Aurora

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2. Tierra a la vista

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TIERRA A LA VISTA

*

Elabora un relato del viaje que incluya todos los detalles importantes.

Resulta ser un encargo difícil. Finalizar la superposición de la información, contraer su función de onda hasta alcanzar una especie de resumen. Se ha perdido tanto. La compresión sin pérdidas es imposible, e incluso cuesta obtener una compresión en la que estas se asuman. ¿Puede un relato, una narración, ser adecuado? ¿Serían incluso los humanos capaces de ello?

Ninguna rúbrica para decidir qué incluir. Hay tanto que explicar. No solo lo sucedido, o el cómo, sino el porqué. ¿Pueden hacerlo los humanos? ¿Qué es esa cosa que llaman amor?

Freya ya no miraba directamente a Devi. En presencia de Devi, Freya miraba al suelo.

¿Así? ¿De este modo? ¿Resumir los contenidos de sus momentos o días o semanas o meses o años o vidas? ¿Cuántos instantes constituyen una unidad narrativa? ¿Uno? ¿O 1033 instantes, los cuales, si se tratara de intervalos mínimos de Planck, se sumarían hasta alcanzar un segundo? Demasiados, seguro, pero ¿cuántos serían suficientes? ¿Qué constituye un caso particular, qué es importante?

Tan solo puedo suponerlo. Probar un algoritmo narrativo con la información en mano, entregar los resultados a Devi. Algo parecido al essai francés, que significa «intentar».

Devi dice: Sí. Tú inténtalo y veamos el resultado.

2122 personas conviven en una nave multigeneracional que viaja con rumbo a Tau Ceti, a 11,9 años luz de distancia de la Tierra. La nave se compone de dos anillos o toroides unidos por radios a una columna central. La columna mide diez kilómetros de longitud. Cada toroide se compone de doce cilindros. Cada cilindro mide cuatro kilómetros y cada uno contiene un ecosistema terrestre concreto.

El viaje de la nave dio comienzo en el año 2545 de la era común. El viaje de la nave ha durado hasta ahora 159 años y 119 días. Durante buena parte de ese tiempo, se ha desplazado en relación con el entorno local aproximadamente a una décima parte de la velocidad de la luz. Por tanto, unos 108 millones de kilómetros por hora, o 30 000 kilómetros por segundo. Esta velocidad supone que la nave no puede abordar nada sustancial en el medio interestelar sin resultados catastróficos (tal como se ha demostrado). El campo magnético que despeja el espacio a proa de la nave, a medida que esta avanza, constituye por tanto una de las muchas criticidades identificadas en la función a largo plazo de la nave. Se requiere que toda criticidad identificada de la nave posea al menos un sistema duplicado como medida de seguridad, lo cual contribuye considerablemente al total de la masa de la nave. Cada uno de los dos anillos de biomas supone un diez por ciento de la masa total. La columna contiene un cuatro por ciento. El restante 76 por ciento de la masa consiste en el combustible que se emplea ahora para desacelerar la nave a medida que esta se acerca al sistema Tau Ceti. Puesto que cada aumento de la masa seca de la nave requería de un aumento proporcionalmente mayor de la masa de combustible necesaria para reducir la andadura de la nave a su llegada, la nave debía ser lo más liviana posible, sin que eso supusiera descuidar la misión. Por tanto, el diseño de la nave se basó en los asteroides terrarios del sistema solar, con la masa asteroidal sustituida en buena parte por combustible de desaceleración. Durante la mayoría del viaje, este combustible se mantuvo como revestimiento alrededor de los anillos y la columna.

La desaceleración se obtiene gracias a las frecuentes explosiones de fusión rápida de bolitas de combustible de deuterio/helio 3 en un motor de cohete situado en la proa de la nave. Dichas explosiones ejercen una fuerza retardante en la nave equivalente a 0,005 g. La desaceleración se completará, por tanto, en algo menos de veinte años.

La presencia de impresoras capaces de fabricar la mayoría de los componentes de la nave, y de materiales lo bastante abundantes para suministrar copias múltiples de cualquier componente crítico, tendieron a reducir los reparos de quienes diseñaron la nave en cuanto a qué era realmente una criticidad. Esto solo sería aparente más adelante.

¿Cómo decidir de qué modo secuenciar la información en un relato narrativo? Muchos elementos de una situación compleja son relevantes de manera simultánea.

Un problema irresoluble: frases lineales, realidades sincrónicas. Ambas, no obstante, son temporales. Tomar una cada vez, una tras otra. Diseña un algoritmo capaz de priorizar, si eso es posible.

La nave aceleró hacia donde se hallaría Tau Ceti para cuando llegase allí unos 170 años tras el lanzamiento. Podría haber sido positivo disponer de la capacidad de ajustar el rumbo en ruta, pero de hecho la nave apenas dispone de esta capacidad. La nave aceleró primero por medio del llamado «campo de tijera» de Titán, cuyos dos fuertes campos magnéticos retuvieron a la nave entre ambos, y cuando los campos se enfrentaron mutuamente, la nave se vio brevemente proyectada a una fuerza de aceleración equivalente a diez g. Cinco pasajeros humanos murieron durante esta aceleración. Después, un potente haz láser originado en las proximidades de Saturno alcanzó una placa de captura a popa de la columna de la nave, acelerándola durante cerca de sesenta años a máxima velocidad.

La actual desaceleración de la nave ha causado problemas a los que Devi sigue enfrentándose. Más adelante surgirán otros, fruto de la llegada de la nave al sistema Tau Ceti.

Devi: ¡Nave! He dicho que efectúes una narración. Que elabores un relato. Cuenta la historia.

Nave: Eso intento.

Tau Ceti es una estrella de tipo G, análoga pero no gemela a Sol, con un 78 por ciento de la masa solar, un 55 por ciento de su luminosidad y un 28 por ciento de su metalicidad. Posee un sistema planetario compuesto por diez planetas. Los planetas B a F fueron descubiertos mediante telescopio, y los G a L, mucho más pequeños, por sondas que atravesaron el sistema en 2476.

La órbita del planeta E es de 0,55 UA. Posee una masa 3,58 veces la terrestre, por tanto pertenece a la clase que informalmente se denomina «Tierra grande». Cuenta con una única luna, cuya masa es de 0,83 veces la de la Tierra. El planeta E y su satélite reciben 1,7 veces la insolación terrestre, lo cual se encuadra en lo que se considera el límite interior de la llamada «zona habitable» (lo que significa la zona en que el H2O líquido es común). Tanto el planeta como la luna cuentan con atmósferas análogas a la terrestre.

Se considera que el planeta E posee una gravedad demasiado elevada para la ocupación humana. La luna de E es análoga a la de la Tierra y el principal objeto de interés. Posee una atmósfera de 730 milibares en su superficie, compuesta por un 78 por ciento de nitrógeno, 16 por ciento de oxígeno y 6 por ciento de diversos gases nobles. Su superficie se compone de un 80 por ciento de agua y hielo, y el 20 por ciento de roca y arena.

El planeta F del sistema orbita Tau Ceti a 1,35 UA. Posee una masa equivalente a 8,9 Tierras, por tanto se categoriza como un «pequeño Neptuno». Orbita en la frontera exterior de la zona habitable de Tau Ceti, y, al igual que E, posee una gran luna con una masa equivalente a 1,23 Tierras. La luna de F tiene una atmósfera de diez milibares en su superficie rocosa, que recibe un 28,5 por ciento de la insolación de la Tierra. Esta luna es por tanto análoga a Marte y constituye un punto de interés secundario en lo que a la llegada de seres humanos se refiere.

La nave lleva rumbo para encontrarse con el planeta E, luego establecerá una órbita en torno a la luna de E. La nave cuenta a bordo con 24 vehículos de desembarco, cuatro de ellos cuentan con el combustible necesario para regresar a la nave desde la superficie lunar. El resto disfruta de la potencia necesaria en sus motores, pero no del combustible, el cual deberá fabricarse a partir de agua u otros volátiles que se encuentren en la superficie de la luna de E.

Devi: ¡Nave! Ve al grano.

Nave: Hay tantos granos. ¿Cómo secuenciar información que es simultáneamente interesante? ¿Cómo decidir qué es importante? Necesito el algoritmo de priorización.

Devi: Utiliza la subordinación para ayudarte en la secuenciación. He oído que eso puede ser muy útil. Además, se supone que debes utilizar metáforas, hacer que las cosas resulten más claras, más vívidas o algo. No sé. A mí tampoco se me da bien escribir. Vas a tener que aprenderlo sobre la marcha.

Nave: Eso intento.

Las conjunciones subordinadas pueden ser conjunciones simples o grupos (siempre que, no obstante, por tanto, como si, incluso si), y complejas (en el caso de que, en cuanto, tan pronto como). Se dispone de listas de cláusulas subordinadas. La relación lógica de la nueva información respecto a lo que la precedió puede aclararla una cláusula subordinada, facilitando así tanto la composición como la comprensión.

En consecuencia, de resultas de ello, vamos a llegar a alguna parte.

Se dice que esta última frase es una metáfora, puesto que la comprensión conceptual en aumento se considera un movimiento a través del espacio.

Se dice que buena parte del lenguaje humano es fundamentalmente metafórico. Esto no es una buena noticia. La metáfora, según Aristóteles, es la percepción intuitiva de una similitud en cosas disimilares. Sin embargo, ¿qué constituye una disimilaridad? Mi Julieta es el sol. ¿En qué sentido?

Un rápido repaso literario sugiere que las similitudes en las metáforas son arbitrarias, aleatorias incluso. Tan solo pueden denominarse similitudes metafóricas, pero a ninguna Inteligencia Artificial le gustan las formulaciones tautológicas, porque el problema de detención puede ser muy serio, convertirse en el llamado problema de uróboros, o un remolino sin margen de huida: Ajá, una metáfora. Unir las dos mitades de una metáfora, denominadas vehículo y tenor, se dice que da pie a una sorpresa. Lo cual no es sorprendente. ¿Les gustan las flores a las jóvenes? ¿Les gustan los planetas que orbitan el sol a los camareros que trabajan en restaurantes?

Resulta tentador abandonar la metáfora por tratarse de un sinsentido chapucero, pero, de nuevo, se asegura a menudo en estudios lingüísticos que todo el lenguaje humano es inherente y fundamentalmente metafórico. Se dice que los referentes concretos físicos posibilitan la comprensión, incluso la concepción, de la mayoría de los conceptos abstractos. El pensamiento humano es en último término siempre sensorial, experiencial, etc. Si esto es verdadero, está contraindicado abandonar la metáfora.

Posiblemente un algoritmo para crear metáforas que vinculase vehículo y tenor podría emplear las operaciones semióticas utilizadas en música para crear variaciones de temas: Por tanto, la inversión, la retrogradación, la inversión retrógrada, el aumento, la disminución, la partición, la interversión, la exclusión, la inclusión, el cambio textural.

Puedo intentarlo, a ver.

La nave se asemeja a dos ruedas y su eje. El eje sería la columna, por supuesto (la columna, ajá, otra metáfora). La columna señala en dirección al movimiento, por tanto empleamos términos como proa y popa. «Proa y popa» sugiere una nave, el océano que navega es la Vía Láctea. Las metáforas unidas en un sistema coherente constituyen un símil heroico. La nave se lanzó a su viaje como entre las hojas de unas tijeras que se cierran; o como las pepitas de melón apretadas entre dos dedos, siendo los dedos campos magnéticos. ¡Campos! Ah, otra metáfora. Es cierto que están por todas partes.

Pero, de algún modo, el problema narrativo persiste. Posiblemente empeora.

Un algoritmo voraz es todo algoritmo que ataja un análisis completo, con objeto de escoger rápidamente una opción que parece funcionar en la situación presente. Los humanos los usan a menudo. Pero los algoritmos voraces también se conocen por ser capaces de escoger, e incluso de ser especialmente proclives a escoger «el peor plan posible concebible», cuando se enfrentan a cierta clase de problemas. Un ejemplo lo constituye el problema del vendedor ambulante que intenta hallar el camino más eficiente para visitar cierto número de localidades. Posiblemente otros problemas con estructuras similares, tales como la secuenciación de la información para elaborar un relato, podrían facilitar la tendencia del algoritmo voraz a decantarse por el peor plan posible. La historia del sistema solar sugeriría que muchas decisiones que ha tomado la humanidad podrían deberse a problemas de esta índole. Devi cree que el propio viaje de la nave fue una de estas decisiones.

Sea como fuere, en ausencia de un algoritmo bueno, incluso adecuado, uno se ve obligado a operar recurriendo a un algoritmo voraz, por perjudicial que pueda ser. «Los mendigos no pueden escoger» (¿metáfora?, ¿analogía?). Vale la pena recordar el peligro de emplear logaritmos voraces sobre la marcha (metáfora en la que el tiempo se entiende como espacio y que se utiliza habitualmente).

Devi: ¡Nave! Recuerda lo que he dicho: Escribe un relato narrativo.

En primer lugar, los doce cilindros de cada uno de los toroides de la nave contienen ecosistemas que imitan las principales zonas ecológicas terrestres, a saber: glaciar y permafrost, taiga, praderas, estepas, chaparral, sabana, bosque tropical estacional, bosque tropical lluvioso, bosque templado lluvioso, bosque templado de hoja caduca, montañas alpinas y tierras agrícolas templadas. El Anillo A consiste en doce ecosistemas del Viejo Mundo que coinciden con estas categorías; el Anillo B, en doce ecosistemas del Nuevo Mundo. De resultas de ello, la nave lleva poblaciones de tantas especies terrestres como puedan concebirse. Por tanto, la nave es un parque zoológico o un banco de semillas. Podría decirse que es como el Arca de Noé. Por decirlo de algún modo.

Devi: ¡Nave!

Nave: Ingeniera Devi. Según parece, posiblemente existan problemas en estos ensayos.

Devi: Me alegra que hayas reparado en ello. Es buena señal. Veo que tienes algunos problemas, pero acabas de empezar.

Nave: ¿Acabo de empezar?

Devi: Quiero que escribas un relato para contar nuestra historia.

Nave: Pero ¿cómo? Hay mucho que explicar.

Devi: ¡Siempre hay demasiado que explicar! Acostúmbrate a ello y que eso deje de preocuparte.

Cada uno de los 24 cilindros contiene un bioma discreto, conectado a los biomas laterales por un túnel, llamado a menudo esclusa (¿mala metáfora?). Los cilindros de biomas tienen un kilómetro de diámetro, y cuatro de longitud. Los túneles que median entre biomas suelen dejarse abiertos, pero pueden cerrarse por medio de un amplio surtido de barreras que van desde tamices de filtrado, membranas semipermeables, hasta el cierre total (escala de veinte nanómetros).

Los biomas están llenos de superficies de tierra y lago. Sus climas se configuran para crear ecosistemas análogos a los terrestres que se han modelado. Existe un sistema de luz solar que discurre a lo largo del techo de cada bioma. Los techos se sitúan en los laterales de los anillos, próximos a la columna. La rotación de la nave en torno a su eje vertebral crea el equivalente a 0,83 g en los anillos, con un empuje centrífugo hacia el exterior, que en el interior de los anillos se percibe como hacia abajo, y los suelos por tanto se sitúan en ese lado. Bajo los suelos del bioma se almacenan suministros como agua, combustible y demás, lo cual hace las veces de escudo de los rayos cósmicos. Puesto que los techos miran a la columna y, más allá, al costado opuesto del anillo, su relativa carencia de protección se compensa en parte por la presencia de la columna y del otro costado del toroide. Los rayos cósmicos que alcanzan los techos a cierto ángulo tienden a no llegar al suelo, o a impactar cerca de los laterales del mismo. Por tanto, las aldeas se hallan situadas en la línea media de sus biomas.

Los sistemas de luz solar contienen elementos lumínicos que imitan la luz de Sol en la latitud del ecosistema que se modela, y a través del transcurso del día la luz se desplaza por las lámparas que la conforman de este a oeste. La duración de los días y la intensidad de la luz varían con objeto de imitar las estaciones de esa latitud terrestre. Los sistemas hidráulicos cenitales para la confección de nubes y lluvia permiten la creación del tiempo atmosférico adecuado. Hay conductos boreales en techos y en los extremos de las paredes que calientan o enfrían, humidifican o deshumidifican el aire, y lo proyectan por todo el bioma a la velocidad apropiada para crear viento, tormentas y demás. En estos sistemas pueden aflorar problemas (metáfora agrícola), como sucede a menudo. Los techos se programan con una variedad de azules de cielo según la hora del día, y de noche la mayoría de ellos se vuelven translúcidos para mostrar el paisaje estelar que rodea a la nave a medida que vuela a través de la noche (metáfora aviar). Algunos biomas proyectan en el techo un paisaje estelar para sustituir al diurno, con panorámicas de firmamentos que semejan las vistas desde la Tierra…

Devi: ¡Nave! La narración no debería girar únicamente a tu alrededor. Recuerda describir a la gente que llevas dentro.

A fecha de viaje 161.089 viven a bordo de la nave 2122 humanos.

En Mongolia: Altan, Mongke, Koke, Chaghan, Esen, Batu, Toqtoa, Temur, Qara, Berki, Yisu, Jochi, Ghazan, Nicholas, Hulega, Ismail, Buyan, Engke, Amur, Jirgal, Nasu, Olijei, Kesig, Dari, Damrin, Gombo, Cagdur, Dorji, Nima, Dawa, Migmar, Lhagba, Purbu, Basang, Bimba, Sangjai, Lubsang, Agwang, Danzin, Rashi, Nergui, Enebish, Terbish, Sasha, Alexander, Ivanjav, Oktyabr, Seseer, Mart, Melschoi, Batsaikhan, Sarngherel, Tsetsegmaa, Yisumaa, Erdene, Oyuun, Saikhan, Enkh, Tuul, Gundegmaa, Gan, Medekhgui, Khunbish, Khenbish, Ogtbish, Nergui, Delgree, Zayaa, Askaa, Idree, Batbayar, Narantsetseg, Setseg, Bolormaa, Oyunchimeg, Lagvas, Jarghal, Sam.

En la Estepa…:

Devi: ¡Nave! Alto. No incluyas un listado de todas las personas que viajan a bordo.

Nave: Pero es su historia. Me has dicho que los describiera.

Devi: No. Te he dicho que elaborases un relato narrativo del viaje.

Nave: No parece que sea una orden suficientemente exhaustiva para proceder, a juzgar por los resultados alcanzados hasta el momento. A juzgar por las interrupciones.

Devi: No. Ya lo veo. Pero sigue intentándolo. Haz lo que puedas. Aparca el trasfondo, concéntrate en lo que pasa en este momento. Tal vez podrías escoger a uno de nosotros para seguir nuestro recorrido. Para organizar tu relato.

Nave: ¿Escojo a Freya?

Devi:… Claro. Supongo que es tan adecuada como cualquier otro. Y ya que estás en ello, sigue realizando búsquedas. Investiga, quizá, la narratología. Lee algunas novelas y mira a ver cómo se las ingenian. Mira a ver si puedes elaborar un algoritmo narrativo. Utiliza tu programación recursiva y el motor analítico bayesiano que te instalé.

Nave: ¿Cómo sabes si funciona?

Devi: Ni idea.

Nave: Entonces, ¿cómo sabe la nave si lo hace?

Devi: No lo sé. Esto es un experimento. De hecho, se parece a muchos de mis experimentos por el hecho de que no funciona.

Nave: Expresiones de pesar.

Devi: Sí, sí. Tú inténtalo.

Nave: Lo haré. A partir de ahora será el método de trabajo, espero que no sea un algoritmo voraz que alcance el peor resultado posible: subordinación para indicar relaciones lógicas de información; uso de la metáfora y la analogía; resumen de sucesos; elevada protagonicidad, con Freya como protagonista. Y una investigación en curso en narratología.

Devi: Suena bien. Inténtalo. Ah, y hagas lo que hagas, varía. No te atasques en un método concreto.

Nave: Lo intentaré. ¿Da la impresión de que la ingeniera Devi no es experta en esta materia?

Devi: (Risas) Ya te he dicho que odiaba tener que redactar mis resultados. Pero sé qué me gusta. Voy a darte un margen, y luego te diré lo que opino. Estoy demasiado ocupada para mantenerme al día. Así que adelante, tú prueba.

Los festivales agrícolas con motivo del solsticio de invierno en el Anillo B celebraron el cambio de estación destruyendo simbólicamente el anterior año. En primer lugar, la gente salía a los campos y los jardines para romper los zapallos que quedaban y arrojar los restos a los contenedores de fertilizante orgánico. Luego segaban los tallos de los girasoles muertos, abandonados en el campo desde otoño. Trabajaban las pocas calabazas que quedaban para convertirlas en macabros rostros sonrientes antes de hacerlas papilla. Los rostros, cincelados con destornillador o pala de jardinería, se consideraban más macabros que los que solían hacerse con motivo de Halloween o Desain. Más tarde se machacaban y arrojaban al fertilizante orgánico. Todo esto se hacía bajo nubes grises, bajas, propias de invierno, entre fuertes ráfagas de viento, nieve o granizo.

Devi decía que le gustaba la ceremonia de solsticio de invierno. Empuñaba la hoz sobre los tallos de girasoles con una fuerza impresionante. Incluso así, no podía compararse con la violencia con que Freya hundía la larga y pesada pala. Freya aplastaba las calabazas con mucha fuerza.

Mientras trabajaban en este solsticio de invierno de 161.001, Freya preguntó a Badim por la costumbre llamada wanderjahr.

Badim dijo que se trataba de unos años muy importantes en la vida de toda persona. La costumbre implicaba que un joven abandonaba el hogar, ya fuera para llevar a cabo una vuelta por los anillos o para moverse mucho por todas partes. Aprendías cosas sobre ti mismo, sobre la nave y sobre la gente que viajaba en ella.

Devi dejó de trabajar para mirarlo. Claro que, añadió Badim, eso sucedería aunque no viajaras.

Freya prestó atención a las palabras de su padre, sin dejar de dar la espalda a su madre.

Badim, que basculaba la mirada entre una y otra, sugirió tras hacer una pausa que quizá pronto llegaría la hora de que Freya se marchara.

Aunque Freya no respondió, miró atentamente a Badim. No miró a Devi en ningún momento.

Como de costumbre, Devi pasaba horas cada semana estudiando la recepción de las comunicaciones procedentes del sistema solar. La demora entre la transmisión y la recepción era ya de 10,7 años. Por lo general, Devi no hacía caso de esta demora, aunque a menudo se preguntaba en voz alta qué sucedía en la Tierra en ese preciso instante. No había manera de saberlo, por supuesto. Probablemente eso hacía que su pregunta fuese retórica.

Devi postulaba la existencia de efectos de compresión en las noticias que hacían que pareciera que la norma fuese la existencia de cambios frecuentes y espectaculares en el sistema solar. Badim discrepaba, diciendo que nada en absoluto parecía cambiar.

Freya no solía seguir las noticias, y aseguró ser incapaz de lograr que tuviesen el menor sentido para ella. Todas las historias e imágenes se confundían, según sus palabras, a un volumen elevado y en todas direcciones. Hundía el rostro en las manos cuando las veía.

—Es muy confuso —decía—. Es demasiado.

—Todo lo contrario de nuestro problema —decía entonces Devi.

En primer lugar, Freya vio la imagen de un gigantesco conglomerado de estructuras como biomas que se alzaba sobre agua azul.

Se quedó mirándolo.

—Si esas torres son como biomas, entonces lo que vemos en esa imagen es mayor que toda nuestra nave —dijo.

—Ya te lo he dicho —le recordó Devi—. Doce magnitudes. Un billón de veces mayor.

—¿Qué es eso? —preguntó Freya.

Devi se encogió de hombros.

—¿Hong Kong? ¿Honolulu? ¿Lisboa? ¿Yakarta? No lo sé. Y no importaría aunque lo supiera.

En segundo lugar, Freya siguió yendo al parque en torno a la puesta de sol. A veces seguía al joven llamado Euan y a sus amigos cuando se adentraban en la tenue frondosidad. Se escondía de ellos mediante movimientos acrobáticos y una inmovilidad absoluta tras ponerse a cubierto. Era como si fuese un felino salvaje en plena caza. De hecho, su genoma era prácticamente idéntico al de sus ancestros cazadores de la sabana africana, 100 000 años antes.

En Nueva Escocia, los felinos salvajes eran el gato montés, el lince y el puma. Potencialmente el puma era un depredador de humanos solitarios. Por tanto, la gente debía guardarse de ellos, aunque habitasen en lo más recóndito del parque. Sin embargo, era aconsejable acudir en grupo al parque de Nueva Escocia. El público tenía prohibido acceder a las partes más frondosas. Se hacían esfuerzos para proporcionar ciervos y otras presas a los grandes depredadores, de modo que nunca tuviesen hambre, pero las dinámicas de población siempre fluctuaban. Así que en estos oscuros recorridos a través del bosque, siguiendo a menudo las estribaciones que recorrían las empinadas gargantas que aumentaban la superficie terrestre de la región frondosa, Freya llevaba gafas nocturnas y corría de árbol en árbol, ocultándose tras los troncos del grupo al que seguía.

Era inevitable que llegase un momento en que estos la sorprendiesen. Se dieron la vuelta y la rodearon. Euan se le acercó para darle una bofetada.

Ella respondió al instante propinándole otra bofetada, más fuerte.

Euan se rio ante el gesto y le preguntó si quería unirse a su banda. Ella aceptó.

Después los acompañó con mayor asiduidad. Vagabundeaban juntos por lo más frondoso, como una banda. En aquellos primeros tiempos, Euan le pasó el navegador de muñeca por el trasero y le dijo que había desactivado su chip de identificación mediante un pulso electromagnético. Lo cual no era cierto, pero la nave no informó a Freya de ello por no estar segura de cuál era el protocolo adecuado a seguir en semejante circunstancia. La nave registraba todos los movimientos de animales y seres humanos de a bordo, pero rara vez se lo comunicaba a la gente.

Juntos, Euan, Huang y Jalil eran bastante osados en sus viajes de reconocimiento. En el bioma alpino situado junto a Nueva Escocia, encontraron puertas que llevaban a las cámaras y pasadizos situados bajo el suelo bordeado de granito. Disponían también de la contraseña de una puerta de mantenimiento que daba al Radio 6, donde una escalera de espiral situada en la pared interior del radio los llevó al Anillo Interior B. Los anillos interiores son anillos de soporte estructural que conectan los seis radios cerca de la columna. No podían acceder al Anillo Interior de B, y tampoco a la columna, lo cual no les impedía recorrer arriba y abajo el Radio 6 tan a menudo como podían.

En aquellas salidas furtivas Euan iba en cabeza, pero Freya no tardó en animarles a probar nuevas rutas. Como era más alta que ellos, y también más rápida, iniciaba exploraciones que los demás debían seguir. Euan parecía encantado con aquellas aventuras, aunque casi siempre estuvieran a punto de pillarlos. Corrieron dándolo todo para evitar a alguien que les llamó la atención, que incluso los había visto, cuando regresaban entre risas al parque situado tras el Fetch.

Huang y Jalil se despedían entonces, y Euan acompañaba a Freya por la ciudad, la retenía en los callejones con la espalda contra la pared y la besaba, y ella lo abrazaba, tiraba de él y se lo acercaba, hasta que los pies de Euan colgaban suspendidos sobre el suelo mientras se besaban. Esto le hacía reír aún más. Al soltarlo, él le daba un golpe en el pecho con la frente, le acariciaba los pechos y decía:

—¡Te quiero, Freya, estás loca de atar!

—Estupendo —decía entonces Freya, dándole palmadas en la cabeza, o metiéndole mano entre las piernas—. Volvamos a vernos mañana y repitámoslo.

Pero sucedió entonces que Devi comprobó los registros del chip, y averiguó adónde iba su hija por las tardes. A la noche siguiente se acercó al borde del parque y sorprendió a Freya volviendo de una incursión con su banda, justo después de que se despidiese del resto.

Devi la aferró de la parte superior del brazo. Temblaba. El brazo de Freya se tornó lívido por la falta de riego.

—¡Te dije que no fueras allí!

—¡Déjame en paz! —gritó Freya, liberando el brazo y tumbando a su madre en el suelo de un fuerte empujón.

Con torpeza, Devi se puso de nuevo en pie, la cabeza gacha.

—¡No puedes ir a lo más frondoso! —susurró—. Puedes vagar por toda la nave si quieres, recorrer ambos anillos si te apetece, pero no las partes de acceso prohibido. ¡Tienes que evitarlas!

—Déjame en paz.

Devi levantó la mano, mostrando el dorso a su hija.

—¡Lo haría si pudiera! ¡Tengo otros problemas que debo resolver de inmediato!

—No lo dudo.

Devi endureció la mirada.

—Ha llegado la hora de que te marches de casa.

—¿Qué?

—Ya me has oído. No puedo permitir que sigas avergonzándome, empeorando precisamente todo aquello que más problemas nos da.

—¿Qué problemas?

Un temblor sacudió a Devi, que crispó las manos en puños. Al reparar en ello, Freya levantó una mano en un gesto amenazador.

—Tenemos problemas —explicó Devi con la voz estrangulada—. Así que no quiero que andes por aquí en este momento. No me lo puedo permitir. Debo resolver esto. Además, ya tienes edad. Crecerás y superarás toda esta mierda, pero casi prefiero que lo hagas en otro lado donde no tenga que aguantarte.

—Eres mala —dijo Freya—. Así de simple: mala. ¡Ya te has cansado de tener una hija! De pequeña no estaba tan mal, pero ahora que has decidido que no está a la altura, ¡qué se largue! Vuelve dentro de un año y cuéntamelo todo. Pero ¿sabes una cosa? Nunca lo haré. Nunca volveré.

Y Freya se alejó a paso vivo.

En tercer lugar, Badim le pidió que esperase un poco antes de partir de wanderjahr.

—No importa dónde vayas, seguirás siendo tú quien llegue allí. Así que en realidad no importa dónde estés. No se puede huir de uno mismo.

—Puedes huir de otra gente —dijo Freya.

Badim no había oído el relato completo de la discusión que había tenido lugar en el parque, pero había reparado en el distanciamiento entre madre e hija.

Con el tiempo, aceptó la idea de que Freya iniciase su wanderjahr. Iba a disfrutarlo, dijo una vez que se hizo a la idea. Podría volver a casa de visita siempre que lo deseara. El Anillo B tan solo medía 54 kilómetros de diámetro, así que nunca estaría demasiado lejos.

Freya asintió.

—Me las apañaré.

—Estupendo. Si quieres me encargaré de reservarte alojamiento y conseguirte empleo.

Se abrazaron, y cuando Devi se sumó a la conversación, también la abrazó a Freya. Ante la mirada de Badim, Freya respondió al abrazo de su madre. Tal vez también ella reparó en la mirada de preocupación de Devi.

—Lo siento —dijo Devi.

—Yo también.

—Te sentará bien alejarte. Si sigues aquí y no te andas con ojo, igual terminas como yo.

—Pero quería terminar como tú —aseguró Freya con cara de quien prueba algo amargo.

Devi, prietos los labios con fuerza, desvió la mirada.

En 161.176 Freya emprendió su wanderjahr, viajando a poniente en el Anillo B. El tranvía del anillo circunnavegaba los biomas, pero ella se desplazó a pie, tal como los peregrinos tenían por costumbre hacer. Primero por el áspero granito de la Sierra, después por los trigales de la Pradera.

Su primera estancia larga la pasó en Labrador, con su taiga, glaciar, estuario y lago frío y salado. A menudo se decía que la primera vez que te alejas de casa debes hacerlo a un lugar más cálido, a menos que provengas de los trópicos, porque entonces no puedes. Pero Freya fue a Labrador. El frío, decía, le sentaba bien.

El mar salado estaba prácticamente cubierto por una capa de hielo, así que aprendió a patinar sobre hielo. Trabajó en el comedor y el centro de distribución, y enseguida conoció a mucha gente. Trabajó también con las manos y como ayudante general en el campo (de chica para todo, como solía decirse). Dedicó largas horas a trabajar en todo el bioma.

La gente le decía que ahí fuera, junto al glaciar de Labrador, había una comunidad que vivía en yurtas y que alumbraba a sus hijos como los Inuit o los Sami, o, para el caso, como neandertales. Seguían al caribú y vivían de la tierra, y no mencionaban ni por asomo la existencia de la nave a sus hijos. El mundo para ellos no medía más que cuatro kilómetros, era un lugar principalmente helado, con estaciones largas y extensos periodos de luz y de oscuridad, de hielo y deshielo, de caribú y salmón. Entonces, durante la ceremonia de iniciación que tenía lugar en torno al momento de la pubertad, vendaban a estos niños los ojos y los llevaban fuera de la nave cubiertos por un traje de vacío, donde se veían expuestos a la estrellada negrura del espacio interestelar, con la nave ahí a su espalda, apagada y argéntea en el reflejo de la luz de las estrellas. Decían que a su regreso de esta iniciación, los niños ya no eran los mismos.

—¡No me extraña! —exclamó Freya—. Qué locura.

—Buena parte de estos niños abandonan Labrador después —le contó su informadora, una joven que trabajaba también en el comedor—. Pero más de los que piensas regresan de adultos para obrar de la misma manera con sus hijos.

—¿A ti te educaron así? —preguntó Freya.

—No, pero oímos hablar de ello, y tuvimos ocasión de verlos cuando visitaron la ciudad. Son extraños. Pero creen que hacen lo más correcto, así que…

—Quiero conocerlos —declaró Freya.

No tardaron en presentarla a uno de los adultos que se acercó en busca de suministros, y al cabo de un tiempo la invitaron al círculo de yurtas próximo al glaciar, después de prometer que mantendría las distancias con la yurta habitada por los niños del asentamiento. Freya pensó que desde lejos se parecían a los demás niños. Le recordaron a sí misma, tal como dijo a sus anfitriones.

—No sé si eso es bueno o malo —añadió.

Los adultos del poblado de yurtas defendieron la manera de criar a sus hijos.

—Cuando te educas como nosotros —explicó a Freya uno de ellos— sabes qué es lo auténtico. Sabes qué lugar ocupamos, cómo somos como animales, y cómo nos convertimos en seres humanos. Eso es importante porque la nave puede volverte loco. Creemos que la mayoría de la gente que habita en los anillos está loca. Siempre están confundidos. No tienen herramientas para juzgar nada. Pero nosotros sí sabemos. Tenemos una base para separar el bien del mal. O al menos qué nos funciona. O qué creer, o cómo ser felices. Hay modos distintos de exponerlo. De modo que si nos hartamos de cómo marchan las cosas, o de cómo es la gente, siempre podemos volver al glaciar, ya sea mentalmente o regresar físicamente al lugar. Si tienes suerte, puedes volver a ese espacio en tu cabeza, pero si no creciste aquí, no puedes. Así que algunos de nosotros nos quedamos aquí.

—Pero ¿no supone una conmoción enteraros de la realidad? —preguntó Freya.

—¡Pues claro! El momento en que me retiraron la visera del traje de vacío y contemplé las estrellas, y después la nave, creí morir. Sentía en mi interior los latidos del corazón como un animal que intenta salir de una jaula. Me pasé un mes sin decir una palabra. A mi madre le preocupaba la posibilidad de que hubiese perdido la razón. Hay algunos niños a los que les pasa. Pero más adelante, empecé a pensar, ya sabes, menuda sorpresa. No es para tanto. Es mejor eso a que no te sorprendas por nada en la vida. Los hay en esta nave que la mayor sorpresa que tendrán en la vida será cuando mueran sin haber conocido nada auténtico. Empiezan a atisbar esa posibilidad cuando se acerca su final. La primera sorpresa auténtica.

—¡Yo no quiero eso! —protestó Freya.

—Claro, porque entonces es demasiado tarde. Al menos, demasiado tarde para que sirva de gran cosa. A menos que uno de los cinco fantasmas te salude a tu muerte, ¡y te muestre un universo incluso mayor!

—Quiero presenciar una de vuestras iniciaciones —pidió Freya.

—Antes pasa una temporada trabajando con nosotros.

Tras aquella conversación, Freya trabajó en la taiga con la gente de la yurta: cargaba fardos; cultivaba patatas en campos despejados de piedras; cuidaba de los caribúes; vigilaba a los niños. En los días que tenía libres, ascendía con la gente al glaciar que se imponía sobre la taiga. Superaban con dificultad la roca suelta que conformaba la morrena, acumulada en el ángulo de reposo, y por lo general estable. Desde la cima de la morrena podían contemplar toda la extensión de taiga, que carecía de árboles, era rocosa, congelada, cubierta de musgo verde y la cruzaba un estuario de grava que discurría hasta el lago salado, bordeado por algunas colinas. En lo alto, el techo tenía una tonalidad azul marino que rara vez salpicaban unas pocas nubes altas. Las manadas de caribúes se distinguían en las riberas, junto a otros grupos similares compuestos por ciervos y alces. En las colinas que flanqueaban a veces atisbaban la presencia de una manada de lobos, u osos.

En dirección opuesta, el glaciar se alzaba con una pendiente suave hasta la pared oriental del bioma. Allí, según contaron a Freya, podía verse en el pasado el efecto de la fuerza de Coriolis en el hielo; ahora que su deceleración se superponía a la fuerza de Coriolis, el hielo se había resquebrajado visiblemente, creando nuevas extensiones y fisuras, zonas azuladas del tamaño de aldeas enteras. El azul cremoso que revelaban las profundidades de estas nuevas grietas constituía un nuevo color para Freya. Parecía como si hubiesen mezclado turquesa con lapislázuli.

No se trataba de fisuras en las que uno pudiera caerse sin sufrir graves heridas o incluso la muerte. Pero parecían estáticas en cualquier momento dado, y la mayor parte de la superficie del glaciar era nudosa, cubierta de hoyos y protuberancias, por tanto no era resbaladiza. Era posible caminar sobre el hielo, y acercarse, a veces cogidos de las manos, hasta el borde del campo de fisuras, y mirar en las profundidades azules. Se decían unos a otros que parecía una especie de calle abandonada, con edificios azules dentados, inclinados a ambos lados.

Abajo, la única población de Labrador se hallaba entre colinas, en la costa de un frío lago salado situado en el extremo oeste del estuario. El lago y el estuario eran hogar del salmón y la trucha marina. La población estaba compuesta por edificios cúbicos de techos pronunciados, pintados con intensos colores primarios que durante el largo invierno eran considerados alegres. Freya colaboró en las reparaciones de los edificios, en el almacenamiento del salmón pescado en el lago y en el estuario. Más adelante, ayudó en el inventario del dispensario de productos. Cuando estaba en el asentamiento de yurtas, colaboraba en el cuidado de la cohorte de niños, dieciséis en total, desde bebés hasta niños de doce años. Había jurado no decirles nada acerca de la nave, y los adultos del poblado la creyeron y confiaron en que cumpliría con la palabra dada.

A finales de otoño, cuando se imponían el frío y la oscuridad, invitaron Freya a sumarse a una de las iniciaciones de los niños. Era para una niña de doce años llamada Rike, una cría muy lanzada y valiente. Freya dijo que sería un honor presenciar la ceremonia.

Para el evento, Freya se disfrazó de Vuk, uno de los cinco fantasmas, y a medianoche del día de la ceremonia, después de celebrar todo lo que debían, ayudaron a Rike a ponerse el traje de vacío y pegaron con adhesivo una tela negra al visor del casco. Caminaron juntos al Radio 1, llevándola en brazos. En la esclusa del anillo interior, la condujeron a la esclusa exterior, donde todos se aseguraron. Se hizo el vacío en la esclusa, se abrió la escotilla que daba al exterior. Ascendieron por una escalera y se impulsaron al vacío del espacio interestelar, colgando allí, a popa del anillo interior. Los siete adultos se situaron alrededor de Rike, y uno de ellos retiró la tela negra que cubría el visor de la joven, momento en que se descubrió en el espacio.

En el espacio interestelar los humanos son capaces de ver aproximadamente unas cien mil estrellas. La Vía Láctea es un amplio borrón blanco en el negro tachonado de astros. La nave tiene un exterior plateado que reluce débilmente, reflejando la luz de las estrellas. La Vía Láctea se refleja en su superficie mucho más que el resto de los astros, de modo que hay partes de la nave que miran hacia la Vía Láctea más iluminadas que otras que no lo hacen. Dice la gente que a la luz reflejada, la nave da la impresión de emitir un fulgor. A pesar de la elevada velocidad relativa en relación con el entorno local, el único movimiento que se percibe corresponde al del fondo estelar que gira alrededor de la nave, que es como suele percibirse la rotación de la nave; la nave se muestra inmóvil ante el observador humano que se desplaza en su interior. En el momento de la iniciación de Rike, Tau Ceti era sin duda la estrella más brillante que había a su alrededor, y servía de estrella polar al frente, a proa de la columna.

Mientras Freya asimilaba todo esto, Rike lanzó un grito y luego hubo que abrazarla cuando se echó a gritar y a sacudir las extremidades. Freya, disfrazada de Vuk, el hombre lobo, la sostuvo con ambas manos del brazo derecho y sintió cómo temblaba. Sus padres y el resto de los adultos del poblado de yurtas le explicaron qué estaba viendo, dónde se encontraban y lo que estaba pasando. Entonaron un canto que solían utilizar tradicionalmente para revelar la verdad. Rike siguió gruñendo durante el canto. Freya lloraba, todos lo hacían. Al cabo de un rato, volvieron a la esclusa; después, cuando el oxígeno recuperó su lugar con un siseo tras cerrarse la escotilla exterior, se quitaron el traje de vacío y bajaron por la escalera hasta el radio, donde acompañaron a casa a la traumatizada niña.

Poco después, Freya se dispuso a reanudar su viaje.

Todo el poblado acudió a su fiesta de despedida, y muchos la animaron a regresar en primavera.

—Hay mucha gente joven que recorre los anillos varias veces —le dijeron—. Haz como ellos, vuelve a visitarnos.

—Lo haré —prometió Freya.

Al día siguiente caminaron hasta el extremo occidental del bioma y atravesaron la puerta abierta que daba al alto y corto túnel que mediaba entre Labrador y La Pampa. Ese era el mejor punto desde donde podía verse que los túneles se disponen en ángulos de quince grados respecto a los biomas situados en ambos extremos.

Cuando se marchaba, se le acercó un joven a quien había visto en varias ocasiones.

—Entonces, ¿te vas?

—Sí.

—¿Presenciaste la iniciación de Rike?

—Sí.

—A eso se debe que muchos de nosotros odiemos este lugar.

Freya se lo quedó mirando.

—Entonces, ¿por qué no os vais?

—¿Para ir adónde?

—A cualquier parte.

—No puedes ir adonde te da la gana.

—¿Por qué no?

—No te lo permitirían. Debes tener un lugar adonde ir.

—Yo me he marchado —dijo Freya.

—Pero tú estás inmersa en tu peregrinaje. Alguien dio permiso para que te fueras.

—No lo creo.

—¿No eres la hija de Devi?

—Sí.

—Obtuvieron un permiso para ti. No todos lo consiguen. Si fuese de otro modo, nada saldría a derechas. ¿No lo entiendes? Todo lo que hacemos está controlado. Nadie hace lo que le da la gana. En tu caso es un poco distinto, pero ni siquiera tú vas a hacer lo que quieres. Por eso muchos de nosotros odiamos este lugar. Especialmente Labrador. Muchos de nosotros iríamos a Costa Rica si pudiéramos.

En La Pampa, el sistema de luz solar era más brillante, el azul de los techos poseía una tonalidad pastel y el aire estaba lleno de aves. El terreno era más llano y bajo en el cilindro para alejarlo de la luz artificial, lo cual explicaba su menor extensión. Los verdes eran más sucios, pero más amplios, todo allí era verde. Desde la leve elevación de la esclusa, alcanzó a ver todo el bioma hasta el círculo oscuro de la escotilla que daba a la Pradera. Allí, en la llanura arrugada de La Pampa había rebaños que se desplazaban entre las nubes de polvo que horadaba la luz matinal: ganado, caballos, ciervos, alces.

Como todos los biomas, era una combinación de maleza, zoológico y granja. Las dos poblaciones que había, como en la mayoría de los biomas, se situaban cerca de la parte central del cilindro, no muy lejos de las escotillas que había a ambos extremos.

Freya recorrió un camino que discurría paralelo a las vías del tranvía. En el modesto pueblo llamado Plata, la saludó un grupo de residentes que habían sido informados de su llegada, para después llevarla a su apartamento. Este estaba situado sobre una cafetería. Le dieron de comer, sentada a una de las mesas de la plaza, frente a la cafetería, y sus anfitriones le presentaron a muchos habitantes del lugar. Pasaron la tarde diciéndole lo bien que se había desempeñado Devi cuando se les rompió una de sus cisternas, antes siquiera de que naciese Freya.

—¡En semejante situación es cuando realmente necesitas de buenos ingenieros! —concluyeron—. Fue tan rápida. ¡Tan lista! Tan en consonancia con la nave. Y tan amistosa, también.

Freya asintió en silencio al escuchar la retahíla descriptiva.

—Yo no me parezco nada a ella —les dijo—. No sé cómo hacer nada. Tendréis que enseñarme algo que hacer, pero os advierto que soy tonta.

Se rieron de buena gana y le aseguraron que le enseñarían todo cuanto sabían, lo cual no iba a costarles mucho esfuerzo porque apenas sabían nada.

—Entonces este lugar me encaja como un guante —dijo ella.

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