Cian

Cian


QUINCE

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QUINCE

Kirby había aprovechado para investigar un poco por su cuenta y llegaba tarde. Todos debían estar ya en la reunión, pero lo que había descubierto merecía la pena. Al cruzar la calle en la que estaba el club, vio llegar a Fenton y Killian. Se acercó a ellos, aunque el zorro de Killian ya había presentido que estaba cerca y no se molestó en disimular, pero él se sorprendió ver su expresión de felicidad.

No había vuelto a verlo desde su boda, que él mismo había celebrado como juez, y sintió algo de envidia al pensar que, estadísticamente y debido a las pocas velishas que había en comparación con el número de vampiros sin pareja, era difícil que él tuviera la misma suerte que su amigo. Killian se adelantó, abrazándolo con fuerza, algo que también lo sorprendió. Ninguno de los dos había demostrado nunca su afecto tan efusivamente.

—¡Kirby!, ¡qué alegría verte! —Se separó de él para observarlo bien y no le pasó desapercibida la mueca de amargura que vio en su rostro. Su amigo seguía sin encontrar nada que lo hiciera feliz—. ¿Dónde te hospedas?

—En el… —Pero no lo dejó terminar.

—¡Me da igual!, luego enviaremos a alguien a por tu maleta y te vienes a casa… y ¡muchas gracias por tu ayuda! Fenton me ha dicho que acudiste enseguida a nuestra petición.

—Te lo agradezco, pero no es necesario. Ya que estás aquí había pensado irme en un par de días, en cuanto te hayas puesto al día con el caso. Mi zona no es tan entretenida como el distrito del norte, pero también tengo mucho trabajo. Y no tengo una brigada como la tuya que me ayude —ironizó. Killian sonrió enseñando todos los dientes. Era consciente de que Kirby y los magistrados extranjeros envidiaban al equipo de investigadores que él mismo había formado poco a poco, y lo entendía.

—Me da igual lo que digas. A partir de ahora y hasta que vuelvas a Cork, dormirás en mi casa. —Fenton, muy agradecido a Kirby por su ayuda, terció:

—Si te parece bien, yo me encargo de recoger tus maletas —Kirby asintió después de pensarlo un momento, a él también le apetecía pasar algo de tiempo con su antiguo amigo, se sacó el reloj de la levita. Él nunca empezaba una reunión tarde, pero Killian era menos formal.

—¿Entramos? Deben de estar esperándonos.

—No te preocupes, me extrañaría que empezáramos a la hora; cuando no llega uno tarde, lo hace otro. Somos muchos y todos estamos muy ocupados. Al principio discutíamos mucho por eso, pero ya nos hemos acostumbrado.

Cuando entraron en el club, Kirby la buscó por todos lados. Fenton se acercó a él, con la diversión brillando en sus ojos negros y susurró:

—Estará en la biblioteca. —Kirby no le dijo que no sabía a quién se refería ni nada parecido, simplemente asintió y se encaminaron hacia allí.

Parecía vacía, pero Kristel apareció detrás de una estantería de madera llevando bastantes libros en los brazos, que parecían a punto de caerse. Kirby se adelantó y, sin mediar palabra, se los quitó de encima.

—¿Dónde quieres que los lleve? —Ella señaló una mesa cercana que estaba bajo una ventana y él obedeció. Killian, que se había quedado parado junto a Fenton, entendió la situación nada más verla y comentó, como si tal cosa:

—Te esperamos dentro. —Kirby no contestó, ni siquiera lo escuchó. Toda su atención estaba en Kristel que había empezado a colocar los libros en diferentes montones sobre la mesa, después de darle las gracias. Cuando los dejaron solos, se acercó a ella y la bibliotecaria levantó la mirada sorprendida al comprobar que no se había marchado.

—Me gustaría conocerte mejor. Sé que es muy precipitado, pero solo voy a estar en la ciudad un par de días… podríamos comer juntos, quizás, ¿mañana? —Kristel no estaba acostumbrada a relacionarse con los hombres; solo los había tratado por motivos de trabajo o mientras estudiaba, pero no se necesitaba demasiada experiencia para saber lo que Kirby Richards pretendía y, a pesar de lo mucho que lo admiraba, tenía que negarse.

—No, lo siento. —Él retrocedió un paso, desconcertado.

Había creído que la atracción era mutua. Incluso ahora, le parecía sentir que ella también se sentía atraída por él. Pero asintió y, algo ofendido, entró en la reunión decidido a olvidarse de ella. Los asistentes hablaban entre ellos, aunque era una conversación distendida; estaban preguntándole a Killian algo sobre su luna de miel, pero se quedaron callados cuando él entró.

—¡Ah!, ya estás aquí. No sé si conoces a todos. —Killian se lo quedó mirando y Kirby asintió y comenzó a estrechar las manos de los asistentes.

—Sí, ya nos conocemos… James, Niall, Stuart. —James Mackenna, Niall Collins y Stuart Byrne formaban, junto con su amigo Burke Kavannagh, el grupo al que llamaban Los Cuatro Legendarios. Era imposible haber nacido en Irlanda y no conocerlos.

—Me imagino que Burke no ha podido venir, ¿no? —Cuando fue a buscarlo para que viniera a Dublín, le había avisado de que tenía que viajar a América al día siguiente por negocios y que estaría allí cerca de un mes.

—No, ya sabíamos que estaría fuera del país.

Cian, como dueño del club estaba obligado a asistir y se había sentado junto a Killian y a su otro lado estaba Fenton, que era el que había dirigido la investigación hasta el momento.

—Todos sabéis por qué estamos aquí, así que no vamos a perder el tiempo. Fenton. —Lo miró y el aludido comenzó a explicar lo que habían descubierto.

—Gracias a Killian y Kirby, sabemos cómo actuaban los asesinos de La Hermandad anteriormente, y por eso hemos podido comprobar que son los mismos métodos que se han utilizado en estos asesinatos. Además, los tres vampiros que atacaron a Amélie tenían una marca muy característica, una serpiente blanca y negra tatuada en la parte interior de la muñeca derecha, igual que los antiguos acólitos de La Hermandad.

Kirby intervino:

—Recuerdo que algunos no tenían el tatuaje en la muñeca. Algunos lo tenían oculto en un hombro o en la espalda; eran los que estaban infiltrados en la sociedad como uno más de nosotros.

—Cierto —corroboró Killian. Él y Kirby habían luchado codo con codo contra ellos en aquella época.

—No sabemos demasiado sobre ellos —Fenton cabeceó disgustado, a pesar de sus esfuerzos no parecían avanzar en el caso—. Lo que es seguro es que están bien entrenados y dirigidos, y que sus víctimas no están elegidas al azar; quieren derrocar al Gobierno e imponer un nuevo sistema que esté dirigido por vampiros, y convertir a los humanos en esclavos. —Alguien llamó a la puerta y Cian se levantó para ver quién era; mientras, los demás comenzaron a murmurar entre ellos, preocupados por las palabras de Fenton. Cian escuchó lo que Devan le dijo al oído y se volvió hacia los demás, esperanzado:

—Acaba de llegar una persona a la que llevábamos buscando dos días y que creo que puede darnos una información muy importante. —Miró a Killian pidiéndole permiso. Por ser el que dirigía la reunión, era el que tenía que decidir quién podía estar presente en ella.

—Claro, dile que entre. —Cian murmuró algo a Devan y permaneció de pie esperando a Mary. Se asustaría menos si lo veía a él primero, antes de sentarse frente a unos cuantos vampiros desconocidos.

La mujer que entró a continuación llevaba un vestido de un rojo muy vivo y con un gran escote. Tenía un cuerpo voluptuoso y era atractiva, pero la expresión de miedo que contraía su rostro, lo afeaba. Al ver la habitación llena de elegantes caballeros que esperaban en silencio, retrocedió dos pasos para marcharse, pero Cian la sujetó y todos escucharon cómo se dirigía a ella:

—Mary, no tengas miedo. Devan te ha asegurado que te protegeremos y sabes que siempre cumplo mi palabra, ¿no es así? —la voz de la humana sonó aterrorizada y sus ojos claros se movían inquietos, desde la cara de Cian a las de los demás vampiros presentes en la sala.

—Mi hija no sobreviviría sin mí. No tenemos a nadie más y solo tiene diez años.

—Mary, en cuanto nos digas lo que sabes, os pondremos en un tren para que salgáis de Dublín, tendrás dinero suficiente para empezar una nueva vida en otro sitio. —Ella parecía a punto de salir corriendo, pero entró, aunque lo hizo despacio como si temiera que alguien la atacara. Killian, acostumbrado a tratar con testigos amedrentados, se levantó para que se sentara a su lado. Esperaba tranquilizarla y, además, ver su expresión de cerca cuando contestara a las preguntas.

—Siéntese, Mary, se llama así, ¿no? —ella asintió pasándose la lengua por los labios resecos.

—Sí, señor. —Agarraba su bolso como si fuera un salvavidas. Killian sintió lástima por ella.

—No se preocupe, señora. Nadie va a hacerle daño, se lo aseguro. —Contrariamente a lo que esperaba, en lugar de tranquilizarse, ella se echó a llorar y sacó un pañuelo arrugado de su bolso para limpiarse—. ¿Se encuentra bien? Si quiere, pueden traerle un té, un café o alguna otra cosa.

—No, señor, prefiero acabar cuanto antes. —Killian miró a Cian, pero él ya se había acercado a ella para estar a su lado.

—Mary trabajaba en El Columpio Rojo, por eso me conoce; a través de un amigo me enteré de que una de las chicas que trabajaban allí había visto algo, la noche que asesinaron a Lorna, e hice algunas preguntas. Resultó que el testigo era Mary y que ha estado escondida desde entonces porque el asesino la vio escapar, pero no fue capaz de detenerla o no pudo perseguirla en ese momento. Eso todavía no lo sé, espero que ella nos lo aclare. —Killian le hizo un gesto para indicarle que él se encargaba del interrogatorio desde ese momento.

—Entonces, ¿vio usted a los asesinos?

—No, señor, solo a uno. —Solo se escuchaban las voces de los dos en la habitación; el resto los observaban fijamente, pendientes del testimonio de la humana.

—¿Era alguien habitual del club? —Ella miró a Cian, que le hizo un gesto para que contestara.

—No, señor, no lo había visto nunca. —Killian notó que el nerviosismo de la humana crecía en lugar de disminuir y decidió probar otra cosa.

—Mary, quizás sea mejor que usted misma nos cuente lo que vio aquella noche. Cuando termine, si tengo dudas sobre algo, se lo preguntaré, ¿le parece?

—Sí, señor… señoría… señor…

Killian la interrumpió para poder avanzar:

—Llámeme Killian, por favor.

—No podría, señor.

—Como usted quiera. Empiece. —Ella se mordió un lado de la mejilla haciendo memoria y, pasados unos segundos, lo hizo.

—Lorna llevaba mucho tiempo sin un amante fijo y cuando estaba así se ponía más insoportable de lo habitual. —Ninguno quiso mirar, a propósito, a Cian—. Y como su humor había mejorado de repente, todas pensamos que tenía un protector nuevo. Pero este era distinto, cuando se reunía con él no quería que hubiera nadie más en el club. Eso era muy raro —miró a Cian directamente—, algunos de sus amantes anteriores venían a recogerla y se la llevaban a su casa, otros pasaban un rato con ella en el club y luego se iban, incluso algunos se quedaban a pasar allí la noche, pero nunca había tenido ninguno tan misterioso. Cuando tenía una cita con este, nos decía a todas que nos tomáramos la noche libre y que no volviéramos hasta las doce del día siguiente. Así se aseguraba de que ninguna lo veíamos.

Cian la interrumpió:

—¿Y los hombres que siempre tenía Lorna en la entrada? Tienen que haberlo visto entrar y salir…

—Cuando él bajaba del carruaje, lo hacía con una máscara y tenían órdenes de dejarlo pasar sin intentar averiguar quién era. Cuando se marchaba, también lo hacía enmascarado. Pero esa noche, Lorna les ordenó que también se fueran a casa, como a todas nosotras. —Cian se sorprendió. Lorna jamás dejaba su local sin vigilancia.

—Siga, Mary.

Ella volvió a mirar a Killian y obedeció.

—Yo me fui a casa como todas, pero estaba a medio camino cuando recordé que se me había olvidado mi dinero. Verá, Lorna nos había pagado por la noche lo de la última semana y yo lo necesitaba para los gastos de la casa, y no iba a dejarlo allí para que cualquiera se lo llevara… así que volví y entré sin que nadie se diera cuenta. Como los muchachos de la entrada no estaban, colarme fue muy fácil. Estaba todo tan silencioso que pensé que no había nadie y, después de coger mi dinero, ya me iba a marchar cuando escuché risas y me escondí detrás la puerta de mi habitación, que estaba entreabierta; desde mi escondite veía un trozo del pasillo y vi a Lorna pasar corriendo, desnuda, perseguida por un hombre. Bueno, entonces yo pensé que lo era. Cuando la alcanzó, la levantó en brazos y se la llevó al dormitorio de ella; al pasar junto a la lámpara de gas que alumbraba el pasillo pude verle bien la cara.

Killian se inclinó hacia delante.

—¿Recuerda cómo era?

—Igual que si lo tuviera delante ahora mismo. Tenía los colmillos fuera y era rubio y muy guapo. Alto, delgado… parecía muy joven. No creo que deba decir nada más, señor, porque iba sin ropa. En cuanto se metieron en la habitación salí como alma que lleva el diablo y me fui corriendo a mi casa. Al día siguiente, cuando volví, ella estaba muerta. —A pesar de las circunstancias, Killian carraspeó intentando no sonreír, seguro de que, si se lo preguntaba, lo siguiente que Mary le diría era si estaba bien dotado o no.

—¿Se lo dijo a la policía?

—¿Está loco? ¿Quiere que me arresten por prostitución? —Lo miraba como si hubiera perdido el juicio. Tenía razón, la policía la detendría primero y preguntaría después.

Kirby hizo un gesto y Killian contestó a su petición:

—Habla, Kirby, por favor.

—Podríamos pedir a algún retratista que dibuje su cara. Sé que la policía está empezando a utilizar dibujantes para que trabajen con los testigos, y así conocer la apariencia de algunos delincuentes.

James Mackenna, que había estado tan callado como todos los demás, se sintió obligado a intervenir:

—No solo la policía, yo tengo uno muy bueno en el periódico. Está trabajando en Wicklow, pero mañana estará de vuelta en el tren de primera hora. Si quieres, le diré que deje lo demás y se ponga con eso.

Killian aceptó, antes de que terminara de hablar.

—Hazlo, James, por favor. —Mackenna se levantó para enviar aviso y Cian se inclinó hacia la humana.

—Muchas gracias, Mary.

Killian le preguntó un par de detalles que no le habían quedado claros; después, Devan se la llevó siguiendo instrucciones de Cian, mientras llegaba el dibujante de Mackenna.

—¿Qué opináis?

El primero en hablar fue Stuart, el militar:

—Es curioso que no haya ni rastro de ningún antiguo en La Hermandad, por lo que decís, todos parecen ser jóvenes, ¿es así?

—Exacto —confirmó Killian.

—Lo que no quiere decir que no haya alguno involucrado —puntualizó Niall Collins, el conde.

—Kirby y yo siempre pensamos que el cerebro de la sociedad tenía que ser un vampiro antiguo. Debían tener un líder al que siguieran todos, pero no encontramos nada.

Dagger estaba distraído, desde que se había enterado de lo ocurrido, no podía quitarse de la cabeza a los Cox, sobre todo a la pequeña Maggie, la hijita.

—¿Habéis sabido algo acerca de los asesinatos de Wilson Cox y su familia? —Fenton suspiró disgustado.

—Una testigo que vive enfrente y que oyó los gritos, vio a unos jóvenes salir corriendo de la casa y subirse a un carruaje. Pero era de noche y no pudo verles la cara, solo que le parecieron jóvenes y que iban bien vestidos. No eran los típicos delincuentes callejeros.

—Igual que los que atacaron a Amélie —apostilló Cian y Kirby asintió. Él y Fenton habían visto los cadáveres y se decidió a decir lo que todos estaban pensando.

—Killian, a mí me parece que el asesinato de Lorna Khan y el ataque a tu pupila, están relacionados y el nexo es Amélie; por la razón que sea, el objetivo es ella o cualquiera que se relacione con ella —miró a Cian—, yo diría que han ido a por Lorna Khan porque fue tu amante, como si te estuvieran castigando por relacionarte con Amélie. Si no hubieran asesinado a sus padres hace años, podríamos pensar que es una casualidad, pero siendo así… —se encogió de hombros y Killian se frotó la cara, preocupado, porque pensaba lo mismo— quizás deberíamos usarlo a nuestro favor, utilizarla de cebo…

No había terminado la frase cuando Cian se había puesto en pie, gruñendo y con los ojos de un color rojo ardiente. Estaba a punto de saltar sobre Kirby y todos se levantaron para detenerlo, pero Killian fue el más rápido. Se puso delante de él para que no pudiera ver al otro juez y, cogiéndolo por el brazo, lo zarandeó levemente para llamar su atención:

—¡Tranquilízate, Cian! Nadie en esta habitación pondría a Amélie en peligro, al contrario. —Cian respiró hondo varias veces hasta que se calmó un poco y accedió a sentarse, pero siguió mirando a Kirby como si estuviera valorando qué momento sería mejor para retorcerle el cuello. El otro sonreía a pesar de ver la intención asesina en sus ojos e intentó explicarse:

—Cian, todos queremos lo mismo. Solo estoy diciendo que necesitamos un plan para sacar a esas sabandijas de su madriguera, y que podemos aprovechar la obsesión que demuestran por Amélie. Pero yo jamás haría nada que la perjudicara.

—Está bien.

Entonces, empezaron a urdir el plan.

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