Cian

Cian


CATORCE

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CATORCE

Cian se despertó bruscamente. Aunque se levantó despacio, Amélie se movió inquieta, y él se inclinó sobre ella, susurrando.

—Tranquila, sigue durmiendo. —Esperó hasta comprobar que no se despertaría y luego fue al baño. Había percibido que él llegaría en pocos minutos y no quería que Amélie estuviera presente.

Se dio una ducha rápida y se vistió enseguida; poco después estaba en la puerta del club, esperándole mientras bebía un café y hablaba con los gemelos, a los que les tocaba vigilar esa entrada. El carruaje de Killian llegó antes de que se terminara el café. Le dejó la taza a Al para que la sujetara, mientras iba a abrir la puerta del coche y saludó a su amigo al hacerlo:

—Buenos días, Killian… —sus siguientes palabras se vieron interrumpidas al recibir un enorme puñetazo en la boca, que lo envió volando a varios metros de distancia. Al y Buck corrieron hacia el carruaje dispuestos a defender a su jefe, pero los detuvo. Se había puesto en pie y se tocaba la mandíbula, agradecido de que, al menos, no le hubiera roto nada:

—¡Quietos! ¡Esto es asunto mío!

Killian bajó estirándose las mangas de la camisa, como si no le dolieran los nudillos como mil demonios. Como siempre, iba impecablemente vestido, con traje oscuro y camisa blanca, aunque los cubría parcialmente con una capa corta y negra.

—Buenos días, Cian. Sigues teniendo la mandíbula como un yunque. —El aludido, ante el asombro de los gemelos, se acercó a él con la mano extendida y sonriendo.

—Buenos días. Te esperaba desde hacía horas. —Killian miró primero su mano extendida y luego su rostro.

—Eres un cabrón, pero tienes unos huevos enormes. —Aceptó su mano, más tranquilo por el golpe que le había dado, y entraron en silencio en el club. Dirigiéndole una mirada irónica, comentó—: Hueles a café y mataría por una taza.

—¿Y si consigo que el cocinero, que ya está levantado, te haga un desayuno completo?

—No estaría mal. —Miró hacia las escaleras que conducían al piso de arriba y Cian lo notó.

—Está bien. Ahora duerme, pero si quieres, la aviso.

—Todavía no. Prefiero que hablemos antes.

—De acuerdo.

Se sentaron en uno de los reservados que había al fondo de la cafetería y la camarera tomó nota de los desayunos. Cian notaba un hormigueo constante en el labio, pero eso no le preocupaba. Lo importante era la conversación que iban a tener, sabía cuánto lo quería Amélie.

—Lee me convenció ayer para que no viniera a matarte, pero esta mañana me he despertado con la urgente necesidad de hacerlo —Cian asintió, comprensivo.

—Lo entiendo.

—¿Crees que vas a conseguir algo dándome la razón? —Bebió un sorbo de su café, pero se aguantó las ganas de decirle lo bueno que estaba—. ¿No pudiste esperar a que volviera?

—Killian —colocó las palmas de las manos hacia arriba sobre la mesa, en una petición involuntaria de comprensión—, sabías lo que siento por ella. Es mi velisha, te lo he dicho varias veces. Tú, mejor que nadie, debería entenderlo.

—Sí, pero te pedí que esperaras hasta que ella te aceptara —recriminó.

—Lo sé, pero tuve que traerla aquí para protegerla, ¿o eso también te parece mal?

—No. Esa es la única razón de que no te haya matado —alardeó—. Cian, sé que darías tu vida por ella… no tengo dudas sobre lo que sientes, pero quería que tuviera más tiempo para hacerse a la idea. Es tan joven… —Cian lo miraba con una mueca burlona y Killian supo por qué.

—Ya sé lo que piensas…

—¿Te refieres a que es solo un poco más joven que tu reciente y bellísima esposa? Teniendo en cuenta que tú me llevas a mí más de cincuenta años, creo que nuestra edad está más en consonancia que la vuestra. —Killian decidió dedicarse al desayuno para evitar volver a pegarle y Cian lo imitó en silencio. Cuando terminaron, Killian se limpió con la servilleta pareciendo más tranquilo.

—Estaba todo muy bueno. Anoche estaba tan enfadado que no cené. Siento lo de Lorna, aunque sé que ya no había nada entre vosotros… no es agradable.

—Gracias. ¿Entonces?

—¿Entonces? ¡Qué cara tienes! —Pero ante su encanto y conociendo sus verdaderos sentimientos por Amélie, no pudo seguir negándose—. Está bien, pero antes tengo que asegurarme, por ella, de que eso es lo que quiere.

—De acuerdo.

—Anoche hablé con Fenton largo rato y coincido con él en que los responsables de los asesinatos que está investigando La Brigada y del ataque a Amélie, son miembros de La Hermandad. No sé si sabes que también fueron ellos los que asesinaron a los padres de Amélie.

—Sí, ella me lo ha contado. —Entonces Killian supo que ella confiaba en él porque nunca hablaba acerca de aquello.

—Voy a convocar una reunión. Cuando Fenton informó a Gale sobre sus sospechas acerca de La Hermandad, su hermano escribió a los cuatro para que consiguieran toda la información que pudieran sobre ellos. Es el momento de descubrir si han descubierto algo.

—¿Quieres que la reunión sea aquí?

—Sí, lo antes posible.

—De acuerdo, le diré a Devan que ponga en marcha la red de llamadas.

—Y ahora me gustaría ver a mi pupila. —Cian se levantó dejando a Killian con una segunda taza de café mientras iba a avisar a Amélie.

La despertó para decirle que Killian estaba abajo y, al contrario de lo que esperaba, ella se alegró. Saltó de la cama ágilmente como si ya no sintiera ningún dolor y cogió la ropa que iba a ponerse. Él estaba confundido:

—¿No te preocupa que haya venido Killian? —Ella ya se había puesto la ropa interior y ahora estaba decidiendo si el vestido estaba demasiado arrugado para ponérselo, pero apartó un momento la mirada para fijarla en Cian.

—No, ¿por qué me iba a preocupar?

—Por lo que hemos estado haciendo estos dos días. —Se acercó a él con una sonrisa burlona.

—Pobrecito, ¿te ha dicho algo? —Le molestó un poco su actitud burlona y se señaló el golpe que, a pesar de su rapidez en curarse, todavía se notaba en sus labios hinchados. La cara de ella se transformó y se acercó a él, indignada.

—No tiene derecho a pegarte. —Se mordió el labio—. Lo siento, Killian, de verdad. Pensaba que se enfadaría, claro, pero que te gritaría o algo así. —La abrazó, más tranquilo.

—Está claro que no conoces a Killian cuando está enfadado. ¿Te ha gritado muchas veces? —Ella lo pensó.

—Creo que no. Ninguna que yo recuerde.

—Porque no es de los que gritan. —La besó para distraerla—. No ha tenido importancia y no pienso lo mismo que tú. Tenía derecho a pegarme. Si alguien se hubiera llevado a mi hija y hubiera hecho con ella lo que hice contigo, no me habría conformado con darle un puñetazo.

—Pero él no es mi…

—¿Padre? —continuó y ella no supo cómo contestar—. Querida, no lo es biológicamente y no lo llamas así, pero a efectos reales, lo es. Te aseguro que, para él, tú eres su hija.

—No me malinterpretes. Estoy muy agradecida a Killian y, junto con Gabrielle, hasta ahora eran mi única familia —le acarició la mejilla—, pero nunca lo había considerado como un padre. Puede que sea porque no quiero echar de menos a mi padre biológico.

—El nombre es lo de menos. Date la vuelta. —Mientras ella hablaba le había puesto el vestido y ahora le estaba abrochando los botones.— Y no le digas nada sobre el puñetazo, no quiero que os enfadéis por esa tontería.

—Está bien, pero me gustaría verlo a solas.

—Como quieras, ¿le digo que suba?

—¿Estás loco? ¿Con esa enorme cama, que es lo primero que se ve al entrar en la habitación? —Aparentó estar horrorizada, pero no pudo aguantar la risa y él la imitó. Cogiéndola de la mano, la llevó hacia la puerta.

—Podéis hablar en la sala de reuniones. La biblioteca no se abre hasta las nueve y estoy seguro de que Kristel todavía no ha llegado. Allí nadie os molestará.

—Muy bien.

Cuando la dejó instalada, fue a buscar a Killian que lo esperaba impaciente en la entrada de la cafetería.

—Te está esperando en la sala de la biblioteca.

—De acuerdo.

Aunque no había pensado reaccionar así, en cuanto Killian entró en la habitación Amélie corrió hacia él y lo abrazó con un sollozo ahogado.

—¡Shhhh! —La acunó como cuando era una niña—. Tranquila, pequeña, ya estoy aquí. Siento mucho no haber estado cuando te ha pasado todo esto. —Lo miró con los ojos húmedos, pero sonreía.

—No, no digas eso. Yo sí que siento que hayáis tenido que interrumpir vuestra luna de miel. ¿Gabrielle está muy enfadada? —Killian sonrió.

—La conoces y sabes que no. Solo está preocupada por ti; quiere que vuelvas a casa enseguida. —Rio por lo bajo—. Ya verás el rapapolvo que me va a echar si no vuelves conmigo. ¿Y tu herida? —Rozó suavemente con su índice el moratón de su rostro y su mirada se afiló, deseando asesinar al que se había atrevido a tocarla—. No sabía que también te hubieran pegado.

—No tiene importancia, no te preocupes, y la herida ya está muy bien. Cian me hace las curas y Aidan ha venido ayer a verme y me dijo que está cerrando muy deprisa. Ven, sentémonos un momento.

Cuando lo hicieron uno junto al otro, lo miró muy seria y le dijo:

—¿Recuerdas que, hace unos meses, me preguntaste qué opinaba sobre la propuesta de Cian y lo que te contesté?

—Sí, te dije que quería casarse contigo y que solo te pedía que le dieras una oportunidad para demostrarte lo que sentía. Y tú me dijiste que no estabas interesada, ni en él ni en ningún otro. Que no te casarías nunca —ella asintió con expresión grave.

—Estoy arrepentida, muy arrepentida, Killian. He sido terriblemente cobarde.

—¿Tú? Nunca has tenido ni un pelo de cobardía en todo tu cuerpo.

—Puede que no a que me pase algo a mí, pero no podría soportar perder a alguien más. Preferiría morir yo veinte veces antes que tener un marido e hijos, y perderlos. —El semblante de Killian se ensombreció.

—Comprendo, y —apretó la mano que había dejado sobre la mesa— lo entiendo, pero no tiene por qué pasarte lo que les ocurrió a tus padres. Nunca sabemos lo que nos depara el destino, pero eres muy joven y podrías vivir muchos años con Cian, si es lo que tú quieres. Tú decides, pero no concibo que rechaces la felicidad a la que tienes derecho, por la remota posibilidad de perderla en algún momento. Y te aseguro que no hay mayor alegría en la vida que amar y ser correspondido. —Ella estaba fascinada.

—Pareces un poeta.

—Si se lo cuentas a alguien, te mato —bromeó.

—No se me ocurriría —rio, pero volvió a ponerse seria a continuación—, pero no tienes que convencerme. Los minutos que estuve luchando por mi vida en ese sucio callejón, sirvieron para darme cuenta de que había estado dos años mintiendo a todo el mundo, a Cian, a ti y, lo peor de todo, a mí misma. Y recé por tener una oportunidad para recuperar el tiempo perdido, porque lo cierto es que me enamoré de él en cuanto lo conocí. —Killian tenía una sonrisa benevolente en los labios y ella hizo un mohín—. No pareces sorprendido.

—Porque no lo estoy. Desde la primera vez que os vi juntos, supe que esto terminaría así. Pero tenías que ser tú la que diera el paso; por eso estaba tan enfadado con él, porque le había pedido que te diera tiempo y pensaba que había aprovechado el ataque para…

—No, no lo culpes, Killian. Ha sido cosa mía y ya sabes lo cabezona que soy.

—Espero que, al menos, haya sido paciente contigo. —Ella se ruborizó, pero fue sincera y lo miró a los ojos al responder.

—Lo ha sido, y también muy cariñoso. Soy muy feliz.

—Es lo menos que te mereces —refunfuñó, fingiendo seguir enfadado—. Supongo que tendremos que empezar a preparar la boda —bromeó y ella frunció el ceño.

—¡De eso nada! Todavía no me lo ha pedido y quiero que lo haga como es debido. Quiero que se arrodille y me entregue un anillo. ¡Lo quiero todo!

La carcajada de Killian se escuchó desde el despacho de Cian que sonrió antes de levantarse para ir a su encuentro. Tampoco era cuestión de dejar que decidieran ellos solos todo su futuro.

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