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Capítulo 16

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Capítulo 16

 

Es cierto que los malos momentos se atenúan a medida que nos vamos alejando de ellos. Seguramente de ahí aquello de que “el tiempo lo cura todo”. No es que se olvide pero, cuando tu mente regresa a ese instante del pasado en particular, no sientes la desolación ni la desdicha sufrida en el momento en que ocurrió.

Con los buenos pasa al contrario. Cualquier pequeño detalle puede traértelo a la memoria, e incluso volverás a sonreír al recordarlo. Hasta sentirás una necesidad casi apremiante de compartirlo con alguien más. Es asombrosa la forma en que, el más pequeño de ellos, hace que lo rememores, como si quedaran grabados a fuego: un olor, una forma, un color, música…

El cerebro humano es prodigioso…

Pero hay veces que lo machacarías si pudieras tenerlo delante. Sobre todo cuando intentas recordar algo que sabes que es importante y te es completamente imposible. La sensación que te recorre el cuerpo es una mezcla de enfado, indignación, preocupación y, según el grado de importancia, miedo. Todo eso contigo mismo de diana.

El caso es que cuando Zeta mencionó que la señal procedía de Sun Valley mi mente no registró la falta de información almacenada en la memoria hasta que pasaron unos minutos. Durante los segundos posteriores, hasta que al fin di con ello, creo que me habría dado de cabezazos contra la pared. Afortunadamente no tuve que recurrir a semejante práctica, pero poco me faltó para besar a Mark cuando pasó por allí logrando hacerme recordar lo olvidado.

—¿Dijiste que cuando fuiste con Lorean a Sun Valley no conseguisteis entrar, verdad? —pregunté al vuelo.

—Así es. Los accesos estaban acordonados.

Ante la falta de más diálogo por mi parte, Mark se encogió de hombros y continuó su camino. Cuando regresé junto a Zeta, éste esperaba a que compartiera con él mis pensamientos.

—¿Qué sentido tendría acordonar una zona que está siendo tratada del mismo modo que las demás?

Mi amigo continuó en silencio durante unos segundos, mientras ambos tratábamos de dar con la respuesta.

—Lo tendría si… —empezó.

—…Fueron los primeros en ser sometidos a ARNA —terminamos la frase juntos.

Aceptarlo no fue tan duro gracias al orden en que llegaron las noticias. Nos llevamos el jarro de agua fría antes, al saber que la petición de ayuda provenía del lugar que esperábamos fuese nuestra vía de escape. Me dije a mi mismo que cualquiera que hubiera apostado a que encontraríamos apoyo en aquella zona habría perdido. Sus habitantes eran individuos que se aislaban del resto para no mezclarse con nosotros, gentes que jamás se aventuraban a visitar los sectores pues creían que serían asesinados o algo peor, personas que vivían una realidad muy distinta a la nuestra.

Este ejercicio fue el resultado lógico para evitar una desolación mayor. Sin embargo después de asimilarlo dio pie a más incógnitas, sobre todo a una que no dejó de rondarme durante un buen rato. Entendí con facilidad que el cierre a cal y canto de Sun Valley respondía a la necesidad por parte de la Corporación de mantener controlada y en secreto su inserción en ARNA pero, ¿a qué se debía que continuara del mismo modo si ya se había producido en el resto de sectores de la ciudad? Por no hablar de lo extraño que resultaba que hubiesen empezado precisamente por allí, por sus propios hijos, sobrinos, etc… ¿Acaso el dorado Sun Valley no lo era tanto?

Cansado de hacer malabarismos con un montón de preguntas a las que no era capaz de responder, dejé a Zeta a cargo de informarme en caso de que se produjeran nuevas noticias en la comunicación y me dirigí al interior del refugio.

Allí todo estaba en calma y los compañeros se dedicaban cada uno a los menesteres que Noa les había encomendado, así que decidí darme un respiro y concederme el capricho de revisar mi motocicleta tal como había sido mi primera idea aquella mañana. Mantener la cabeza ocupada entre colectores, tuercas y grasa me vendría de maravilla.

Me hice con algunas herramientas, un pedazo de harapo y arranqué el motor para arrastrarla hasta un lugar donde no molestara. Elegí uno lejos de la sombra, donde el sol me proporcionaría el calor necesario para soportar las bajas temperaturas del exterior durante un buen par de horas. Pasado ese tiempo y viendo que se acercaba el momento de meter algo de alimento en el estómago, terminé de montar todas las piezas revisadas y admiré mi trabajo con satisfacción antes de volver a entrar.

Después de engullir la comida enlatada que me había tocado en suerte, permanecí unos minutos decidiendo si era el momento adecuado para mantener la charla necesaria con Noa, aquella en la que trataríamos el delicado asunto de su madre. Eché un vistazo hacia el lugar donde se había acomodado junto con sus inseparables amigos: Sam y Marla, el trío calavera al completo. Al parecer mi pequeña guerrera me reservaba únicamente las noches. 

Los observé a hurtadillas durante unos minutos, considerando cual sería la mejor forma para arrancarla de las garras de aquellos dos. Sam no  presentaba ningún problema ya que, aun sentado junto a ellas, el muchacho parecía absorto en algún punto indefinido del techo, por lo que deduje que, otra vez, había tomado prestadas las Carboeyes de Noa al dejar de ser un problema después de ser "liberadas". Marla sería otro cantar, un hueso duro de roer pues, con sus cabezas prácticamente unidas y la mirada fija en uno de los grafenos modificados por Henry, compartían comentarios y alguna que otra risilla disimulada. Justo cuando reuní el coraje suficiente para negarle aquellos minutos de relax junto a sus queridos amigos, Sam dio un respingo y volvió a enfocar la mirada para hablar con ellas. La sonrisa que Noa había lucido hasta el momento se esfumó tan rápidamente que cualquiera habría jurado que jamás estuvo allí y se enfrascó de inmediato en la lectura de algo que Sam les había enviado a la pantalla.

Casi pude sentir el frío acero abriéndose paso por la piel de mi cuello después de que un escalofrío me recorriera el cuerpo imaginando cual sería la noticia que les había alertado tanto. Si creía que iban a concederme un solo respiro estaba terriblemente equivocado. Sin duda Noa, Marla y Sam debían estar leyendo la orden de busca por asesinato expedida a mi nombre.

A mi garganta acudieron de inmediato cientos de explicaciones, excusas y otras variantes de justificación para tratar de aplacar los ánimos de quienes depositaron en mí una responsabilidad que yo no había pedido. Mi único interés desde el principio había sido ayudar a Noa en lo que me fuera posible, el resto del paquete me llegó de regalo.

El sonido acelerado del motor de un vehículo y el posterior frenazo, a escasos metros de la puerta, me rescató de mis cavilaciones con un respingo e inyectó un frío letal en mi corazón al creer estúpidamente que ya venían a buscarme. Pero fue Sean el que apareció en el vano sin llamar. Buscó a Noa con la mirada antes de clavar sus ojos en los míos y componer un duro gesto no carente de ira.

—¡Llama a todos a reunión! —exigió.

La urgencia con la que se expresó no permitió ni siquiera que la perplejidad de unos pocos entorpeciera la labor de los presentes a la hora de seguir sus instrucciones.

—Faltan Henry y Will —apuntó alguien cuando ya nos encontrábamos todos sentados a la espera de que Sean se explicara.

—Ellos no vendrán —aseguré—. Están trabajando en algo importante.

—Dudo que lo que estén haciendo sea más importante que esto —argumentó Sean dejando sobre el suelo su grafeno con la orden de captura esperada acompañada de una fotografía mía.

Lo recogí para hacerme a la idea de que al fin había llegado el zarpazo letal del destino que estaba temiendo y esperando.

—Has salido favorecido —apuntó Zeta a mi lado.

—Creo que no es momento para bromas —el tono de Sean estaba muy acorde con la gravedad del asunto—. Tus aventuras fuera del refugio han terminado con la muerte de un civil.

Tal como había imaginado en varias ocasiones las miradas de aquellos que no estaban enterados del asunto coincidieron en mi persona y sentí el peso de la responsabilidad sobre mis hombros como quintales de metal fundido aplastándome el alma.

—Los agentes comprados por la Corporación lo mataron, no yo —informé volviendo a soltar la pantalla.

—De eso no me cabe duda, pero supongo que no eres tan estúpido como para haber esperado que esto no ocurriera.

—¿Cómo demonios iba yo a saber que planeaban matarlo? Peter se metió el solo en problemas hablando más de la cuenta con quien no debía.

—¡Mierda, Jared! ¡Te advertí de que algo así podía ocurrir! ¡Te dije que no era buena idea meter a terceros en todo esto!

—¿Y qué tenemos que hacer según tu fabuloso plan? —exploté poniéndome en pie—. ¿Pudrirnos aquí esperando el momento en que den con nosotros y vengan a insertarnos? ¡Tu vives de maravilla, metido en ese jodido Tubo, rodeado de comodidades. Entiendo que no tengas demasiada prisa por poner las cosas en el orden correcto, pero nosotros somos prófugos, huidos de la justicia, justicia por otra parte comprada por esa mierda de Corporación para la que trabajas! ¡Perdona si hago lo que creo necesario para salir de esta situación!

—¡El caso es que no solo no has salido, sino que además lo has complicado todo!

Para mi mortificación ahí Sean tenía toda la razón, no había defensa posible que esgrimir contra ello. Pero no podía dejar que saliera vencedor de aquella batalla.

—¡No me  culpes por intentarlo! Desde el momento en que empezó esto no paras de asegurar que quieres ayudarnos. ¡Genial! ¡Estupendo! ¿Dónde está tu ayuda? Te hemos pedido información en muchas ocasiones y nunca nos ofreces la que necesitamos, en cambio te atreves a venir hasta aquí solo para recriminar mis acciones cuando no has sido capaz de mover ni un solo dedo por miedo a equivocarte.

—¡Exacto! ¡Sobre todo cuando un error mío puede causar la muerte de otra persona! No estoy dispuesto a cargar mi conciencia con algo así.

—Esa es otra de las muchas diferencias que hay entre nosotros —mascullé—. Yo estoy dispuesto a cualquier cosa por todas estas personas —añadí dejando que mi mirada terminara en Noa para que entendiera a la perfección a qué me refería.

—¡Bueno, ya está bien! —exclamó ella antes de que Sean tuviera la oportunidad de replicarme—. A ninguno de los dos os falta razón, pero es evidente que no podemos dar marcha atrás en el tiempo, de otro modo ninguno de los presentes estaríamos aquí.

Resoplé audiblemente para protestar por la porción de razón que le tocaba a Sean en tal reparto.

—Pero Noa, ¿no entiendes que ahora saben que tratas de contactar con tu madre? ¿Te has parado a pensarlo?

Zeta alzó una ceja que sustituyó a una sonrisa sin humor al comprobar que también el rubio había llegado a aquella conclusión.

—Si crees que no, insultarías a mi inteligencia, Sean —respondió ella muy digna, tratando de controlar sus emociones—. Pero sería yo la que insultaría la confianza que existe entre nosotras si pensara que no va darse cuenta de que algo me ocurre. Eso le ofrecerá la oportunidad de indagar al respecto —en este punto fue Sean quien resopló—. Además creo que lo correcto es afrontar los problemas a medida que se vayan presentando, no podemos dejarnos llevar por algo que aún no ha pasado.

—Pero pasará. No tardando mucho —apuntó el rubiales.

—Bien, en ese caso —dijo, haciendo una pausa para tocar su grafeno levemente—, creo que esto también llegará hasta ella y se planteará porqué alguien pregunta por su hija cuando es evidente y público que se encuentra en cuarentena —concluyó dejando su pantalla en el suelo, junto a la del ricachón, y deslizando el dedo proyectó la imagen en el aire para que todos pudiéramos verla—. ¿Qué sabes sobre esto?

Con un rápido vistazo comprobé que se trataba de una noticia que hablaba sobre una extraña enfermedad que se había extendido entre la población más joven de la ciudad y los sectores. Los nombres de la mayoría de mis compañeros aparecían listados como víctimas de tal virus, asegurando que se encontraban aislados bajo cuidado médico para evitar un mayor contagio.

Cuando terminé de leer llegué a dos conclusiones claras: la primera que no era más que un ardid de la Corporación para ofrecer una explicación a las desapariciones, manteniendo en  silencio a las familias de los mencionados y, la segunda, que ese debía ser el enlace que hiciera esfumarse la sonrisa de Noa hacía solo unos minutos, justo antes de que Sean llegara. Mis ojos fueron a parar al rostro de Sam, que esperaba interesado la respuesta, y Marla...

Solo hasta aquel momento caí en la cuenta de que no se encontraba, como era de esperar, junto a Noa. La muchacha había elegido para sentarse un lugar convenientemente mal iluminado, extrañamente cercano a Lorean. ¿Qué la había motivado a comportarse de esa manera? ¿Quizá evitar las preguntas del niñato rico? Después de todo él también sabía que en un primer momento decidió quedarse en la ciudad. De cualquier modo, el hecho de tener otro dato que aquel indeseable desconocía, no me desagradó.

—Siento no poder añadir nada, Noa —pero trataré de indagar todo lo que pueda—. La verdad es que hoy no he tenido tiempo para echar un vistazo a las noticias en general, he estado ocupado intentando colarme en el expediente abierto por la muerte de Peter.

—¿Lo has conseguido?

—No del todo. Pero continuaré con ello. Quizá pueda ayudarnos a adelantarnos al procedimiento de investigación. De momento es la única forma que se me ocurre para evitar que den con vosotros.

—Gracias —dijo Noa antes de mirarme y añadir:— En nombre de todos.

—Sí, claro... —dije sin ganas mientras les daba la espalda para observar detenidamente una hormiga que de pronto me pareció el bicho más interesante que pisaba la tierra. ¡Ja!

—De acuerdo —dijo mientras se levantaba y a la vez lo hacían el resto de habitantes del refugio—, volveré en cuanto pueda con más información.

—Perfecto.

Continué absorto en el recorrido del insecto mientras esperaba a que el grupo se dispersara y el imbécil se marchara con la música a otra parte, al tiempo que descubría que bregar con el malhumor que me producía su sola presencia me resultaba más llevadero si no tenía que mirarlo.

Lamentablemente él también debió caer en la cuenta porque tentó de nuevo a su buena estrella dirigiéndose a mí.

—¿Hoy no piensas sacar a relucir el tema de Sun Valley?

—No —respondí sin más y sin girarme, deseando que con ello tuviera suficiente y se largara.

—No puedo creer que renuncies de esa manera a la oportunidad de ganar algunos puntos.

Eso sí consiguió que me diera la vuelta para mirarlo pero tuve expreso cuidado de meter las manos en los bolsillos y componer un rostro lo suficientemente anodino como para que no pudiera extraer información alguna.

—¿Puntos? —repetí—. ¿Acaso crees que esto es un juego?

—No. Por supuesto que no —respondió.

Preferí no añadir nada más y regresé a la posición inicial, proporcionándole una buena visión de mi trasero, para invitarlo a que desapareciera. Sean entendió que continuar por aquella vía lo pondría en una situación comprometida en cuanto a Noa se refería. Comparar nuestro acuerdo con un juego, desliz que yo aprovecharía para destacar en sus oídos, la colocaba a ella como trofeo, algo que no vería con muy buenos ojos. Así que hizo lo único que podía hacer: marcharse, tal como yo pretendía.

Por otra parte, no mencionarle de nuevo el área de Sun Valley no fue un descuido por mi parte. Hacerlo habría supuesto tener que explicar la comunicación con los otros refugiados y, por tanto, dar al ricachón la excusa perfecta para volver a meter cizaña con el asunto de involucrar a terceros.

Cuando por fin sonó la puerta anunciando la salida de Sean, sentí la mano de Noa en mi espalda.

—Supongo que no mencionaste lo de Peter para no preocuparme —dijo cuando la miré.

En sus ojos no había condena.

—Sin embargo, no he visto que te sorprendieras al saberlo.

—Marla me lo contó.

—Entiendo.

Recordé el modo de proceder de su inseparable amiga durante la reunión.

—A propósito de Marla... Desde que está aquí, ¿has notado algo raro en su comportamiento?

—¿A qué te refieres?

—No sé… Tú eres quien la conoces mejor y pasas más tiempo con ella. O ella contigo para ser exactos. Y..., después de todo ha estado insertada, aunque fuera por poco tiempo.

—Por todas las estrellas, Jared. No sé si tu pregunta va de recriminarme el tiempo que no paso contigo, cosa que por otra parte decido yo, o de que no confías en ella aun habiendo sido tú mismo quien la trajiste hasta aquí. ¿Qué intentas insinuar? —preguntó con algo parecido a la indignación dibujada en su rostro.

—¡Nada! —me defendí—. Únicamente te pregunto si se encuentra bien —mentí—. Después de lo de esta mañana...

—Está perfectamente, gracias. Marla continúa siendo la misma de siempre.

—Sí, lo soy —dijo la voz de la aludida cogiéndonos a ambos por sorpresa—. Aunque todavía no me termino de reconocer vestida con estos trapos grises —añadió refiriéndose a la ropa que portaban los insertados—. Me pregunto si cabe la posibilidad de que alguien me preste algo de ropa para poder, al menos, lavarla. Noa, ¿crees que alguien se apiadará de mí en ese aspecto? Creo que algo rosa no me vendría nada mal, se puede combinar con el gris perfectamente y...

Noa alzó las cejas, no le hizo falta decir nada para que entendiera que podía tomar aquel despliegue de palabras sin sentido como ejemplo de que su amiga estaba perfectamente sana y normal.

La sensación que tiene uno cuando nota que sobra es directamente proporcional a las ganas que te invaden de salir corriendo, así que opté por poner pies en polvorosa hasta el patio trasero para saber cómo marchaban las comunicaciones. Allí, Will continuaba atrincherado tras los grafenos desplegados y Henry corría del vehículo a su otra máquina mientras farfullaba improperios. Zeta había vuelto a tomar posesión de su anterior asiento junto a la puerta y también había reanudado su comunicación con el laboratorio.

—¡Vaya! El nuevo perseguido por la ley —oí que me saludaba Sasha desde la pantalla.

—No has podido resistirte, ¿verdad? —dije a Zeta, quien me ofreció una tirante sonrisa de oreja a oreja.

—No ha sido necesario —respondió Sasha—, hemos visto la noticia. Por cierto, sales favorecido en la foto...

—Si fuerais hermanos no os pareceríais más —dije con fastidio al recordar el anterior comentario jocoso de Zeta durante la reunión.

Aunque fue algo dicho al azar y sin ninguna intención logró que Sasha mirara intensamente a Zeta y se diera la vuelta para dejar que Lex continuara hablando con él acerca de orografía y canales subterráneos. Preferí no preguntar el porqué de aquel raro diálogo, aunque por la conversación posterior lo entendí sin tener que hacerlo.

—¿Hay algún avance?

—Parece ser que nuestros amigos se encuentran ocultos desde hace al menos seis semanas y los alimentos comienzan a escasearles. Lex está trabajando en el modo de proporcionarles una vía de escape de Sun Valley. Defienden que aquí tenemos sitio para ellos pues se trata de solo media docena de personas.

—La verdad es que no sería un problema —acordé y Lex asintió satisfecho. Zeta no dijo nada pero noté que fruncía el ceño—. Detecto que no estás de acuerdo —añadí.

—No sabemos cuánto nos resta por permanecer aquí —se explicó—. Racionamos la comida desde el principio pero, aún así, añadir seis estómagos más mermará los alimentos en menos tiempo.

—¿Y qué propones? —intervino Lexter—. No podemos dejarlos a su suerte. No resistirán demasiado si se les termina lo poco que tengan. Será entregarse o morir de inanición.

—Lo sé, lo sé —dijo—, pero no me culpes por pensar en el bienestar de mi hermano y en el mío propio.

—No lo hago, Zacarias. Pero esta es una situación extraordinaria. ¿En qué nos convertiría no prestarles ayuda? Sabes que tampoco soy muy dado a estas cosas pero… Si fueras tú quien estuvieras ahí, agradecería a cualquiera que te echara una mano.

—No hay opción —dije—, tenemos que hacerlo.

—¡Está bien! ¡De todos modos no he dicho que no fuera a echarles un cable! —Se quejó Zeta al verse perdedor en aquella batalla—. Además si como hemos pensado antes, su área ha sido la primera en ser insertada, seguro que poseen información útil.

—No estaría nada mal poder adelantarnos al siguiente paso que la Corporación tenga programado dar.

Zeta puede ser muy calculador en algunos aspectos, sobre todo cuando se trata de supervivencia. Esa cualidad suya puede verse como algo negativo, muchos lo tacharían de no tener escrúpulos, como hizo Noa una vez, pero por otro lado también aporta cierta distancia para mirar con perspectiva cuando se trata de valorar un problema.

—Entonces no hay nada más que hablar —concluyó Lex—. Emplearé el tiempo que sea necesario hasta dar con la mejor vía de escape para esos chicos.

—Te lo agradezco en nombre de todos.

Lexter asintió y cortó la comunicación.

—Espero que no tarde demasiado —apuntó Zeta—. Henry prevé que la señal que interfiere aparecerá otra vez.

 

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