía que estaba con ustedes.

Respondió queriendo darle a sus palabras un tono de seguridad.

–Con nosotros no está. ¿Dónde estás tú?

–En mi oficina.

–¿Un Sábado?

–Agnes, no tengo tiempo para ti en este momento, así que dime qué quieres y acabemos.

–No sé donde esta Paul, lo llamo y lo llamo pero no me contesta.

–¿Y que tu quieres que yo haga?

–Que lo busques y lo encuentres, llámalo tú, a ti te contestará.

–Por si no te has dado cuenta, Paul es un adulto, y yo estoy muy viejo para empezar a ser niñero. Adiós Agnes.

Le colgó el teléfono y se le quedó mirando. ¿Y si tirara el teléfono al mar, se ahogaría su nuera?

–¿La bruja?

Preguntó Anselmo

–La misma.

–No creo que pueda llegar hasta aquí.

–No pero ellos tendrán que volver a reanudar sus vidas, y entonces el escándalo que va a dar esta mujer va a ser enorme. Mejor me voy y empiezo a trabajar en esto.

–Mientras estén aquí no tienes que preocuparte, yo los cuido.

–Gracias Anselmo. Quiero que este matrimonio sea el inicio de una gran vida para ambos, no voy a permitir que nadie les quite su futuro.

23

El ventanal que hacía de pared exterior de la alcoba dejaba que la luz del Caribe entrara lozana y plena, posándose sobre el cuerpo desnudo de Cristina. Las cortinas de seda blanca se batían al compas de la briza antillana y hacían que las formas anatómicas de la joven se confundieran en un manto de albor y transparencia.

Habían alcanzado la casa de la playa por puro milagro, puesto que Paul, tratando de llegar pronto, hizo volar el Mercedes por la pequeña carretera y más de una vez estuvieron a punto de irse contra los pinares que la rodeaban. La Playa de la Morena era una de las más privadas de la isla, y para llegar a ella había que cruzar un puente sobre lo que era un bajío de arena, que se convertía en brazo de mar cuando subía la marea.

A Paul le tomó un segundo desmontarse del carro e ir a abrir la puerta para coger a la novia en sus brazos y entrar corriendo por el portal delantero. Gracias a Dios la puerta estaba abierta y desde allí corrió hacia la alcoba donde depositó a Cristina en la cama. Una vez allí, se alejó de ella y se dejó caer en una butaca cercana exhausto de alegría y deseo. Ella, muy despacio se incorporó y siempre sin dejar de mirarlo se fue quitando su ropa con movimientos seductores y coquetos hasta quedar completamente desnuda. Así fue como se dirigió a los ventanales que daban a la playa dejándose envolver por la briza.

Paul no podía moverse, la observaba como quien observa a una diosa a la cual se idolatra pero no se puede tocar. Cristina al ver su inmovilidad empezó a caminar hacia donde él estaba, muy bonitamente, moviendo sus caderas en un ritmo sensual que volvía loco al muchacho.

–Ven Paul… Ven a mí, ahora…

Cristina se sorprendió del poco pudor con que se expresaba y la facilidad con que se estregaba a lo desconocido.

Paul se paró y caminó hacia ella, la tomó en sus brazos y la apretó contra su cuerpo mirándola siempre a los ojos; no podía dejar de mirarla, si lo hacía, quizás el encanto se rompería. Así se quedaron por unos instantes que parecieron siglos hasta que ella, más agresiva que él, le acercó su boca besándolo como nunca antes nadie lo había hecho. No supieron cómo llegaron hasta el lecho, pero Cristina sentía el cuerpo desnudo y fuerte de Paul pegado al suyo como queriendo sostenerla en sus brazos hasta fundirse en ella…

Se acariciaron, se descubrieron, se saborearon el uno al otro, con esa ansiedad que sienten los que llevan esperando milenios para hacerlo. Cristina sintió como algo húmedo salía de su cuerpo y se deslizaba entre sus piernas, y como Paul, con mucha delicadeza y amor, se introducía dentro de su ser y de su alma, haciéndola gritar de placer… Los dos volaban en un mundo de goce deleitándose mutuamente hasta perder el sentido…

No había en el mundo otra sensación como aquella. Cómo era posible que los seres humanos pudieran ser capaces de sentir tanta dicha. Se creyeron trasladados a un lugar donde no hacían falta las palabras, el sabor de la piel y el calor de los labios exclamaban con señales nuevas lo que estaban sintiendo, la sensualidad cantaba, y el cuerpo moría rendido ante el estimulo del amor mutuo, y nacía una y otras vez, para morir de regocijo una y mil veces más.

Cuan perfecta era la creación divina que permitía que el amor se tradujera en aquella sensación de disfrute y goce inagotable. La piel era el universo infinito que recorrían una y otra vez descubriendo en cada momento nuevos encantos.

La noche los sorprendió rendidos y abrazados, y allí, envueltos en el hechizo de lo que acababan de descubrir juntos, se juraron amor eterno. La playa fue testigo de cuanto se amaron, y la luna los alumbró con su melena plateada consagrando una unión que ya nada ni nadie podría romper.

Cristina no quería abrir los ojos, pensó que soñaba y no quería despertar, sin embargo al sentir la cálida caricia de la mano de Paul sobre sus senos, sus labios se abrieron en una sonrisa de placer. No soñaba, al contrario, nunca había estado tan despierta como en este instante. Abrió los ojos para encontrarse con los de su esposo, que apoyado en un brazo, la arrullaba con su mano suavemente, como los pétalos de una rosa, rozándole apenas los senos y bajando por la línea media de su abdomen para llegar al pubis, encubierto por sus propias piernas.

–Te quiero…

–Y yo a ti…

–Me gustas, te deseo, quiero acariciarte con mis manos y mi boca hasta que tu cuerpo se quede grabado en mi memoria para siempre…

–Yo tengo tu sabor en mi boca y ya huelo a ti, a tus caricias, a tu aliento… No entiendo como pude vivir tanto tiempo sin ti porque si ahora te alejaras de mi moriría…

–Nunca, por ninguna razón, jamás, me alejaré de ti. No puedo respirar sin ti, el solo hecho de pensarlo hace que me duela el corazón… Pero no hablemos de eso, eso nunca sucederá, nada ni nadie podrá separarnos jamás…

–Yo lo sé mi amor, lo sé, y es como único puedo seguir viviendo, porque sé que siempre estaré a tu lado.

Paul volteó su cuerpo y se dejó caer sobre ella muy tiernamente, queriendo penetrarla de nuevo.

–¿No estás cansado?

–Nunca… ¿Y tú?

–Jamás…

Volvieron a hacer el amor por enésima vez, hasta quedarse dormidos entre el cansancio y el placer.

 

♣♣♣

 

La mañana llegó resplandeciente, presagiando todavía más felicidad, si es que eso era posible. Cristina fue la primera que despertó, se complacía recordando cada instante, cada segundo de aquel amor que la poseía ya para siempre. Paul la tenia enredada con sus piernas y brazos y no se podía mover; ni quería hacerlo, no quería irse de allí jamás. Quería que el tiempo se detuviera y que se quedaran así para la eternidad…

–¿Estas despierta?

Preguntó Paul muy suavemente en su oído.

–No lo sé, quizás estoy soñando.

–No estás soñando, estas en mi brazos y eres mi esposa.

–Tú esposa… Nunca pensé que este día llegaría.

–Pues ya lo vez, llegó… Señora Gallagher

Cristina se volvió a acurrucar en sus brazos, tenía su cabeza escondida en el cuello de Paul y respiraba su olor y saboreaba su piel y se volvía a envolver en él…

–¿Quieres más?... Me vas a matar…–Dijo Paul en una voz que quería aparentar una sensatez que no sentía.

–Querer si quiero, pero no creo que pueda. Debemos estar deshidratados e hipoglicémicos.

–¿Hipo qué?

–Hambrientos…

–Sí, creo que si tengo algo de hambre.

–Voy a preparar algo y ya vengo.

Cristina trató de incorporarse pero él la aguantó

–No vas a ningún lugar sin mí; vamos los dos.

Paul se levantó algo tambaleante y miró a Cristina que tenía las piernas separadas y flexionadas en la rodilla…

–No puedo caminar.

–¿Qué?.. ¿Qué te pasa mi amor, que tienes?

Paul la sostuvo entre sus brazos y trató de dar un paso con ella pero ella no se podía mover… Y así fue como empezó Cristina a reír, con una risa alegre y juguetona que no podía parar.

–No puedo mover las piernas, parece como si hubiera estado montando a caballo toda la noche…

Paul se contagio de la risa de ella y se carcajeaba como si le estuvieran haciendo cosquillas.

–¿Eso de caballo es un insulto o un piropo?

Se reían tanto que volvieron a caer en la cama entre risotadas y lágrimas producidas por la risa. Paul fue quien empezó con las cosquillas y ella le siguió, era una lucha a muerte, o así parecía para quienes oían sus gritos y su algarabía…

Entre el ruido de las risas oyeron como alguien golpeaba la puerta.

Se quedaron inmóviles, como si alguien los hubiera sorprendido en un acto ilegal, se miraron y volvieron a reír.

–Somos marido y mujer, no estamos haciendo nada malo.–Gritó Paul entre risas y medias palabras.

–Ya lo sé, solo quería saber si quieren comer algo.

Se miraron, quien podría ser aquella mujer.

–Si nos prepara algo de desayuno, estaremos listos en veinte minutos.–Alcanzó a decir Cristina.

– Que sean treinta, y prepare mucho, estamos hambrientos.–Agregó Paul.

–Sí señor.

Como pudieron se levantaron, Cristina caminando encorvada con las piernas separadas y Paul riéndose de ella. Se metieron juntos bajo un agua tibia casi caliente que hizo que Paul volviera a prepararse para hacer el amor.

–Eres incansable.

–Estoy enamorado, que quieres que haga.

–Entonces vamos a hacer el amor aquí y ahora.

–Sus deseos son órdenes, señora Gallagher.

Volvieron a dejarse llevar por ese deseo compartido que los enloquecía y los hacía sentir de un modo sublime y encantado, hasta llegar a la cima, donde ambos quedaron rendidos, aguantándose el uno del otro y recostándose contra la pared del baño para no caer.

Paso una hora y media antes de que pudieran llegar a la cocina desde donde salía un olor a chorizo, huevos revueltos, pan recién horneado, y café.

–Buenos días, yo soy Elisa, para servirles, sigan hasta el patio trasero, allí tengo la mesa puesta para ustedes y ya mismo les llevo la comida.

–Gracias Elisa, huele exquisito lo que estás haciendo.–Le dijo Cristina, Paul se limitó a seguir a su amada por toda la casa hasta llegar al patio. El olor del mar se le metió en los pulmones y su pecho se abrió ante tal estimulo, a ella le sucedió lo mismo, y como siempre, se leyeron el pensamiento y se abrazaron y besaron a la luz del Sol tropical que se filtraba a través de los pinos y coloreaba el lugar haciéndolo resplandecer.

Cuando Elisa llegó con los primeros manjares seguían besándose, no se habían dado cuenta de su presencia, solo existían ellos, el Sol y el mar Caribe…

–A ver niños, a comer que les hace falta alimentarse.

–¿Elisa, quien te dijo que vinieras a cuidarnos, el abuelo?–Le preguntó Cristina muy sonriente, sin soltar a Paul.

–Sí, y no. Yo trabajo para la señora Mercedes Montoya. Su vecina, ella es muy amiga del Padre Anselmo y del señor Gallagher, así que cuando su abuelo le pidió al padre que le buscara alguien especial para cuidar de ustedes, el pensó en mi y aquí estoy..

–¿Qué pasó con Acela y Mundo, los sirvientes del abuelo?

–Ellos están aquí, pero ellos no saben cuidar de unos recién casados como ustedes, para eso me necesitan a mí.

–Pues muchas gracias de nuevo Elisa, es un placer tenerte aquí con nosotros.

 

♣♣♣

 

El sol de primavera había emigrado al Caribe dejando a la ciudad de los rascacielos cubierta con nubes grises que más que lluvia auguraban peligro.

–Sr. Gallagher, su nuera esta en el teléfono, es la decima vez que llama en menos de media hora, le he dicho que ya le di sus mensajes pero sigue llamando, y ahora me amenazó con echarme del trabajo si no la comunico con usted inmediatamente.

–Dalila, cuantas veces te he dicho que no le hagas caso.

–Ay señor pero es que su nuera cada día está más agresiva, y pienso que como no puede echarme del trabajo, uno de estos días me manda matar.

–Eso no lo dudo, sobre todo si tuviera los medios, pero no los tiene, así que despreocúpate y pásamela, de lo contrario soy yo quien va a mandar a matarla a ella.–Dijo el viejo Gallagher llevándose el auricular al oído.

–Halo.

Antes de que empezara a hablar ya sentía la incomodidad de su voz, y la estupidez de sus palabras entrándole en sus oídos como alfileres afilados, produciéndole un agudo dolor de cabeza. Se lo estaba esperando, pero nunca pensó que llegara tan pronto.

–¿DONDE ESTA PAUL? Y no me digas que no sabes porque sé que mientes. Aquí hay algo que no entiendo, llevo llamándolo cada 10 minutos por las últimas 36 horas y no me contesta, ¿DÓNDE CARAJOS ESTÁ?...

–Cuidado con lo que dices Agnes.

–¿DÓNDE ESTA MI HIJO?

–No me grites o te cuelgo el teléfono.

Agnes estaba tan fuera de sí que podría haberlo matado a través del teléfono, pero se contuvo; por ahora. Este viejo maldito se iba a arrepentir de haberla humillado durante todos estos años. Hizo silencio y esperó a que él hablara.

–¿Qué deseas?

–Estoy preocupada por Paul, no me responde el teléfono.

Trató de hablar lo más calmada que pudo, con un matiz de preocupación.

–Conociéndolo como lo conozco te diría que no te contesta a propósito por haberlo llamado tantas veces; quizás apagó el teléfono para que no lo molestaras más.

–Estoy preocupada. Yo nunca sé donde esta, tu si lo sabes siempre, o sea que si ahora no lo sabes es que algo malo le ha pasado, y si lo sabes, me lo estas ocultando para hacerme rabiar.

En eso tenía razón Agnes pero por supuesto no se lo dijo.

–Yo no sé a dónde está pero trataré de encontrarlo. ¿Algo más?

–Si, tenemos una crisis familiar en nuestras manos, es por eso que quiero encontrar a Paul en cuanto antes.

Ya estaba otra vez esta maldita mujer inventando cuentos.

–¿Qué pasa ahora Agnes? ¿Cuál es la crisis?

–Te acuerdas de la mocosa esa, la tal Cristina, pues bien, ella está desaparecida también. Su madrastra la anda buscando y dice que cuando la encuentre va a demandar a Paul por secuestro y violación de menores, ella está convencida de que están juntos. Como veras, estoy muy alarmada.

El viejo Gallagher sintió como si un elefante se posara en la parte izquierda de su pecho y le sacara la vida por la garganta, pero hizo un gran esfuerzo para que su voz sonara uniforme y tranquila.

–¿Y eso que tiene que ver con Paul? No creo que estén juntos.

–Juntos o no lo van a demandar por violación de una menor y secuestro, eso es delito federal, te podrás imaginar que con cargos como esos nunca le darán su licencia de abogado, sobre todo si esto llega a los tribunales. Lo peor de todo es que yo también estoy convencida de que están juntos y de que alguien los está apañando.

–¿Y cómo llegaste a esa conclusión?

–Llamé a sus queridos amigos negros–Lo dijo así despectivamente con la intensión e fastidiar a su suegro–Y no me quisieron dar el teléfono de ella. Esos dos me odian y seguro que los están encubriendo. Yo siempre supe que esa chiquilla era una cualquiera que andaba tras el dinero de Paul, pero nadie me quiso escuchar y ahora mira en el lio en que nos hemos metido.

–¿Cómo sabes todo esto?

La presión del pecho no se aliviaba, pensaba que iba a dejar de respirar en cualquier momento; quiso llamar a Dalila para que avisara al 911, pero prefirió esperar y morir si fuera necesario, esto no podía estar pasándole a su nieto, no podía ser verdad. ¿Sería esta la sensación que siempre lo embargó cuando pensaba en el futuro de Paul junto a Cristina? Había estado tan ciego como para no darse cuenta que la relación entre ellos estaba destinada a no existir, pero. ¿Por qué? ¿Qué le habían hecho estos muchachos al mundo para que el destino jugara con ellos de esta manera? Debió haber prestado más atención a sus instintos.

–Porque la muy estúpida de la madrastra me llamó, no sé cómo consiguió mi número de teléfono, pero me imagino que se lo dio la tal Cristina, se lo debe haber robado a Paul o algo así, en fin. Me dijo que si quería evitar el escándalo que le buscara a la chiquilla en 24 horas o de lo contrario iría a la policía a levantar cargos contra Paul y luego iría a los periódicos amarillistas con el cuento.

Se hizo un silencio que Agnes interpretó como bueno para ella… El viejo había caído y así caería Paul también.

–Espera, hay mas, esta señora está exigiendo tres millones de dólares en efectivo, como mínimo, y los quiere ahora mismo. Si pasan más de 24 horas pedirá más dinero y por supuesto venderá todo el cuento a los periódicos amarillista. A mí lo de los millones no me importa, pero el futuro de mi hijo está en juego y no puedo dejar que esto suceda.

–Voy a tratar de comunicarme con él, pero por favor deja de llamarlo. Ya te llamaré yo cuando tenga noticias.

–La madrastra me dijo que Cristina había planeado todo esto, especialmente lo de hacerse pasar por fea y luego aparecer luciendo como lo hizo, y todo esto por atrapar a Paul, pero parece que ahora no quiere compartir el dinero con la madrastra y claro, ella está encolerizada con la chiquilla. Papa, por favor no le digas nada a Paul, no le eches a perder su graduación por culpa de esta insulsa y su hijastra. Vamos a arreglar esto entre nosotros.

–Te llamo.

El viejo colgó el teléfono y se le quedó mirando. Dalila estabas parada frente a él y lo miraba con susto.

–Señor, está bien. Ha perdido el color.

–Ojala sea eso lo único que pierda.

–Quiere un vaso de agua, un té, un café, un trago, algo… Esta muy pálido señor, estoy asustada.

La presión del pecho se iba aminorando a medida que pasaban los minutos y un dolor punzante en medio de la frente, justo detrás de los ojos, empezaba a crecerle como un tumor gigante que quisiera hacer explotar su cabeza.

–Estoy bien Dalila, ya sabes que no me llevo bien con mi nuera y me altera con sus estupideces, pero no me pasa nada. Sigue no más.

Cuando Dalila salió intentó levantarse, había envejecido mil años en los últimos cinco minutos. No podría ser que Dios fuera tan injusto con su nieto, no era verdad, esto era un invento de la bruja de Agnes. ¿Pero por qué se inventaría semejante cosa? ¿Cómo habría encontrado la madrastra de Cristina a su nuera? Tenía que haber sido Cristina, era la única que tenía acceso a Paul y con él, a su teléfono. Todo esto era tan increíble que no podía ser fruto de las maquinaciones de su nuera, ella no era tan inteligente. ¿O sí? Quizás el destino estaba ensañándose con él haciendo sufrir a quien más quería en este mundo. ¿Pero por qué? ¿Qué había hecho él para merecen semejante castigo? El no sabía mucho de la madrastra de Cristina pero le pareció recordar que esta no había sido buena con la niña, que prácticamente la había abandonado, y que si no fuera por la buena de Rosi la chica estaría hoy en un orfelinato. ¿Sería esto un cuento mas, parte del plan? Tenía que llamar a Paul y decirle que regresara, pero no podía decirle el por qué. Creía que la niña nunca se prestaría a semejante bajeza, pero él no conocía bien las leyes y la verdad era que Cristina era menor de edad. Qué tal si por primera vez en su vida Agnes estuviera diciendo la verdad y su nieto se encontrara en una posición comprometedora; si la mitad de lo que decía Agnes era cierto el muchacho estaba en tremendo problema, violación y secuestro…

Tenía que hacer algo rápido. Tomó su teléfono celular y llamó al padre Anselmo.

–Halo.

–Anselmo, es Paul Gallagher, necesito que me hagas un favor.

–¿Otro casamiento?

–No es broma Anselmo, escúchame. Quiero que te comuniques con mi nieto y le digas que me llame lo antes posible. Yo mismo le dije que apagara su teléfono celular y ahora que tengo necesidad de hablar con él no puedo localizarlo.

–¿Existe algún problemas que yo deba saber? ¿Algo que ver con el casamiento?

–No, nada de eso, solo necesito hablar con él a la brevedad posible.

–En diez minutos tengo misa pero en cuanto termine iré yo mismo a llevarle el recado.

–Dispongo de poco tiempo. Llámalo por teléfono a la casa de la playa y dile que me llame él a mí lo antes posible, o mejor… ¿Que estoy diciendo? Yo puedo llamar a la casa… No sé el teléfono, maldita sea, Anselmo, dame el número de mi casa

–De acuerdo, pero ahora el preocupado soy yo. Qué pasa Paul, cual es el apuro. Sabes que puedes contar conmigo.

–Ya te explicaré luego, ahora no tengo tiempo, solo haz lo que te he dicho, por favor, luego hablamos.

El viejo Gallagher colgó el teléfono sin esperar que Anselmo le diera el número de teléfono. Llamó a Dalila y le dijo que le buscara el número de teléfono de la casa de playa en San Ignacio; era ridículo pero no lo sabía. También le dijo que cancelara cualquier compromiso que tuviera, y que no le pasara ninguna llamada. Por último le dijo que estaría trabajando hasta tarde en algo personal, que no quería que nadie lo supiera, y que se preparara para una noche larga.

–Entendido.

Contestó Dalila dispuesta a quedarse hasta que fuera necesario para ayudar al viejo que tanto respetaba y quería.

 

♣♣♣

 

Elisa se acercó a donde descansaban los nuevos esposos.

–Señor Gallagher, le llama el padre Anselmo.

Paul y Cristina se habían quedado en el patio trasero después de comerse un suculento desayuno, se habían recostado en una de las hamacas que colgaban del pinar que llevaba a la playa, y se habían quedado medio dormidos, estaban muy cansados, el amor es un trabajo fuerte y agotador…

Como que Paul dormía plácidamente fue Cristina quien contestó el teléfono.

–Buenos días padre y mil gracias por mandarnos a Elisa a que nos ayudara, es un encanto de persona.

–Sí, sí lo es hija, pero el mérito no es mío. Ahora necesito hablar con tu esposo.

–Está rendido padre.

–Debes despertarlo, tengo un recado importante de su abuelo para él.

–¿Pasa algo malo padre?

Ay Dios mío que pasará ahora. Quiero ser optimista y pensar en cosas buenas pero la voz del padre me parece demasiado seria y apremiante, pensó Cristina.

–Paul, amor, despierta.

–No quiero…

La atrajo hacia él, y la beso largamente.

–Amor, el padre Anselmo esta en el teléfono, tiene un recado para ti del abuelo.

Paul abrió los ojos como si viniera de un lugar remoto. No se trató de incorporar, si no que tomó el teléfono de manos de Cristina y volviéndola a abrazar apretándola contra su pecho la beso largamente en los labios para luego contestar.

–¿Qué pasa padre?

–Tu abuelo quiere que lo llames inmediatamente.

Ya mi madre se debe haber enterado y está armándole tremendo lio al abuelo, eso se veía venir, pensó Paul.

–Padre, recuérdele al abuelo que fue él mismo quien nos trajo y nos dejó aquí para disfrutar de nuestra luna de miel, después de decirnos que apagáramos nuestros teléfonos que él se ocuparía del resto.

–Pues hijo, parece que las circunstancias han cambiado. No estoy bromeando Paul, lo encontré muy preocupado, por favor hijo, debes llamarlo de inmediato.

Ah…que poco les duró la alegría, sabía que tendría que enfrentarse a su madre, pero no creyó que tendría que hacerlo tan rápido. ¿Por qué no podía el abuelo arreglarlo? O quizás se tratara de otra cosa. ¿Pero qué otra cosa podría ser? ¿Algún problema con Cristina? Imposible, Rosi sabía dónde estábamos. ¿Cuál será el apuro?

–Muy bien padre, ahora mismo le llamo.

Cristina miró a Paul con cara de preocupación, algo estaba pasando y era algo malo… Cualquier cosa que fuera…era mala…

–¿Qué pasa Paul?

–No lo sé, el abuelo quiere que lo llame.

–Okey, llámalo.

–Primero quiero que te acurruques aquí conmigo y me dejes que te bese mucho, mucho, mucho…

Diciéndolo y haciéndolo. A Cristina se le olvidó el abuelo, las cosas malas, el lugar donde estaban, el día en que vivían y hasta quien era, solo podía concentrar su atención en aquellos labios que la enloquecían y la llenaban de dulzura. Se olvidaron del tiempo y se mezclaron en un abrazo infinito desde donde desafiaban el principio físico que decía que dos cuerpos no pueden ocupar el mismo espacio…

–Señor, eh… perdón, señor, es su abuelo en el teléfono.

Ambos volvieron de la otra galaxia donde solo ellos existían y Paul tomó el teléfono.

–¿Abuelo, que pasa, cual es la urgencia?

–Hijo, necesito que regresen a Boston inmediatamente. El avión está en camino, los recogerá en el aeropuerto en exactamente tres horas. Yo los estaré esperando en Boston y allí les explicaré.

–¿Qué está pasando Paul?

–No lo sé. El abuelo quiere que regresemos lo antes posible.

Cristina vio como el semblante de Paul cambiaba y su mirada se perdía en la distancia.

–No lo sé. No lo sé…Y creo que no quiero saberlo…

24

Después de arreglar la casa y de tranquilizarse un poco con la noticia de Cristina yéndose para San Ignacio con Paul y el abuelo, Rosi se fue para casa de sus padres. Se decía una y mil veces que no debía haberla dejado ir, que aquello no estaba bien. ¿Pero por qué no estaba bien? ¿Qué había de malo en el asunto? Nada, se decía una y mil veces, pero entonces por qué tenía aquella sensación de malestar en el estómago como si estuvieran empujándola contra una pared. Ahora que al fin la niña había terminado sus estudios y se disponía a comenzar una nueva vida como profesional y adulta, las preocupaciones deberían desaparecer, pero Rosi no lo sentía así. Muy adentro en su pecho se estaba llevando a cabo una batalla entre la ansiedad y la lógica.

¿Por qué no la habría llamado? Porque estaba disfrutando de sus bien merecidas vacaciones. Estaba con el abuelo ¿Qué mal pudiera estar pasándole? El ruido del teléfono la asustó y dio un brinco en el sillón donde estaba sentada conversando con sus padres.

–¿Rosa María, que te pasa, porque saltas?

–No es nada papá, estaba distraída y me asustó el teléfono. Halo.

–Rosi.

–¿Mi niña, donde estas? Gracias por llamarme mi amor, ya me estaba preocupando. ¿Está todo bien?

–Pues no lo sé, regresaremos a Boston en unas horas, llegaremos esta noche.

–¿Por qué regresan tan pronto?

–No lo sabemos, el abuelo llamó pidiéndonos que regresáramos.

–¿El abuelo no está con ustedes? ¿Están solos? ¿Por qué?

–Ya te explicaré cuando llegue, solo quiero avisarte para que estés en casa pues yo no me lleve llaves al salir, y no tengo como entrar. Bueno, la verdad es que no se si seguiré con Paul para su casa. De todas formas quisiera hablar contigo cuando llegue, tengo muchas cosas que contarte.

–Estoy con mis padres pero ya mismo me voy para el apartamento.

–No hay apuro, el vuelo demora unas tres o cuatro horas, y todavía no hemos salido de la casa así que tienes mucho tiempo, no creo que lleguemos antes de las siete o las ocho de la noche.

–No importa, me voy de todas formas. ¿Estás bien mi niña?

–Si Rosi, estoy muy bien, es más, nunca he estado mejor, soy muy feliz.

–Me asustas hija, que hiciste.

–¿Rosi, qué pasa, no me conoces? No hice nada malo, solo que estoy muy feliz, ya te cuento cuando llegue ahora tengo que dejarte. Besitos.

Rosi apretó el botón del teléfono celular para terminar la llamada y se le quedó mirando como si Cristina estuviera metida allí adentro.

–¿Qué pasa hija?

–Cristina está regresando esta noche.

–Cortas vacaciones diría yo.

–Si demasiado cortas.

 

♣♣♣

 

En San Ignacio

–Ya llamé a Rosi para que nos vaya a esperar.

–Pero tú no te vas con ella, tú vienes conmigo.

–Ya lo sé mi amor, pero en algún momento tengo que decirle que nos casamos.

–Está bien, eso lo arreglamos cuando lleguemos, pero tú no duermes en otra parte que no sea conmigo. Tú vas para mi casa. Después que nos instalemos a donde decidamos vivir, ella puede venir a vivir con nosotros. Aunque eres totalmente mía, sé que no puedes vivir sin Rosi. Además, a mi me gusta mucho como cocina así que ella será el ama de llaves oficial de nuestro hogar.

–Nuestro hogar, que lindo suena.

–Mas lindo se siente mi amor, mucho más.

 

♣♣♣

 

En Nueva York

–Fiona, necesito hablar contigo ahora mismo.

–Ya lo estás haciendo Agnes.

–No, necesito verte en persona.

–¿A quién robaste esta vez? Si es mucho dinero quiero la mitad.

–No hables así por favor, pueden estar escuchando.

–Estas paranoica. ¿Qué quieres?

–Voy para tu casa.

–Cualquier cosa que sea te va a costar, yo no hago favores, recuerdas.

–Si, lo sé, te pagaré, pero no te muevas de allí.

–De acuerdo.

Agnes nunca cambiaria, no importaba cuánto dinero tuviera o cuanta señora se creyera, siempre seria white trash. El trato con ella no le había salido mal, pero tampoco le había salido bien. Ella cumplió años en la cárcel para proteger a Agnes y esta nunca le había dado lo que ella se merecía. Un mísero trabajo de secretaria en GALCORP que la tenía harta. Sin embargo Fiona sabía que el día llegaría en que Agnes la necesitaría otra vez y entonces iba a cobrarle todo lo que justamente le pertenecía y que nunca le dio. Quizás esta fuera la oportunidad que estaba esperando. Los golpes en la puerta la sacaron de su conversación consigo misma.

–¿Qué haces aquí, acabas de llamarme?

–Te llamé de la esquina, quería estar segura de que estuvieras sola.

–¿Y a qué se debe tanto misterio? Ya quieres matar al viejo, pensé que ibas a esperar más.

–No seas imbécil…

–Hey, un momento, sin insultos porque te largas de aquí ahora mismo y te denuncio con tu familia aunque tenga que volver a la cárcel. ¿Me entendiste?

Cálmate Agnes, acuérdate que la necesitas. A esta también le llegará su hora, pero de momento me tiene que ayudar.

–Disculpa, estoy un poco nerviosa.

–Pues habla de una vez. ¿Qué pasa?

–Necesito varias cosas, primero un par de rufianes que se hagan pasar por policías, en Boston, y otro par para que te ayuden a secuestrar a una mujer; también necesito un documento legal que muestre cargos criminales contra mi hijo de parte de una mujer cuyo nombre te daré y por ultimo dos cartas, una dirigida a mi hijo y otra a una muchacha con quien anda. Tendrás que falsificar sus letras, que parezca que ellos las escribieron. Tienes que hacer todo esto en seis horas. Aquí tienes un cuaderno de Paul y otro de la fulana esa para que puedas copiar sus caligrafías.

–Tú estás loca, ni en seis días puedo hacer todo lo que me pides.

–¿Cuanto quieres Fiona?

–Ahora estamos entendiéndonos. Quiero saber a quién le estás haciendo esto y por qué.

–Eso no te interesa, solo dime una cifra y hazlo.

–Esta vez estoy muy vieja para ir a la cárcel, y si me cogen tenlo por seguro que no iré sola, tú me acompañaras.

–Nadie va a ir a ninguna cárcel, el plan es perfecto.

–Quiero un millón.

–Ah… ¿Quién es la loca? ¿De dónde piensas que voy a sacar semejante cantidad?

–De donde mismo sacas todo lo demás. Lo quiero en efectivo, nada de cheques ni acciones de la empresa, y lo quiero antes de hacer el trabajo.

–De acuerdo, aquí tienes treinta mil, vete al aeropuerto y coge un avión para Boston. Te alquilas un carro y me esperas en un lugar cerca del hangar de GALCORP. Ahora empieza a anotar los detalles que necesitas para hacer tu trabajo.

Agnes le explicó a Fiona el plan dándole todos los detalles, que por supuesto deberían cumplirse al pie de la letra para que la artimaña funcionara. Eso era todo lo que tenía que hacer, Fiona se encargaría de todo, había nacido para el crimen y disfrutaba de él. Agnes no se quedaba tampoco atrás, durante las últimas 24 horas había conseguido toda la información necesaria para que Fiona pudiera hacer el trabajo a sus anchas. También le hizo saber, que el abogado que estaría en el hangar esperando a Paul con el abuelo, estaba trabajando para ella, así que no habría problema. Por último le dijo que los tres millones los estaba tratando de juntar el viejo en Boston y el abogado se encargaría de entregarlos. La madrastra había tenido una gran idea. ¿Por qué no se le ocurrió a ella antes? Esa mujer era muy astuta, tendría que deshacerse de ella lo más pronto posible, Quizás Fiona podría hacerle el trabajo.

 

♣♣♣

 

Después de hablar con su abuelo Paul se volvió a dormir en la misma hamaca en que estaban, en brazos de Cristina, pero esta no podía dormir. Tenía la profunda sospecha de que había algo mal. Ella sabía que la madre de Paul se opondría, pero nunca pensó que fuera algo que el abuelo no pudiera arreglar con un par de órdenes. ¿Por qué entonces el apuro para regresar? Nadie sabía que ella estaba allí con Paul, solo Rosi; quizás el problemas era con Paul y no con ella, aunque era lo mismo porque ya eran uno… Eran uno… Qué lindo sonaba aquella frase… Estaba viviendo los momentos más felices de su vida y se sentía firme y segura de poder enfrentar cualquier circunstancia que se le presentara.

Cuando por fin pudo despertar a Paul ambos volvieron a la habitación para cambiarse de ropa e ir para el aeropuerto. De alguna manera que ella ignoraba el closet de la alcoba estaba lleno de ropa para ella y para Paul… Por supuesto que antes de vestirse volvieron a hacer el amor, ya Cristina había perdido la cuenta, estaba agotada pero feliz, feliz, feliz… “Papi, si me estas mirando desde el cielo perdóname la lujuria, pero es que no puedo estar ni un minuto sin él…”

La limosina de los Gallagher con su chofer los estaba esperando a la entrada de la casa para llevarlos al aeropuerto. Cristina tuvo que frenar a Paul enérgicamente porque este quería hacer el amor otra vez en el carro…

En el aeropuerto se encontraron al padre Anselmo que los esperaba.

–¿Padre, le dijo mi abuelo de que se trata todo este corre–corre?

–No hijo, no me dijo nada, solo que deberías regresar cuanto antes.

–¿Y de mi no dijo nada?–Preguntó Cristina

–No hija, no me dijo nada de nada, solo que debían regresar de inmediato. Por favor cuando se resuelva el problema asegúrense de darme una llamadita, me quedo algo preocupado.

–No se preocupe padre, yo lo llamaré.

Contestó Cristina, que aunque lógicamente trataba de convencerse de que nada malo podría estar ocurriendo, no pudo evitar que la migraña se le posara detrás del ojo derecho.

 

♣♣♣

 

El Golfstream llegó a la isla pasadas las cinco de la tarde; había mal tiempo en el Caribe y tuvo que desviarse para evitar la tormenta. En San Ignacio llovía torrencialmente y no pudieron despegar hasta pasadas las ocho de la noche. Cristina llamó a Rosi y le avisó de los cambios de horarios; Paul llamó al abuelo el cual estaba a su vez en camino a Boston.

La preocupación se notaba en el rostro de Cristina.

–No quiero verte nunca más con cara triste y preocupada, no hay nada en el mundo que pueda hacernos perder nuestra alegría y nuestra felicidad.

–Entonces bésame otra vez para que me veas contenta.

–Mejor hacemos el amor y te veras feliz.

Paul cada vez se volvía más cariñoso y tierno con ella, como si tocara una porcelana fina, la arrullaba de la cabeza a los pies con sus manos, con su boca, con toda su piel y Cristina era incapaz de resistirse a sus mimos, se dejaba amar de una manera desmedida y sin reservas. Ninguno de los dos se daba cuenta de lo que les estaba sucediendo, solo sabían que estaban juntos y que eso no cambiaria jamás.

 

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