B.I.M.B.O.

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Capítulo 8

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8

Natalia se olvidó de sí misma por largas horas, quizás en parte porque sus horarios de trabajo habían sido muy fuertes o por el hecho de haber tenido el sexo más salvaje y delicioso que había tenido en su vida.

Despertó cuando sintió el calor del sol en una de sus manos. Se espabiló con tal violencia que pensó que llegaría tarde a alguna sesión, pero resultó ser todo lo contrario.

Se levantó de la cama un poco desconcertada, tratando de recordar el lugar en donde se encontraba y luego recordó que estaba en esa hermosa casa de ese hombre divino que ya la traía loca.

Comenzó a caminar por ahí, hasta que se metió en el baño para arreglarse un poco. Entretanto, estaba preguntándose en dónde podría estar él. En ese momento, escuchó su móvil y salió corriendo para saber de qué se trataba. Sólo pensaba en los trabajos y reuniones de ese día, aunque, en el fondo, deseaba que fuera él. Nada más que él.

“Tuve que irme porque surgió un inconveniente, lamento eso. Pero, por otro lado, me gustaría que continuáramos esto. ¿Qué dices?”.

Ella sintió que el corazón se le iba a salir del pecho y que sus dedos ya estaban listos para dar una respuesta rápida a aquella propuesta. Sin embargo, recordó que era una de las modelos más cotizadas del momento y que no podía alejarse de sus responsabilidades por demasiado tiempo. De hecho, el haberse ido de esa manera, y no haber regresado en un tiempo más o menos considerable, quizás le traería problemas.

Entonces, antes de responder, decidió llamar a su asistente quien, probablemente, estaría en mejores condiciones que ella.

El móvil repicó unas cuantas veces hasta que alguien detrás de la línea contestó con voz ronca y desorientada.

—¿Ajá?

—Tía, que soy yo. ¿En dónde estás?

—Nat, joder… ¿Qué horas es?

Natalia no pudo evitar reírse. Por primera vez en muchos años, a ella le tocaba ser la voz de la razón, así que trató de mantener un poco la seriedad para que las cosas no se enredaran más de lo que ya estaban.

—Quería saber si tengo que ir a una sesión o algo así. Me parece extraño que no me hayan llegado mensajes y por eso te llamo.

—A ver… Déjame revisar —tras unos minutos en donde Natalia no podía dejar de parar escuchar cualquier cantidad de blasfemias, finalmente sintió alivio cuando la escuchó retomar la conversación —Vale, por lo visto tienes una sesión con una marca de jeans, tienes que estar allí a eso de las 15 porque el diseñador es medio mañoso con los tiempos. Si quieres, vamos juntas.

—Creo que es mejor, además, creo que tengo que contarte algunas cosas que creo que te llamarán la atención.

—¿Ajá? Bueno, entonces nos vemos en el subterráneo.

Natalia colgó el teléfono y se sintió un poco más aliviada de que no estaría por allí, pues, desorientada o perdida, y como su asistente era lo más cercano a una amiga, también aprovecharía para comentarle toda la locura que había pasado desde ayer en la noche. De tan solo pensarlo, no podía aguantar la risa.

Pero ahora quedaba algo más, responderle a Arthur, así que procedió a contarle su itinerario para luego recibir una respuesta del tipo: “Vale, en la noche nos veremos. Me gustaría que estuvieras preparada”. Ella no entendió qué podría significar tales palabras, así que prefirió quedarse con la incógnita, al menos por un rato.

Entonces procedió a bajar las escaleras para poder salir y tomar un taxi, aunque no tenía la más remota idea de cómo podría lograrlo, ya que estaba en un lugar más o menos complicado de llegar.

Sin embargo, en uno de los estantes que estaban allí, se encontraba una pequeña nota escrita con una letra pulcra y legible.

“Aquí está el número de mi chófer. Él ya sabe que estás en casa, así que no tardará demasiado en buscarte para llevarte a donde quieras. Si tienes hambre, sírvete de todo lo que hay en la cocina. Muero por verte después”.

De nuevo, fue como sentir que estaba flotando por las nubes, como si todo lo idílico estaba frente a sus ojos, así que era capaz de vencerlo todo. El único detalle sería tratar de descubrir su cuerpo que estaba marcado después de una noche intensa, pero bueno, valió la pena… Y mucho.

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