Abyss

Abyss


11 – Gente loca

Página 30 de 45

Si Hippy tenía razón, Coffey estaba haciendo algo realmente loco allá en la sala de mantenimiento. Ésta debía ser la Fase Dos que DeMarco había ordenado allá arriba cuando informaron de la primera vez que Lindsey había visto algo. Pero eso significaba también que la locura más grande que cualquiera podía hacer era intentar enfrentarse a Coffey respecto a ello.

Bud se levantó y la siguió corredor abajo.

—¡Lins! ¡Espera un momento!

—Mira, maldita sea, si tú no piensas hacer nada respecto a esto, lo haré yo.

—Lindsey, haremos algo respecto a esto, pero aguarda un segundo.

Ella estaba junto a la puerta. Miró por la ventanilla, al tiempo que intentaba hacer girar la rueda. Estaba trabada por dentro.

—¡Hola! —gritó. Un desafío, no un saludo. Golpeó la puerta con la palma de la mano.

—¡Lindsey! —dijo Bud.

Ella no se detuvo. Tomó un extintor de la pared y empezó a golpear la puerta con él.

—¿Qué?

—¿Quieres parar esto y pensar en ello aunque sólo sea un segundo?

—¿Para qué? —Siguió golpeando.

La puerta se abrió.

Schoenick retrocedió un par de pasos cuando Lindsey entró. Coffey estaba de pie frente a la mesa, con una manta por encima de la ojiva de combate. Lindsey se dirigió directamente a la mesa. Coffey se echó ligeramente a un lado, pero por la forma en que ella estaba actuando pudo decir que ya sabía lo que había allí. Así que cuando ella adelantó una mano para tirar de la manta no le rompió el brazo. Dejó que lo hiciera.

¿Qué importaba ahora si ella veía cuál era el aspecto de un MIRV? Además, Brigman estaba con ella. Coffey tenía que averiguar primero si estaba con aquella mujer o si todavía seguía mostrándose razonable. Si no, si las cosas iban demasiado lejos, estaba preparado.

La mujer Brigman estaba llena de ultraje moral.

—Tiene usted

huevos trayendo esta cosa a mi plataforma. ¿Con todo lo que está pasando ahí arriba en el mundo, no se le ocurre otra cosa que traer un arma nuclear

aquí dentro?

¿Y qué?, pensó Coffey. ¿Acaso tu pequeña plataforma es un sagrado templo de la paz? ¿Qué crees que te ha mantenido libre y segura para poder construir tus pequeños juguetes submarinos, señora Brigman? Han sido las armas como la que llevo yo al costado, han sido los hombres como yo. Así que adelante, muéstrate farisaica acerca de que esto es demasiado sucio y vil para traerlo al interior de tu plataforma. Durante toda tu vida has estado gastando la libertad que esta sucia arma te ha proporcionado.

Pero no dijo nada. Que ella misma se debilitara con su habla.

Lindsey se volvió hacia los demás: Brigman, el chico con la rata, incluso Schoenick. ¿Acaso no sabía que Schoenick era leal hasta la médula? No iba a encontrar ningún apoyo en él.

—¿No os choca esto como algo particularmente psicótico? ¿O soy sólo yo? —preguntó Lindsey.

Coffey seguía aún perfectamente controlado. Como siempre. Se dirigió a ella con voz tranquila, razonable.

—Señora Brigman, no necesita usted saber los detalles de nuestra operación. Es mejor para usted que no los sepa.

Como respuesta, ella se volvió más irrazonable aún, su voz creció en tono y volumen.

—Tiene usted razón. No lo necesito. ¡Lo que necesito saber es

que esa cosa está fuera ahora mismo de esta plataforma! ¿Me ha entendido, señor Roger Ramjet? —Al final de la frase estaba gritando.

Como si realmente creyera que aquello iba a impresionar a Coffey, iba a hacer que reconociese que ella tenía autoridad sobre él, iba a obligarle a desviarse de su misión.

—Se está convirtiendo usted en un serio problema para nuestro trabajo —dijo Coffey. Habló con un tono medido, cuidadoso—. Ahora, o da media vuelta y sale inmediatamente de aquí, o tendré que hacer que la escolten fuera.

Ella agitó la cabeza y rió, furiosa.

—No voy a dar media vuelta y salir de aquí. —Empezó a gritar de nuevo—. ¿Con quién demonios cree que está hablando?

Coffey hizo una seña con la cabeza a Schoenick, que estaba de pie detrás de ella. Schoenick avanzó rápidamente y la rodeó por la cintura, sujetando sus brazos contra su cuerpo. Ella empezó a debatirse, chillando, luchando por liberarse. Coffey no estaba preocupado por ella. Era Brigman quien le preocupaba. Si se ponía macho para proteger a su mujer, alguien iba a morir allí mismo.

Bud se volvió bruscamente y pulsó el botón de alarma contra incendios en la pared junto a la puerta. Sonó de forma estridente mientras Bud apretaba el botón del intercomunicador y decía:

¡Emergencia! Sala de mantenimiento B.

¡Emergencia!

Hippy salió a escape al corredor, gritándole al resto del equipo.

—¡Rápido! ¡Venid! ¡Tenemos problemas! ¡Ahora! ¡Rápido!

Coffey captó la situación e intentó decidir qué hacer. El resto del equipo de la plataforma estaba bajando a toda prisa por las escalerillas, avanzando por los corredores. Pero hasta ahora Brigman no había hecho ningún movimiento agresivo. Brigman estaba claramente furioso. Observaba a Coffey, sin apartar ni un momento los ojos de él. Ni siquiera se molestaba en mirar a Lindsey mientras ésta se debatía para liberarse de la presa de Schoenick. El hombre era listo. Sabía que hasta que Coffey no diera la orden, no había ninguna forma de que Schoenick soltara a la mujer. Y mientras Brigman no perdiera la cabeza, Coffey no podía tomar ninguna acción definitiva.

Barbo, Hippy, Una Noche, Chico…, todos se apiñaron junto a la puerta. Hubieran cargado al interior de la sala, lo hubieran estropeado todo, pero Brigman los detuvo.

—Está bien, está bien, está bien, está

bien. —Se detuvieron. Aguardaron.

Lo mismo hizo Coffey.

Por primera vez, Bud se volvió y se dirigió a Schoenick.

—De acuerdo, suéltela. Ya. —Schoenick no reaccionó de ninguna manera. Bud alzó la voz—. ¡Hágalo! ¡Ahora!

Coffey tenía que decidir. Brigman estaba empezando a perder la calma. Si era real o sólo una pose no importaba. Lo que importaba era esto: la misión de Coffey. La Fase Dos. La ojiva de combate detrás de él. No sujetar a aquella zorra Brigman. Así que Coffey dio suavemente la orden a Schoenick:

—Suéltala.

Instantáneamente, Schoenick la soltó. Ella se apartó rápidamente de él, retrocedió hasta donde estaba Bud frente a sus hombres. Solidaridad.

Bud la miró para asegurarse de que estaba bien. Luego volvió a mirar a Coffey.

—Ésa es la cosa más juiciosa que haya hecho nunca —dijo.

Quizá, murmuró Coffey en silencio. Veamos lo que haces

a continuación. Veamos si

eres juicioso.

La mujer Brigman creía que aún formaba parte de la batalla. Siguió allá donde la había dejado. Gritando.

—¡Coffey, es usted un hijo de puta!

Pero esta vez Bud no estaba a su lado.

¡Lindsey! — gritó. Luego, con voz más suave—: Cállate. —Aquello pareció sobresaltarla, hacerle comprender que aquél no era un problema que ella pudiera resolver chillando más fuerte o maldiciendo más. No tenía autoridad allí. Guardó silencio.

—¿Cuál es el problema? —quiso saber Barbo.

Ahí lo tienes, luchador, tipo duro. Métete hasta las corvas, prueba que eres macho. Coffey observó a Brigman, para ver qué hacía.

—Nada —dijo Brigman—. Sólo nos íbamos. —Se volvió hacia Lindsey—. ¿No es así?

Aquello era lo que Coffey esperaba. Brigman sabía lo que había en juego allí. Sabía que Coffey nunca iba a ceder. Sabía que, si las cosas iban un milímetro más allá, alguien iba a morir. La mujer Brigman se había pasado de la raya viniendo aquí, metiendo las narices en actividades de alto secreto.

El equipo retrocedió a través de la compuerta. Bud se detuvo unos instantes en el umbral, sin apartar ni un momento los ojos de Coffey, sin volverle la espalda hasta que todos los suyos excepto Barbo estuvieron seguros fuera. Entonces cruzó la compuerta, dejando que Barbo lanzara la última mirada, el gesto final de desafío. Luego la compuerta se cerró. Coffey y Schoenick estaban solos de nuevo.

Coffey sacó la pistola que había mantenido sujeta a su espalda, apoyó el cañón sobre la mesa. La confrontación no había ido a mayores, pero en cualquier caso Coffey hubiera estado preparado. Hubiera tenido que matar a Brigman primero, luego a Barbo. Eso hubiera detenido a los demás, les hubiera hecho recapacitar la situación. Y la mujer Brigman. Hubiera tenido que matarla también, porque ninguna otra cosa la hubiera detenido.

—No los necesitamos —dijo Coffey a Schoenick—. No podemos confiar

en ellos. Tenemos que tomar medidas. Vamos a tener que tomar medidas.

En el corredor, Bud supo que tenía que hablar seriamente con Lindsey, en aquel mismo momento. Una cosa era lo que ocurría durante los días en que estaban construyendo la plataforma y entrenando al equipo. Entonces todo lo que hacía era ofender a los tipos con corbata, a los miembros del equipo, a la gente civilizada. Bud siempre había tenido tiempo de intervenir antes de que las cosas fueran a mayores, de apaciguar un poco la situación. No había mucho en juego.

Pero Lindsey no poseía el suficiente sentido común como para saber que Coffey era un tipo distinto de persona. Y no era sólo porque fuera militar. Bud lo había estado observando allá en la sala de mantenimiento. La forma en que Coffey sudaba. La forma en que sus ojos no dejaban de mirar de soslayo, como si no pudiera mirar nada directamente.

—Lins, quiero que te mantengas lejos de ese tipo. Y lo digo en serio.

Hippy también lo había visto.

—Sí —confirmó—. El tipo está loco. ¿Viste sus manos?

Lindsey captó finalmente el cuadro.

—¿Qué, queréis decir que ha pillado el SNAP? —Le resultaba increíble que no se hubiera dado cuenta de ello. Si Coffey hubiera sido una máquina, a la fracción de segundo hubiera visto que algo funcionaba mal, que era peligrosa. Pero debido a que era una persona, podía llevar los signos del SNAP brillando con luces de neón en su frente y no verlos nunca. Así que Bud había tenido que explicárselo, claramente, a fin de que no pudiera equivocarse. Quizás esta vez, después de que Schoenick la hubiera sacudido un poco, quizás esta vez captara el mensaje.

—Mira, el tipo está operando por su cuenta. Se ha visto cortado de su cadena de mando. Está mostrando signos de psicosis inducida por la presión. Y tiene un arma nuclear. Así que, como un favor personal hacia mí, ¿quieres poner tu lengua en neutral por un tiempo?

Hippy aportó su opinión.

—Puedo decírtelo, le doy a todo este asunto un factor de esfínter de unos nueve coma cinco. —Nunca había sonado tan excitado en todo el tiempo que Bud lo conocía. Finalmente se dio cuenta. Hippy no era paranoide porque fuera paranoide. En realidad

adoraba estar asustado. Era por eso por lo que siempre estaba buscando razones para asustarse.

Sólo ahora que la cosa había acabado se dio cuenta Lindsey de lo que había ocurrido exactamente. Había descubierto lo de la ojiva de combate, era como descubrir que había alguna malfunción en el sistema eléctrico. Al segundo siguiente de darte cuenta, ibas a arreglarlo. Pero esto no era tan simple. No disponía de un diagrama de cableado de la gente. Pero Virgil sí. Se lo había advertido, prácticamente le había suplicado que no se metiera en ello. Pero ella no había escuchado. No había

confiado en su mejor juicio.

¿Por qué debía sentirse mal al respecto? No era más que lo mismo que él le había hecho a ella, no creyéndola respecto a los INTs.

Excepto que él la había llevado a un lugar privado para hablar con ella. Mientras que

ella se burló

de él delante de todo el mundo. No sólo esta vez, sino siempre. Él le decía: Hazlo así, irá mejor. Y entonces ella hacía lo opuesto, porque, ¿cómo se atrevía

él a decirle a ella lo que debía hacer?

Yo te lo explicaré esta vez, se dijo Lindsey a sí misma. Porque él tenía

razón. Las cosas hubieran ido mucho mejor si simplemente me hubiera detenido cuando él me lo dijo. Si me lo hubiera pensado unos minutos. Si hubiera imaginado algo inteligente que hacer. Si alguien actuara en mi plataforma de la misma forma impetuosa y arrogante que actúo yo con la gente de Bud, lo echaría a patadas de la plataforma, desearía matarlo.

Una vez que no me apoya, una vez que no me cree, y me siento tan traicionada que desearía morirme. Yo se lo he hecho a él una docena de veces, un centenar de veces en los años que hemos estado juntos. ¿Cómo se siente él? ¿Por qué demonios me amó alguna vez?

Y entonces, justo en el momento en que estaba a punto de comprender realmente lo que deseaba Bud, las emociones dentro de ella fueron tan fuertes que no pudo manejarlas. No supo qué

hacer con sentimientos como aquellos.

Así que se detuvo. Justo al borde de perder su autocontrol…, se detuvo. Dejó de sentir nada. Como todas las veces que sus compañeras de escuela la dejaban helada, como todas las veces que sus hermanas o su madre la atacaban. No tengo que enfrentarme a eso. No es nada para mí. Es estúpido sentirme emocional al respecto. Bud no iba a hacer nada con la ojiva de combate, así que tuve que hacerlo yo, es así de simple. Él siempre tan débil, tan conciliador. Bien, yo no soy así. Yo

actúo. Por eso la cosa nunca ha funcionado entre nosotros, por eso nunca hubiera podido funcionar. Bud y yo somos dos personas completamente distintas, eso es todo. Al menos yo intenté hacer algo. Todo lo que

él hizo cuando cogió las riendas ahí dentro fue ceder ante Coffey, ceder

completamente. Virgil Brigman es un hombre débil.

¿Cuántas veces se había dicho eso a sí misma? Especialmente después de llenar los papeles del divorcio. Cada vez que se daba cuenta de que él no estaba allí, cada vez que lo buscaba a su alrededor o pensaba en él, volvía a la letanía de razones por las que él simplemente no podía medirse con ella.

Esta vez, sin embargo, no hizo que se sintiera mejor. Sólo la hizo sentirse más amargada. ¿Hacia Bud? No. Sólo más amargada. ¿Qué eres tú, Lindsey?

No eres nada, eso es lo que eres.

Sólo que no deseaba creer eso. Se negaba a aceptarlo.

Bud sabía que sí era algo. Después de todo lo que había ocurrido, después de todas las veces que ella le había pinchado con una palabra, después de todas las veces que lo había humillado frente a sus amigos, su equipo…, aún seguía amándola. Aún llevaba el anillo que ella le había dado. ¿Y eso qué significaba? Si ella no era nada, ¿por qué alguien como Bud Brigman sentiría aquello hacia ella?

Coffey se inclinó hacia la pared cónica que conducía a la ventana redonda de observación de la sala de mantenimiento. Su reflejo estaba al principio en la ventana, pero cuanto más se inclinaba hacia ella, más bloqueaba su sombra la luz, hasta que al final su reflejo desapareció y pudo ver más allá del cristal, al vacío del otro lado.

Había algo ahí fuera, un enemigo. Y ahora él estaba rodeado por enemigos allí dentro también. Originalmente había planeado plantar la ojiva de combate con el temporizador programado para varios días. Eso daría tiempo a que el

Explorer regresara, enganchara un nuevo umbilical, lanzara un cable de arrastre y los sacara de allí. Podrían mantenerse vigilantes aquí hasta que regresara el

Explorer, ahuyentar al intruso si intentaba volver. Luego, cuando los barcos hubieran eludido la tormenta, la Marina podría despejar la zona, mantenerla segura hasta que la ojiva de combate estallara.

Pero ahora ya no había tiempo para eso. No podía utilizar a ninguno de los civiles…, nunca cooperarían. Probablemente sabotearían la operación si tenían alguna posibilidad. La mujer Brigman seguro que lo haría, probablemente Una Noche también. Y Barbo era beligerante, en cualquier momento podía iniciar una pelea. Hippy estaba loco. Chico al borde de la histeria. Bud era su enemigo ahora. Todos eran peligrosos. Todos ellos.

Incluso yo.

Pegado a la burbuja acrílica a su lado había uno de aquellos muñecos Garfield agarrado al cristal con sus ventosas. La idea de alguien de una broma. Apretado allá contra la ventana, con las patas abiertas, desnudo, colgando. En cualquier segundo podía perder su presa y caer gritando al abismo. En cualquier segundo.

Ir a la siguiente página

Report Page