B.I.M.B.O.

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Capítulo 7

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7

El recorrido fue interesante. Él estaba cariñoso y también hablaba sobre cualquier otra cosa, mientras que ella se sentía cada vez más nerviosa porque no sabía exactamente qué se iba a encontrar.

No paraba de hablar y lucía, en términos generales, más amable y dulce de lo que hubiera imaginado. Sin embargo, algo le decía que no debía confiar demasiado en esa impresión. Había algo más y sus ojos se lo decían.

Comenzó a reconocer la zona en la que se encontraba. Se trataba de uno de los sitios residenciales más lujosos de la ciudad y fue cuando se dio cuenta que estaba lidiando con alguien que ciertamente tenía mucho dinero y poder.

El chófer comenzó a disminuir la velocidad hasta que finalmente aparcó frente a una casa impresionante, de tres pisos y con un diseño moderno finlandés.

Arthur bajó y estiró la mano para ofrecerle de ayuda para bajar. Ella la tomó y de nuevo se encontró con el sonido de la nada y con aquella tensión que la ponía más que nerviosa. Él tenía una especie de poder sobre ella y eso no lo podía ocultar.

Siguió sosteniéndole la mano, dejando muy claro cuáles eran sus intenciones. Para una mujer como Natalia, todas las señales eran más que obvias, y si bien sabía muy bien lo que tenía que hacer, él la seguía desconcertando.

Después de que acercara su rostro a un lector cerca de la puerta, Arthur entró e hizo que ella también lo hiciera. De inmediato, las luces se encendieron y pudo ver la belleza del lugar en el que se encontraba. Se trataba de una casa que más bien tenía el aspecto de una hermosa mansión.

Todo estaba expuesto como una galería de arte: afiches, fotografías y retratos hechos de acuarela. Pero, lo que más le llamó la atención fue encontrarse con las fotografías de un par de mujeres muy bellas.

Entre todas, estaba una que le pareció muy dulce. Estaba Arthur en el medio, una mujer mayor le daba un beso en la mejilla, mientras que la más joven estaba recostada sobre su hombro, con los ojos cerrados y con una amplia sonrisa.

Ella tuvo ganas de preguntar, pero estaba consciente que ese no era el momento, que lo mejor que podía hacer era esperar a lo que él quería hacer.

—¿Te apetece algo de comer o de beber? Creo que tengo cerveza y vino.

—Agua está bien para mí.

—Vale.

Él se tomó el tiempo solo con la finalidad de que ella se sintiera intimidada y también un poco nerviosa. Sus sentidos de observación estaban más agudos de lo que podría esperar. Obviamente se dio cuenta de su curiosidad por su entorno y de cómo miraba la foto de su madre y hermana. Quizás ninguna de las mujeres que lo habían visto, le interesó un detalle como ese.

Finalmente, terminó de verter el contenido en un vaso y se lo llevó con toda la calma del mundo. Esa noche en particular, el cielo estaba despejado y el brillo de la luna parecía un enorme lucero que alumbraba todo.

—Aquí tienes.

—Muchas gracias —respondió ella al tomar el vaso y luego de beber un sorbo de agua, se acercó para decirle que su casa le parecía impresionante. Trató de decirlo con tranquilidad, aunque estaba más nerviosa que nunca.

—Gracias. De chaval me gustaban estas cosas, siempre, desde que recuerdo, así que tengo la posibilidad de construir un lugar que vaya acorde a mis necesidades y gustos. ¿Acaso no es estupendo?

—Claro, hay que rodearse de lo que uno le gusta.

Tras esa respuesta hubo un silencio tenso y eso fue más que suficiente como para que se miraran mutuamente y fue la oportunidad que él había estado esperando desde hacía mucho. Por fin se dio.

Se acercó a su rostro perfecto y notó el brillo de sus ojos azules: grandes y con esas pestañas que parecían ventanas hacia un mundo desconocido. Se acercó ligeramente y respiró un momento cerca. Sí, casi pudo escuchar el sonido de su corazón que estaba agitado.

—No tienes por qué estar así.

Ella alzó la mirada y justo en ese momento, sintió el calor de los labios de ese hombre que la envolvió por completo. Sintió que su mundo se estaba moviendo debajo de sus pies y que todo estaba dándole vueltas.

Natalia ya había experimentado todo tipo de intensidad de besos y de caricias, pero estas le supieron muy diferentes a las de antes. Trataba de no comparar, pero se le hacía difícil no hacerlo. Él parecía transportarla a un mundo tan diferente, tan intenso… Tan delicioso.

Él, por su parte, estaba tratando de controlarse cada vez más. No podía desencadenar su propio deseo porque la idea no era espantarla, pero lo cierto era que su propia esencia como dominante estaba ganando espacio dentro de sí. Quería más y estaba dispuesto a tomarlo.

Sus manos comenzaron a descender sobre su espalda, hasta pasar por la cintura y ubicarse ligeramente hasta las caderas. Sus dedos se aferraron sobre esa carne con tanta fuerza, que eso bastó para que ella se sobresaltara y se fuera hacia él para pegarse más.

Sus lenguas se entrelazaron de una manera que ella ni pudo imaginar. Pasó gran parte de su vida saboreando labios que no le daban nada, pero él era diferente. Era intenso, dulce, poderoso. Tenía una mezcla indescriptible.

Llegó al punto en el que no pudo más, y comenzó expresar una serie de gemidos que ya no pudo reprimir. Estaba demasiado excitada como para siquiera expresarlo con palabras y Arthur, como buen observador que era, no tardó demasiado en entender las señales que tenía delante.

La tomó entre sus brazos con más fuerza y la apretó a tal punto en el que ella pensó que se fundiría entre su piel. Por supuesto, esto bastó para que se olvidara de sí misma y él, considerando el nivel de entrega de ella, tomó aquello como un mensaje claro y contundente.

La cargó de un solo movimiento mientras seguían besándose. En medio de ese espacio silencioso y oscuro, lo único que podía escucharse era el sonido de sus bocas y lenguas, más lo gemidos de esa mujer que estaba calentándose cada vez más.

Subió las escaleras con destreza y como si pesara nada. Quizás era por el hecho de que por fin estaría con ella y que ahora no habría freno para cumplir con las fantasías que tenía en mente. Estaba desesperado por poseerla.

Al llegar al piso superior, dio unos pasos más. Mientras, Natalia estaba demasiado concentrada en el ardor que sentía entre sus piernas. Era una especie de fuego intenso que sentía y que parecía no poder controlar más.

Entonces, como si fuera de un momento a otro, sintió que la dejaban sobre la cama. Abrió las piernas y él fue sobre ella entre los mismos besos y caricias, salvo por un detalle que sí le llamó la atención: el parecía un hombre que le gustaba tener el control y se notaba con cada caricia que le hacía.

Ella, sin embargo, estaba demasiado extasiada con lo que estaba experimentando. Él sabía muy bien cómo tocarla, cómo hacerle sentir emociones intensas y no quería que eso se frenara, quería más de él también.

En cuestión de segundos, ella quedó completamente desnuda. Realmente no fue un problema para Natalia, aunque le resultaba emocionante sentir cómo era despojada de esas barreras, sin demasiados inconvenientes.

Quedó desnuda y aunque no era una persona que se caracterizara por sentirse insegura al respecto, no podía evitar pensar en cómo él la intimidaba. Había algo que no podía descifrar, pero que de todas maneras era más que suficiente como para atraerla sin control.

Arthur estaba alcanzando su punto como Dominante, así que aprovechó el momento para quitarse algunas prendas con suavidad, con toda la paciencia del mundo. En ese momento, vio cómo ella lo miraba con suma concentración, así que se preparó para disfrutar de esa atención que tanto le gustaba recibir.

Tras quedar desnudo, ella quedó impresionada por ese cuerpo impresionante: una espalda ancha marcada, abdominales, piernas gruesas y una piel blanca enmarcada por lunares de todas las formas. Sin embargo, todo eso quedó eclipsado por un detalle mayor y más importante: la polla de él.

Era larga, gruesa y con un glande de un rosado pálido. Las venas que estaban alrededor estaban perfectamente marcadas, así que eso era más que suficiente como para que ella sintiera el morbo de querer pasarle la lengua una y otra vez. Sin embargo, Arthur tenía otros planes en la cabeza que estaba dispuesto a hacer.

Se fue hacia la cama, justo en donde ella se encontraba para besarla y sentir su piel desnuda. Era suave, agradable y el olor le despertaba un morbo indescriptible.

Poco después, sus manos se encargaron de juntar las muñecas de Natalia para ponerlas encima de la cabeza de ella, con la finalidad de inmovilizarla un poco. De esa forma, ella quedaría subyugada a los designios de él… Y eso fue algo nuevo para ella.

Seguían besándose, pero la intensidad era cada vez mayor, como si no fueran capaces de resistirse por mucho tiempo. Luego, él se apartó para besarle el resto del cuerpo a Natalia. Resultó que era algo que estaba esperando desde hacía mucho tiempo.

Sus labios rozaban suavemente la piel de ella y eso fue suficiente para que él tuviera la oportunidad de deslizarse entre el cuello y esos pechos duros y firmes de esa mujer. Se detuvo por un momento en sus pezones, los cuales estaban duros y calientes.

Los lamió con delicadeza para luego ir con un poco más de fuerza, incluso al punto de morderlos un poco. Ella se retorció, pero no pudo moverse demasiado debido a que él todavía la tenía inmovilizada.

—Te vas a quedar quieta, ¿vale?

Ella asintió y se mordió la boca, porque se excitó aún más con la forma en la que él le hablaba de esa manera. Era increíble y maravilloso.

Entonces, luego de dejar en claro este punto, él comenzó a descender por ese cuerpo. Su lengua y labios estaban disfrutando de ella, mientras Natalia no paraba de gemir. Entonces, en cuestión de segundos, él se detuvo en el coño de ella, el cual estaba ardiendo y empapado.

Él casi sintió una especie de impulso animal que lo obligaba a casi tener control de la situación, pero decidió echarse un momento para atrás, respirar un poco y así relajarse lo suficiente como para darse el tiempo de relajarse y no sucumbir en la desesperación.

Por ello tomó su mano y comenzó a descender por el cuerpo de ella, con suma delicadeza hasta que sus dedos se encontraron con ese lugar maravilloso. Entonces, fue la conjugación perfecta entre los besos y las caricias que estaba haciendo. Por un lado, rozó sus labios por los alrededores y luego procedió a acariciar el clítoris con uno de sus dedos.

El clítoris de ella estaba hinchado y rojo, así que no costó demasiado que ella sintiera que el mundo se abría en dos cuando él la tocaba de una manera tan poderosa y sensual. Al principio fue dulce y fue ahí cuando sintió que la excitación explotaba como fuegos artificiales.

Sostuvo sus manos encima de su cabeza porque eso le habían dicho que tenía que hacer y lo cumplió, muy a pesar de que le estaba resultando una tarea demasiado complicada de llevar. ¿La razón? Moría por tocarle el cabello, por acariciarlo, por sentirlo suyo.

…Pero no podía y quizás era mejor de esa manera, así que siguió en esa misma posición hasta que sintió algo que la transportó hacia un nuevo nivel de excitación que tan deliciosa y poderosa que no pensó que fuera posible algo así de exquisito.

En ese plan, Arthur sintió que ya no podía más, que tenía que hacer lo posible por poseer a esa mujer, por convertirla en su amante y que era el momento de incorporarse y penetrarla.

Volvió a tomar un respiro y mientras lo hacía, notó cómo ella le sonreía ligeramente desde su posición. Se veía hermosa con esas mejillas encendidas, con el cabello revuelto y con los dientes blancos que eran un mensaje claro de que estaba feliz.

Él estiró una de sus manos y comenzó a acariciarla un poco y le tomó por el cuello con fuerza. Apretó un poco y tuvo que reconocer que, en ese punto, estaba muy cerca de perder el control. Sin embargo, ella estaba perdiéndose en sí misma, en esos placeres que estaba experimentando. No pensó que fuera capaz de vivir algo así.

La soltó cuando lo creyó prudente y procedió a prepararse para darle la embestida que tanto tiempo había esperado. Sus manos le picaban y la emoción le crecía en el cuerpo. Sentía que ya no podía más.

Volvió a acariciar la vulva un poco, pero con la suficiente fuerza como para hacerle entender que le pertenecía bajo sus propios términos. En ese momento, ella aún seguía con ese clítoris chorreando de placer, pero fue poco tiempo para que más tarde sintiera algo que sin duda le pareció fuera de este mundo.

La verga de Arthur se adentró en sus carnes y la penetró por completo. Natalia sintió que la estaban atravesando casi de par en par. Le arrancó una serie de gemidos prácticamente sin parar. Esa polla se sentía de manera increíble.

—Por favor… Por favor —dijo prácticamente suplicando, casi rogándole para que le permitiera sostenerse de algo.

Arthur le gustaba torturar y le gustaba ver los efectos que producía esa tortura. Sonrió un poco, mientras su torse se iba inclinando ligeramente con el fin de causar un poco más de presión sobre el cuerpo de ella y también con la intención de penetrarla un poco más… Sólo un poco más.

No le respondió porque le estaba dando a entender que ella ya no podía tener control o voluntad de sus deseos. De manera que, al poco tiempo, también pensó que era mejor tratar de que las cosas tenían que llevarse con un poco más de calma, sobre todo al principio.

—Está bien… Pero sólo un poco.

Ella sonrió de alivio y llevó sus manos a las sábanas de esa amplia cama. Se sostuvo con fuerza y comenzó con la misma seguidilla de gemidos sin parar, mientras que él, entre las sombras y la oscuridad, sonreía con gran satisfacción.

La sostuvo por la cintura, por los pechos firmes, por el cuello también. A veces le tomaba el cabello para sostenerlo como una rienda. Y, a pesar que prefería demostrar aún más el poder que sentía, no podía dejar de pensar que también estaba más que satisfecho de que ella estuviera en sus piernas.

Aunque estaba haciendo lo posible para no desbordar su propio instinto dominante, no pudo más y la tomó entre sus brazos para cambiar de posición. La sostuvo con fuerza y la miró a sus ojos azules que reflejaban una mirada confundida, pero también repleta de placer.

—Vas a ser mía y serás mía tal y como yo quiero. No tendrás escapatoria de mí, aunque me la impresión de que eso ya lo sabías.

Natalia se quedó impresionada y quizás, un poco descolocada. Ninguno de sus viejos amantes le había dicho algo semejante. Sin embargo, eso bastó para que sintiera un morbo inexplicable, como una especie de fuerza que no sabía exactamente de dónde le nacía, pero que le producía una emoción indescriptible.

Así que se aferró a su cuello y fue directamente a comerle la boca. Estaba desesperada por ser de él y sí, Arthur tenía razón: moría por pertenecerle.

Siguió penetrándola mientras la tenía en su regazo, mientras se movía sin parar. Luego de unos minutos, volvió a disponer de ese cuerpo sensual de otra manera. Le tomó de su cabello de nuevo, pero con más fuerza de que la primera vez.

Hizo que se volteara y quedara de espaldas a él y con las extremidades apoyadas sobre la cama. Su culo, eventualmente, quedó expuesto ante la mirada de un hombre que estaba hambriento de ella.

La boca de Arthur comenzó a salivar casi de manera violenta, así que se inclinó hacia esas nalgas y comenzó a manosearlas con fuerza. Ella arqueó su espalda un poco más con el objeto de seducirlo, y también para provocarlo un poco más. Entonces, de nuevo sintió cómo su lengua se abría paso en su culo, mientras escuchaba las ansias de comer de ese hombre que la poseía por todas partes.

La tomaba como si fuera suya y, si pensamos un poco más, así fue. Natalia estaba en medio de un conjunto de sensaciones que no podía explicar. No encontraba palabras y tampoco quería concentrarse en ello, porque deseaba aferrarse en ese instante tanto como fuera posible.

Luego de comerle el culo, Arthur se puso de pie, se peinó un poco el cabello y respiró profundo. Ya en ese momento, su cabeza estaba maquinando sin parar. Podía imaginar las marcas en esa piel, podía proyectar su fuerza plasmándose en ese cuerpo. Estaba a punto de enloquecer.

Puso una mano en una de sus caderas y con la otra comenzó a darle nalgadas de todas las formas e intensidades. La piel blanca y tersa de Natalia, esa misma que era para deslumbrar a los diseñadores y a los millones de seguidores en las redes sociales, ahora se convertía en el lienzo de dolor que le propinaba Arthur.

Aunque, en términos generales, no era una mujer demasiado aventurera, Natalia se sorprendió por experimentar placer ante ese dolor que él le producía. No pensó que eso fuera posible.

Por otro lado, él no dejó nunca de tocarla, de manosearla sin control. Cada vez que lo hacía, cada vez que se permitía a sí mismo el manifestar esa parte de él, estaba liberándose de a poco y también sentía la necesidad de ir más allá. Así que no hubo necesidad de quedarse en esa misma situación. Había tomado una decisión poderosa y necesaria. Ya no había marcha atrás.

Siguió follándosela hasta que escuchó un ligero sonido en su voz que le dio a entender que ella estaba cerca de llegar al orgasmo, así que le metió la polla con más ímpetu. Se acercó ligeramente a su oído para decirle:

—Me gusta así, me gusta que te pongas así. Me encanta. Ahora, pórtate bien y córrete para mí.

Su voz era suave, sutil y también firme. Había algo más allá que la estremecía sin explicación alguna. Entonces, luego de reencontrarse con esa orden, no faltó demasiado para que relajara su cuerpo y, por fin, soltara todo ese morbo que sentía por dentro. Era increíble y delicioso.

Nunca tuvo un orgasmo así, ni en sus mejores polvos, ni en sus sueños más remotos. Era una mezcla de calor, de frío, de fuego y hielo. De nervios, dolor y placer, de morbo, de alivio y de intensidad. Todo lo sentía tan maximizado, tan grande, tan único.

Sintió que su entrepierna se mojaba y por un instante se asustó un poco porque pensó que algo no estaba bien. Sin embargo, sintió el consuelo de él que se le acercó para decirle que acababa de correrse.

Arthur se salió de ella y fue al baño para lavarse un poco. Encendió la luz y se encontró con su propio reflejo. Estaba despeinado, con las mejillas encendidas y con los ojos más claros. Eso le solía suceder cuando estaba muy excitado.

Apoyó sus manos sobre el lavabo y abrió las llaves de agua para lavarse la cara. Sabía que no podía tardarse mucho porque tenía que atenderla, ayudarla a entender lo que acaba de suceder. Sin embargo, tuvo que admitir que tenía mucho tiempo que no se sentía así.

Salió de lugar y encontró a Natalia que estaba acostada en la cama, entre dormida y despierta. Se acercó a ella con delicadeza y le dio un beso en la mejilla.

—Te traeré algo para tomar.

Ella apenas asintió.

Se puso un par de pantalones de pijama y bajó las escaleras cargado de endorfinas. La noche estaba hermosa, despejada y los pensamientos de Arthur era optimistas de lo que podría imaginar.

Por lo general, en los últimos años, no se entusiasmaba demasiado con alguna chica. Prefería salir con alguna, satisfacer sus necesidades y listo, sin mayor problema. Pero con ella sentía que las cosas podrían ser diferentes y en serio. ¿Qué tal tomarla para sí? ¿Qué tal sería moldearla para que se adaptara a sus gustos? ¿Qué tal el convertirla en su esclava?

La última idea no sonaba mal, de hecho, nada mal. Le entusiasmaba mucho y quería implementarlo, pero tendría que encontrar la manera de convencerla y de que le gustara la idea de experimentar un poco.

Llenó un vaso con agua fría y procedió a subir las escaleras para encontrarse con esa chica que estaba marcada por su pasión y desenfreno. Se sentó en la cama con suavidad y le acarició el cabello con delicadeza. Ella despertó y le sonrió.

—Bebe un poco.

Natalia se movió ligeramente, tomó el vaso entre sus manos y procedió a tomar un sorbo para luego incorporarse en la cama para seguir descansando.

Arthur, por su parte, no dejaba de pensar en las ganas de poseerla por completa, en convertirla en su juguete. Pero, por lo pronto, se quedaría tranquilo, aunque los planes ya estaban en marcha.

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