Abyss

Abyss


11 – Gente loca

Página 29 de 45

1

1

G

e

n

t

e

l

o

c

a

Lindsey les dijo lo que había ocurrido, todo lo que había visto. Luego, cuando fue revelada la película, allí estaba en la foto, exactamente tal como ella había dicho. Lo había atrapado.

Desgraciadamente, parecía como un pequeño gusano de luz rodeado por una absoluta negrura.

Bud bromeó un poco al respecto, por supuesto.

—Una gran foto, Lins.

—¿Qué es lo que hiciste? —preguntó Chico—. ¿Dejaste caer tu luz de buceo?

Estaba demasiado lejos para verlo claramente…, ¿qué esperaban, un retrato con calidad de estudio, con un fondo hermosamente pintado? Adelante, burlaos de mí. Sigo teniendo la foto.

—Vamos, muchachos, vamos. Ése es el pequeño, sólo el pequeño. Podéis ver cómo zigzaguea.

—Ajá —dijo Bud—. Sea lo que sea.

Quizá

no se estuviera burlando. Quizá realmente no creía que hubiera visto algo.

—Te estoy

diciendo lo que es. Pero tú, simplemente, no escuchas. Hay algo

ahí abajo. Algo… además de nosotros.

Les miró a todos. Nadie la creía. No era que la estuvieran llamando mentirosa. O loca. Todavía no.

—¿Podrías ser… más específica? —preguntó Barbo.

Bud intentó responder…, con una broma, por supuesto.

—Es algo que culebrea.

Pero Lindsey no iba a permitir aquello. Bud

no iba a

manejar aquello a base de bromas. Era real, e iba a tener que enfrentarse con la realidad. No le dejó terminar lo que estaba diciendo:

—No

nosotros —insistió—. No

humano. ¿Lo entendéis? Algo no humano, pero inteligente.

Entonces se miraron entre sí. Hippy sonreía. ¿Porque le gustaba la idea? ¿O porque pensaba que ella estaba loca?

—Una inteligencia

no terrestre —dijo Lindsey. Oh, a Hippy le

encantaba.

—Una Inteligencia No Terrestre —dijo—. Una INT. Oh, muchachos, esto es mejor que los OVNIs. Aunque aquí deberíamos llamarlos OSNIs: Objetos Submarinos No Identificados.

Finalmente Barbo captó la idea.

—¿Te estás refiriendo a pequeños amigos del espacio aquí abajo?

—¡Demonios, sí! —exclamó Hippy—. ¡Los coches de carreras de los dioses! ¿Correcto, Lins? ¡No, no exactamente! Puede que

sean INTs. La CIA sabe de ellos desde siempre. No paran de hacer abducciones: se llevan a la gente constantemente. Recuerdo una vez…

Cuanto más hablaba Hippy, más estúpido hacía que sonara todo.

—Hippy, hazme un favor —dijo Lindsey—. Ponte de mi lado.

Bud ya no estaba riendo. Apoyó una mano en el brazo de ella, la atrajo a su lado.

—Pasemos un momento a mi oficina, por favor.

Ella le siguió. Esperando que esto significara que iba a tomárselo en serio.

Así era. Inmediatamente, su rostro adquirió una expresión hosca.

—Jesús, Lins…

Ella no deseaba que le siguiera la corriente, o que le echara un sermón, o que la

manejara. Deseaba simplemente que la

escuchara.

—Bud, vamos, está ocurriendo algo realmente importante aquí.

Bud no lo aceptaba.

—Estoy intentando mantener esta situación bajo control, y no puedo permitir que ocasiones este tipo de histeria…

—¿Quién está histérico? ¡Nadie está histérico!

—Chissst —susurró él.

Tenía razón. Ella se

estaba crispando. Él no iba a escucharla si no permanecía tranquila. Así que se obligó a inspirar profundamente, a relajarse un poco.

Cuando vio que ella estaba escuchando, Bud dijo:

—Todo lo que estoy diciendo es que, cuando cuelgas agarrado por las uñas, no puedes agitar los brazos hacia todos lados.

Lindsey sabía aquello. Sabía que Bud era el mejor en mantener a la gente tranquila, en conseguir que trabajara junta sin problemas. Pero esta vez, sólo esta vez, necesitaba dejar de sentirse responsable de crear la realidad de todos los demás y dejar que alguien cambiara la realidad

para él.

—Mira,

¡vi algo! —dijo—. No voy a entrar de nuevo ahí y decir que no vi nada. Lo siento. Entiéndelo.

Él volvió la cabeza hacia un lado, luego volvió a mirarla directamente, con los ojos fruncidos, como hacía siempre cuando intentaba no ponerse furioso.

—Eres la mujer más testaruda que he conocido nunca.

Eso era cierto, y en aquel momento ella lo lamentó. Durante todo el tiempo que habían estado juntos ella se había mostrado testaruda sobre todo. Incluso sobre cosas que no tenían la menor importancia. Así que ahora, cuando se trataba de algo importante, él no creía que estuviera insistiendo en ello porque era absolutamente cierto. Creía que estaba insistiendo porque ella era Lindsey, porque siempre insistía en salirse con la suya en todo. Por primera vez se dio cuenta del precio que tenía que pagar por estar dispuesta tan pocas veces a ceder. No sabía cómo hacerle ver a Bud la diferencia. Excepto admitir la verdad.

—Sí, lo soy —dijo—. Pero necesito que me creas en estos momentos.

Pudo verlo claramente reflejado en su rostro…, él nunca la había oído hablar así antes. Nunca la había oído decir que necesitaba

algo. Deseaba creerla. Y ella sabía que no era fácil. Una mancha de luz en una fotografía…, ¿qué prueba era esto? Ninguna en absoluto…, a menos que él creyera lo que ella le decía acerca de dónde estaba enfocada la cámara cuando tomó la foto. A menos que él creyera que ella había visto realmente lo que decía que había visto, que había tocado aquella cosa, aquella criatura, aquella

persona. Todo se reducía a si tenía fe en ella.

—Vamos —le dijo—. Vamos, mírame. ¿Me ves tensa? ¿Tengo síntomas de que me ha afectado la presión, sufro temblores, mi habla es confusa?

Él se lo pensó. Sonó casi derrotado cuando respondió:

—No.

—No —hizo eco ella—. Bud, soy yo, Lindsey. ¿De acuerdo? Me conoces mejor que cualquier otro en el mundo. —No sabía cómo decirlo de una forma más sencilla. Estaba

suplicando. Y él lo sabía. La miraba con sus ojos suaves y preocupados, como muchas otras veces en el pasado cuando las cosas todavía iban bien entre ellos dos. Deseaba darle lo que ella pedía. Tenía que creer en ella—. Ahora mira mis labios.

Vi esas cosas. Toqué una de ellas.

Pero eso no era todo, eso no era suficiente para explicar lo que significaba, lo que era.

—Y no era como cualquiera de esas resonantes latas de acero que nosotros podemos construir. Se deslizaba. Era la cosa más hermosa que jamás haya visto. Oh, Dios, me gustaría que hubieras estado allí.

Era la primera vez que se le ocurría que aquello era cierto. Le hubiera

gustado realmente que él estuviera allí, y no sólo porque entonces la hubiera creído. Era porque sabía que él hubiera sentido las mismas cosas que ella. Le hubiera encantado, lo mismo que a ella.

—Era una máquina. Era una máquina, pero estaba viva. Como…, como una danza de luz. —Él lo hubiera comprendido todo si hubiera estado allí. Porque había momentos en los que ellos realmente veían las cosas como si fuera a través de unos solos ojos—. Por favor, tienes que creerme —dijo. Y quizás él lo estuviera haciendo. Excepto que de pronto ella se dio cuenta de que no era solamente lo que vio lo que deseaba que él creyera. Era lo que ella

sabía al respecto. ¿Cómo sabía

ella que la criatura era buena, que ella estaba a salvo a su lado, que no había ningún peligro? ¿Cómo podía estar tan segura de ello?—. No creo que quieran hacernos ningún daño. No sé cómo, pero lo sé.

Él frunció los ojos, desvió la mirada, giró la cabeza. Lindsey había ido demasiado lejos en sus esperanzas de que creyera en sus conclusiones al mismo tiempo que en lo que había visto. Pero eran ciertas también. Igual de ciertas, y mucho más importantes.

—Es sólo una sensación —dijo. Lo había perdido.

—Jesús —dijo él. Se pellizcó el puente de la nariz. Ella sabía lo que significaba esto…, iba a decir que no. Iba a rechazarlo todo. Le dolió como si la estuvieran apuñalando—. ¿Se supone que debo confiar en una sensación? —dijo—. ¿Cómo puedo confiar en una sensación? ¿Crees que Barbo confiaría en una sensación?

Lindsey no comprendió su propia reacción. ¿Por qué me duele tanto que dude de mí? Si no fuera yo misma quien lo vi, tampoco me creería. Le estoy pidiendo que haga por mí algo que yo no creo que hiciera por nadie. Pero eso no cambia nada. Sólo porque yo no confiaría lo suficiente en otra persona como para hacer esto no significa que él no pueda hacerlo. Bud es una persona mejor. Siempre he sabido eso. Bud es mejor que cualquiera. Por eso, si él no me cree, nadie lo hará.

—Todos vemos lo que deseamos ver —dijo ella—. Coffey busca y ve rusos, ve odio y miedo. Tú tienes que mirar con unos ojos mejores que ésos. —Le sonrió. Intentó poner toda su necesidad, todos sus sentimientos, allá en su rostro, en su voz, para que él pudiera verlos, para que él pudiera

saber. Intentó mostrárselo todo. Y él la comprendió. Ella pudo verlo en su rostro. Él sabía cuánto necesitaba ella que aceptara aquello—. Por favor —suplicó Lindsey.

Bud no podía resistir el que ella le hablara así, le

mirara así. Nunca se había mostrado tan abierta, tan vulnerable; él nunca la había amado más de lo que la amaba ahora, nunca había deseado más darle lo que ella deseaba. Pero, aunque pudiera cambiar sus propias creencias, ¿qué podía hacer al respecto? Tenía un equipo que dependía de él. Tenía que enfrentarse a Coffey. Si de pronto empezaba a creer en historias acerca de criaturas del espacio en la fosa Caimán, perdería su credibilidad ante todos. Perdería su habilidad de dirigirlos. Y eso significaba que no habría nadie para mantenerlos a todos juntos, mantenerlos a todos vivos y estables hasta que, de algún modo, vinieran a por ellos.

—No puedo, Lins —dijo.

Fue la peor cosa que jamás le hiciera a Lindsey. Ella lo había puesto todo sobre la mesa, y él acababa de barrerlo con un gesto de su brazo. Ella mantuvo su sonrisa, pero él supo que estaba herida. Nunca volvería a él de este modo, si la rechazaba ahora. Pero no podía poner en peligro todo lo demás por su amor hacia Lindsey.

—Lo siento —dijo—. No puedo, ahora.

Se volvió, abandonó la estancia, odiándose a sí mismo, pero sabiendo que había hecho lo correcto.

Ella se quedó de pie allí después de que él se fuera. Nunca se había sentido tan sola en su vida. No importaba si algún otro la creía…, Hippy, Barbo, Chico. ¿Qué importaba? Era la fe de Bud la que necesitaba. Y, puesto que no la tenía, no tenía nada.

Coffey no se mostró sorprendido de lo que había visto Lindsey. Si un intruso había aparecido por allí una vez, era de esperar que volviera.

Por supuesto, las conclusiones a las que ella había llegado eran absurdas. Se alegró de ver que nadie más las tomaba tampoco en serio. La mujer era una buena ingeniero…, su apaño de los apoyos vitales de la

Deepcore había sido rápido y concienzudo. Pero eso no significaba que fuera automáticamente un testigo digno de confianza. Se hallaba sometida a una fuerte tensión. Veía algo extraño. Tomaba una foto, y cuanto más la miraba Coffey, más se daba cuenta de que tenía que haber

algo fuera de la

Deepcore. Si ella hubiera tomado una foto de cualquiera de las fuentes de luz de la propia plataforma, entonces parte de la estructura hubiera aparecido en la imagen. Así que, cuando ella decía que había tomado la foto cuando el intruso se encaminaba a las profundidades del cañón, la creía.

Había algo ahí fuera. No había hecho ningún intento de comunicarse con ellos. En consecuencia, hasta que averiguara algo más, tenía que suponer que era ruso, y tenía que suponer que era hostil. Eso significaba que tendrían que funcionar bajo disciplina militar a partir de ahora. No más de aquella actitud lánguida y desganada que a Brigman tanto le gustaba. Estaba muy bien mientras se recuperaban del choque de la plataforma, cuando necesitaban restablecer la moral. Ahora tenían que estar vigilantes.

En vez de ello, estaban ajetreados montando mesas, instalando sábanas y almohadas, intentando convertir el comedor en un dormitorio razonable. Como si el dormir fuera lo más importante para ellos. Intentó explicarle aquello a Brigman, hacerle comprender lo que realmente necesitaban. Todo lo que Coffey deseaba era cooperación. Así que le dijo:

—Necesitamos organizar una vigilancia de veinticuatro horas con las cámaras exteriores. —Una Noche pasó por su lado, cargada con mantas—. ¿De cuántos hombres disponemos? Usted tiene seis, yo…

Barbo empujó una mesa al interior de la sala, avisando:

—Cuidado, que paso.

Era imposible concentrarse con todo aquello a su alrededor. Coffey se volvió al grupo y dijo en voz alta, utilizando su voz de dar órdenes:

—¡Todo el mundo,

alto!

Todos se detuvieron. Todos le miraron.

Aguardó. Aguardó hasta que cambiaron de posición, dejaron lo que tenían entre manos, se mostraron dispuestos a escuchar y a seguir escuchando hasta que él terminara. Aguardó, en otras palabras, hasta que hubieron alcanzado el equivalente civil de la posición de firmes. No les gustó, pero lo hicieron.

—De acuerdo —dijo—. Quiero alguien las veinticuatro horas en el sonar y en las cámaras exteriores. Si ese fantasma ruso vuelve, no creo que debamos estar durmiendo cuando lo haga.

Fue la mujer Brigman la que se resistió, por supuesto.

—Tranquilo, Coffey. ¡Esas cosas viven a cinco kilómetros y medio de profundidad, en el fondo de la fosa! Y créame, no hablan ruso.

Coffey sabía que nadie se tomaba las ideas de la mujer en serio…, excepto el chico con la rata, quizá. Pero el desdén en la voz de ella era dañino. Hacía que los otros pensaran que no debían tratarle a él con el respeto que era esencial para un oficial al mando. Era peligrosa, aunque estuviera loca.

Sin embargo, no era éste el momento de hacerla callar. La mejor manera de tratar su desdén era responderle con más desdén aún. La ignoró por completo, siguió asignando misiones como si ella no hubiera dicho nada. Se volvió hacia Una Noche.

—¿Todavía no ha terminado con las reparaciones del transmisor acústico?

—No. —Su voz sonó hosca.

Coffey sabía cómo tratar este tipo de cosas. Obligas a que la gente se sienta responsable, eso es lo que haces.

—¿Por qué no? —preguntó.

Ella se volvió lentamente, el rostro lleno de hostilidad.

—Me estaba haciendo la manicura.

Aquello era una insubordinación declarada, no como la mujer Brigman gimiendo

acerca de los OVNIs. Tenía que enfrentarse al desafío con otro.

—Bien, pues termínelas —dijo secamente Coffey. Nadie le contestaba nunca cuando hablaba de aquella manera.

—Bésame el culo —dijo Una Noche.

Coffey miró a los demás. Nadie parecía incómodo o deseoso de disculparse. Todos miraban fijamente a Coffey, lo cual significaba que estaban del lado de Una Noche en su desafío. En especial Barbo. Se consideraba un luchador. Si se desmadraba, podía ser peligroso. No era que Coffey temiera no poder controlarlo. Pero si la cosa llegaba realmente a los puños, entonces ya no sería un desafío. Sería un motín.

Aquello ya había ido lo bastante lejos. Coffey los miró a todos directamente a los ojos, uno por uno.

—De acuerdo —dijo—. Dejemos bien clara una cosa. Ustedes se hallan bajo mi autoridad, y cuando yo…

Barbo lo interrumpió adelantando una mano…, pero no era un gesto amenazador, todavía no. Su mano estaba abierta, como si quisiera apartar un peligro; no era un puño, no era un ataque. Barbo estaba tan asustado como beligerante…, parecía un animal acorralado. No tenía allá delante un matón de bar soltando unas cuantas bravatas…, Barbo sabía que Coffey estaba entrenado para matar, no para luchar. Pero Coffey los estaba empujando más allá de donde todos querían ir. Asustados o no, tenían que detenerle. Se habían mostrado dispuestos a ayudar a la Marina con los ojos cerrados —a cambio de una triple paga—, pero ninguno se había alistado todavía.

—Mire, amigo —dijo Barbo—. No trabajamos para usted, no recibimos órdenes de usted, y no nos gusta usted. Además, su mamá lo viste de un modo raro.

Nadie rió ante el viejo insulto ritual. Palabras de pelea. Barbo estaba tirando de la cuerda. Animando a Coffey a que empujara más.

Hasta entonces, Bud se había contentado con dejar que Coffey hiciera su propio show. Ahora, sin embargo, resultaba claro que Coffey no estaba funcionando bien. Estaba sudoroso, tenso. ¿No se daba cuenta de que su mismo nerviosismo era una confesión de miedo? ¿Una invitación abierta a la rebelión? No te conviertes en el líder de un grupo de personas de mente independiente dejándoles ver lo mucho que temes su desobediencia.

—Hey, Barbo —dijo Bud—.

Barbo.

Bud se volvió hacia él. Reluctante.

—¿Sí?

—¿Por qué no te haces cargo de la primera guardia del sonar, quieres? —Le miró fijamente, no como un desafío, como había hecho Coffey, sino de una forma que le decía: Necesito que lo hagas, por todos nosotros.

Barbo comprendió. Volvió a mirar a Coffey, como diciéndole: Lo haré por Bud, no por ti.

—De acuerdo —dijo en voz baja. Luego pasó junto a Coffey y se encaminó hacia el sonar.

—Chico —dijo Bud—, tú tomate un par de horas de sueño, luego sustituye a Barbo, ¿de acuerdo? Hippy, tú te encargarás de la vigilancia exterior. —Se fueron todos, evitando la mirada de Coffey. Eso fue más fácil cuando éste se volvió de espaldas, se apoyó contra un puntal.

Bud se dirigió hacia Una Noche. Puesto que Coffey la había acusado prácticamente de no hacer su trabajo, era la que estaba más furiosa, la menos fácil de calmar. Así que se sentó detrás de ella, cerca, como si estuvieran flirteando. Era una vieja broma entre ellos, flirtear un poco. Le recordaba a ella todos sus años de amistad. Que ella era alguien en quien él podía confiar.

—Una Noche, ¿me harás un favor y verás si puedes arreglar ese transmisor por mí? ¿De acuerdo?

Por Bud. Ella se tragó su orgullo por Bud.

—Dame un par de horas. —Fue una buena cosa que Coffey no viera su mirada cuando pasó por su lado y salió del comedor. Hubiera podido convertirlo en piedra.

Coffey aceptó aquello. Era humillante, hacía arder sus entrañas, pero lo aceptó porque era un soldado que cumpliría con su deber para con su país aunque su país estuviera representado en aquella plataforma por un puñado de desleales, egoístas y amotinados cabezas de mierda.

Incluso con todo el oxígeno que había encontrado Lindsey, no podía contar con más de doce horas para cumplir con su misión. Y, con los civiles actuando de aquel modo, puede que aún tuviera menos tiempo. Estaba seguro de que no podía contar con ninguno de ellos para que le ayudaran, no ahora. Wilhite estaba muerto. Monk estaba tendido en una cama con una pierna rota, de modo que sólo era útil marginalmente. Eso significaba que sólo quedaban Schoenick y él para colocar la ojiva de combate en su lugar y volar el

Montana fuera del reborde y abajo al abismo antes de que el fantasma ruso pudiera extraer más información de él.

Tan poco tiempo. Tenía la sensación como si alguien estuviera respirando en su nuca. Era preciso

apresurarse.

Hippy estaba en la sala de control, conduciendo al Gran Tonto por fuera de la

Deepcore. Oficialmente se suponía que estaba vigilando en busca del INT que había visto Lindsey. Pero qué demonios, ella dijo que era amistoso, ¿no? Si lo veía, se alegraría de ello, pero mientras tanto deseaba vigilar lo que realmente le asustaba: Coffey. Lo halló a través de la ventana de babor de la sala B de mantenimiento. Había una luz dentro, y maniobró cuidadosamente al Gran Tonto hasta que la cámara de vídeo del VOCR apuntó directamente a la ventana.

—Adelante, A.J. Firme ahí —murmuró Hippy—. Muévete a la izquierda. Así.

Tenía una imagen perfectamente clara. No podía ver los detalles, pero tampoco lo necesitaba. No necesitas un diploma en física nuclear para imaginar lo que era el cono plateado encima de la mesa. Estaba malditamente seguro de que no formaba parte del equipo de la

Deepcore, lo cual significaba que era la cosa que habían traído del

Montana. Tenía que ser una ojiva de combate nuclear. Y ahí estaba, abierta por su base, con Coffey metiéndole las manos directamente por el culo.

—Oh, hombre. Esto no está ocurriendo —murmuró Hippy—. Oh, vamos. Yo no estoy aquí.

Tenía que conseguir una foto de esto. Nadie creería que esos tipos fueran lo bastante estúpidos como para armar un arma nuclear directamente allí, en la

Deepcore, no a menos que Hippy les mostrara la prueba. Se tendió hacia la videograbadora que siempre llevaba el Gran Tonto, metió la cinta dentro, pulsó Grabación.

—Oh, hombre. ¿Es real esto?

Bud sabía que Hippy estaba un poco paranoide, pero nunca lo había visto tan tremendamente asustado antes. O bien Hippy había saltado el límite, o estaba ocurriendo algo realmente malo. En cualquier caso, Bud tenía que tomárselo en serio. Así que se sentó frente al monitor y observó la videocinta de Hippy. Uno de los SEALs estaba de espaldas a la ventana, bloqueando lo que fuera que había sobre la mesa. Bud examinó los bordes de la pantalla, intentando adivinar qué sala estaba mirando.

—Ésta es la sala de mantenimiento, ¿no?

—Sí, es la sala de mantenimiento. Mírame, estoy temblando, hombre.

De acuerdo, Hippy, ya me he dado cuenta.

Hippy apoyó la mano sobre el videorreproductor, como si pudiera estrujar de él la información correcta apretándolo con fuerza suficiente.

—De acuerdo, espera espera espera. Y aquí estáááá el MIRV.

Bud vio el cono. Oyó lo que decía Hippy. Simplemente, no quiso saltar a ninguna conclusión.

Hippy supo lo que significaba el silencio de Bud.

—Oh, vamos, hombre. ¿Qué otra cosa puede ser?

—¿Por qué traerlo aquí?

—Tiene que tener sentido antes de que crea en ello.

Hippy ya lo había imaginado todo, por supuesto.

—Tiene que tratarse de algún tipo de plan de emergencia para mantenerlo apartado de los rusos, ¿no? Mira mira mira, conectan una de las nucleares, utilizan algún tipo de detonador que deben haber traído consigo, luego vuelven a meterla en el submarino, y fríen toda la cosa, bam, todo a hacer puñetas.

Bud simplemente se quedó sentado allí, contemplando la pantalla, pensando.

Hippy le respondió, sin embargo, como si Bud estuviera discutiendo con él.

—Te digo, y no estoy siendo paranoide… —Vio algún tipo de movimiento por el rabillo del ojo y miró hacia la puerta—. Hola, Lins —dijo.

Bud se volvió también, la vio de pie allí. ¿Cuánto tiempo llevaba en aquel lugar? Debía haber visto y oído lo suficiente como para saber lo que estaba ocurriendo…, o lo que Hippy

pensaba que estaba ocurriendo. De otro modo no estaría allí haciendo preguntas, pidiendo saber.

Lindsey permaneció allí un largo momento, aguardando a que Bud dijera algo. Pero éste no pudo pensar en nada que decir. Así que ella se dio la vuelta y se fue, como si tuviera intención de ir a un lugar determinado y hacer algo determinado.

Ir a la siguiente página

Report Page