Criminal

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Capítulo dieciocho

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—Imagino que lo normal es encontrar sangre, ¿no? ¿De la aguja?

—Sí.

Pete le abrió las piernas. Uno de los agentes retrocedió ligeramente y casi tropieza con la rama rota de un árbol. Se oyeron un par de risas nerviosas, pero el hombre logró mantener el equilibrio. Enfocó la linterna a las piernas de la víctima.

Tenía los muslos blancos y pálidos. Sin sangre.

—¿Se han encontrado huellas en la aguja? —preguntó Amanda.

A pesar de las circunstancias, Pete le sonrió.

—No. Estaba completamente limpia.

—Ella no se lo hizo.

—No lo creo. La han lavado y alguien la trajo hasta aquí.

—Al mismo lugar donde encontramos a la otra víctima.

—No exactamente, pero muy cerca. —Señaló un lugar a unos cuantos metros—. A Lucy Bennett la encontramos allí.

Amanda miró el edificio. El apartamento de la señorita Lula estaba en el extremo más lejano. Desde su ventana no podía ver el árbol ni el lugar donde habían encontrado a Jane Delray. Deena tenía razón. Había otra persona o personas que lo habían visto, pero tenían miedo de hablar.

—Ned —dijo Pete—. Cógela por los pies.

Yo la sujetaré por los hombros.

El joven doctor obedeció. Con cuidado, le dieron la vuelta al cuerpo.

Amanda miró el rostro de la chica. Estaba destrozada por completo. Habían hecho jirones con sus párpados. La boca estaba rota en pedazos. Aun así, se la podía reconocer. Amanda abrió su bolso y encontró su carné. Después se lo dio a Pete.

—Donna Mary Halston —leyó—. ¿Vive aquí? —Miró la parte superior del edificio—. Deduzco que en la planta de arriba. Igual que Lucy Bennett.

Amanda buscó entre los carnés hasta encontrar el de Lucy Bennett. Se lo dio a Pete y esperó.

—Hmm —dijo observando la foto. Era consciente de que estaba rodeado de seis agentes cuando le dijo a Amanda—: No conozco a esta chica.

Amanda le pasó el carné de Jane Delray.

Una vez más, examinó la foto. Soltó un profundo suspiro que sonó como un gruñido.

—A esta sí la reconozco.

Le devolvió los dos carnés a Amanda y preguntó:

—¿Y ahora qué?

Ella movió la cabeza. Se sintió bien al ver que Pete corroboraba sus identidades, pero eso no cambiaría las cosas.

La puerta trasera se abrió. Evelyn negó con la cabeza.

—No hay nada en su apartamento. Aún está hecho un desastre, pero no creo que nadie…

Se detuvo. Amanda se percató de que había visto la aguja de hacer punto. Evelyn se llevó la mano a la boca. En lugar de alejarse, miró hacia el árbol y luego volvió a mirar a la chica.

—¿Qué te pasa? —preguntó Amanda.

Algo no encajaba. Se levantó y se acercó a Evelyn. Era lo mismo que con aquel rompecabezas de su casa. A veces, lo único que se necesitaba era un cambio de perspectiva.

La rama del árbol estaba rota. La chica yacía en el suelo. La habían hecho abortar.

—Dios santo —dijo Amanda—. Ofelia.

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