Alabama

Alabama


Primera parte » Capítulo 16

Página 20 de 49

                      16

 

 

 

Con las piernas sobre la mesa, el sheriff hablaba por teléfono con su mujer cuando el juez acompañado de su esposa entró en la comisaría. El agente se incorporó y el receptor telefónico acabó cayendo y estrechándose contra el suelo, provocando un gran estruendo.

–¿Dónde está mi hijo?

–¿De qué demonios estás hablando? – balbuceó Steve.

–Sí qué lo sabes.

–No te estoy entendiendo nada de lo que me estás diciendo – el policía lo tuteaba porque tenía mucha amistad con él, puesto que juntos jugaban largas partidas de póker, en casa del sheriff algunos fines de semana por la noche.

–Una muchacha que es amiga de mi hijo, asegura que John fue detenido en los disturbios.

–Ahora me estoy acordando. Es el único blanco que detuvimos. Hacía mucho tiempo que no había visto a tu  hijo  y  como  arrestamos  a muchos, no me di cuenta de que  era  él – aseguró  viendo  como  las  lágrimas resbalaban  por  las mejillas de la señora Carter –. Vengan conmigo, será mejor que me acompañen.

El hombre levantó su enorme fisonomía y enfiló el largo corredor de  acceso a los calabozos. Su hijo Mark lo seguía a lo largo del pasillo.

 

Sentado en un rincón de la tétrica celda, John miraba con aire distraído a sus padres.

–Luego  hablaremos, hijo. Nos debes una explicación, a tu madre y a mí – amenazó el juez.

–Sal  fuera,  están  aquí  tus padres – afirmó el guardia, acariciándose la prominente barriga.

–Mirad, cómo es blanco lo dejan en libertad. No hay derecho – se quejó un preso.

  – Él está aquí porque nos defendió. Puedo asegurarlo. Lo vi apoyándonos en la manifestación. Nunca se me olvidará, habían muchos blancos – intervino otro recluso.

–Sí, yo vi a bastantes blancos, fue increíble...

–¡Silencio, basura! No quiero oír a nadie – gritó Mark  –. ¿Lo he hecho bien? – susurró Mark a su padre, quien lo ignoró por completo.

El joven salió del calabozo y siguiendo a sus padres pasó al despacho de la autoridad de Montgomery.

–¿Se puede saber qué demonios ha  hecho  mi hijo, para  que  se  le  trate  como  a  un  vulgar delincuente? – quiso saber el juez temiendo la respuesta.

La señora Mary estaba a punto de perder los nervios.

La preocupación se reflejaba en su rostro.

–John fue detenido en los disturbios que hubieron hace un momento, protagonizados por los negros en protesta a la detención de Rosa Parks – esclareció mirando unos documentos que tenía sobre la mesa.

–Sí, conozco el asunto, pero no sé qué tiene que ver John en todo esto. Soy el juez de Montgomery y sabes de sobra que tengo mucha influencia. No pienso quedarme con los brazos cruzados mientras un hijo mío ha sido injustamente detenido y tratado como un criminal. Esto es una vergüenza para nuestro apellido.

–Querido, tranquilízate – pidió Mary.

–No quiero tranquilizarme, lo único que pido es que esto no vuelva, de ninguna manera, a suceder.

–Será mejor que escuches lo que dice mi esposo.

–Que yo sepa, mi hijo no es ningún asesino.

–Muy bien dicho, cariño – exclamó la señora Mary.

–Tu hijo...

El  sheriff  no  pudo terminar la frase porque la familia Carter salió de la comisaría dejándolo con la palabra en la boca.

–¿Estás satisfecho hijo, con el disgusto que nos acabas de dar?

En el asiento de atrás del coche del juez, John escuchaba en silencio las recriminaciones.

–¿Hemos hecho alguna cosa mal? ¿Crees  qué  tu  padre  y  yo  nos merecemos todo esto?

–Lo  que  tienes  que  hacer es estudiar  más y dejar a las chicas en paz hasta que no tengas tus estudios terminados. Lo primero son tus obligaciones. Tranquilo ya tendrás tiempo de conocer chicas y de salir a divertirte son tus amigotes.

–Tu padre tiene mucha razón. Hazle caso, todo lo hace por tu bien. Tenlo en cuenta.

El juez detuvo el motor del Buick en el interior del garaje y entraron en la vivienda. El joven Carter se cruzó con Lucrecia y le susurró al oído:

–Perdona, no volverá a suceder.

–Me has dado un susto tremendo – logró decir la sirvienta mientras acariciaba la cara de John.

Al rato, el joven se acercó a su madre y le preguntó:

–¿Quién fue la muchacha que os aviso de que yo estaba detenido?

  – Alabama – contestó Mary, con gesto agrio.

La respuesta llenó al joven de satisfacción y por un momento se olvidó de los reproches de sus padres. En ese instante se dio cuenta de que nada rompería jamás su amistad con Alabama.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ir a la siguiente página

Report Page