Arena

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Mi padre no quería que me juntara con el Manco ni con Pipo ni con el Bocina ni con el resto de los que formaban mi pandilla. Mi padre no quería que leyese ni que dibujara y escribiera, no quería que perdiese el tiempo. Mi padre deseaba que yo me matriculase en Derecho y que no malgastara el tiempo con nada más.

—¿Qué haces? —preguntaba cuando me veía tirado en la cama, leyendo un cómic de La Patrulla X o una novela.

—Nada. —¿Qué le iba a decir? Para él leer era no hacer nada.

—Ya lo veo. No pierdas el tiempo —decía, sin dejar de mirar el cuarto, como si aquellas páginas lo asquearan, mientras Coloso, Cíclope, Lobezno, Tormenta y los demás mutantes me miraban a mí desde las viñetas, como si esperasen que me levantase de la cama y me enfrentase a él, defraudados por que me quedase paralizado.

Luego, plantado en el quicio de la puerta, empezaba con el sermón:

—Después del verano, si no escribes algo decente estudias Derecho. —Hasta que no dejaba la lectura no se marchaba—. Es por tu bien.

Me revolvía el pelo y yo le entregaba el tebeo o el libro, que él miraba como si fuese un objeto contagioso.

—Ahora no lo entiendes, Bruno. Pero lo entenderás. Es por tu bien —repetía.

Mi madre no decía una palabra. Solo le preocupaba subir y bajar montañas con esa sonrisa de modelo dibujada en la cara, parecía no enterarse de lo que realmente sucedía; más preocupada por el subidón, mirándome como si no terminara de creer que yo estuviese allí. Muda. Una muñeca con el mecanismo dañado. ¿Qué iba a decir? Siempre estaba colocada. Coca al despertarse, para merendar, atracón por la noche. Ellos se dejaban billetes enrollados en el salón o en el dormitorio y yo los cogía al día siguiente. La verdad es que les robaba aunque no los dejasen enrollados. El cristal de la mesa siempre estaba sucio. Y las cajas de cedés, pringosas. El sudor y las drogas se te quedan adheridos de una forma muy parecida.

Luego, como a deshora, me llega la tristeza, y el escalofrío que sentía al notar las manos de mi padre. Sus dedos de morcilla. Su olor en mi piel. A veces me reía de mi padre. El tiempo ha acabado por atraparlo a él. No digas el nombre del tiempo en vano, me río, delante del espejo del baño antes de salir.

La casa en silencio. Respirando por sí misma. Quitándome el aire de los pulmones.

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