Carnaval

Carnaval


CAPITULO VI

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—No me importa adonde iré con tal que no haya allí aceite de ricino.

Mientras permanecía en la camita, esperando la convalecencia y observando cómo brotaban los capullitos de lilas, al lado exterior de las grandes ventanas, no pudo menos de anhelar el volver a Galton, a pesar de que la paz y regularidad de la vida del hospital le satisfacían.

Fue una convalecencia muy larga, pero Jenny pasó dos alegres semanas antes de regresar a su casa; correteaba por todas las salas, y servía la comida a los demás enfermitos; hasta bailó una o dos veces, para distraerlos, y se sintió muy contenta al ser frenéticamente aplaudida.

Lloró mucho, cuando por fin se vio obligada a volver a su casa, en el mes de agosto. Pero poco después se fueron todos a pasar las vacaciones a Clacton-on-Sea y allí se divirtieron en grande.

Jenny se mostraba cada vez más indisciplinada y daba malas contestaciones a su madre, con mucha frecuencia. Un día, en particular, hubo un violento altercado entre ellas sobre si iba o no iba a llover durante un paseo por el campo; éste tuvo un final desastroso, pues a la señora Raeburn e dio vuelta el paraguas y Jenny perdió un zapato, negándose a recogerlo del fango y regresando a casa a la pata coja, con un solo zapato, poniendo en ridículo a su madre.

—Ya es tiempo de que vuelvas a la escuela, hijita —'dijo la señora Raeburn.

La escuela pública resultaba aburrida, después del colegio de aquella señora de Galton, de los mimos del hospital y de las diversiones de Clacton. Jenny se hizo muy traviesa; pateaba, pegaba, se enojaba, desobedecía y desesperaba a las maestras, una tras otra, hasta obligarlas a escribir cartas indignadas a su casa dando cuenta de su mal comportamiento: era una niña rebelde, indómita y maliciosa; en fin, todo lo contrario de lo que debe ser una niña.

¿Qué se podría hacer con ella?

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