B.I.M.B.O.

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Capítulo 6

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6

Hay encuentros que simplemente son inevitables. Así que siempre fue claro que los dos se verían en algún punto, sobre todo después de darse cuenta de que había algo que los unió de manera fuerte desde el primer momento en que se vieron. Fue algo difícil de explicar.

El poder de Arthur al ser uno de los diseñadores más importantes de la industria, fue más que suficiente como para garantizarle la conexión inmediata con esa mujer. Pero, él, dentro de sus pensamientos, no sabía muy bien cómo hacer que las cosas se dieran de la mejor manera posible.

¿Optaría por la sorpresa? ¿Se decidiría por planificar mejor un encuentro? Había un montón de posibilidades que estaban al alcance y no podía dejar de pensar en todo lo que había al alcance. Era maravilloso encontrarse con un montón de posibilidades que tenía a la mano, era increíble.

Lo cierto es que verse con ella durante la preparación de su desfile era una tontería, algo bastante predecible e iba en contra del estilo que tenía de moverse cuando le interesaba una mujer.

Entonces se decidió por lo neutro, la llamaría a una reunión en una de sus oficinas. Eso serviría de excusa para atraerla a un ambiente más o menos controlado, pero aún seguiría siendo su terreno.

La asistente de Arthur se comunicó con la de Natalia. Le envió una invitación para una reunión con uno de los hombres más poderosos de la industria, así que sería una ocasión interesante para afianzar una potencial relación comercial.

—Te pauté una reunión con este diseñador que tiene lo suyo. Al parecer está interesado en ti y le gustaría tener una reunión para hablar un poco al respecto.

—¿Cuál diseñador? —dijo Natalia con genuina duda, hasta que de un momento a otro recordó de qué se trataba todo. El corazón comenzó a acelerársele con rapidez y el frío de la emoción se le albergó en el estómago. De nuevo, se sintió como una chiquilla que no sabía nada del amor o el deseo.

A pesar de haber estado con varios hombres, de haber besados tantos labios hasta el punto de perder la cuenta, lo cierto es que dentro de ella albergaba cierta inocencia y pureza que hacía que viera las cosas con cierta ingenuidad. Quizás era eso lo que idealizaba las cosas, y se encontraba con situaciones efímeras, vacías.

Sin embargo, luego de encontrarse con los ojos de ese hombre que le hizo sentir que su cuerpo se había movido de arriba abajo, le despertaba una serie de emociones, de sensaciones demasiado potentes que nunca. De a momentos, su mente le recreaba situaciones intensas y hasta oscuras, se desconocía a sí misma.

—Ah, vale. Está bien. ¿Cuándo es la cita?

—Para mañana en la tarde. Fue el único momento que pude encontrar para que puedas tener la cita con él y… —ella siguió hablando de los itinerarios, de las cosas que debía cumplir, pero su voz se perdió en ese conjunto de pensamientos que no paraban de darle vueltas sobre él. Quería verlo, moría por verlo, aunque también sentía un poco de miedo.

El tiempo transcurrió con rapidez y legó el momento en el que ella tendría que verse cara a cara con la persona que tanto había invadido su mente en los últimos días. Antes de eso, claro, se preocupó por investigar más sobre él.

Se sentó una noche frente a la computadora y comenzó a teclear a toda velocidad. Se percató que, a pesar de trabajar en la misma industria, nunca lo había visto en su vida. Se sintió ligeramente como una tonta.

Sin embargo, más allá de seguir sintiéndose como una boba por no haberse encontrado con él, se percató que estaba ahora mucho más interesada en conocerlo. Entonces, de nuevo, aparecieron los nervios y el susto de quedar absorbida entre esos ojos azules que parecían par de abismos.

Se alejó de la computadora y encendió un cigarrillo, se sentó en uno de los bordes de la ventana de la sala y aspiró un poco del humo para luego soltar un poco. Suspiró un poco y sintió que el mundo le iba a cambiar por completo. No sabía qué cosas traería para ella.

El despertador sonó con toda la potencia posible, y la mano delicada y suave de Arthur se estiró lentamente para apagarla. Sin demasiada prisa, sin demasiada perturbación.

Respiró profundo y cerró los ojos cuando alzó la mirada hacia la ventana. La luz del día le daba en toda la cara y a veces aprovechaba esos momentos para relajarse un poco, antes de que comenzara el caos de su día a día.

Se levantó de la cama, revisó la hora y sonrió ligeramente porque recordó que ese día, en cuestión de horas, tendría a esa mujer solo para él.

Preparó su café de siempre, logró meterse a la ducha, mientras sonaba la radio. Era la costumbre que lo hacía sentirse un poco más acompañado. Salió en cuestión de minutos y sonrió de nuevo, no podía esconder el hecho de que verdad estaba contento y a la expectativa de lo que iba a suceder.

Se tomó todo el tiempo del mundo para prepararse porque aquello lo hacía sentir como si estuviera cerca de enfrentar un momento cumbre en su vida. Estaba emocionado, a la expectativa y con muchas ganas de tomar a esa mujer.

Arthur era de esos dominantes que sabía cómo moverse con sutilidad, pero también desde la franqueza. No le gustaba romper las cosas con demasiadas preguntas, eso le parecía aburrido. Más bien deseaba hacerlo con la tranquilidad suficiente como para no romper esa capacidad de sorprender.

Cuando se terminó de duchar, miró todas las opciones para tener un aspecto impresionante. Entonces fue cuando se le ocurrió vestirse de negro.

—No hay nada más claro que esto. Estoy seguro —se dijo para sí mismo.

Fue claro que iba a matar y también que tomaría el toro por los cuernos. Estaba más emocionado que nunca.

Natalia se encontraba frente al espejo, con la mirada llena de preguntas y también con una especie de nerviosismo que ni siquiera podía controlar bien. Nunca, ni en los desfiles más intensos, ni en las sesiones de fotos más fuertes, la había puesto de esa manera.

Se peinó con los dedos, con un cepillo, con un peine. Se miró en el espejo cientos de veces para examinarse a sí misma. Estaba hermosa, con los ojos azules como un par de luceros, con la piel radiante y con los labios tan bellos y delicados como siempre. Sin embargo, en su mirada había algo más, algo que escondía que y que no podía evitar que le preocupara un poco.

Se levantó de la silla y se paseó por la habitación con la excusa de distraer su mente. Abrió entonces las puertas de su inmenso clóset y comenzó a buscar las prendas que más le gustaban con el fin de causar la impresión necesaria.

Estaba dudosa, aunque se tratara de una mujer que sabía muy bien cómo vestir su cuerpo y cómo lucir hermosa para cualquier ocasión.

No quiso ser demasiado extravagante, así que se decidió por sus looks clásicos: un par de vaqueros, una camiseta negra y unas zapatillas Stan Smith. Lo cómodo porque era algo que le gustaba y le hacía sentir cómoda. Por último, una chupa de jean rota y desgastada para darle un aspecto moderno.

Su asistente le escribió para recordarle que tenía un par de reuniones antes, y que no podía olvidar el compromiso que tenía con Arthur: “Es un tío importante, por favor, recuerda que tienes que verlo. Puede ser bueno para ti”.

Ella suspiró. Claro que sabía que él sería bueno para ella. Eso representaba nuevas oportunidades de trabajo, algo que siempre buscaba porque, como modelo, sabía que su carrera tenía una fecha de caducidad, así que tenía que aprovecharla al máximo.

Por otro lado, la situación se ponía interesante porque, físicamente, se sentía fuertemente atraída hacia él. Era hermoso, misterioso y tenía un no-sé-qué que no podía explicar por más que lo intentara.

El hecho es que pasó el resto del día entre sus ocupaciones, ligeramente sin pensar en que tendría que verse con él.

Finalmente, por más que su mente hacía el esfuerzo de no pensar demasiado, sacó su móvil del bolso y comenzó a revisarlo para ver la dirección a la que tendría que ir. Un Uber después, se percató que estaba en el medio del centro financiero de la ciudad, un lugar bastante glamoroso y elegante, algo ligeramente diferente a lo que estaba acostumbrada.

Salió del coche y comenzó a andar hasta el edificio que debía buscar. En ese lugar, se presentó y dijo que tenía una cita con el diseñador. La recepcionista la trató particularmente bien, quizás porque se trataba de una celebridad o porque era bella al punto de generar simpatía inmediata.

Ella sonrió y respondió esa misma amabilidad, debido a la costumbre que tenía. Así que, luego de hacer su papel social, se preparó para tomar uno de los elevadores y así terminar con toda la situación que ya había comenzado poco tiempo después.

Estaba sola, así que le resultó peor porque se estaba enfrentando a sus temores y nervios. En cuanto se abrieron las puertas, se encontró con una oficina impresionante, con personas dando vueltas, caminando de un lado para el otro, yendo y viniendo.

Estaba acostumbrada a ambientes como esos, pero no pudo evitar sentirse maravillada por un lugar como ese. Todo lucía tan interesante, tan potente, tan elegante. Era casi como un sueño.

Olvidó momentáneamente que se vería con uno de los diseñadores más importantes del momento, porque había visto los más hermosos bocetos de diseños en las paredes y también fotografías glamorosas. Irónicamente, Arthur no era de quienes hacía alarde de su ego, de hecho, no había imágenes de él.

Se paseó por un rato, puesto que la secretaria le comentó que lo mejor era esperar un rato: “Es un hombre ocupado, por favor, espero que sepa comprender”. Ella asintió, pensando que el frío de los nervios la iban a volver loca.

Se quedó mirando una foto en donde aparecía él. La única que había en el lugar. Estaba sonriendo y acompañado por unas personas que no pudo identificar de manera inmediata.

Se veía tan diferente y también increíblemente atractivo. Sus ojos brillaban con potencia y sus dientes blancos relucían de forma maravillosa. Tenía esa expresión amable y tan hermosa, que se sintió como una adolescente.

—Sí, ese fue en mi primer desfile en Nueva York. Mi hermana y mi madre vinieron. Fue uno de los momentos más maravillosos de mi vida— ella sintió cómo el corazón se le congeló, la voz profunda de él le hizo retumbar hasta los pies. Era un hombre cuyo atractivo se le notaba hasta en la forma de hablar.

Ella se giró lentamente y lo miró. Estaba vestido con un traje negro, reluciente, con las manos en los bolsillos y con la mirada fija en ella. Tenía unos lentes de montura dorada y una sonrisa ligera que apenas mostraba sus dientes.

—Lo siento, no quise hacerte esperar tanto. Tuve que resolver algo importante. Pero ahora tengo todo el tiempo para ti.

Natalia sintió como una bola de fuego le crecía en la boca del estómago. Esas palabras se sintieron como una dulce caricia.

—Vale, muchas gracias por recibirme.

—Venga, ya te muestro mi despacho.

Los dos caminaron juntos por los pasillos de gente ajetreada. Por un instante, recordó que estaba lista para estar con él. Más que nunca.

Entraron a un lugar amplio, moderno e impresionante. Ella abrió los ojos porque se trataba de su espacio, de su terreno. Allí no valía desfile o nada similar. Estaban solos y podía suceder cualquier cosa.

—Por favor, siéntate. ¿Deseas algo? ¿Café? ¿Agua? —dijo él como si nada.

—Sí, agua, por favor.

—Bien.

Hubo una pausa interesante, ya que nadie decía nada. Si se ponía un poco de atención, ella casi podría escuchar el sonido de su corazón. Mientras servía el vaso de agua con una rodaja mínima de limón, procuró verlo con sumo detalle. Estaba maravillada por esa figura. Era un hombre alto, de buena estampa y físicamente lucía como una escultura.

Pero callada, reservada, muy diferente a lo que solía ser porque estaba intimidada por primera vez en mucho tiempo. Él le removía un montón de sentimientos y a veces no sabía muy bien cómo manejarlos. Estaba ligeramente perdida.

—Sé que tienes muchas ocupaciones, pero es que me pareció interesante que nos pudiéramos entrevistar. Te vi en el desfile pasado… Sí, resulta que la diseñadora es una entrañable amiga mía.

Poco a poco, ella iba atando los cabos.

—… Así que me pareció interesante la forma en cómo desfilaste. La ropa parecía, pues, acariciarte la piel. Eso es algo difícil de ver —hizo una ligera pausa y la miró fijamente a los ojos. Estaba concentrándose casi en desvestirla con la mirada. Natalia se sintió ligeramente pequeña —Entonces, como tengo una colección que está por salir, me gustaría que fueras la musa oficial. ¿Qué te parece?

Ella se quedó en silencio. Estaba sorprendida, pero plácida porque era una propuesta que estaba esperando por un largo momento. Claro que lo quería.

—Estaría más que encantada —Respondió ella —¿Tienes muestras de las prendas para saber más o menos de qué va el concepto?

—Claro, creo que tengo algo por aquí… Déjame revisar.

Se fue del punto de encuentro por un momento, para luego aparecer con una especie de vestido corto hecho de cuero que parecía bastante normal, sin embargo, en cuanto él le dio la vuelta, pilló un diseño mucho más intrincado de lo que hundiera pensado en alguna oportunidad. Las tiras se cruzaban entre sí de manera intrincada, pero hermosa.

—No sé si lo sabes, pero me especializo en lencería y también indumentaria BDSM. Este es el desfile del que te hablaba. Mi intención es hacer una especie de mezcla entre los dos mundos para crear una colección diferente… Y creo que tú irías muy bien con esto.

Ella se puso de pie y se sintió maravillada con lo que estaba viendo. La tela, el diseño, la fineza de los detalles. Estaba ansiosa por ponérselo sobre la piel.

—¿Y bien? ¿Qué te parece? —Arthur sabía que ella estaba entusiasmándose cada vez más. Notó ese destello de emoción en los ojos. Tuvo la sensación de que estaban en la misma sintonía, así que tendría que ir a por más.

—Pues, me encanta. Nunca había visto algo así.

—Claro, hay más. Esta pieza es una de las principales, pero hay más elementos y complementos que me gustaría que vieras. Para ti, pienso usar un par de diseños con la intención de que abras y cierres el desfile. Creo que será ese toque especial que necesitamos para que el evento sea inolvidable.

—Sería un honor usar algo hecho por usted. Y más cuando se trata de un concepto tan innovador y diferente como este. Simplemente me encanta.

Arthur comenzó a celebrar por dentro. Había logrado un paso importante, así que debía ser un poco más rápido para que las cosas se dieran como quería.

—Vale, entonces lo que nos queda por hacer es concretar las citas para las pruebas y para que hablemos sin tanta formalidad. ¿No te parece? —dijo él con una amplia sonrisa en los labios, y fue cuando ella sintió que el mundo entero se le había movido bajo sus pies. No podía dejar de verlo ni de pensar que era hermoso, sublime.

—Sí, sí, claro.

—A ver, me gustaría tomarte las medidas para, ya sabes, para tener una mejor referencia y así hacer las piezas sin tanto rollo. Aunque, claro, seguiremos probando hasta que todo salga como tiene que ser. ¿Tienes problema con eso?

—No, no. Creo que es lo justo.

Natalia se quitó la chupa de jean como para responder el juego de seducción que se había formado entre los dos. Quería elevar la situación lo más posible, así que estaba dispuesta a llevarlo al próximo nivel.

Entonces, se puso de pie, de manera sensual y delicada. Se acomodó el cabello en una cola, con la finalidad de que este no molestara durante el proceso, y se acercó hacia él con movimientos lentos.

Arthur, por supuesto, estaba disfrutando de la situación. La chica joven y dulce, estaba comenzando a demostrar que tenía una especie de fuerza interior que podría resultar muy atractiva para él. Pero bien, no podía alimentarse exclusivamente de las expectativas, tendrían que jugar un poco más.

En ese momento, él se ajustó los lentes, preparó una pequeña libreta, un boli Mont Blanc y tomó una cinta métrica para comenzar a hacer la medición. Antes, la miró fijamente a los ojos y sonrió ligeramente, le encantaba todo el proceso de coquetear, de seducir. Era divertido.

—Bien, trataré de hacerlo con delicadeza, ¿vale? Si te sientes incómoda, avísame.

—Vale —respondió ella con toda la ansiedad corriéndole por el cuerpo. No supo bien la razón, pero sin duda estaba más que emocionada.

Poco después, su cuerpo pareció prenderse en fuego. Los dedos de Arthur recorrían su cintura y parte de sus caderas. Él tenía una habilidad sorprendente con los dedos, así que sentía que no era un acoso, ni que la estaba hostigando, sino que más bien la estaba seduciendo con todas las armas posibles.

Trataba de mantener la naturalidad de la situación, de verse tranquila y relajada, y no pensó que requeriría tanto esfuerzo de su parte.

Por otro lado, Arthur estaba en su propio regocijo de lo tentador que estaba siendo. Estaba en una faceta de Dominante que tanto le gustaba… Y apenas estaba comenzando.

La parte cumbre fue cuando se puso de pie para medirle el cuello. Ella se quedó impresionada al verlo tan de cerca. Sus ojos tenían chispas doradas cerca del iris, pero claro, eso no era lo único.

El nacimiento de los vellos de su barba de tres días, la mandíbula fuerte, el rostro cuadrado y esa nariz larga pero perfilada, lo suficiente como para darle un carácter severo y duro. Ese estímulo, más el roce de sus dedos sobre la piel de su cuello, la hicieron sentir más y más caliente.

Su coño comenzó a ponerse húmedo, palpitante y como si estuviera a la expectativa de cualquier situación. Pero no, estaba en una reunión de trabajo y tenía que mantener la compostura.

—Tal y como imaginé.

—¿Qué cosa?

—Que tus medidas son hermosas y perfectas. Y que definitivamente tenerte así de cerca es un privilegio.

Eso sí que no lo esperó, así que no fue de extrañarse que sus mejillas se encendieran y se sintió un poco tonta por no controlar un impulso como ese, pero, ¿qué más podía hacer? Le fue inevitable.

—Vaya…

—Discúlpame si te he ofendido con mis palabras.

—No, no… Lo siento.

Arthur estaba disfrutando plenamente lo que estaba pasando. Le resultaba divertido y hasta cierto punto, también servía para alimentar el ego que tenía en ese momento. Lo hacía sentir más poderoso, más fuerte y quería hacerse más poderoso para poder arrastrarla a sus intenciones más oscuras.

Arthur hizo el ademán de que estaba escribiendo en la pequeña libretita, así que se acomodó como si nada, como si todo estuviera bajo control, mientras sabía muy bien que ella estaba aún sumida en la conmoción.

—Vale, entonces quedamos así, creo que podría tener algo listo para mañana. ¿Te parece si nos vemos para que tengamos una prueba?

—Sí, sí. Seguro, ¿a dónde debería ir?

—Aquí mismo. Como eres mi musa ahora, tienes que recibir un trato preferencial —dijo él luego de hacer un guiño que la hizo estremecer.

Terminó de hacer las pocas anotaciones porque, para ser sinceros, era un hombre con buena memoria. El escribir sólo era un método para provocar la tentación una vez más.

Luego de terminar, se desprendió del borde de su escritorio para avanzar lentamente hacia ella. Natalia, quien tenía ya una amplia experiencia en situaciones como esa, estaba tremendamente nerviosa.

—Sé que nos irá muy bien. Sé que sí.

—¿Por qué estás tan seguro? —Alcanzó a replicar ella con una sonrisa en los labios.

—Verás, soy un hombre que tiene buen instinto.

Luego de una pausa, él volvió a su escritorio para que ambos pudieran terminar con las condiciones del trabajo que habían pactado. Ella se despidió con una enorme sonrisa, y él terminó por responderle igual.

Al encontrarse sola, Natalia sintió que las rodillas le estaban fallando. Tuvo que, de hecho, apoyarse a una columna para tomar un pequeño respiro y así encontrarse un poco más de tranquilidad porque pensaba que no podría por sí misma.

La reunión del día siguiente fue exactamente igual. Ella pensó que él la tomaría entre sus brazos para darle un beso y así dejarla con más hambre de más. Pero no pasó así, no fue así. Quizás en parte porque no correspondía a los planes de Arthur, aunque era sabido que él quería ir un poco más lejos.

La fecha del desfile fue casi de inmediato, así que ella estaba entre los nervios del evento y también entre la emoción que él le despertaba.

Lo cierto es que su asistente estaba cerca de ella, recordándole que tenía que estar atenta al orden y que pronto el productor la llamaría para repartir los trajes. El suyo, tanto de abertura como de cierre, era espectacular.

Durante varios días, estaba dilucidando cuál sería la mejor manera de acercarse a él, la forma de hacerle entender que quería estar con él. Que sus pensamientos inocentes ya no eran más, y que más bien su coño parecía prenderse en fuego cada vez que él estaba cerca.

—Ven, tienes que ir a arreglarte y después hacemos la última prueba del traje final. Parece que el diseño agregó un complemento final.

Ella miró un poco extrañada, pero estaba acostumbrada a los cambios de último minuto, así que estaba lista para ir a hacer lo suyo.

Fui a una habitación oscura y ahí la recibió una de las de las asistentes de Arthur, él no estaba allí.

—El diseñador hizo un cambio de vestuario de último minuto. Ya no usarás el vestido que escogió, sino algo un poco más elaborado, ¿vale? Así que vamos a ayudarte a que lo manejes bien.

Arthur tenía la costumbre de andar por ahí, pero más oculto que de costumbre. Los otros diseñadores preferían involucrarse al pleno, pero él dejaba todo tan bien que a veces no hacía falta nada más.

Sin embargo, eso no quería decir que no estuviera atento a los detalles. De hecho, iba y venía y se movía con tal agilidad que muchas veces se mezclaba con la gente. Además, cuando tenía desfile, era de las pocas veces en las que se vestía de vaqueros, converse y camiseta blanca. Aprovechaba regalarse un poco de informalidad, sobre todo porque a veces se ponía un poco ansioso al respecto.

Estaba en un lugar apartado en esa habitación oscura en donde se encontraba Natalia junto a un par de sus asistentes.

Miraba a lo lejos y admiraba la cara de desconcierto de ella. Por alguna razón, tuvo la sensación de que ella sabía muy bien en dónde se encontraba él, así que disfrutaba de eso.

Llegando a la última parte del desfile, Natalia salió tras bastidores luciendo como una diosa. Tenía un traje negro, ajustado al cuerpo, el cabello peinado hacia atrás y un maquillaje que endurecía sus delicados rasgos.

Tenía unos tacos altísimos, lo cual la hacían sentirse más segura que nunca. Esperó su turno pacientemente hasta que le dieron la señal. Respiró profundo y salió al escenario.

La música estaba retumbando y hubo un silencio sordo, sabía que las miradas estaban en ella. Caminó con paso seguro, hasta que, al final de la pasarela, accionó unos cordones que desplegaron unas alas de cuero y látex.

Eso bastó para que la gente comenzara a aplaudir y ella misma se drogara una vez más con el placer de la admiración ajena.

Sonrió un poco y se pavoneó unos segundos antes de regresar y así esperar hasta el final, de la mano de Arthur puesto que ella había sido la musa de ese gran desfile que dejó impresionado a más de uno.

Entonces, ella llegó hasta el final y se quedó a un lado, mirando el resto de las chicas que estaban saliendo a la pasarela. Respiró profundo porque estaba un poco nerviosa, pero en seguida sintió el calor de la mano de él sobre la suya.

No pudo evitar sentir una especie de sobresalto, algo que le hizo sentir que el mundo estaba girando demasiado rápido. Entonces, fue en ese momento en el que giró la cabeza y se encontró con esos ojos intensos, azules y penetrantes, que la hicieron sentir más viva que nunca.

—¿Por qué estás nerviosa?

—No lo sé, no lo sé muy bien.

La haló levemente hacia la parte más oscura, hacia su lado y la sostuvo con fuerza. Ella aún estaba maquillada y ataviada con el traje que le había destinado para el desfile. Entonces, como si el tiempo se hubiera detenido, él le tomó el rostro con ambas manos y sonrió.

Ella pensó que le daría un beso, pero no fue así. A cambio, él se acercó con suma lentitud hasta sentir el calor en la oreja. Natalia se estremeció como nunca y pensó que se desharía ahí mismo, antes de salir a la pasarela.

—Te voy a esperar cuando todo termine, porque quiero celebrar esto contigo.

Se apartó un poco y le dio un beso en la mejilla. Sintió que la piel se le puso de gallina y tuvo que reunir todas las fuerzas de su cuerpo para poder cerrar el desfile, con esa actitud de mujer fatal que era tan popular en las revistas y en Instagram.

Natalia volvió a desplegar las alas como el cierre, justo en ese momento, comenzaron a caer papelillos de color metal y ella, en medio de la música y del brillo, parecía una diosa.

Luego salió Arthur y se agachó ligeramente como a modo de agradecimiento, un par de sonrisas por aquí y por allá. Listo, ahora adentro.

La algarabía no paró en ningún momento, el revuelo de la gente y que había tras bambalinas fue impresionante. La gente celebraba, sonaban las botellas de champán, las bandejas de copas finas iban y venían, las risas abundaban. Pero, dentro de toda esa fiesta, Natalia tenía el corazón demasiado acelerado. La ansiedad la hacía ver a todas partes con el fin de encontrar a Arthur, pero no lo hallaba.

Tomó un sorbo de lo que estaban sirviendo y se acercó a la productora quien estaba hablando con el escenógrafo.

—Qué buena fiesta, eh.

—Uy, sí. Siempre se arma una así cuando terminamos. El jefe nos consiente porque sabe que nos saca todo, tía, así que celebramos a lo alto —acto seguido tomó un largo sorbo de cerveza que tenía en su regazo.

—Oye, hablando del jefe, ¿él no sale a celebrar?

—Nah, no le gusta. Es un tío serio y se recoge rápido. Quizás porque ha estado acostumbrado tanto a esto que ya se aburrió, por eso nos trata así. Cosa que le agradecemos porque esta industria es dura, ¿sabes?

—Total… Bueno, tenía ganas de agradecerle porque es mi primer desfile con él.

—Ah, ¿entonces eres Natalia?

La modelo se quedó fría, incapaz de responder de inmediato,

—Sí, soy yo.

—Ah, el jefe me dijo que lo buscaras aquí —le entregó un trozo de papel— Sabía que tenía que buscarte, pero esto estaba tan bueno que seguramente se me iba a olvidar. Lo siento, tía.

—No te preocupes.

Natalia habló un poco más como por amabilidad, y luego se excusó para poder ir a cambiarse de ropa. Fue a unos vestidores en donde la ayudaron a sacarse el traje y de inmediato fue a un baño que estaba cerca. Comenzó a quitarse la purpurina y los restos de papel brillante de la piel. Se lavó un poco y se puso un vestido ajustado de tiras finas. Se puso unas zapatillas y se llevó una chupa de jean que había traído consigo.

Por lo general aprovechaba esos momentos para tomarse una foto y subirla a su perfil, pero esa vez solo se limitó a mirarse en el espejo y sentir cómo el corazón le latía con mucha fuerza.

Tomó un ligero respiro y en cuanto salió, miró a su asistente besándose con uno de los modelos que había estado en una presentación anterior. Ella sacudió la cabeza un poco y luego siguió hacia la salida. Antes, le escribió para que después no se preocupara por ella.

Se escabulló para no tener que encontrarse con el resto de la gente. No tenía ganas de lidiar con los periodistas ni con sus compañeras. ¿La razón? No deseaba que le quitaran el tiempo.

Entonces, esperó lo suficiente para poder leer el fulano papel que le habían entregado por pura suerte. Puteó a la chica un par de veces y luego se concentró en esa letra pulcra y clara.

Resultó ser la dirección de un lugar, nada más. El corazón le bombeó de nuevo y justo en ese momento escuchó su móvil.

—Te estoy mandando un Uber, te esperará en la parte trasera para que no tengas que lidiar con esos odiosos. Apresúrate, quiero verte.

—Vale, ahora salgo.

Trancó y ella también, comenzó a correr un poco para llegar. Irónicamente, en cada paso sentía que su nerviosismo iba creciendo cada vez más. Nunca le pasó eso, ni siquiera la primera vez que tuvo sexo con un desconocido que le gustaba como loca. No, ni siquiera eso.

Finalmente, fue hasta la puerta de la salida y se encontró con el coche que acababa de aparcar frente a ella. En ese momento, experimentó una especie de fuerza en el corazón, algo que la impulsó a quedarse momentáneamente fría, pero con lo suficiente como para acercarse.

En ese momento, él se bajó y le abrió la puerta con una sorprendente amabilidad. Apenas cruzaron miradas, ella se sonrojó un poco. Volvió a recordar ligeramente la vergüenza que sentía al respecto, pero siguió en lo suyo. Tratando de disimular para esconder bien esa sensación.

Arthur, por otro lado, es un caso diferente. Él era un hombre que sabía manejar ese tipo de situaciones, pero no pudo esconder el entusiasmo que estaba experimentando. Ella era una mujer hermosa, sin dudas, pero lo mejor de todo era que también había notado cierta oscuridad dentro de su ser, lo que podría ser más que suficiente como para sacarle un provecho interesante.

—Estoy contento por verte, lamento mucho la tardanza, mi intención no era tardarme demasiado.

—Está bien, de verdad. Además, me distraje un poco con la fiesta que había allí, así que tampoco fue demasiado malo si soy sincera.

—Ah, pues, ya que estás con ánimos de fiesta, podemos seguir con la celebración. ¿Qué te parece?

—Perfecto —sonrió ella y se dispuso a tomarle la mano para que ambos subieran al coche.

En cuanto lo hizo, sólo estaba el chófer y nadie más. Este, por cierto, estaba en completo silencio, como si todo lo que estuviera pasando a su alrededor le tuviera sin mayor cuidado.

Apenas ella se sentó, el coche comenzó a andar y Arthur la miró fijamente. Sonrió y le tomó la mano.

—Vaya que tengo suerte de tenerte aquí.

—Creo que la suerte es mía.

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