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LA BIBLIOTECA

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LA BIBLIOTECA

Salí esa tarde de sábado a leer un poco a la biblioteca pública de la ciudad. Subí a la planta y allí me encontré con una alumna. Era Bruma, chica de media estatura y con un buen cuerpo. Tenía 20 años pero aparentaba 5 años más. Hacía ejercicio regularmente. Le gustaba andar por la montaña y alguna vez me había comentado sobre ir juntos.

Yo era su profesor, pero a ella no le importaba.

He de decir que Bruma y yo de vez en cuando cruzábamos una que otra mirada prohibida entre profesor-alumna.

Esa tarde iba acompañada de su novio, nos saludamos al encontrarnos y aunque cada uno siguió a la suyo, también es verdad que nos íbamos buscando con la vista hasta encontrarnos. Cuando nuestras miradas se encontraban ella me sonreía y yo hacía lo mismo. Yo estaba poniéndome caliente y en uno de nuestros encuentros visuales, me mordí el labio inferior y ella me correspondió con una lamida de su labio superior. Esto ya terminó de encenderme y decidí enviarle un mensaje de Whatsapp, pero como veía que no miraba su teléfono, me acerqué disimuladamente donde estaba ella y le dije:

—Mira tu móvil.

En él le decía:

Excúsate con tu novio, en diez minutos te veo en la entrada de los aseos del último sótano.

No esperé respuesta y me dirigí hacía donde la había citado.

Llegué al sótano y no habían pasado más de cinco minutos cuando la veo aparecer saliendo del ascensor. Se acercó a mí.

—Es una locura, pero quiero saborearte un rato.

La cogí de la mano y tirando de ella nos metimos en los aseos de señoras que al ser el último sótano estaba vació en esos momentos. Nos metimos en uno de los compartimentos del mismo y nada más cerrar se agachó e intentó desabrocharme el pantalón.

—No, bruma.

—¿Por qué, señor Blake? —Se lamentó.

—No quiero que me la chupes, quiero cogerte duro.

Empezamos a besarnos frenéticamente y con desesperación. Nuestras bocas y lenguas parecía que no se habían encontrado nunca y no paraban de reconocerse mientras desabroché deprisa su blusa y le subí el sujetador para tener acceso a sus pechos que empecé a comerme con ansias y con muchas ganas, mientras con la otra mano accedí a su sexo, que noté todo mojado a través de sus bragas que ya estaban empapadas.

Sin esperar más, se las quité rápido y cogiéndola, la acerqué al inodoro obligándola a apoyarse en la cisterna y poner el culo en pompa.

Me desabroché el pantalón y sin darle tregua, se la metí sin ninguna dificultad.

Le tiré del pelo con una mano y con la otra sus tetas apoyándome en su espalda y empecé a cogérmela de prisa, sin parar, como si me fuera la vida en ello y con ganas de vaciarme cuanto antes.

Para que ella no se quedara a medias, llevé, la mano que cogía sus tetas, a su clítoris y empecé a acariciarlo, mientras le golpeaba el culo con mi vientre al meter y sacar mi miembro. Le tiraba del pelo bien fuerte para que echara su cabeza hacia atrás y le obligaba a girar la cabeza para besarla y meterle mi lengua hasta la campanilla. Me gustaba sentir su lengua y el sabor de su boca, no dejando de absorber su lengua y su saliva.

A pesar de haber sido rápido, tenía su sexo tan estrecho que me apretaba y absorbía mi pene cada vez que entraba profundamente. No paraba de insultarme. Disminuí un poco el ritmo y …

—¿Quién te ha dicho que pares?

Volví a coger ritmo y enseguida me dijo que se iba a correr, que no parara.

—Me voy a correr.

Y cuando volví a intentar comerle la boca, solo pudo abrirla de par en par, para correrse, sin dejar de gritar, intenté hacerla callar, porque había oído que entraba alguien en el aseo, pero me fue imposible, no pude evitar que gritara y mordiera mi mano.

Yo aún tardé un poco más, y haciendo caso omiso a su petición de correrme en su boca, seguí cogiéndola hasta que descargué dentro, juntando mi corrida con sus jugos, que empezaron a caer abundantemente por sus piernas.

Cogí papel higiénico y la fui limpiando para recomponernos y poder salir.

Salimos del compartimento y vimos a una chica joven que no sé si sería la misma que tuvo que oír sus gritos, pero sí que se nos quedó mirando con los ojos bien abiertos como platos.

Nosotros no pudimos evitar una sonrisa al mirarla que al final acabó por ser una carcajada.

Al salir, Bruma subió al ascensor y yo me esperé al siguiente. Una hora más tarde coincidimos de nuevo en la cafetería y su novio nos invitó a sentarnos junto a ellos y allí estuvimos tomado un café cargado de mucho morbo.

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