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Sexo y chocolate

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SEXO Y CHOCOLATE

Ayer por la mañana sonó el teléfono y lo cogí con rapidez. Estaba pegada a él desde hacía horas: esperaba esa llamada con impaciencia. Era Pau para decirme la nota del último examen de su oposición de MIR. Su «¡Hola!» lo decía todo: había sacado tan buena nota que podría elegir hospital. Las dos nos pusimos a dar gritos por teléfono y cuando por fin dejamos de gritar, le dije que tenía que venir a celebrarlo. Le dije también unas cuantas guarradas por teléfono, porque llevamos bastantes meses viéndonos muy poco por culpa de sus oposiciones, así que yo tenía muchas ganas de ella y es de suponer que ella de mí también. Mi pobre Pau llevaba meses enclaustrada y era hora de celebrar su éxito. Y, además, no es sólo que nos hubiéramos visto poco en los últimos meses, sino que siempre que nos veíamos ella estaba preocupada y casi puedo asegurar que, mientras follábamos, Pau murmuraba algunos temas de su oposición.

Escoger hospital en nuestra ciudad, tener tiempo para nosotras, para salir, para ir al cine tranquilamente… no me lo podía creer. Pau volvería a ser mi novia y no una especie de mueble; volvería a mí y yo también tenía muchas ganas de tenerla toda entera para mí. Pau es pequeña, gordita, muy morena de piel y de pelo; debe tener algún ancestro gitano. Es muy cariñosa, muy habladora y graciosa; es alegre y siempre está de buen humor. Le gusta el cine «en pantalla grande» y viajar. Me gusta mucho su risa y no me importa que hable sin parar; con ella es imposible sentirse sola. Llama a cualquier hora para contar lo primero que se le pasa por la cabeza. Adora dos cosas: los coños y el chocolate. De los coños le gusta todo y el chocolate, siempre que sea amargo, en cualquier modalidad. Cualquiera diría que lo de los coños es normal en una lesbiana, pero es que ella tiene fijación. Le gusta mirarlos, le gusta abrirlos con los dedos mientras los mira, le gusta meter la lengua hasta dentro, le gusta olerlos, lamerlos… y le gustan también por arriba, le gustan los pelos, rubios, morenos, blancos… Le gusta besarlos y le gusta mucho comerlos cuando una no se lo espera. Por ejemplo, a veces estamos cenando en casa y le pregunto:

—¿Qué quieres de postre?

Entonces ella dice:

—Tu coño.

Y se acabó la cena; mi postre ya no es una manzana, sino un enorme orgasmo, porque mi novia sabe llevarme al cielo cuando me come el coño. Lo puede hacer a cualquier hora, en cualquier momento, por raro que parezca. En cambio a ella no hay boca que se le acerque ahí abajo. Le gusta comerlos, no que se lo coman, y yo no lo hago bien. Cada una tiene sus habilidades.

Además de lo dicho le encantan los niños y siempre está hablando de que le gustaría tener uno. Estoy segura de que sería una buena madre y me ha convencido de que yo también lo sería. Así que es posible que un día nos animemos si es que conseguimos llegar a vivir juntas, cosa que ahora es más fácil con su examen aprobado. Por eso estábamos tan contentas las dos: porque ahora nuestro futuro era más fácil que antes. Pau tiene las tetas grandes y redondas, y toda ella es exuberante porque lo que más le gusta es comer, y no sólo esa parte de la anatomía femenina que ya he explicado, ni tampoco chocolate. En realidad, a mi novia le gusta todo: comer, follar, dormir, hablar, viajar, reír… Pau alegra mi vida y todos mis días. Pensé que se merecía un premio por haber aprobado y que las dos nos lo merecíamos por haber superado esos meses tan duros que por fin se habían acabado.

Me fui de compras y me acerqué a una de esas tiendas que venden chocolates de todo tipo. Compré una botella de chocolate amargo en sirope y compré fresas. Esperé a que llegara la tarde y a que viniera. Cuando abrí la puerta nos abrazamos y nos besamos, deseándonos ya y con hambre la una de la otra; con ganas de celebrar su éxito. Nos fuimos al dormitorio y nos desnudamos con rapidez; le dije entonces que tenía preparado un premio para ella. Me tumbe con las piernas abiertas y una almohada en los riñones de manera que mi coño quedaba levantado. Cogí la botella de chocolate y lo dejé caer muy lentamente sobre el vientre y el ombligo haciendo dibujos con el chocolate, que caía espeso sobre mi piel hasta inundar todo el pubis y toda la parte peluda. Después lo dejé caer por la raja hasta empaparlo todo y me coloqué estratégicamente algunas fresas; Pau no se lo creía, jamás habíamos usado comida en nuestros juegos, porque yo nunca había querido hacerlo. No me gusta mezclar comida y sexo, o eso había dicho siempre. Pero ahora que Pau empezó a lamer lentamente el chocolate por mi vientre cambié de opinión; de acuerdo, me gustaba, y lamentaba no haberlo hecho antes. O quizá no lo lamentaba, porque así esta celebración era verdaderamente eso, una celebración. Mi novia puede dedicarse a lamer horas y horas; nunca se cansa ni se impacienta. La que siempre me impaciento soy yo, pues a veces le digo que se centre de una vez en mi clítoris porque exploto. Pero esta vez ella era la homenajeada, así que yo estaba dispuesta a que me lamiera tan despacio como quisiera y, por lo que estaba viendo, estaba dispuesta a terminar con todo el chocolate antes de centrarse en la cuestión. Le gusta mucho pasar la lengua por los pelos antes de meterse con los interiores, así que ahora que mis pelos estaban llenos de chocolate amargo pensé que me iba a hacer una limpieza total. Y así fue.

Me lamió entera lentamente y se comió todas las fresas con tanta delicadeza que toda mi piel se fue poniendo sensible, como más fina, como si toda ella necesitara un abrigo. Después se concentró un buen rato en el interior de mis muslos sin llegar a meter la lengua en el coño, que ya la estaba llamando. Después lamió la zona que va desde el clítoris hasta el culo, una parte que me gusta mucho, que es muy sensible y que me da mucho placer. Me gustaba el sonido de su lengua chupando y lamiendo mi piel y me costaba no decirle que volviera arriba y que me tocara directamente la punta del clítoris, que debía estar crecido e hinchado y que latía pidiendo que alguien se ocupara de él. En lugar de eso subió hasta mi boca para darme a probar el chocolate, mezclado con el sabor de mi coño y con su saliva, y todo eso me supo a gloria. Fue un beso que quise retener en mi boca de puro amor que sentía. Volvió abajo y comenzó a meter la lengua entre los labios interiores y exteriores, mientras decía lo mucho que le gustaba saborearme. Y no sólo era su lengua lamiéndome la piel con detenida aplicación lo que me estaba excitando hasta el orgasmo. La sensación húmeda y pegajosa de su lengua me excitaba tanto como el sonido de toda su boca chupando y tragando. Entonces sí comenzó a lamerme el clítoris muy lentamente, dándome toquecitos suaves aquí y allá, y enseguida se puso a lamer en redondo, presionando con la lengua, empujando la punta hasta que, cuando mi respiración y mis quejas le dijeron que yo no podía más, por fin comenzó a hacerlo muy rápido, metiendo y sacando a veces la lengua de la vagina y presionando y recorriendo el clítoris en toda su extensión. Hay orgasmos profundos, hay orgasmos largos, hay orgasmos inolvidables, pero este fue un orgasmo lleno de amor que me llenó entera y que me vació después para dejarme caer con ganas de tenerla a mi lado y de abrazarla.

Pau lo hace muy bien y yo, en cambio, no consigo aprender. Cuando lo intento, ella siempre se queja de que le hago daño. Lo cierto es que, como ella dice, yo tengo otras habilidades. Cuando se tumbó a mi lado, le puse la mano en el clítoris y comencé a acariciárselo suavemente, pero miré el reloj y vi que se había hecho muy tarde. Entonces le dije:

—Voy a hacértelo rápido, sin ninguna complicación, que tengo que sacar al perro.

Y así fue, rápido y sin complicaciones. En cuanto acabé corrí a lavarme, me vestí y me fui a sacar al perro. Al regresar, ella seguía tumbada y desnuda, con cara de felicidad; la habitación olía a una extraña mezcla de sexo y chocolate. «Sexo y chocolate». Pensé que sonaba como el título de una película, o quizá de una canción. «Sexo y chocolate»: no hay mejor manera de celebrar un buen examen.

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