Cola

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4. Aproximadamente 2000: Ambiente festival » Aeropuerto de Sydney, NGS, Australia: Miércoles, 11 de la noche

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De verdad necesito algo para el avión. Tranquilizantes o alguna mierda de ésas. Me meto en tromba en la farmacia y casi tiro un expositor de cuchillas de afeitar. Capullo, capullo, capullo. «Capullo», escupo entre dientes, y la chavalilla del mostrador me mira y ve a un apestoso borrachín callejero. Helena está a mi lado, grácil y limpia como una asistente social con un cliente indisciplinado, arreglándolo mientras los cambios salen de mi bolsillo, pasan por mi mano y caen al suelo.

Reedy y Parlour Maid se mantienen a cierta distancia, avergonzados por el espectáculo. La misma historia se repite en el mostrador de los pasajes, y después en el de facturación y por último en la aduana. Pero logro coger el vuelo; la capacidad de persuasión de Helena resulta ser afortunadamente más fuerte que las chorradas burocráticas oficiales. Sin ella, no habría durado más de cinco minutos en el aeropuerto, no digamos subir al avión.

Pero aún tengo que llegar a casa.

Mi viejo. Lo único que el pobre cabrón me ha pedido alguna vez es que diera señales de vida. Ni siquiera pude hacer eso. Soy un capullo egoísta a tope. Nunca formó parte de mi código genético ser así. Mi madre y mi padre nunca fueron así, ni tampoco sus padres; nunca fueron tan mimados, autocompasivos, débiles y egocéntricos.

Sé tú mismo, solía decirme siempre cuando era un crío. Siempre fui un poco hiperactivo, siempre tenía que fardar, y a mi madre solía preocuparle cómo me comportaría en las reuniones familiares, si les dejaría en evidencia o no. Pero mi viejo nunca se molestó. Sencillamente me llevaba aparte y me decía que fuera yo mismo. Eso es lo único que tienes que hacer en la vida. Sé tú mismo, me decía.

Lejos de ser una opción fácil, fue lo más difícil, el mayor desafío que nadie me hubiera hecho jamás.

Ahora estoy listo para atravesar la puerta de embarque y me he despedido de Reedy y Celeste Parlour, que se han ido al bar. Helena está allí conmigo y le aprieto la mano, deseando quedarme y teniendo que marcharme. La miro a los ojos, incapaz de decir una palabra, esperando que con eso baste, pero temeroso de que lo único que ella pueda leer en mis ojos sea el miedo y la ansiedad que siento por lo de mi viejo. Pienso en aquella vez en que ella me dijo que le encantaría ver Londres. Yo me lancé de cabeza a una diatriba contándole lo aburrido, sobrevalorado, reprimido y esnob que era Londres; que en lo que a Inglaterra se refería, Leeds o Manchester eran sitios mucho más interesantes. Sencillamente odiaba la complacencia perezosa y guiri de su comentario. Por supuesto, no hacía más que poner en evidencia mis propias neurosis, mis propios complejos. Había sido un comentario simple e inocente, y yo me comporté como un capullo grosero y autoritario, como siempre hacía con cualquiera con quien mantuviera una relación durante demasiado tiempo. El consumo excesivo de drogas me ha reducido a un caparazón nervioso y amargado. No, eso no es una buena excusa siquiera. Se me ha ido la cabeza; lo único que han hecho las drogas es ayudarme por ese camino.

Ella me abraza con fuerza. Está tan pulcra y tan limpia, todas esas cosas de las que yo me mofaría y que en realidad adoraba en ella. Sé que hace esto por sentido del deber, que esto es lo último y que cuando haya pasado me dirá que todo ha terminado. He pasado por lo mismo otras veces, no me merezco otra cosa, pero quiero que las cosas sean diferentes. «Llamaré a tu madre y le diré que estás en camino», me dice. «Intenta llamarla desde Bangkok. O si te sientes demasiado hecho polvo y crees que eso la deprimirá, llámame a mí y la llamaré yo. Carl, tendrías que irte ya.»

Ella se aparta y noto cómo sus manos se escurren de las mías propinándole un golpe discordante a mi corazón. «Te llamaré. Hay un montón de cosas que necesito decir…, yo…»

«Tendrías que irte», dice ella, y se da la vuelta.

Traumatizado, paso tambaleándome por el control de seguridad del aeropuerto. Miro hacia atrás para ver si sigue allí, pero ha desaparecido.

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