Alex

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CAPÍTULO 26

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CAPÍTULO 26

 

 

ALEX.

 

-Está a salvo –oyó en la otra línea a Garner

Y aun así, la tranquilidad no lo invadió. Incluso cuando colgó, el dolor seguía ahí, penetrando en cada uno de sus huesos y haciendo de cada segundo más doloroso que el anterior.

Lo habían obligado a quedarse en la central, porque no querían que estuviera presente en la escena del crimen, viéndose que podrían terminar usándolo a él como alguna clase de señuelo.

Y la madre de Emily también había sido obligada a quedarse, porque podría interferir en la escena, si su hija se veía puesta en riesgo. Y aquella interrupción no podía darse.

Alex vio como ella era avisada y luego se quedó sentada, con la mirada perdida. Estaba en una de las sillas de espera, dentro de la central.

Y Alex se sentó a su lado, porque necesitaba algo, lo que sea, que lo mantuviera cerca de su pequeña, aunque fuera su horrible madre.

Tomó asiento una silla más lejos de ella y hundió su rostro entre sus manos, forzándose a sí mismo a relajarse, porque claramente ya estaba a salvo Emily.

Y llegaría en cualquier momento, por aquellas puertas y podría rodearla con sus brazos, asegurarse de que estaba bien, de que estaba a salvo y a su lado nuevamente.

Y podría decirle toda la verdad.

Pero solo bastaron unas cuantas palabras para traer toda aquella ilusión al suelo.

-Imagino que entiendes lo que esto significa –la dura voz de aquella odiosa mujer penetró sus oídos.

Su corazón se detuvo un momento, para empezar a latir aceleradamente un segundo después. No. No sería capaz. No de nuevo.

-¿Cómo? –logró preguntar, aunque sabía que simplemente le traería más dolor lo que ella le pudiera decir.

Giró su rostro hacia esa mujer que había provocado todo aquel sufrimiento. Que había destrozado su vida. Porque quizás, si ella no lo hubiera obligado a terminar con todo, a destrozar el corazón de Emily en mil pedazos, ella no habría estado en la calle, el día que la habían secuestrado. Quizás hubiera estado en sus brazos, sana y salva, protegida de todo aquello que pudiera hacerle daño.

Clara lo miró, desafiante.

La preocupación había dejado su rostro, para dar lugar a otra cosa que él no logró descifrar. ¿Cómo podía estar tan tranquila si aún no había visto a su hija? ¿Cómo podía estar tan tranquila cuando el aún no lograba tranquilizarse?

-¿Acaso necesitas más pruebas para comprobar que no eres bueno para ella? –le preguntó, entonces.

Y, a pesar de que Alex no quería aceptarlo, tenía razón. Si él no fuera el gran Alexander Black, quizás no la hubieras usado a ella para hacerle daño, para forzarlo a dar dinero. Quizás ella no hubiera sido puesta en peligro.

Alex se esforzó por mantener su rostro neutro, pero supo que ella notó la expresión de dolor que cruzó su rostro. No pudo encontrar nada que decirle. No había nada que decir ya. Ella estaba convencida de que su decisión era la correcta y él no podría cambiar aquella idea.

-Vete –espetó, de pronto–. Ahora. No quiero que te vea –dijo, sin más.

No le importaba. No le importaba el dolor que iba a ocasionar. El dolor que iba a crecer. No le importaba nada.

Miró hacia adelante, lejos de ella, porque de pronto no soportaba mirarla más. Y cerró los ojos, intentando ver a su pequeña en la oscuridad. Intentando llegar a ella. Porque no había otra manera de hacerlo. Nunca más la habría

-Quiero verla –pidió, a duras penas–. Necesito verla –se corrigió. No le importaba la desesperación tiñendo su voz, no le importaba estar rogándole aquello.

Reamente necesitaba ver a Emily. Necesitaba estrecharla entre sus brazos y grabarse a fuego su cuerpo entero, en la memoria. Porque claramente, las cosas se habían acabado, para siempre.

-Las cosas no han cambiado –oyó la voz de la madre de Emily, pero parecía extrañamente lejana. Y es que él, estaba en otro lugar, recordando. Reviviendo todos sus momentos con Emily–. Vete Alexander –repitió Clara, sin molestarse en esconder el hecho de que, claramente, lo detestaba.

Tragó saliva, intentando empujar las lágrimas. Si. Alexander Black estaba al borde del llanto. No le importaba ya. El dolor era tan fuerte que los ojos le escocían. Sabía que no lo soportaría mucho. El dolor era cegador en aquel momento.

-Ella… -intentó, inútilmente, porque ella rápidamente siguió hablando.

-No me interesa lo que sea que pienses –lo interrumpió–. Ella estará mejor sin ti. No puede tenerte en su vida. Lo que ha sucedido hoy ha sido una prueba de ello –las palabras que salían de entre sus labios no parecían tener fin. Y lo estaba matando, cada una de ellas-. Y si no vas a hacer caso a lo que te dije, te advierto que debes recordar donde estamos en este momento y como unas cuantas palabras pueden cambiar completamente la historia de esta noche –finalizó, en una clara amenaza.

Era cierto, ella podría arruinar la vida de Emily con unas cuantas palabras, a fin de cuentas, su hija seguía siendo menor de edad y él, mucho mayor para ella. Emily perdería todo, si él intentaba recuperarla. Y no podía dejar que aquella sucediera.

Alex la miró, entonces. Quería que ella viera el dolor que estaba provocando en él. Lo que estaba ocasionando. Y que se le grabara aquella imagen, para cada vez que viera a Emily llorando o sufriendo, por lo que ella había logrado.

-Ella sabrá que estuve aquí –dijo, desesperadamente, porque era lo único que le quedaba, la desesperación, el único recurso al que parecía poder recurrir en aquel momento.

-Y pensará que te fuiste porque no te importa –finalizó ella, una sonrisa sin humor apareciendo en su rostro.

Alex la observó, completamente atónito.

¿Cómo podía haber tanta maldad dentro de una persona? ¿Cómo ella no podía ver lo que estaba haciendo?

-Ella si me importa –replicó, porque la mujer parecía no entender que lo que pensaba era un completo error–. Y eso nunca lo podrá olvidar. Se quedará en su mente y la perseguirá. Porque sabe que lo que está haciendo no tiene ningún sentido –dejó salir aquello que se había estado frenando de decir.

Se puso de pie entonces, porque no soportaba más estar a su lado y rápidamente salió del lugar, encaminándose a su auto.

Quizás si no llegaba a verla, el dolor sería menos.

Porque sabía que no había solución para lo que ellos tenían, no ahora y, lamentablemente, quizás nunca. La madre de Emily lo había dejado claro. No verla era lo mejor, por mucho que se preocupara por cómo se encontraba.

Tenía que salir de ahí.

Derek estaba parado cerca a la puerta y al verlo, se le acercó rápidamente.

-¿A dónde vas? –le preguntó, claramente sorprendido porque avanzaba a pasos rápidos hacia su camioneta–. Ya está en camino –agregó, como si aquello fuera lo necesario para detenerlo.

Y claro que lo era. Pero en aquel instante, quería evitarse todo el dolor que estaba por venir. Y quería evitárselo a Emily, también.

Alex lo miró unos segundos, porque a pesar de todo, sí se había detenido un segundo. Sentía que se iba derrumbando lentamente. No podía resistirlo más.

-No puedo estar aquí –le dijo, porque fue lo único que logró sacar por entre sus labios.

-¿Por qué no? –preguntó Derek, con el ceño fruncido y con una expresión de preocupación.

-Te lo explicaré en el auto –dijo, simplemente y rápidamente reanudó sus pasos hacia su camioneta.

Se subió y hundió el rostro entre sus manos, incapaz de manejar lejos de ahí.

Ya todo estaba perdido.

No creía poder esperar a que Emily cumpliera los dieciocho, no creía que podría.

No iba a poder hacerlo.

La necesitaba en ese momento. Pero eso significaría perderla para siempre. Y no iba a arriesgarse a aquello.

Para siempre significaba dolor permanente.

En cambio sí esperaba, si lo lograba, en algún punto de su vida, sería feliz nuevamente.

Sólo tenía que esperar.

Pero aquello parecía tan imposible.

Derek se subió al auto, un segundo después, sin hablar.

Hubo silencio por un largo rato, en el que Alex se esforzó por mantener la compostura, sabía que cualquier pequeño movimiento podría provocar que se derrumbara por completo y necesitaba ser capaz de controlarlo, hasta estar lejos de aquel lugar.

Si no lo hacía, buscaría lo único que lo podría ayudar a controlarse, a parar el dolor.

Emily.

Y diablos, no podía.

-Alex –la voz de Derek llamó su atención, la forma en que había dicho su nombre, como si algo estuviera sucediendo y él tuviera que presenciarlo.

Y alzó la vista, sin poderlo evitar y ya sabiendo lo que iba a ver. Policías entrando a la central, seguidos por Garner. Y al lado de él, Emily.

Emily estaba ahí.

Parecían haber pasado años desde la última vez que la había visto. Estaba asustada, aún. Su rostro lleno de dolor. Y no pudo evitar pensar que ese dolor era debido a él. Y tampoco pudo evitar pensar en cómo ese dolor incrementaría al no verlo ahí.

Estaba hermosa, como siempre.

Pero estaba despeinada, su cabello ondulado en una maraña de nudos. Tenía los brazos sucios, o eso quería pensar Alex, porque el simple pensamiento de que aquellos pudieran ser moretones le revolvían las entrañas y hacían que quisiera bajarse del auto para rodear a su pequeña con sus brazos.

Los ojos de Emily estaban enfocados en la entrada, donde su madre ahora se encontraba, pero no había alivio en ellos. Había dolor.

Nada más.

Él no estaba ahí.

Y ella ahora se había ido de su vida.

Temía que para siempre.

¿Cómo iba a perdonarlo? ¿Después de todo el dolor que él le estaba ocasionando?

-La he perdido –logró susurrar.

Y luego se derrumbó.

Se derrumbó por completo y no le importó hacerlo. Necesitaba contárselo a alguien, sacarlo de su pecho. Y lo hizo. Pero el dolor no se fue, incluso cuando hubo terminado de dejarlo todo salir.

El dolor seguía ahí.

Siempre seguiría ahí.

 

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