Aurora

Aurora


4. Reversión a la media

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La idea de Song era la siguiente: continuar con la colonización de Aurora, introduciendo en ella sus bacterias y virus terrestres, con la esperanza de que, una vez librada la guerra entre microbios, Aurora terminase siendo habitable para el ser humano. Algunos de sus ecólogos y bacteriólogos creían que este plan podía funcionar.

El grupo centrado alrededor de Heloise y Bao proponía que habitasen y terraformasen la segunda luna de F, la mejor de las candidatas restantes para la colonización del sistema Tau Ceti. Era análoga de Marte, y había sido su anterior segunda opción, y no había motivo que los indujese a pensar que no podía funcionar.

Speller siguió liderando a aquellos que aseguraban que debían seguir adelante, que debían reabastecer combustible, alimentos y materiales y poner proa a RR Prime. Cruzarían el espacio interestelar durante otros ochenta años, y lo intentarían de nuevo en ese sistema, que en muchos sentidos se antojaba muy prometedor.

O podían seguir a bordo y vivir allí a perpetuidad.

O podían regresar al sistema solar.

Todas estas ideas fueron discutidas interminablemente, en todas las posibles vertientes.

Mientras trataban estos asuntos, aumentó la sensación en muchos de ellos de que si se quedaban en el sistema de Tau Ceti, podían combinar algunas de estas opciones, que en el fondo no eran mutuamente excluyentes. Podían intentarlo de nuevo en Aurora, haciendo pruebas de inoculación de bacterias y demás, mientras movían pieza en la segunda luna de F; y reaprovisionar la nave mientras seguían viviendo a bordo; e inspeccionar y explorar la primera luna de F.

Opciones, sí; pero no las óptimas, aseguraban otros. Distintos modos de matar el tiempo, diferentes maneras de extinguirse tras una brega larga e infructuosa, atrapados en cabinas incluso más pequeñas que los biomas de a bordo.

¡Pero si podían vivir en los biomas!

¡Pero si no podían vivir en los biomas!

Freya hablaba muy poco en público, pero en privado siguió asegurando que su mejor oportunidad consistía en reabastecer la nave y poner rumbo de vuelta a la Tierra. Era el único destino del que disponían donde sabían que sus descendientes podrían sobrevivir.

—Pues claro —dijo Speller, que se había acercado a la pequeña cafetería de Olympia, donde Freya se alojaba esa noche—. Pero ¿qué sentido tendría eso? En primer lugar, ¿por qué nos marchamos? ¿Por qué hemos pasado por todo esto, nosotros y nuestros antepasados y nuestros descendientes, si no es para procurar que esto salga adelante?

Freya negó con la cabeza al escuchar las palabras de su viejo amigo.

—Es que no deberían haberse marchado —dijo.

Hablaron y hablaron y hablaron. Veinticuatro biomas, diez mil conversaciones. Hablar hablar hablar. Y mientras hablaban, empezó a resultarles evidente que no disponían de un método de gobierno muy efectivo cuando llegaba la hora de tomar decisiones como grupo. Se preguntaron si los humanos habían tenido algo parecido desde que abandonaron la sabana. Desde que se concentraron en ciudades. No podían estar seguros. La historia sugería que tal vez no.

A bordo, las cuatro generaciones que se sucedieron tras los problemas del 68 se habían cuidado mucho de trabajar dentro del sistema establecido, deliberando siempre en paz el consenso de todas las decisiones importantes. Ahora incluso se discutía la definición de consenso; y llegaron a comprender que su sistema político, por simple que fuera, nunca había afrontado una crisis. Suspendidos en su viaje como habían estado, jamás habían tenido que encarar una decisión, exceptuando los métodos de homeostasis.

Se enfrentaban a una prueba, y rápidamente aparecieron las primeras fracturas en la fachada de civismo que habían mantenido. Donde hay una facción hay un conflicto; donde hay conflicto hay ira. Y la ira distorsiona el juicio. Así que se enfadaban unos con otros, lo que daba pie a que tuvieran miedo unos de otros. La ira y el miedo no eran las emociones adecuadas para la situación a la que se enfrentaban.

Tras los sucesos del año 68, los supervivientes habían adoptado un sistema de democracia representativa, basado en una constitución que exponía sus primeros principios políticos. Los primeros principios debían cumplirse en todo aquello que se decidiera. Sobre todo, los supervivientes comprendieron que debían comportarse de manera que se mantuviese un flujo equilibrado de los elementos contenidos en su sistema cerrado de soporte vital. Para ello, el índice de población debía respetar el techo de las 2152 personas. También se establecieron techos de población para el resto de los mamíferos de la nave. Dentro de estas limitaciones, debía mantenerse el margen más amplio de autonomía humana, lo cual no incluía necesariamente el derecho a reproducirse; y tampoco incluía la libertad de circular por toda la nave, al menos en términos de residencia. Cada bioma tenía su propia legislación en este aspecto. Tampoco era posible que todos los ciudadanos rechazasen el desempeño de ciertos trabajos y funciones. Había empleos que sencillamente había que hacer o la nave no conservaría el equilibrio ni sería capaz de mantenerlos a la larga en la soledad interestelar.

Por tanto: residencia, reproducción, educación, trabajo; todo ello expresaba necesidades ecológicas. Debían prestarles atención o extinguirse; así eran las cosas, esa era la realidad. Así se lo enseñaban a todos de pequeños. Había límites; había necesidades. Todas y cada una de las personas que viajaban a bordo formaban parte de un equipo, parte integral de la sociedad, necesarias para la supervivencia del grupo. Todo el mundo era igual a ese respecto, y debía ser tratado del mismo modo que el resto.

Solo en el marco de este conjunto de principios fundacionales, satisfechas las necesidades, hallarían y ejercerían cuantas libertades hubiese a su disposición. Decían algunos que lo que quedaba era, en el mejor de los casos, trivial. Pero nadie tuvo ninguna sugerencia que plantear en cuanto a cómo atribuirse mayores libertades que las que poseían, dados los límites. El deber era lo primero.

De modo que la población de cada bioma convocó una reunión en la plaza mayor. Todo aquel que quiso hablar, lo hizo.

Este proceso duró dos semanas, tras lo cual siguió una serie de encuestas y votaciones. Las encuestas iban dirigidas a acotar las preguntas que debían tratarse. ¿Quién prefería tal o cual curso de actuación? ¿Cuántos para cada uno, con qué grado de convicción?

Entonces, en la mayoría de los biomas, se votó a los representantes, uno por cada centenar de personas. En la mayoría de las poblaciones no se hizo ni campaña. El voto era anónimo. Quienes fueron elegidos, y aceptaron servir, hablaron con sus vecinos sobre lo que dirían en la asamblea general. En otros biomas, escogieron a los representantes por sorteo, y quienes fueron seleccionados tuvieron que prometer hablar en nombre de la mayoría de su bioma; o, en algunos casos, obrar como les pareciese adecuado.

Estos representantes se reunieron posteriormente en Costa Rica, en la ciudad de San José, donde expusieron diversos asuntos en una conferencia general. Se trataba de una conferencia abierta, de manera que cuando todo el mundo hubiese tratado a conciencia los temas pendientes, se realizaría una encuesta a toda la población, y los representantes recibirían el encargo de ejecutar la voluntad de la mayoría del pueblo. Si los resultados eran demasiado justos, lo cual decidieron sucedería cuando cualquier voto en minoría cosechase más del 33 por ciento del total, pondrían medios para mejorar la situación, buscando a ser posible un terreno común. Se llevarían a cabo votaciones sucesivas, hasta que una mayoría superior al 67 por ciento, o con suerte mayor, aceptase emprender un curso determinado de acción. Llegados a ese punto, la minoría debería aceptar el juicio de la mayoría.

Esa era la teoría.

Mientras se intentaba alcanzar una decisión, acordaron pedir a la nave que se resituase en el Planeta F de Tau Ceti, y que entrase en órbita alrededor de la segunda luna de F. La intención consistía en llevar a cabo labores de reconocimiento, juzgar mejor la habitabilidad del satélite.

A lo largo de este traslado, que llevó siete meses siguiendo un camino Hohman de menor consumo de energía, y que empleó el 2,4 por ciento del combustible restante de la nave, continuaron las discusiones.

En ese tiempo, muchos biólogos a bordo estudiaron las muestras del patógeno de Aurora que Jochi había conservado en una cabina sellada de su transbordador y que había convertido en laboratorio estéril, teleoperado por él. Aún había quienes apoyaban la idea de Song de que debían aprender a convivir con esa cosa de Aurora si pretendían conocerla mejor. Así que el estudio del patógeno continuó, a pesar de que seguían sin acordar un nombre que darle. Vector, enfermedad, patógeno, especie invasora, bicho, estos eran términos terrestres, y sin ir más lejos Aram los consideraba errores de categorización.

—Lo mejor que podemos hacer en cuanto a terminología se refiere es llamarlo «alienígena».

Y así se quedó la cosa. Las muestras individuales similares a proteínas que Jochi había aislado y puesto bajo el microscopio electrónico que le enviaron eran tan pequeñas que costaba comprender cómo podían seguir con vida. Porque estaban vivas en ciertos sentidos del término, ya que se reproducían; pero costaba decir cómo, o qué otra cosa hacían. En esto compartían cualidades con los virus y sus virus, con los priones y el ARN; aunque en otros aspectos no parecían similares a ninguna de estas entidades. Se producían procesos en su interior a una escala nanométrica, incluso del picómetro, pero ¿qué podía ser tan pequeño para que pudieran alimentarse de ello? ¿Cómo se alimentaban? O, para expresarlo de manera más simple, ¿dónde obtenían su energía? ¿Cómo crecían? ¿Por qué crecían tan rápido cuando se introducían en un organismo humano?

Eran estos problemas sin solventar que cabía la posibilidad de que siguieran siéndolo durante largo tiempo.

La segunda luna de F, llamada Iris por quienes habían propuesto establecerse allí, demostró ser una roca pelada sin una gota de agua, tal como habían sospechado: núcleo de hierro, campo magnético; seca a excepción de los restos congelados de un cometa en una superficie salpicada de cráteres, atravesada por dos largos cañones rectos, fruto posiblemente de anteriores fracturas. Una especie de Mercurio enorme, puestos a encontrarle un parecido físico, además de posiblemente histórico; su núcleo pesado atestiguaba, quizá, una colisión en sus primeros tiempos que había arrancado una capa exterior de roca más liviana, que a su vez se había precipitado sobre F en lugar de ser expulsada de la órbita por Iris. Al menos este era el modelo más adecuado de sus orígenes para justificar los datos. Su gravedad de 1,23 g era más bien descorazonadora, pero tenía una rotación breve, no estaba completamente supeditada a una rotación sincrónica con F, lo cual reforzaba de hecho la teoría de una colisión temprana. Tenía por tanto un día de treinta días de duración, un mes orbitando a F que constaba de 20 días, y el año de F era de 650 días. La órbita de F era de 1,36 UA de Tau Ceti; su insolación de Tau Ceti era del 28,5 por ciento respecto a la terrestre. Se hallaba en el límite de lo que se consideraba habitable, pero recibía la suficiente luz solar para que fuese factible.

La ausencia de agua en Iris, que antes se consideraba un problema, dio garantías a la gente ahora que el agua se tenía por algo peligroso, ya que parecía más probable que el agua líquida albergase algún tipo de vida y creara problemas. La muestra que apoyaba esta conclusión siguió siendo muy pequeña, y constaba de la Tierra, Europa, Ganimedes, Encélado y Aurora; pero Aurora había sido traumática. Se había sugerido incluso que el hielo del cometa en Iris podía retirarse si existía la menor sospecha de que contenía el patógeno auroriano.

Otros señalaron que el hielo que algunos propusieron importar a Iris, para proporcionar a su nuevo mundo una hidrosfera y una atmósfera, sería hielo de Luna 1 de F, o hielo cometario de la atestada Nube de Oort de Tau Ceti. Si el hielo de cualquier parte servía potencialmente de cuna de vida, nunca lograrían evitarlo del todo.

Pero no había motivo para pensar que ese fuera el caso. El consenso era que la cuna de vida era el agua líquida, no el hielo. Un montón de hielo debía condensarse de la original nube de polvo interestelar que había formado Tau Ceti, y no existía razón para creer que la vida había tenido la menor oportunidad de concebirse en ese hielo. Se dio por sentado que estarían a salvo si terminaban dando a Iris un pequeño océano compuesto de hielo cometario de importación.

Por tanto: hidratar Iris, introducir genomas terrestres, ocupar. El propio F se convertiría entonces en una preciosa canica en el cielo de Iris, un gigante gaseoso lleno de volátiles que sin duda necesitarían. Una pelota gigante de materiales, situada a la vuelta de la esquina, cuya enorme belleza los ayudaría a ocupar Iris gracias a su luz solar reflejada, que en última instancia iluminaría toda Iris a medida que esta rotase, y no solo un hemisferio, tal como sucedía en Aurora. La verdad era que parecía muy prometedor.

Pero ¿cuánto tardarían en terraformar Iris?

Como respuesta a estas preguntas no había más que suposiciones. Dichas suposiciones dependían de dar muchas cosas por sentado que había que introducir como datos en los modelos. Los tiempos medios calculados por los modelos se juzgaron en privado por la nave en torno a los 3200 años, con una estimación de la anomalía entre 50 y 100 000 años. Obviamente, los modelos y parámetros escogidos podían marcar la diferencia. De hecho, el problema no estaba adecuadamente acotado. Pero era justo dar por sentado que la estima media poseía cierta validez teórica.

Muchos a bordo no querían esperar tres mil años, o el tiempo que fuera que tardasen en terraformar Iris. Otros no creían que durasen tanto. Y otros no pensaban que les llevaría tanto tiempo.

—Los modelos deben estar equivocados —dijo alguien—. En cuanto la vida arranque en un planeta, la situación cambiará enseguida. Las bacterias se reproducen rápidamente en un nicho ecológico vacío.

—Pero en la Tierra el proceso duró mil millones de años.

—Pero en la Tierra no hubo más que arqueobacterias. Con un conjunto completo de bacterias el proceso será más rápido.

—No en lugares sin atmósfera. Las bacterias en una roca, expuestas al vacío, no se muestran muy rápidas. De hecho la mayoría muere.

—Por tanto, necesitamos maquinaria robótica autónoma para hacer suelo, para hacer aire, para añadir agua.

—Pero los robots autónomos necesitan materiales. Solo la primera generación de robots puede recolectar los materiales necesarios, y eso no será un proceso rápido.

—¡Podemos imprimir impresoras e ir a más! Es factible. Podemos hacerlo. Nuestros robots pueden.

—Llevará demasiado tiempo. Entretanto, nos extinguiremos. Evolucionaremos a ritmos distintos y nos distanciaremos desde el mismísimo interior de nuestros cuerpos. Involución de zoo. Coinvolución. Enfermaremos, moriremos y nos extinguiremos. Enfermar y morir, sin haber abandonado una sola vez la nave.

—Entonces, en ese caso, a lo mejor debemos volver a casa —seguía insistiendo Freya.

Llegó el día en que intentaron hacer una elección.

Extraño, quizá, despertarse una mañana, vestirse, desayunar, sabiendo todo el rato que uno iba a acudir a una reunión capaz de cambiar el mundo. Duras decisiones. Todo el mundo padece el problema de detención. Freya se sentó junto a Badim a la mesa de la cocina, removiendo inquieta los cortes de fruta con el tenedor.

—¿Qué crees que pasará? —preguntó.

Badim le sonrió. Parecía inusualmente alegre y comía con apetito unas tostadas con mantequilla que regaba con leche.

—Interesante, ¿no te parece? —preguntó entre mordisco y mordisco—. Hasta hoy la historia estaba predeterminada. Nos dirigíamos a Tau Ceti, no había ninguna alternativa. Debíamos hacer lo que era necesario. —Sacudió el pan en el aire—. Ahora esa historia se ha terminado. Nos hallamos en su capítulo final, forzados a plantear una nueva, nosotros solitos.

Caminaron juntos hacia la estación del tranvía, y después subieron a un vehículo atestado que se dirigía hacia el este, a Costa Rica. En los biomas que fueron encontrando por el camino, el tranvía se detuvo y se le unieron más vagones llenos, primero en Olympia, luego en Amazonia. La mayoría de la gente de los vagones del tranvía se mostraba sumisa, pensativa. Durante el mes anterior se había grabado un total de 102 563 conversaciones en torno a ese tema, y había indicadores de conflicto en la gramática y semántica del 88 por ciento de dichas conversaciones, que inevitablemente mantenían personas que se conocían bien.

Pero había que poner punto y final a esa dinámica. 170.170: Convocada en Costa Rica la asamblea general que reunió a 620 personas en la plaza de la sede de gobierno. La mayoría de la población de a bordo siguió la asamblea gracias a las pantallas repartidas por toda la nave; otra reunión denominada «en oposición a la tiranía de la mayoría» congregó a 273 personas en la plaza de Kiev, en las Estepas.

La plaza de la sede de gobierno de San José ocupaba buena parte del centro de la ciudad. Estaba rodeada por edificios de cuatro y cinco plantas, construidos todos con piedra blanca cortada para formar una recargada pauta de rectángulos entrelazados. La impresión de conjunto era que se trataba de una imitación de una capital europea, aunque lo mismo podía decirse de muchas capitales europeas auténticas, así que posiblemente se basaba en una plaza real de algún lugar de la Tierra. La nave percibió semejanzas con Viena, Moscú y Brasilia.

En torno a un tercio de la población de la nave se acercó a la plaza para escuchar la intervención de los portavoces, quienes destacaron diversos aspectos del asunto que tenían entre manos. La gente se agrupó principalmente por biomas. Después de iniciados los discursos, el flujo entre grupos fue mínimo. Algunos se sentaron en el liso empedrado de la plaza; otros se habían llevado sillas plegables y taburetes; los hubo que permanecieron de pie. Había algunos toldos con puestos ambulantes para proporcionar comida y bebida, y la poca circulación que había era en torno a estos puestos.

Una ristra de oradores describió el plan para concentrar sus esfuerzos en la segunda luna de F, que todos llamaban ya Iris. Establecerían su base en la superficie y se instalarían en ella mientras la construyeran hasta alcanzar todo su tamaño. Aportarían agua a la superficie por medio de un bombardeo de cometas, que también daría pie al inicio de una atmósfera. Los robots y las fábricas auto-replicantes construirían refugios, quemarían volátiles en gases, crearían una atmósfera y un suelo, y darían forma a una creciente hidrosfera a medida que cayese del cielo. Introducirían bacterias propias en la superficie virgen, que se extenderían rápidamente hasta llenar su nicho ecológico. Después de que bacterias, arqueobacterias y hongos se establecieran en el suelo, contribuirían a aumentar la atmósfera y crear suelo, y pronto podrían introducir plantas y animales de la nave en oleadas similares a las que se registraron en la evolución terrestre, y el planeta se terraformaría sin pausa ni descanso, a una velocidad literalmente un millón de veces superior a la que se produjo de manera natural en la Tierra, es decir, en tres mil años en lugar de tres mil millones. Existía incluso la posibilidad real de hacerlo en trescientos, siempre y cuando las cosas fuesen más rápidas de lo esperado.

Los diversos componentes de este plan los describió con cierto detalle Heloise, y Song participó en este empeño. Habían sumado fuerzas; Song había aceptado el plan de Iris con la idea de que, como parte del mismo, podía llevarse a cabo el plan de él para regresar a Aurora. Por ahora, aceptó con Heloise que terraformar Iris era el mejor plan, fuese temporal o permanente.

La gente permaneció de pie o sentada en silencio, escuchando atenta.

Entonces invitaron a Aram a subir a la palestra. Antes de hablar, permaneció unos instantes contemplando el gentío.

—El problema es el siguiente: los espacios que tenemos disponibles para vivir son demasiado pequeños para sobrevivir durante tres mil años. El problema principal estriba en los distintos ritmos evolutivos de los diversos órdenes de vida confinados en el espacio. Las bacterias generalmente mutan a una velocidad muy superior a las especies grandes, y el efecto de dicha evolución en las especies mayores resulta, con el tiempo, devastador. Esta es una causa de enanismo y de los índices más elevados de extinción vistos en estudios de biogeografía insular. Y nos hallamos en la madre de todas las islas, nunca ha habido una igual. Y esta Iris no es gemela de la Tierra, ni análoga. Es análoga de Marte.

»Además existen compuestos químicos que necesitamos y que no hallaremos en un planeta rocoso que nunca ha albergado vida. Resumiendo, el supraorganismo que todos nosotros juntos constituimos no puede sobrevivir en un periodo de tiempo tan largo, confinado tal como nos veríamos nosotros.

Fue Speller quien tomó uno de los micrófonos libres de la palestra.

—¿Cómo vamos a tener la certeza de algo si no lo intentamos?

—Hemos comprobado el modelo del que hablamos —respondió Aram—, y podemos asegurar que ciertos resultados ecológicos son más probables que otros, aunque las posibilidades se reducen a medida que miramos más allá en el tiempo. Los estudios referidos están a disposición de quien quiera consultarlos. No hay ningún paso que no hayamos hecho público.

—Pero algunos de los escenarios muestran que el proceso de terraformación podría funcionar, ¿correcto?

Aram asintió.

—Hay escenarios en los que es un éxito, pero la proporción es de uno entre un millar.

—¡Pero eso está bien! —Speller esbozó una amplia sonrisa—. ¡Ese es el que haremos que suceda!

Aram se volvió, hosco, hacia el gentío. El silencio en la plaza era tal que uno podía oír los encargos de comida en la esquina, y a los niños que jugaban y el grito de las gaviotas que se posaban en los tejados sobre la plaza y el lago salino de Costa Rica.

Speller, Heloise y Song rebatieron otros puntos de Aram. Quienes estaban de acuerdo con Aram formaron una línea distinta para intervenir, y los organizadores de la asamblea empezaron a dar paso a integrantes de ambas líneas de opinión para que interviniesen, hasta que fue obvio a juzgar por los murmullos del gentío, incluidas algunas risotadas esporádicas cuando arrancaban nuevas discusiones, que el efecto de la alternancia no estaba siendo de ayuda. Contemplar dos futuros tan distintos era tal vez demasiado parecido a un ejercicio del club de debates, pero debido a que el tema debatido era de vida o muerte para ellos, el tira y afloja engendró primero disonancia cognitiva, seguida por distanciamiento: los hubo que se reían, mientras que otros parecían enfermos.

La náusea existencial se debe al hecho de sentirse atrapado. Es un estado que resulta del sentimiento de que el futuro únicamente te reserva malas opciones. Por supuesto, todo ser humano se enfrenta al hecho de la muerte individual, y por tanto la náusea existencial debe ser hasta cierto punto una experiencia universal, algo que debe encararse con una u otra estrategia mental. La mayoría de la gente parece aprender a ignorarla, como si se tratase de un leve dolor crónico que uno debe soportar. En esta reunión empezó a resultar claro, para muchos de los presentes, que la extinción aguardaba al final de todos los caminos que había a su disposición. No se trataba de lo mismo que la muerte individual, sino que era en su lugar algo a la vez abstracto y más profundo.

La multitud se mostró inquieta. Nuevos oradores dieron pie a abucheos y silbidos, y los asistentes empezaron a discutir. Los extremos de la asamblea se vaciaron y se observó algún que otro claro en la plaza, incluso mientras los oradores de la tarima principal seguían hablando. Quienes se marcharon lo hicieron murmurando entre dientes, dispuestos a emborracharse, a tocar música, a cuidar del jardín o a trabajar.

Los organizadores del evento consultaron entre sí y optaron por no pedir una votación de la asamblea en ese momento. Estaba claro que no era el lugar adecuado, y tampoco convencían el método de una votación a viva voz o el recuento de un voto a mano alzada. Era necesario recurrir a algo más formal, más íntimo, algo como un voto obligatorio, secreto. Ni siquiera pudieron decidirlo en ese momento tan desafortunado, con la puesta de sol de la tarde calurosa de Costa Rica, con la gente que inundaba las calles en dirección a los tranvías. Al final pusieron punto y final a la reunión, anunciando que pronto se celebraría otra.

Durante la semana siguiente a la reunión, quince personas se suicidaron, un aumento del 54 000 por ciento de la frecuencia. Quienes dejaron notas de suicidio solían aludir a la desesperación que les causaba el futuro. ¿Qué sentido tenía seguir adelante, teniendo en cuenta la situación? ¿Por qué no ponerle fin de una vez por todas?

Un antiguo proverbio de uno de los primeros pueblos de la Tierra: Todo camino conduce a un infortunio.

Un proverbio de la primera modernidad de la Tierra: No puedo seguir, debo seguir.

Se trataba de una situación humana que nunca desaparecía del todo. Un dilema existencial, una condición permanente. Para ellos, en su situación particular, se reducía a lo siguiente:

Cuando descubres que vives en una fantasía que no se sostiene, una fantasía que destruirá tu mundo, y a tus hijos, ¿qué haces?

La gente solía decir cosas como «A la mierda», o «A la mierda el futuro». Decían cosas como «Hace un día caluroso» o «Este plato es excelente», o «Vamos a bañarnos al lago».

Había que trazar un plan, eso todos lo tenían claro. Pero los planes siempre atañen a un tiempo ausente, un tiempo que cuando se extiende lo bastante en el futuro solo será presente para quienes nos sucedan.

Por tanto, evasión. Por tanto, volcarse en el instante.

Pero en todo lugar de encuentro, en todas las cocinas, salía el tema, o se evitaba y seguía suspendido en el ambiente. ¿Qué hacer? Estaban a bordo de la nave, navegando a alguna parte. Había que escoger destino. De algún modo.

Freya y Badim pasaron mucho tiempo en su apartamento, esperando a que el grupo ejecutivo de la asamblea convocase un referendo. Aram formaba de nuevo parte del grupo ejecutivo, y esperaban que las cosas fuesen bien y se resolviera el asunto de un modo u otro.

Freya se sentó mirando a su padre, en cuyo rostro de tez morena, redondo, había bolsas bajo los ojos. Había envejecido mucho en los dos últimos años. Ninguno de ellos parecía el mismo. Habían cambiado desde la muerte de Devi, y ahora parecían envejecer más rápido que durante el viaje de ida. Había desaparecido de su expresión cierta luz, posiblemente la que correspondía a la esperanza. A la sensación de que las cosas tenían sentido, de que encajaban.

Dos semanas después de la reunión en San José, el grupo ejecutivo convocó un referendo. La votación era obligatoria, y a quien se negase a votar le impondrían una multa en forma de trabajos punitivos. Aunque no parecía que este fuese a ser el problema; de hecho, daba la impresión de que todo el mundo ansiaba que llegase el momento de emitir un voto.

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