Cristina

Cristina


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–Nunca pensé poder estar en una casa como esta. ¿Cuánto costara?–Preguntó Winona que no podía dejar de dar vueltas mirándolo todo.

–Uno, dos, tres millones, yo que sé. Lo único que te puedo decir es que cueste lo que cueste en este momento es nuestra y vamos a disfrutarla.

–De verdad es muy acogedora. Quizás algún día pueda tener una casa como esta, cerca de mar.

Dicho esto Cristina abrió las puertas de Cristal que daban al patio posterior y embrujándose en su abrigo salió a oler el Atlántico en pleno invierno; el inmenso mar olía a vida. Nunca antes había encontrado en el gran océano la paz que ahora la extasiaba. Algún día vendría aquí con Paul y al compás del indómito Atlántico le diría lo mucho que lo amaba. Cuanto lo quería.

–¿En qué piensas mi niña?

Rosi había salido tras ella y la observaba bebiendo cada instante de aquella naturaleza indómita, queriendo robarle su poder.

–En nada Nana, solo miraba lo lindo que se ve desde aquí. Mi padre siempre me dijo que había mucha más vida en el mar que en el resto del planeta; no creo que muchas personas sepan esa gran verdad.

–Cristina, entra y cierra las puertas que nos congelamos. –Grito Lucas desde adentro.

–Pónganse los abrigos y vengan a disfrutar aquí conmigo. Nunca antes he vistos algo parecido.

Los chicos acudieron a la llamada de Cristina.

–Que maravilloso es nuestro planeta, verdad.

Estas últimas palabras de Lucas sellaron el momento y todos se dejaron llenar de aquella energía indomable que les ofrecía el Atlántico.

El encrespado océano vestía de un azul profundo, el viento frio de invierno lo encabritaba alzando paredes coronadas con encaje de sal y espuma.

Cristina reconoció de inmediato y sin la más mínima arrogancia, como todo aquel despliegue de vida era para ella. El Universo se había detenido para que en este diminuto Sistema Solar que formaba parte de la pequeña Vía Láctea, el planeta azul brillara por unos instantes para que la esperanza entrara en el espacio más sagrado de su alma.

10

Las cortas vacaciones sirvieron para recargar la energía de los niños y al volver continuaron con su pesada carga, aunque ahora le dedicaban menos tiempo a trabajar y más a estudiar. Fue Lucas quien propuso adelantar todavía más su agenda de clases. En verdad, los tres podían leer y retener la información mucho más rápido y con más eficacia que cualquier otro estudiante de la universidad; y eso que allí los había muy buenos. Sobretodo Cristina, que parecía como que cada día su intelecto se multiplicaba y podía coordinar diferentes conceptos para llegar mucho más rápido a conclusiones que a veces tomaban a otros meses o años. Lucas y Winona le guardaban el secreto porque estaban seguros que de haber conocido algunos de los maestros las habilidades de Cristina le hubieran hecho la vida imposible cuestionando sus métodos de aprendizaje. La mezquina mediocridad no perdona la existencia de la perfección y el refinamiento, por eso era tan importante para Cristina no revelar todas sus facultades a la vez.

Will, Ali y Paul seguían requiriendo la asistencia de Cristina cinco veces a la semana. Los fines de semana los mayores se perdían y Cristina quedaba sola con Rosi y con sus fantasías. Desde que Winona y Lucas escribieron a sus padres y les contaron que vivan bajo la tutela de un adulto, Rosi, esta se hizo oficialmente cargo de los muchachos y aunque Lucas y Winona seguían compartiendo el pequeño apartamento en el mismo edificio, la mayoría de las comidas las hacían en el apartamento de Cristina. La trabajadora social que monitorizaba el progreso de Winona y Lucas se hizo gran amiga de Rosi; en sus visitas semanales se quedaba a comer con ellos. Durante la semana los chicos se reunían en la biblioteca, antes o después de que Cristina se reuniera con los amigos grandes pero una vez terminada la jornada de estudio cada uno iba para su casa a hacer las tareas individuales y a cumplir con los muchos compromisos que tenían.

Paul nunca tuvo una frase amable para los niños a los cuales miraba con recelo y desagrado, sin embargo Ali era muy amable con ellos y siempre les brindaba su ayuda para lo que ellos quisieran. Will ni se daba cuenta de que existían.

–No sé qué tanta ayuda le brindas. Le dijo Paul a Ali. ¿No dicen que son tan inteligentes como Cristina? Si es así no creo que requieran nada de ti. Tampoco entiendo porque tienen que reunirse con Cristina todos los días.

Ali y Paul en la biblioteca esperaban por Cristina. Will estaba en cama con fiebre y un tremendo catarro de invierno.

–Tú no entiendes nada de nada Paul. Yo no les brindo ayuda intelectual sino humana. Esos niños están solos. ¿No te das cuenta del gran vacío que hay en sus vidas?

–Los dos geniecitos quizás, pero no Cristy, Cristy tiene a Rosi, a sus padres y a nosotros. Ella no tiene nada de vacíos ni ocho cuartos.

–Eso no es exactamente correcto.

Cristina había entrado sin que ellos la vieran llegar.

–¿Dónde estabas?–Preguntó Paul volviéndose a verla

–Haciendo algo, como siempre.

–Oye, y por qué dices que estoy incorrecto en lo que le estaba diciendo a Ali. Nosotros estamos a tu disposición siempre.

–Cuando fue la última vez que yo fui al cine con ustedes, o a la playa, o a comer a un restaurante, a un concierto, a un fiesta. ¿Dime Paul cuándo?

La pregunta los cogió desprevenidos. Ali fue la primera en contestar.

–Cristy tú eres todavía una niña y no puedes entrar con nosotros a discotecas, ni a la mayoría de la películas que vemos. Alguna vez recuerdo que te hemos invitado a la playa pero no has querido venir con nosotros. Tú no puedes tomar alcohol ni puedes acostarte tarde porque todavía eres una niña y además asumes muchas obligaciones que no te dejan tiempo para nada.

–Si yo no te estoy reclamando nada Ali, solo les estoy diciendo que nosotros somos amigos académicos o de estudios, o como lo quieras llamar, pero no amigos sociales. Como bien dices yo no puedo hacer nada de lo que ustedes hacen, sin embargo ustedes si pueden hacer lo que yo hago. No hay ley que les impida ir conmigo a ver una película de Disney y luego a comer en McDonald. ¿Por qué nunca lo han hecho? Porque no les interesa, no tienen paciencia para lidiar con niños y créanme que los entiendo, pero por favor, no me juzguen porque ustedes no saben nada de mi vida extracurricular.

–Pues explícanos esa tan difícil vida que llevas. –Dijo Paul entre malhumorado y curioso.

–No hay nada de difícil en mi vida, ni hay nada que explicar, solo que somos de generaciones diferentes y como bien dice Ali yo no puedo hacer las cosas que ustedes hacen. Yo no estoy recriminándoles nada, al contrario, soy muy feliz con tenerlos como amigos, sin embargo mi vida no se limita solo a los momentos en que estoy con ustedes. Y tu Paul es quien menos puede quejarse porque cuando tú me llamas yo dejo cualquier cosa que esté haciendo y corro a ver qué quieres.

Se hizo un silencio algo incómodo, sobre todo para Paul y Ali que no hallaban que decir porque sabían que la niña tenía razón.

–Tienes razón Cristy, discúlpanos. –Dijo Alison con tono de arrepentimiento y pesar.

–De acuerdo, de ahora en adelante te vienes con nosotros todos los fines de semanas.

–Paul, no has entendido nada, qué voy a hacer yo en una casa con dos parejas, mirar como hacen el amor o preguntarles cuando terminen como es que se hace eso, como para que me eduquen en ese campo. O quizás tú podrías explicarme cómo es que cambias de mujer cada semana y luego no te acuerdas ni como se llaman. Como es que cada vez que estás con una de ellas y llego yo, me dices que me espere un momento, la despachas como si fueran un ser inanimado y no me la presentas. Eso me confunde porque ¿Cómo es que mi mejor amigo, una de las personas que más yo quiero en el mundo, se comporta de una manera tan grosera con las mujeres, será que no las respetas para nada? Esa es la principal razón por la que nunca quiero ir con ustedes a la playa. Además, por lo que he visto ninguna de ellas es lo suficientemente inteligente como para darse cuenta de que las usas como objetos sexuales. ¿Cómo quieres que pueda compartir tiempo contigo en esas circunstancias?

Ahora el silencio era tal que solo se oían las respiraciones de los presentes, la de Cristina fuerte y profunda. Ali miró a Paul en espera de una respuesta. Nunca había oído a nadie hablarle así a su amigo, el cual, tal y como lo describiera Cristina, hacia exactamente lo dicho.

–De acuerdo. Nunca he hablado de eso contigo porque no pensé que tenías la edad suficiente como para discutir cosas que solo conciernen a personas mayores, pero si insistes. Pues sí, las trato como las trato porque ellas así lo aceptan. No tengo compromiso con ninguna y les advierto que no estoy interesado en ellas, pero si insisten en servirme de objeto sexual pues allá ellas. Yo tengo necesidades fisiológicas que necesito satisfacer, eso es todo.

–Paul, estás loco, como puedes hablarle así a Cristy. No le hagas caso; él no sabe lo que dice. –Le dijo Ali dirigiéndose a Cristina mientras con la mirada quería matar a Paul.

–No Ali, al contrario, está bien que me lo explique. No puede haber dos estándares; si soy madura para unas cosas también tengo que serlo para otras. No hay nada de malo en eso, además, ahora entiendo porque Paul se comporta de esa manera. Y lo que es más importante para mí, ahora él entiende porque yo no ando con ustedes como una amiga más, y porque él no puede requerir de mi presencia como lo hace con ellas.

Cristina miraba a Paul mientras hablaba, con una voz calmada y llena de sabiduría.

–Solo espero que nunca me trates a mí como las tratas a ellas.

–Por favor Cristina, como puedes decir semejante cosa. Tú eres solo una niña. Como voy yo a hacer algo así.

–Lo de ser niña es cuestión de tiempo, en una ocasión ya te expliqué que estabas equivocado. Sin embargo, todavía no soy legalmente adulta, cuando ese día llegue e intente imitarlos, y esto va contigo y con Will también –dijo Cristina mirando a Ali– No me digan lo que tengo y no tengo que hacer; si es bueno para ustedes también será bueno para mí.

Se oyó abrir la puerta del cubículo y los tres se viraron a ver quién era. Will, con cara de enfermo y enrollado en varios abrigos acaba de entrar.

–¿Qué haces tú aquí? Deberías estar en cama. ¿Cómo has salido con este frio?–Alison le dijo mirándolo con desaprobación

–Estoy cansado de estar en la cama, además me puse a leer las correcciones que me hizo Cristy en mi último ensayo y después de corregirlo decidí venir para que me ayude.

Nadie respondió. El silencio se hizo demasiado largo para pasar desapercibido por Will que no se imaginaba lo que estaba pasando a su llegada.

–¿Que está pasando aquí?

–Estábamos discutiendo la conducta sexual de Paul y la manera con que tú y Ali la aceptaban sin reparos, compartiendo con sus mujeres durante los fines de semana como la cosa más normal del mundo. Y como yo me estoy acercando cada día más al momento en que fisiológicamente, como diría Paul, empezaré a tener curiosidad y necesidad sexual, pues bien, ya tengo un patrón por donde guiarme.

–¿Queeeeeé?

–En fin, déjame echarle una miradita a tu ensayo que con tanto hablar de sexo ya nos atrasamos y todavía tengo mil cosas más que hacer.

–No puedo dejarlos solos.

–La culpa la tiene Paul.

–No la culpa la tienes tú por no explicarle antes.

Los tres gritaban y se decían cosas unos a otros; Ali trataba de explicarle a Will lo que había pasado y Paul no la dejaba, tratando de exponer su versión de los hechos, mientras tanto Cristina leía el ensayo de Will. Si Rosi hubiera estado allí la hubiera regañado por soberbia, pero ya hacía mucho tiempo que tenía ese comentario destrozándole el corazón y tenía que sacarlo a como diera lugar; Paul le proporcionó la ocasión en bandeja de plata.

–Se me callan los tres ahora mismo, nos van a botar de la biblioteca. –Dijo Cristina alzando la voz por encima de la de sus amigos. Estos pararon de hablar y la miraron abochornados por su conducta. Hasta Paul, quien quería manipular el cuento para no quedar como un promiscuo cualquiera, tenía cara de bochorno y vergüenza.

–Will, luego ellos te lo cuentan, ahora vamos a ponernos a trabajar porque tengo un dolor de cabeza grandísimo y quiero llegar a casa temprano.

Con estas palabras los mayores se sentaron y la jornada de estudio continuó en silencio, interrumpiéndose solo cuando alguno de ellos tenía alguna pregunta qué hacer. Pero algo había cambiado y todos lo sabían. Al cabo de un rato que pareció durar siglos, Cristina dijo que quería irse pues el dolor de cabeza no la dejaba pensar. En verdad lo que la estaba matando era el llanto que tenía retenido en su garganta, tenía que irse pronto de ahí o se pondría a llorar delante de todos ellos y perdería todo el respeto que pensó haber ganado unos minutos antes.

–Vamos, yo te llevo a casa. –Dijo Paul en voz baja, casi un murmullo.

–No, está bien, quiero caminar, quizás un poco de aire fresco me haga bien.

Con la misma recogió su mochila, la cual pesaba hoy más que nunca, y salió de la habitación. No había llegado al primer piso y ya las lágrimas le corrían por ambas mejillas sin poder contenerlas. Le dolía el alma de una manera que nunca antes imaginó. Era como el despertar de un sueño maravilloso y reconocer que su vida era una pesadilla. Que tonta había sido. Rosi se lo había dicho varias veces pero nunca la creyó porque la esperanza pesa más que la realidad. Acababa de perder a Paul para siempre, quizás a Ali y a Will también. ¿Qué haría sin ellos ahora? Moriría. Se acordó de la promesa que le había hecho a su padre de ser feliz y le dolió mucho el reconocer que nunca la podría cumplir porque su vida sin Paul no valdría la pena vivirla.

No podía llegar a casa de esta manera. Rosi se preocuparía mucho, además del sufrimiento que le causaría. Al llegar al edificio se sentó en la escalera a pensar que hacer. Era una tarde fría de invierno que luchaba con el cielo por tener un día más de luz. Así la encontró Lucas cuando llegó, había ido a buscar unas cosas al pequeño mercado que les quedaba cerca

–¿Cristina, que te pasa? ¿Por qué estas así? ¿Qué te han hecho?

Cristina no le pudo contestar. Llorar sola era una cosa, pero llorar delante de Lucas le era muy difícil.

–Ven, deja que te ayude a subir a tu casa.

–No, a mi casa no, por favor, no quiero que Rosi me vea así.

–Está bien, entonces vamos a la nuestra. Winona está esperándome.

Cristina se levantó y lo siguió como una autónoma. Que difícil era amar; ella había perdido a sus padres y aun con ese gran dolor había podido sobrevivir, pero esto era muy diferente. Toda su fuerza, todo su optimismo y toda su inteligencia la habían abandonado, no podía pensar, no sabía cómo era que respiraba ni como su corazón seguía latiendo, estaba convencida que de un momento a otro moriría y ansiaba el descanso que la muerte le traería.

No supo cómo llegó al apartamento de Lucas y Winona, solo veía bultos a su alrededor que se movían y la empujaban de un lado a otro. Sintió que alguien se sentaba a su lado y le ponían algo en las manos.

–Cristy, toma un poco de agua.

Como una muñeca–maniquí hizo lo que le decían.

–Cristy, ya estás aquí con nosotros, todo va a estar bien. Ven recuéstate en este sillón.

–Déjala Noni, está en shock.

El apartamento de Winona y Lucas era un pequeño estudio con una sola habitación, pero el salón familiar era amplio y cada uno de ellos tenía un sillón reclinable donde hacían sus tareas mientras miraban la televisión.

Cristina percibió una intensa luz proveniente de su pecho que le hizo abrir los ojos. Una fuerza inexplicable la rodeo delicadamente abrigándola y fue entonces cuando oyó la voz de su padre que le decía; Cristina tienes que seguir adelante, tienes que sacar fuerzas de tu manantial de vida y sobrevivir. Te prometo que al final serás muy feliz. Con un aullido que salió de lo más profundo de su ser se oyó gritar.

–Papi, por qué me dejaste sola.

Lucas se sentó a un lado, Winona en el otro, y entre los dos la abrazaron muy delicadamente y la dejaron llorar hasta que el cansancio la venció y se quedó dormida entre suaves sollozos. Winona llamó a Rosi y le dijo que se quedarían a estudiar en su apartamento, que tenían mucho que hacer, cosa que Rosi aceptó sin preguntas pues era algo normal entre ellos.

 

♣♣♣

 

Unos momentos después de salir Cristina, Paul se paró de la silla de donde parecía haberse clavado y recogiendo sus cosas se fue sin decir nada a nadie.

–¿Qué paso aquí Ali?

–Que hemos sido unos egoístas con Cristy. Nunca le hemos preguntado que esperaba de nosotros y lo que es mucho peor, somos tan brutos que no lo hemos deducido por nosotros mismo.

–¿Qué estás diciendo?

Preguntó Will quien obviamente no había entendido nada. Pero Ali no lo oyó y siguió hablando como si estuviera confesándose ante un juez invisible e implacable.

–Que no hemos mirado por el bienestar de Cristina como debíamos haber hecho. Que solo nos hemos preocupado de darle cosas materiales que para nosotros eran importantes. Que nunca hemos sido sus verdaderos amigos porque nunca nos hemos interesados por su salud mental, por sus sentimientos, por sus temores, por su soledad. Bastante tiene la pobre niña con ser diferente a todos quienes la rodean y tener que enfrentarlo todo sin padres. Rosi la quiere mucho y la cuida, pero no es su madre, no es sangre de su sangre; nosotros tampoco lo somos. Que infeliz debe haberse sentido cada vez que la hemos abandonado y nos hemos ido a divertir confiados que cuando regresáramos nuestros papeles y nuestras tareas estarían perfectamente bien corregidas y nuestras calificaciones seguirían siendo de las mejores gracias a su ayuda y a sus desvelos. Me siento tan avergonzada que no se qué hacer, no sabría cómo empezar a pedirle perdón.

Ahora era Ali quien lloraba, con ese llanto suave de la culpa que no puede deshacerse. Will la miraba sin todavía entender en concreto que había pasado, pero si se daba cuenta que cualquier cosa que fuera era lo suficientemente grave como para abochornarlos a todos.

–Vamos hasta la casa, allí me lo puedes explicar todo con más calma.

Ali se paró, recogió sus libros y ambos salieron en silencio.

 

♣♣♣

 

El frio de Marzo era quizás el más impetuoso de toda la estación porque ya se presentía la llegada de la primavera y el invierno se negaba a morir. La temperatura baja e inclemente del tercer mes del año se afanaba por meterse en el alma de los mortales para enfriarles el espíritu. Paul, parado en la terraza de su apartamento no sentía nada. Su mirada estaba fija en un punto irreal y lejano.

No sabía ni cómo ni cuándo pero había herido a Cristina. Tampoco entendía la tormenta que se armó por algo tan inconsecuente como su vida sexual. ¿Promiscuo? Si él siempre usaba condón, él se protegía de todas las mujeres con quienes se acostaba; ellas sabían que con él no sacarían nada más que una noche de placer. Él nunca había tenido novia; no estaba atado a nadie. En cuanto a Will y Ali, cuál era el problema en que ellos lo aceptaran en compañía de estas mujeres. Cuando Cristina creciera, y para eso faltaba mucho, nunca sería como ellos, ella era una niña inocente que dedicaría su vida a estudiar y progresar.

Que bruto eres Paul, pensó justo al terminar de justificarse consigo mismo. No entiendes nada, te comportas como un patán y lastimas a la persona que más te ha ayudado en tu vida, la única que no ha pedido nada de ti, una pobre niña que cuando te conviene la elevas a un estado de madures incierto y cuando no, la miras desde tu pedestal de adulto haciéndola sentir inferior a ti. ¿Cómo corregir semejante error? ¿Cómo volver a mirarle la cara a Cristina después de haber abusado de su cariño y su confianza por tanto tiempo sin darle el valor que merecía?

Cogió el teléfono y llamó a Ali

–Tengo que hacer algo pero no sé qué hacer, ayúdame por favor.

Cuando fue la última vez que pediste un favor a alguien, pensó Paul al oírse pronunciar esas palabras tan difíciles que hacía tiempo había eliminado de su vocabulario.

–Yo estoy igual que tú. Baja, esto tenemos que discutirlo entre los tres.

–Ya voy.

Cerró su celular y se dispuso a bajar, en eso sonó su teléfono.

–Ya estoy bajando.

–¿A dónde estás bajando?

Era su abuelo; que vergüenza tener que contarle lo que estaba pasando

–Hola Papa, creía que era Ali, es que voy en camino a su apartamento.

–¿Te sientes bien hijo?

–Sí, sí, por supuesto que sí, no hay ningún problema, todo está bien.

–Yo no te pregunté si había un problema Paul, pero ahora creo que si lo hay. ¿Qué pasa?

Cómo explicarle a su abuelo lo que había pasado

–Nada grave, un pequeño mal entendido, pero ya lo vamos a arreglar, no hay ningún problema.

–No tienes por qué contarme nada Paul, nunca me he inmiscuido en tu privacidad, solo quiero saber si hay algo que pueda hacer para ayudarte.

–Ese precisamente es el problema, que siempre hay alguien que me ayuda, me he acostumbrado a que hagan las cosas por mí, ya no puedo hacer nada por mí mismo y si lo hago término metiendo la pata. Es hora de que empiece a tomar responsabilidad por mis errores abuelo.

–¿Que le hiciste a Cristina?

–¿Por qué a Cristina?

–Porque hay dolor en tu voz, y solamente existe una persona a quien tú puedes herir fácilmente y esa es Cristina.

–¿Por qué dices eso?

–Porque ya te lo dije una vez, ella está muy apegada a ti. Por muy inteligente que sea es solo una niña de once años rodeada de personas mayores que subestiman su capacidad emocional y no le prestan atención.

–Papa yo prefiero morirme antes de herir a Cristina, tú lo sabes. Hice un comentario que estaba fuera de lugar y la herí. No creo que haya nada que pueda hacer para que me perdone.

–Estás equivocado, Cristina tiene una mente privilegiada; ella misma buscará la manera de arreglarlo, no te preocupes. Trata de demostrar tu arrepentimiento con hechos, no con regalos.

 

 

Lucas oyó el teléfono sonar y se apresuró a contestarlo para no despertar a Cristina

–Halo.

–Lucas, ¿todavía están estudiando?

Eran las dos se la madrugada y Cristina no estaba en casa, era normal que se quedaran hasta muy tarde estudiando pero Rosi siempre se preocupaba cuando despertaba y no la veía en casa, no podía evitarlo.

–No Rosi, es que estábamos tan cansados que nos quedamos dormidos, eso es todo.

–Está bien, ahora bajo a buscar a Cristy.

–No Rosi espera.

Pero ya Rosi había colgado el teléfono y estaba en camino al apartamento de los niños. Tenía que despertar a Cristina.

–Cristy, despierta, Rosi viene para acá. Tienes que lavarte la cara y componerte un poco o se dará cuenta de que has estado llorando.

Cristina oía la voz de Lucas muy lejana. No sabía dónde estaba, le dolía el cuello y le picaban los ojos. Trató de incorporarse pero el cuerpo no le respondió, estaba entumida y mareada. Los parpados le pesaban y la boca la tenia seca como si estuviera llena de arena.

–¿Qué horas es?

–Son casi las dos de la mañana. Te quedaste dormida y no quisimos despertarte.

Como un relámpago en medio de la oscuridad le llegó el recuerdo de las últimas horas.

–Lucas, perdóname, no quería importunarlos. Ayúdame a arreglarme un poco para cuando llegue Rosi.

Los dos oyeron como se abría la puerta y Rosi entraba.

–¿Mi niña, que te ha pasado? ¿Por qué no me han llamado? Dios mío.

–Rosi, te lo voy a contar todo con lujo de detalles pero cálmate. Vamos a casa, dejemos a Lucas y Winona que descansen. Anda vamos. Lucas, mañana hablamos.

 

♣♣♣

 

El cansancio de Cristina era mucho más mental que físico, y se quedó dormida de nuevo en cuanto Rosi la llevó hasta su cama. Al despertar pensó que hasta que no arreglara este problema con Paul no podría descansar en paz, por lo que se decidió a llamarlo enseguida. Era temprano y quizás estuviera durmiendo pero tenía que hacerlo ya.

–Paul.

–¿Cristy?

–Cuando puedas ven por acá, quiero hablar contigo, tengo que darte una disculpa por el incidente de ayer, pero quiero hacerlo en persona, por favor. ¿Puedes venir?

–Disculpa tengo que darte yo a ti.

–Bueno, pues nos las daremos mutuamente, pero cuando puedas, pásate por acá, yo voy a estar en la casa todo el día. Si tienes algo que hacer no importa, hablamos luego, solo quiero conversar un ratico, lo podemos hacer durante la semana.

–Estoy allí en cinco minutos.

Cuando Paul llegó ya Lucas y Winona estaban allí, también estaban Ali y Will, con Rosi supervisando el evento desde la puerta de la cocina.

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