Alex

Alex


CAPÍTULO 35

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CAPÍTULO 35

 

 

Ocho meses.

 

-¿Qué te regalaron tus padres? –Jem le preguntó, mientras hacían su camino hacia la casa de Lilian.

Emily había pasado una casi perfecta mañana con sus padres y hermano. Los tres habían desayunado con ella y le habían prestado más atención de la que le habían prestado en toda su vida.

Hasta Jimmy había participado de la conversación.

Y, al final, sus padres le habían dado una caja de regalo. Algo que jamás había imaginado que le darían.

Finalmente, había cumplido los dieciocho años.

Tenía la sensación de que las cosas serían diferentes ahora, que todo sería mejor. Solo necesitaba concentrarse en lo importante y seguir para adelante, como lo había estado haciendo ya, por los pasados ocho meses de su vida.

El movimiento del auto de Lilian logró que Emily regresara a la realidad y sonrió ampliamente, cuando recordó como la sonrisa en su rostro había crecido, al ver lo que contenía la caja de regalo.

-Un celular –contestó, alegremente.

Intentó no dejar su sonrisa dudar, cuando recordó vagamente haber subido a su habitación, en busca del otro celular que tenía, profundamente guardado en uno de los cajones que casi nunca abría.

El celular que Alex le había regalado, mucho tiempo atrás. No había tenido la fuerza para deshacerse de él. Y, de hecho, tampoco había podido evitar revisarlo, un par de veces, a lo largo de los meses.

Tantos recuerdos grabados en mensajes.

Y todos, una completa mentira.

E, incluso sabiendo todo aquello. Incluso cuando quería convencerse a sí misma de que al final lo había superado, sabía de sobra que no era así. Y lo había terminado guardando de nuevo, por si en algún futuro cercano, volvía a necesitar verlo.

La sonrisa de Jem apareció ante sus ojos y sintió que cogía su mano, pasando un dedo delicadamente por el dorso. Emily le sonrió de vuelta. Era reconfortante. Como siempre que se trataba de Jem.

Un momento después, él apartó su mano de la de ella y miró por su ventana, de pronto sumiéndose en sus propios pensamientos. Y Emily no pudo evitar la pequeña sensación de remordimiento que se apoderó de su pecho.

Y es que, incluso cuando habían pasado ocho largos meses, no podía olvidar a Alex. Y no podía darle una oportunidad a Jem. Aun así, no importaba todo el daño que ella le hacía, él seguía sin apartarse de su lado. Sin importar qué.

-Hasta que al fin se dignaron a darte uno –escuchó murmurar a Lilian, desde el asiento del copiloto.

Emily sonrió. Aún no podía creerlo, realmente. Pero, sus padres habían estado actuando de una manera extraña, desde el día en que la existencia de Alex salió a la luz.

Es decir, no habían dicho nada, ni mencionado nada, incluso cuando era claro que lo sabían, pero Emily no podía evitar darse cuenta de cómo parecían asustados, cada cierto tiempo, preocupándose más de lo normal por ella.

Sabía de sobra que era intento de su madre de asegurarse que no volviera a “salirse del camino correcto”. Y es que, para ella, probablemente era la peor de las desgracias, el hecho de que su hija hubiera estado saliendo con aquel hombre diez años mayor que ella.

Pero, Emily sabía que, incluso cuando las cosas habían terminado entre ellos, había aprendido mucho de aquella relación. Y, sabía que, si Alex volvía a aparecer en su vida, iba a ser malditamente difícil mantenerlo alejado.

Y es que, lo amaba. Aún. Y, quizás, lo haría por siempre.

El auto se detuvo, de pronto y se vio regresada al presente, mientras Lilian se bajaba apresuradamente de este. Emily fue a seguirla, para bajar por su lado, pero se detuvo cuando sintió a Jem inclinarse más cerca, para susurrar algo en su oído.

-Hay algo que quiero darte –fueron sus palabras.

Y Emily dirigió sus ojos hacia él, un breve momento. Sintió una sonrisa expandirse por su rostro, pero sacudió la cabeza.

-No tenías que comprarme nada –replicó, sin ser capaz de quitar la sonrisa de sus labios.

Él se encogió de hombros, haciendo un gesto para que ambos bajaran del auto.

-Pero realmente quería hacerlo –replicó, cuando estuvieron al lado de la guantera del coche.

-¡Los espero adentro! –escuchó a Lilian gritar, vagamente.

Y es que estaba demasiado concentrada en la forma en que Jem se movía, ligeramente nervioso, frente a ella.

Y Emily esperaba que no tuviera planeado nada fuera de lo normal, porque la destrozaría de mil formas, tener que romperle el corazón. Incluso, cuando claramente llevaba haciéndolo varios meses ya.

Jem le sonrió, su sonrisa logrando hacerla relajar. Solo un tanto, claro está.

Entonces, Alonso, desde el asiento del piloto, abrió la guantera. Y esta se alzó, ligeramente, para que Jem la cogiera y terminara de abrir.

Lo primero que Emily vio fue la pequeña caja de regalo rosada, con un lazo blanco, manteniéndola cerrada.

Tragó saliva, mientras Jem se inclinaba, tomando la caja en su mano, para tendérsela a ella.

-Felices dieciocho, Ems –susurró, la sonrisa usual en sus labios.

Emily abrió la boca para contestar, pero no sabía realmente que decir. Por lo que simplemente tomó la caja de la mano de Jem y la abrió.

El destello de una pulsera de plata hizo que abriera sus ojos como platos. Era hermosa. Pero era demasiado.

¿Por qué lo había hecho?

Ya. La respuesta era clara. Pero Emily no quería pensar en ello.

Alzó la vista hacia Jem, insegura sobre cómo reaccionar. Pero él seguía sonriendo, sus mejillas habiéndose tornado ligeramente rojas.

Y Emily no pudo evitar sentirse incluso peor.

Jem tenía claro que ella seguía enamorada de alguien más, no hacía preguntas al respecto y respetaba los momentos a solas que Emily muchas veces se encontraba necesitando.

Jem sabía que ella se estaba tomando mucho tiempo para arreglar su corazón roto.

No habían vuelto a hablar sobre sus sentimientos hacia ella. Pero Emily tenía la esperanza de que ya la hubiera olvidado, de que ya la hubiera superado, como lo había prometido un mes atrás.

Jem no era Alex.

Nunca lo sería.

Aún no lo podía sacar de su mente. Y darle falsas esperanzas Jem no era una opción, sabiendo que probablemente le tomaría un largo tiempo superar a su primer y único amor.

Rodeó la cintura de Jem con sus brazos, porque un abrazo no podía dañar a nadie.

-Gracias –susurró, dejando su frente caer sobre el pecho del chico. Podía escuchar el rápido latido de su corazón, pero quería pensar que no era por ella.

-Lo que sea por ti, princesa –respondió él, contra su frente. Y es que, había dejado un suave beso ahí.

Y ella se quiso poner la pulsera, pero él hundió su dedo en su cintura, logrando hacerla reír y le dijo que se la pusiera luego, porque Lilian debía estar esperándolos ya.

Y era cierto. Lilian debía estar volviéndose loca porque se estaban demorando tanto.

Así que asintió y se encaminaron hacia la casa, finalmente.

Jem sonrió ampliamente, mientras abría la puerta para ella. Y Emily le mostró una sonrisa, también, ingresando por su lado.

Y se detuvo abruptamente, cuando escuchó tantas voces, viniendo de la oscuridad.

-¡Sorpresa! –escuchó, mientras las luces se prendían.

Sus ojos se abrieron como platos, mientras se cubría la boca, completamente sorprendida. Y es que, realmente no se había esperado aquello.

Todos sus amigos estaban ahí, sonriéndole.

Y ella sonrió, riéndose, mientras pequeñas lágrimas se derramaban por sus mejillas. Y abrazó a cada uno de ellos, mientras estos iban acercándose para saludarla. Todos se habían reunido ahí para saludarla por su cumpleaños. Había regalos por montones, en una mesa en la esquina de la sala. Y Emily puso ahí la pequeña cajita de Jem, justo en el momento en que la música comenzaba a sonar.

Se vio rodeada de cuerpos bailando, casi inmediatamente, dejándose llevar por Lilian, que saltaba por doquier, riéndose a carcajadas y haciéndola bailar con todo el mundo.

Después de tanto tiempo, Emily estaba divirtiéndose. Realmente divirtiéndose.

Apartó a Alex de su mente, porque no quería entristecerse nuevamente. Y porque aquel momento no podía verse arruinado por el doloroso recuerdo.

Entonces, luego de haber estado perdida en la música por un par de minutos, Lilian se la llevó a un lado, inclinándose para que la escuchara hablar.

-Espero que te haya gustado la sorpresa –la escuchó decir, a duras penas.

Emily sonrió ampliamente y la abrazó, porque amaba que ella y Jem le hubieran preparado aquella sorpresa. De hecho, quería encontrarlo pronto, para poder agradecerle también.

-Gracias –dijo, alzando la voz lo más que pudo–. Esto es realmente hermoso –agregó, dándole un apretón a las manos de su mejor amiga, en un gesto de agradecimiento.

Lilian le sonrió y la cogió por los hombros, de pronto su sonrisa desapareciendo, una expresión preocupada apareciendo en su rostro. Y Emily fue a preguntarle qué sucedía, pero no tuvo tiempo suficiente de hacerlo, porque Lilian ya había comenzado a sonreír de nuevo, haciendo un gesto hacia el final del pasillo, al lado de ambas.

-¿Podrías ir al cuarto de visitas? –le preguntó, entonces–. Necesitamos más vasos y los dejé guardados ahí –explicó.

Emily sonrió, encogiéndose de hombros.

-Claro –aceptó, tranquilamente.

Miró detrás de ella, un momento, para grabarse aquello para siempre. Y es que, sus amigos estaban divirtiéndose a lo grande. Y ella, desde luego, también.

Entonces, hizo su camino hacia el final del pasillo, la música volviéndose ligeramente más baja y dándole un momentáneo descanso a sus oídos. Aunque, claro está, la música seguía retumbando a través de las paredes.

Abrió la puerta del cuarto de visitas y cerró la puerta detrás de sí, deseando por un breve momento, desaparecer la música. Y es que, por algún extraño motivo, necesitaba un segundo para respirar, en silencio, o lo que podía conseguir de él.

Y, entonces, se detuvo abruptamente. Prácticamente trastabilló y dio un paso atrás, porque diablos, no estaba preparada para ver lo que estaba viendo.

Incluso cuando lo había imaginado por cuatro largos meses, no podía creer que realmente se estaba dando.

Sus ojos se encontraron con unos celestes y sintió su corazón desgarrarse de nuevo.

Alex.

Alex.

Alex.

De nuevo.

Sólo él.

Estaba parado mirándola fijamente y por un momento, se preguntó si quizás fuera una mala jugada por parte de su mente. Un intento de su subconsciente de hacerla un poco más feliz, por un instante.

Quizás estaba soñando.

Quizás lo estaba imaginando.

O quizás era completamente real.

Pero Alex lucía destrozado. Sus ojos reflejando dolor, miedo, miles de emociones.

Miles de emociones que ella estaba segura eran una completa mentira. Siempre lo había sido y siempre lo iba a hacer. Ya se lo había dejado bastante claro, muchos meses atrás.

Aun así, no pudo detener el susurro que escapó sus labios, solo un momento después.

-¿Alex? –preguntó por qué era lo único que se sentía capaz de decir.

Y porque no habían más palabras que expresar. Nada más que decir, que pudiera hacer de aquel momento más sencillo, menos doloroso. Nada.

Los ojos de Alex se mantuvieron fijos en los de ella, su rostro suavizándose ligeramente, con alivio, pero seguía luciendo increíblemente asustado.

¿Cómo lo hacía?

¿Cómo lograba mostrar emociones que eran por completo falsas?

-Em –susurró, dando un paso hacia ella. Pero Emily no pudo evitar retroceder, demasiado asustada como para intentar ocultarlo.

Y es que, si él se acercaba lo suficiente, Emily sabía que todo el sufrimiento y dolor regresaría. Que se creería cualquier cosa que él le dijera. Que volvería a querer estar en sus brazos, desesperadamente. De hecho, nunca había dejado de querer aquello. Porque lo seguía amando y lo necesitaba tanto que dolía.

Alex torció el gesto, bajando la vista por un breve momento, como si desear ocultar cualquier fuera la emoción que recorrió su rostro.

-¿Qué haces aquí? –Emily logró preguntar, finalmente.

Y tuvo que apartar la vista de él, porque el solo hecho de mirarlo era increíblemente doloroso. Muchos recuerdos. Tantas mentiras.

Pero Alex seguía siendo tan hermoso como siempre le había parecido. Tenía la sombra de una barba de algunos días, tapando gran parte de su rostro, sus pómulos resaltaban increíblemente sus ojos celestes, que lucían dolidos y temerosos. Estaba usando un pantalón de vestir color crema y llevaba la camisa celeste metida en este, las mangas alzadas hasta la mitad de su antebrazo. Y, como siempre, tenía los dos primeros botones desabrochados.

Ya había cumplido los veintisiete, lo había visto en una revista algunos meses atrás. Pero no había cambiado. Seguía siendo su Alex.

Aquel Alex del que estaba tan enamorada.

Y lucían tan hermoso.

Emily tragó saliva.

¿Cuándo había comenzado a mirarlo, de nuevo?

-Yo… -comenzó a decir él, pero no poder encontrar las palabras para continuar–. Por todos los cielos –susurró, entonces–. No puedo creer que realmente seas tú –susurró.

Y Emily se percató, finalmente, de que todo parecía desaparecer a su alrededor, cuando estaban juntos. Prácticamente había dejado de escuchar la música, que seguía reventando, detrás de aquella puerta.

El corazón de Emily se aceleró, apenas las palabras de Alex se hundieron en su pecho. Pero el dolor creció en su interior.

¿Por qué le decía aquello? ¿Acaso quería seguir jugando con sus sentimientos?

¿Acaso quería romperle el corazón una vez más?

-¿Por qué estás aquí? –exigió saber, sintiendo el enfado creciendo en su interior, todas aquellas cosas que por tantos meses había querido decirle, ardiendo en su garganta, desesperadas por salir-. ¿Acaso necesitas burlarte más de mí? ¿Ya no has tenido suficiente? –continuó, sin molestarse en ocultar el hecho de que estaba llena de ira.

Alex arrugó las cejas, apartando la vista de ella, como si el simple hecho de mirarla fuera increíblemente doloroso para él.

-Vine porque necesito… -comenzó a decir, pero se detuvo abruptamente, cuando sus ojos encontraron los de ella-. Te necesito -susurró, pasando sus dedos por su cabello, en aquel gesto nervioso que Emily siempre había conocido tan bien. Pero era una mentira, ¿cierto? Siempre lo había sido-. Y quiero una única oportunidad, para que me escuches, porque te voy a decir la verdad -agregó, cuando Emily no dijo nada.

Y es que, no tenía idea de que decir. No sabía que responderle.

¿La verdad? ¿Qué clase de broma era aquella?

Ocho meses después, venía a decirle que había una verdad.

Otra verdad.

¿Y qué diablos?

¿A qué se refería?

La necesitaba.

Aquellas palabras parecían haber sido lo único que se le quedó de todo lo que dijo. Y es que, seguían afectándola tanto como lo habían hecho desde la primera vez que lo había visto.

Por mucho que no quisiera que esa expresión tuviera un efecto en ella, no pudo evitar sentir que su corazón se aceleraba y su abdomen daba un giro de emoción. Una emoción que habría deseado no sentir. Porque significaba que iba a darle a Alex aquella oportunidad de decirle “la verdad”. Y muy probablemente, iba a verse envuelta en sus mentiras una vez más.

O, quizás, no.

Quizás no serían mentiras aquella vez.

No.

Estaba cayendo nuevamente.

-¿La verdad? –preguntó, a falta de mejores palabras que responder.

Alex asintió, apenas perceptiblemente y Emily observó cómo su pecho se expandía, cuando tomó una profunda respiración.

Era tan hermoso que dolía. Y se tuvo que obligar a sí misma a apartar la vista, porque observarlo le estaba haciendo más daño del que podía soportar.

-Es sobre tu madre -lo escuchó decir, rápidamente captando su atención de nuevo.

-¿Qué tiene que ver mi madre en todo esto? –exigió saber Emily, porque la sola mención de su propia madre servía para ponerle los pelos de punta.

No le gustaba a donde se iba a dirigir aquella conversación.

-Terminé lo nuestro por ella -dejó salir. Parecía desesperado por simplemente sacarlo de su pecho, de una vez por todas, incluso cuando parecía dolerle el hecho de decirlo. Y Emily no encontró el valor de interrumpirlo, cuando escuchó que la culpa era de su madre. Porque vamos, no podía negar algo sobre aquello. Su madre era capaz de muchas cosas-. Amenazó con meterme a la cárcel y terminar mi carrera -continuó, pero dejó escapar una risa sin humor, mientras sacudía la cabeza-. Pero vamos, eso no me importaba en lo más mínimo. Amenazó con llevarte lejos –dijo entonces, sus ojos buscando los de Emily y ella dejó que estos se encontraran, incluso cuando sabía que, probablemente, sería un error-. No podía dejar que te hiciera eso, Em. Lo tenías todo aquí, tus amigos, la escuela, la universidad que ibas a elegir, no podía dejar que te arrebatara todo eso solo por mí –continuó, su voz tiñéndose con desesperación, de un momento a otro. Emily observó cómo cerraba sus manos en puños, luciendo enfadado, de pronto-. Y pensé, si termino esto ahora, entonces podría haber una oportunidad más adelante -explicó, lentamente-. Pero, si no lo hago, entonces la perderé para siempre -continuó-. Y no podría haberte perdido para siempre, pequeña -finalizó.

El corazón de Emily dio un brinco cuando lo escuchó llamarla de aquella manera que tanto la afectaba. Tantos meses sin escuchar aquella palabra. Tantos meses rogando escucharla una vez más, al menos.

Y su madre… ¿Cómo podía haberle hecho aquello? ¿Y cómo podía saber ella que no eran mentiras que Alex le estaba lanzando, una vez más?

-Pero tu dijiste que era un simple juego -comenzó a decir, recordando como si hubiese sido el día anterior, todas las palabras que Alex le había expresado.

Eres una niña.

Como si aquel hecho fuera lo peor que pudiera existir en el mundo.

Y yo no puedo estar contigo.

El sonido de su corazón, desgarrándose con aquellas palabras.

Y ya he arriesgado suficiente por un pequeño juego.

Todo había sido una completa mentira.

No creías que en verdad sentía algo por ti. ¿O sí?

Sí. Realmente lo había creído.

-Lo dije porque no tenía otra opción –replicó él, volviendo a dar un paso hacia ella. Y Emily, aquella vez, no fue capaz de retroceder. Y es que, las palabras de Alex seguían hundiéndose en su pecho como agujas, amenazando con volver a hacerla caer por el hombre de traje–. Sé que te hice daño –continuó, entonces-. Diablos. Me hice el mismo daño a mí mismo, mientras decía todas esas palabras –confesó, bajando la vista por un breve momento, antes de volver a mirarla, sus ojos clavándose en los de ella, atrapándola por completo-. Pero lo hice porque sabía que tu no aceptarías un simple se acabó, Em –dejó salir, pareciendo completamente desesperado por hacerla entender. Pero, ¿podría? ¿Podría confiar en sus palabras? ¿Podía confiar en que no era una mentira más?-. Tú habrías sabido que había algo más. Y habrías logrado que te lo confesara. Me habrías convencido de intentarlo sin que tu madre se enterara –comenzó a dejar salir las palabras en un torrente sin fin, sin detenerse a dejarla hablar. Pero, de todas formas, Emily no tenía idea de que responder a todo aquello. Y es que, estaba comenzando a aceptarlo. A aceptar que quizás había sido una mentira, pero una mentira, causada por su madre-. Porque por ti yo habría hecho lo que fuera, pequeña Em –confesó Alex, entonces. Parecía querer dar otro paso hacia ella, pero algo lo estaba reteniendo y Emily no tenía idea de que era lo que quería que él hiciera-. Pero sé que ella se habría enterado. Después de todo, lo logró hacer la primera vez. Y entonces te habría perdido para siempre –finalizó.

Y Emily supo, sin saber muy bien cómo, que aquellas palabras sí eran sinceras. Sí eran reales. Y eran lo que por ocho largos meses había rogado escuchar.

Confía en mí.

¿Es que se había estado refiriendo a aquello, en aquel entonces?

Emily deseó rodearlo con sus brazos en ese momento, en parte, porque la destrozaba verlo tan dolido. Y, también, porque necesitaba desesperadamente verse rodeada por sus brazos de nuevo, finalmente.

Y es que el rostro de Alex reflejaba el mismo dolor que Emily había visto en sus propios ojos, desde el día en que él la dejó.

A él le dolía tanto como a ella le dolía.

Y nadie podía culparlos, realmente.

Habían estado apartados ocho meses y todo por culpa de su madre.

Y Emily sabía que era cierto. De haberlo sabido, lo habría buscado desde el primer instante. Y sí, también habría intentado convencerlo de que podían hacerlo.

Estar juntos.  Sin que su madre se enterara.

¿Por eso había escogido él aquella noche? ¿Por qué ella finalmente había cumplido los dieciocho años que significaban la mayoría de edad?

Edad suficiente para tomar sus propias decisiones y que sus padres no pudieran hacer nada al respecto.

Había ido con la esperanza de que ella lo perdonara y de poder recuperarla.

Se dio cuenta, entonces, de que llevaba algunos minutos sin contestarle. Y Alex tenía sus ojos fijos en ella, sus cejas ligeramente arrugadas.               Y se estaba rompiendo. Emily podía verlo en sus ojos. No estaba segura de cómo, pero era así.

Y no podía ver aquello. Su Alex, viniéndose abajo.

-No quería perderte –susurró él, de pronto-. Pero temo que ya lo hice –confesó.

Pero no lo había hecho. Quizás parecía que ellos nunca más estarían juntos, pero lo estarían. Porque Emily había tomado la decisión de confiar en él. Y hablaría con su madre, después, en busca de las respuestas que tanto quería saber. En busca de una confesión, sobre lo que había hecho.

Y Emily quiso decírselo. De hecho, dio un paso hacia él. Pero Alex ya había apartado su vista de ella y, repentinamente, se había dejado caer de rodillas, hundiendo su rostro entre sus manos, escondiéndose de ella.

Los pies de Emily se movieron por voluntad propia y en un abrir y cerrar de ojos estuvo frente a él. Si tener que pensarlo demasiado, sus dedos se hundieron en su suave cabello, atrayéndolo a ella. Y él hundió su rostro en su abdomen,  sus brazos rodeando su cintura y sus dedos aferrándose a su cuerpo.

Sintió el cuerpo de Alex temblar, contra el de ella y quería desesperadamente desaparecer aquello que tanto le estaba doliendo. Se olvidó por completo de su propio dolor. Se olvidó por completo de los pasados ocho meses. Y se olvidó por completo de todo el daño que él le había hecho.

Porque había tenido todo una explicación.

Y ahora, no valía la pena seguir recordando aquel doloroso día.

Ahora, Emily solo quería desaparecer el dolor del pecho de Alex. Quitarle el dolor y no dejarlo sentirlo nunca más.

-Por todos los cielos, Em –lo escuchó susurrar, contra su abdomen-. No me dejes tocarte si no me has perdonado –rogó, sacudiendo su cabeza suavemente-. Por favor –aquellas dos palabras dejaron sus labios, teñidas de desesperación-. No podré soportarlo. Yo no… -intentó decir, pero pareció no ser capaz de continuar.

Y Emily tomó su rostro entre sus manos, finalmente. Lo obligó a alzar la vista hacia ella y tragó saliva, cuando ella misma se inclinó hacia abajo, su nariz rozando la de él.

Y es que, habían pasado tantos meses desde la última vez que lo había besado. Que simplemente había estado tan cerca de él.

No pudo evitar lo que confesó después.

-No importa lo que me hubieras dicho hoy, de igual forma te habría perdonado –susurró, cerrando los ojos por un momento, imaginando que sus labios finalmente encontraban los de Alex, después de tanto tiempo.

Y es que, lo que había dicho era la verdad.

Lo amaba y nada había podido cambiar eso. Nada podría hacerlo, tampoco.

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