Alex

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CAPÍTULO 25

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CAPÍTULO 25

 

 

 

ALEX.

 

-¿Ahora si me explicarás lo que está sucediendo? –la voz de Derek lo sacó de sus pensamientos. Y es que, sin importar que las cosas estuvieran luciendo mejores, no podía tranquilizarse.

No lo haría hasta que tuviera a Emily delante de él. Hasta que pudiera al menos abrazarla, una última vez.

Suspiró. Quizás hablar de ella lo ayudaría a distraerse por un breve momento y dejar de volverse loco. A aguardar con más calma.

En aquel instante se encontraban en su auto, frente al edificio en el que, supuestamente, se encontraban los secuestradores. Estaba esperando a que la policía hiciera su trabajo y lograra sacar a Emily.

Clara se encontraba caminando al lado del carro, increíblemente nerviosa.

Y él también lo estaba, pero al mismo tiempo, sabía que dejar salir ese nerviosismo solo haría que las cosas fueran peores. Y es que, probablemente, lo haría volverse loco.

-Es ella – comenzó, mirando a través de la ventana. Algunos policías habían ingresado ya al edificio, otros esperaban afuera a por órdenes y todos tenían sus pistolas delante de ellos, lo cual simplemente hacía de la situación mucho más terrorífica-. ¿Aquella chica de la que te conté? –preguntó, dirigiendo sus ojos brevemente hacia Derek, para confirmar que sabía de qué estaba hablando. Cuando este asintió, continuó–. Ese trabajador del que me hablaste, la secuestró, claramente considerando que esa sería la manera más eficaz de hacerme cooperar y lograr robarme mi dinero–explicó.

Derek resopló, a su lado y lo sintió removerse en su asiento, claramente pensando en qué contestarle. Pero Alex seguía fijo en la ventana, apreciando la escena y aguardando a que su pequeña finalmente saliera por aquellas puertas, a salvo.

-Ella va a estar bien, Alex –le aseguró su mejor amigo, palmeando su espalda, pero aquellas palabras no bastaban.

Nada bastaba.

-¡Pero yo no! –estalló, sin poderlo evitar. Y se giró, completamente exaltado. Derek, sin embargo, siguió observándolo con calma. Alex habría querido poder conservar aquella calma también–. Yo no –susurró, finalmente apoyando su cabeza en el respaldar del asiento, sintiéndose agotado-. Yo no estaré bien, probablemente nunca –dijo, sabiendo que no tenía caso intentar seguir guardándoselo para sí mismo-. Y ella tiene la idea de que yo no la quiero, de que lo nuestro era insignificante –empezó a dejar salir las palabras sin control. Y es que, había estado reteniéndolas por bastantes horas ya–. No puedo, Derek. Diablos, si a ella le sucede algo, nunca me lo perdonaré –continuó, sin detenerse a pensar en todo lo que le estaba confesando-. Ella cree que no la amo, pero no es cierto. Necesito verla una vez más, decirle que lo siento, que todo era mentira, que realmente la necesito –balbuceó, sintiendo su corazón acelerarse en su pecho, de solo pensar en perder a Emily.

Ella merecía saber la verdad.

Sintió los dedos de su mejor amigo en su cuello, forzándolo a mirarlo. Y lo hizo, rogándole a todos los cielos que sus siguientes palabras pudieran ayudarlo a tranquilizarse al menos un poco.

-No sé cuál es el problema entre ustedes dos –comenzó a decir, lentamente–. Pero te aseguro que ella saldrá de ahí y entonces, le dirás todo lo que acabas de decirme –dijo, sacudiéndolo suavemente-. No sé quién es esta chica, pero ella te ha cambiado y para bien. Me alegro que finalmente hayas encontrado a la mujer que te hace feliz, Alex. No la perderás –le aseguró, pero para Alex, lamentablemente, seguía sin ser suficiente. Nada sería suficiente, no hasta que la viera.

Alex asintió, aun así.

-Gracias –susurró, pero no estaba más calmado, no estaba más tranquilo.

Garner apareció, de pronto y tocó la ventana del copiloto, pasándole la voz a Derek. Y Alex observó, ligeramente nervioso, como este salía del auto, dejándolo solo.

Solo.

Aquella palabra que desde que había dejado ir a su pequeña, lo aterrorizaba.

Sabía, lo tenía muy claro, que ella era la única para él. Y si no la tenía, entonces iba a estar solo. No quería a nadie más en sus brazos,  no podía ni imaginarse con alguien más.

Y mucho menos podía imaginarla a ella con alguien más. Pensar en ello le dolía tanto como le dolía toda aquella situación.

Todo le dolía cuando se trataba de ella.

Había sido así por casi cinco días.

Una vez, había escuchado que el dolor parecía nunca terminar, pero que con el paso de los días, se hacía más tolerable.

Mentiras.

De nuevo.

El dolor se hacía más intenso conforme el paso de los días. Y en aquel momento, parecía que iba a destrozarlo en mil pedazos. Pedazos que nunca podría volver a juntar, no sin su pequeña.

No sin ella en su vida.

Giró el rostro hacia donde Garner y Derek conversaban. Había preocupación en el rostro de su mejor amigo y eso fue lo que logró hacerlo bajarse de su auto, de forma precipitada, desesperado por escuchar aquello sobre lo que hablaban.

Se encaminó hacia ellos, tan rápido como sus largas piernas se lo permitían.

-¿Qué sucede? –preguntó, rápidamente, llegando hasta donde ellos.

Garner lo miró un largo momento, durante el cual Alex sintió su corazón palpitar con fuerza en su pecho. Y es que, de alguna extraña manera, sabía que le iba a dar malas noticias. Solo podía rogar que no fueran tan malas como creía.

-Se han ido –se atrevió a confesar, finalmente, su mejor amigo.

-No –aquella única palabra dejó sus labios, casi de inmediato-. ¿Cómo? ¿Por qué? ¿A dónde? –las siguientes preguntas parecieron formularse sin que lo pudiera evitar.

Si aquel hombre había descubierto que él lo había rastreado, le haría daño a Emily. Y no podía permitirlo. Lo mataba aquella situación.

-Necesitamos averiguarlo –contestó Garner, finalmente interviniendo–. Debes hacer otra llamada –explicó. Alex cerró los ojos momentáneamente. No quería escuchar la voz de Emily y no estar con ella, no de nuevo. No quería oír sus llantos. Pero la necesitaba a salvo. La necesitaba. Y mientras más se demoraba, más riesgo corría de que aquel hombre le hiciera daño-. Volveremos a la central de policía –dijo Garner, entonces.

Alex comenzó a sacudir la cabeza. Necesitaba actuar, en aquel mismo instante.

-No –replicó, rápidamente–. Llamaré ahora mismo –agregó.

Garner sacudió la cabeza, entonces.

-El equipo de Derek no es suficiente para poder mantener el rastreo –explicó, mientras Alex sentía que perdía el control, entonces hubo una pausa, por lo cual él clavó sus ojos en su amigo de infancia, animándolo a continuar-. Ni para asegurarnos de que efectivamente está con vida –finalizó, entonces. Y Alex hizo lo posible por reprimir el incesante dolor que sentía en su pecho, al escuchar aquellas palabras-. En la central tenemos mejores equipos –terminó por explicar.

Asegurarse de que estaba con vida.

Sintió su cuerpo desfallecer. De solo pensar que a ella… que ella…

No.

Sintió las lágrimas llegando a sus ojos, pero se negó a dejarlas caer nuevamente. No podía hacerlo. No podía permitírselo, no si ella estaba en algún lugar, encerrada, privada del resto del mundo, asustada y herida.

Herida por él.

Asintió.

-Bien –aceptó, rápidamente. Mientras antes comenzaran a movilizarse hacia la central de policías, más rápido podrían encontrarla. Se encaminó a su auto, sin molestarse en decir más y aguardó a que Derek se subiera también.

Entonces, la puerta trasera se abrió y entró Clara, completamente asustada.

-¿Qué sucede? –preguntó, desesperada-. Todos han comenzado a moverse. ¿Por qué? –exigió saber, prácticamente metiendo su cabeza entre los asientos delanteros.

Alex miró a Derek, sin poderlo evitar. No tenía la fuerza de hablar en ese momento. No tenía la fuerza para enfrentar a aquella mujer, en aquel instante.

Y su mejor amigo entendió. En apenas un segundo, se giró y comenzó a explicarle apresuradamente a la madre de Emily todos los acontecimientos recientes.

Mientras, Alex agarró con fuerza el volante, intentando tranquilizarse, una vez más, fallando. El dolor era casi completamente cegador.

Se esforzó por mantener el rostro sereno, pero sabía bien que no le estaba funcionando. Sabía bien que solo era cuestión de tiempo, que se derrumbara por completo.

Pero logró mantenerse en una pieza, hasta que pasó la eternidad que duró el camino hasta la central de policías.

Alex se estacionó y bajó apresuradamente.

Y el resto sucedió como un borrón, que no podía recordar muy claramente. Fue llevado a una sala donde había excesivas máquinas y tuvo apenas unos segundos para percatarse de cómo todas las personas presentes se movilizaban, preparándose para la llamada que estaba por hacer.

Entonces, cuando Garner se lo pidió, se obligó a sí mismo a marcar el número nuevamente.

Sólo sonó dos veces, antes de que contestaran y cerró sus ojos un momento, preparándose para el dolor inevitable que seguiría.

-Seguimos esperando el dinero –fue lo primero que oyó, pero aquello ya lo sabía. Claramente aún no les había llevado el dinero. Y tampoco lo iba a hacer, a menos que fuera el último recurso para salvar a Emily–. No te queda mucho tiempo –agregó el hombre, entonces.

Sintió su pecho retorcerse de dolor, de inmediato.

-Quiero oírla –dijo, porque no sabía que más decir. Y porque no veía otra manera de mantenerlo en la otra línea, el tiempo suficiente para que pudieran realizar el rastreo–. Quiero hablar con ella –finalizó, pero las palabras salieron como un ruego, de entre sus labios.

Estaba desesperado. No le importaba en lo más mínimo, demostrarlo

-Eso no es posible -la voz del secuestrador pareció lejana, pero sonó extrañamente clara en su oído.

Todo aquello parecía ser un terrible sueño del que solamente quería despertar.

-Por favor –rogó, entonces, porque lo necesitaba. Necesitaba oír su voz nuevamente. Y, de nuevo, necesitaba mantener al hombre en la línea, era lo que Garner le pedía, no muy lejos de él.

Alex permitió que sus ojos se movieran por la sala, un momento. Y vio como todos trabajaban, completamente concentrados en sus tareas, observando las pantallas y escribiendo en sus computadoras.

Se oyó movimiento al otro lado, lo cual forzó a Alex a volver a centrar su concentración en la llamada telefónica.

-Más vale que no digas nada importante, chiquilla –escuchó y, a pesar de que sabía que aquello debió revolverle el estómago, no fue así. Porque, ante la perspectiva de poder hablar con ella de nuevo, su corazón estaba increíblemente acelerado-. O él oirá lo que te sucederá –las palabras se hundieron en su interior, finalmente logrando hacerlo estremecer, pero nuevamente se concentró en la perspectiva de poder hablar con ella, nuevamente.

La estaba amenazando. A su pequeña. Nadie podía hacer eso. Iba a asegurarse de que aquel hombre se pudriera en la cárcel, por el resto de su vida, mientras estuviera en sus propias manos hacerlo pagar.

Alex miró al suelo, tomando una profunda respiración, intentando serenarse, antes de hablar con ella. Pero era difícil, cuando quería estrangular a todo aquel que le pusiera un dedo encima a su pequeña.

-¿Alex? –oyó, entonces y eso fue lo que bastó para terminar con el dolor. Al menos momentáneamente. Aquella dulce voz que había amado desde la primera vez que la había oído. Aquella inocente forma de decir su nombre.

De pronto, ya no había dolor, había alivio, ya no había sufrimiento, había tranquilidad.

-Emily –susurró, dejando que su rostro se hundiera en su mano libre. Necesitaba tomarse un segundo, para poder respirar y para poder asegurarse a sí mismo que aquello era real-. Diablos. Yo… -intentó, pero no era muy capaz de formular las suficientes palabras coherentes, viéndose que estaba completamente perdido en lo mucho que extrañaba su dulce voz-. No sé qué habría hecho si… -comenzó a explicar, pero nuevamente, no podía. No tenía palabras, porque no había nada que pudiera decir. Después de todo, la madre de Emily estaba cerca, en la habitación, mirando atentamente la conversación que él estaba teniendo con su hija. Un paso en falso y todo el dolor por el que la había hecho pasar, habría sido por nada. Y es que, incluso cuando había tomado la decisión de que, cuando volviera a estar a su lado, le confesaría toda la verdad, no iba a dejar que Clara supiera aquello. Necesitaba que ella siguiera pensando que su hija no seguía con él-. ¿Estás bien? –se atrevió a preguntar, finalmente. Pero ella no contestó, aunque él podía oír su irregular respiración en la otra línea. No quería contestarle y él sabía por qué. Era culpa suya, después de todo-. Em –la palabra salió de entre sus labios, dolorosamente–. No dejaré que nada te suceda –le aseguró, intentando convencerse a sí mismo de aquello, también.

Entonces, Emily finalmente habló, en un pequeño susurro.

-Me rompiste el corazón –fue lo único que dijo y aquello logró traer a Alex abajo.

Su culpa.

Siempre su maldita culpa.

Sintió su corazón romperse en mil pedazos, entonces, inevitablemente. Y, aquella vez, fue mucho más doloroso que la primera. Y es que, cuando había terminado su relación con ella, no se había detenido a pensar, para no sentir aquel dolor. Para no ser capaz de ver el dolor que le estaba ocasionando a ella.

-Necesito que confíes en mi –le pidió, porque no sabía que más decirle, no sabía cómo asegurarle que la amaba sin realmente decírselo. Y confiaba en que, de alguna manera, ella lo sabría con aquellas cinco palabras.

-Yo… -comenzó ella, pero pareció no ser capaz de continuar–. Por favor –susurró, finalmente.

Pero Alex tenía la sensación de que, en realidad, le estaba pidiendo otra cosa. No que la salvara. No.

Le estaba pidiendo que justificara sus acciones, que le dijera que todo era mentira. Y quería hacerlo, ahí mismo.

Necesitaba hacerlo.

Pero no podía.

-Confía en mí –repitió, porque nuevamente, era lo único que podía pensar en decir.

El pulgar de Garner se alzó, entonces, indicando que habían localizado el lugar del que provenía la llamada. Y Alex regresó su atención a su celular, solo para verse interrumpido por el hombre, una vez más.

-Tienes hasta las dos de la mañana –lo escuchó decir.

Y luego no hubo nada más.

Nada.

 

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