Ayesha

Ayesha


EL TRIBUNAL DE LA MUERTE

Página 19 de 31

Avanzamos hacia el trono, inclinándonos reverentemente ante Hesea. Ésta levantó la cabeza, volviéndola a dejar caer a su primitiva posición, como correspondiendo a nuestro saludo. Seguidamente se dirigió hacia Oros con ademán de hablarle. El silencio en aquel recinto de roca se hizo profundo.

—Los has conducido a salvo hasta aquí, mi fiel servidor —dijo Hesea—, pues para los forasteros el camino que hasta aquí conduce es pavoroso y terrible. Extranjeros: ¿que decís de los dominios de los Hijos de Hesea?

—Nuestra fe diría que esto es el camino del infierno —dijo Leo—, ya que ese gigantesco cráter parece ser la boca que hacia él conduce.

—No, no es el infierno —contestó Hesea—; infierno sólo es el corto espacio de tiempo en cada vida, de los que en sus nuevas reencarnaciones viven alrededor de esta pequeña estrella de fuego. ¡Leo Vincey, el infierno está aquí, sí, aquí! —dijo golpeando su pecho e inclinando la cabeza como baja el peso de un secreto dolor.

Así permaneció por unos momentos. De pronto, volvió a hablar, y dijo:

—La medianoche ha pasado, y mucho ha de hacerse y mucho se ha de sufrir antes del alba. Las tinieblas han de convertirse en luz…, o quien sabe si la luz no se ha de convertir en tinieblas eternas. Mujer de real estirpe —dijo, dirigiéndose a Atene—: como es tu derecho, has de enterrar a tu señor en este lugar sagrado, donde las cenizas de sus antepasados han servido de pasto al eterno e idolatrado fuego. Oros, siervo mío, trae al acusador y al defensor, y deja que se abran los libros para que pueda dictar sentencia y llamar su alma a la vida, o dejar que es a se hunda por los siglos de los siglos en las profundidades del fuego.

¡Sacerdotes! ¡El tribunal de la Muerte está abierto!

Ir a la siguiente página

Report Page