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Capítulo 17

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Capítulo 17

 

Las horas pasaron tediosas, al menos para mí. Observar la actividad de los demás mientras tú mismo no tienes nada importante que hacer es terriblemente desesperante. Mariposeé por el refugio, ofreciendo mi ayuda a aquellos que parecían necesitarla, sin embargo en muchos de ellos percibí miradas huidizas y algo de recelo a causa de la revelación de Sean.

Un rápido vistazo al exterior me recordó la promesa que había hecho a Will por la mañana, pensé que sería una buena forma de evadirme de lo que el resto me hacía sentir y, con ello en mente, fui en busca de Zeta. La sala, como cada día cuando el sol iniciaba el descenso, se encontraba dividida en dos, una parte despejada y otra donde se extendían los jergones de los más jóvenes. Noa revoloteaba de un lado a otro organizando el espacio y regalando besos entre lo más pequeños. Supuse que ese momento era muy importante para ella, y a la vez triste, pues debía recordarle a Lili. El oriental se encontraba junto a su hermano, Mike, compartiendo algo de charla e incluso algunas risas mientras preparaban el catre para el descanso del pequeño.

—Hola Jota —me saludó con su sonrisa mellada.

—¿Jota? —Repetí divertido antes de mirar a mi amigo—. ¿Él es el responsable? —pregunté acerca del apodo por el que todo el mundo lo conocía.

Éste asintió: —Llévalo con orgullo, no lo hace con todo el mundo, solo a quienes aprecia.

—Está bien. Que sea Jota —afirmé mirando al niño—. ¿Preparado para ir a dormir?

—Sí —bostezó—. Estoy muy cansado.

—Pues buenas noches, Eme —me despedí.

—No. Yo soy Mike —su respuesta me hizo reír.

—De acuerdo. Pues buenas noches, Mike.

—Hasta mañana —se despidió el niño.

—En seguida estoy contigo —me dijo Zeta tendiéndome la pantalla en la que entreví el rostro de Lexter esperando la comunicación.

Asentí al comprender que mi amigo esperaba que yo mismo la iniciara. Me retiré unos metros para mantener la conversación ajena a oídos hambrientos y acepté la conexión al tiempo que advertía que sobre su mesa de trabajo se extendían varios mapas y planos.

—¡Papel!

—Así es —asintió acariciándolos como el tesoro que era.

—¿Tienen que ver con lo que tenemos entre manos? Dime que has encontrado algo.

—¿Mike aún no se ha dormido? —preguntó  cambiando de tercio, estaba claro qué era lo importante para la pareja del laboratorio.

—Zeta está en ello. Me ha pedido que te atienda yo mientras lo logra. Por cierto —recordé—, ¿sería posible que nos proporcionarais otra de esas telas solares? Una más pequeña.

—¿Quién te ha hablado de la tela solar?

—Estamos usando la que tenía Zeta para el refugio.

—Entiendo. Y, ¿no es suficiente con ella?

—Sí, pero tenemos un compañero que dedica todas las horas del día a las comunicaciones por onda. Ya sabes..., el que ha encontrado la señal de socorro. Temo que cualquier día se le caigan los dedos por congelación. Pasa muchas horas metido en la cafetera de Henry.

—Hablaré con Sasha para ver qué podemos hacer.

—Te lo agradezco.

—No es necesario. No dormiría tranquilo sabiendo que alguien con ese intelecto y que es capaz de sacrificarse de ese modo por los demás, incluyendo a Zacarias y a Mike, lo está pasando mal si puedo arreglarlo.

Mis ojos viajaron hasta el lugar donde ambos se encontraban: Zeta acariciaba el cabello de su hermano con una ternura jamás imaginada en él. Por un momento sentí un extraño gusanillo en las tripas, eco de un deseo casi olvidado en el tiempo, cuando mi madre me negaba una y otra vez la necesidad de un compañero de juegos.

—Volviendo al asunto que nos ocupa —prosiguió Lexter llamando mi atención—. El auxilio a esos chicos de Sun Valley no va a ser fácil, pero creo haber encontrado una manera. Ninguna de las opciones que he barajado garantiza un cien por cien de éxito, así que he tenido que decidirme por la que ofrece un porcentaje más alto. Sin embargo no está carente de peligro. Y no solo para ellos.

—No esperaba menos —dije poniendo los ojos en blanco.

—Mira esto —puso frente a mí uno de aquellos planos.

Lo observé una y otra vez, desde varios ángulos distintos, tratando de localizar algo que me fuera conocido para lograr situarme.

—¿Qué es? ¿Una araña chunga?—pregunté dándome por vencido.

—¿Pero tú qué demonios haces en el nivel A? —preguntó asomando a un lado con el ceño fruncido.

Preferí no responder y continuar mirando aquellas líneas, unas veces rectas y otras curvas, que no parecían tener ningún sentido. Podía ver un gran círculo del que surgían seis canales distintos.

—Es un plano de la red de distribución eléctrica de la ciudad. Recorren todo el territorio, desde la planta solar hasta cada uno de los cuatro sectores, además de Sun Valley y la Corporación.

—Pero no veo que estén comunicados de sector a sector y mucho menos con Sun Valley.

—No lo están.

—¿Entonces cómo demonios van a salir por ahí?

—Por la vía de servicio que existe en cada túnel.

—Pero habrá personal…

—No seas estúpido —me regañó—. No encontrarán a nadie. Bueno…, siempre que todo salga como espero. El problema lo crea otro detalle.

Esperé mientras Lexter buscaba entre los papeles uno que sin duda aclararía su última apreciación.

—Aquí está —dijo alzándolo con cuidado para mostrármelo—. Esto —señaló con la punta del dedo unas marcas dobles, de distinto color que resto y situadas al final de los túneles—, son puertas de acceso. Cada túnel dispone de dos —saltó sobre ellas, indicando algunas—, situadas al principio y al final. Se accionan mediante lectores láser, frente a cada una de las puertas. Pero para que estos lectores a su vez estén operativos primero se ha de pasar la tarjeta por un identificador de código al tiempo que se acciona la llave maestra.

—No sé si te sigo…

—Quizá debería esperar a que Zeta regrese para abreviar. Después podrá traducírtelo al idioma de los idiotas. Al fin y al cabo está conviviendo contigo, ya debe haberlo aprendido…

—Creo que insultándome no vamos a sacar a esas personas de ahí, es más probable que lo que consigas es que te parta la cara la próxima vez que nos veamos.

—Fíjate, muchachito —dijo tocando la pantalla.

De pronto la imagen cambió y pude observar el mapa tal como él lo veía, mucho más claro y comprensible, directamente desde sus propios ojos, si es que había alguno tras aquella montura metálica que siempre llevaba.

—¿Carboeyes? —pregunté recordando cómo funcionaban los grafenos de contacto.

—No. Sus padres.

—¿Me estás diciendo que tienes la tecnología en la que se basó tal invento?

—Digamos que ellos tienen la tecnología en la que se basó. Me la robaron.

Zeta me había contado porqué Sasha y Lex despreciaban tanto a la Corporación. La historia de la tela solar explicaba el porqué de su aislamiento de la sociedad común. Pero en ese momento pude imaginar que el expolio de lo que más tarde fuera el invento que iba a revolucionar los gadget humanos tuvo que ser el germen de la sublevación. Tenía peso y hablaba claro sobre el intelecto del hombre. Siendo sincero conmigo mismo, me sentí el idiota que él creía que era después de saberlo, pero no iba a darle el gustazo de notarlo.

Vi la mano de Lex tocar el grafeno de nuevo para cambiar el objetivo. Su ángulo de visión volvió a ser únicamente suyo y me encontré, otra vez, cara a cara.

—¡Vaya! —exclamé logrando arrancarle un rictus de orgullo—, después de todo parece ser que el idioma de los idiotas es universal —dándole a entender que yo jamás habría permitido tal robo.

Sus labios tornaron a su posición inicial antes de unirse para formar una fina y tensa línea rosada.

—Supongo que no tengo que recordarte que tengo tus huellas.

—Ya estoy acusado de asesinato. Llegas algo tarde —respondí con una sonrisa pacificadora.

Ya le había devuelto la pulla, así que no tenía sentido continuar discutiendo. El tiempo corría en nuestra contra y Lexter lo sabía.

—¿Haciendo amigos? —preguntó Zeta acercándose a mí pero sin apartar la vista del grafeno.

—¿Mike ya está dormido? —preguntó Lex.

—Sí. ¿Qué tenemos? —Zeta como siempre fue al grano.

Lex repitió la explicación que me había dado hacía unos segundos y, como era de esperar, mi amigo lo comprendió todo al instante, hecho que el científico aprovechó para lanzarme una mirada tal que no le hizo falta acompañar con palabras.

—¿Y qué hay de ese identificador y la llave maestra?

—Tengo a quién puede clonar un identificador sin quebraderos de cabeza. Esto es lo que haremos: el ingeniero nunca entra solo en los canales, lo acompaña un pequeño grupo de trabajadores y un asesor. Es a este último a quien entrega la llave justo después de accionarla así que no hay manera de hacerse con ella. Pero durante toda la inspección las puertas de las vías de servicio permanecen abiertas por si se produjera una emergencia.

Zeta asintió entendiendo a qué se refería Lexter con aquellas palabras sin embargo al posar los ojos en mí suspiró poniéndolos en blanco por un instante.

—Provocaremos un corte del flujo eléctrico para obligarlos a buscar la avería en cualquiera de los túneles. Naturalmente no será el de Sun Valley —aclaró mirándome—. Cuando el equipo inicie el programa de reparación, el ingeniero deberá usar la llave maestra, así que usando el identificador que os proporcionaremos podréis entrar y salir por la vía de servicio del túnel. Nuestro héroe entrará, abrirá el acceso para los refugiados y los conducirá hasta la salida. Tendréis el tiempo suficiente para actuar. No podéis dormiros en los laureles.

Traté de digerir la información, ordenándola como pude entre la que se arremolinaba en mi cabeza impidiéndome gestionarla oportunamente.

—Vale —acerté a decir finalmente—, ¿pero las salidas de esas vías de emergencia no están vigiladas?

—Lo están, por personal de la Corporación.

—Entonces, ¿cómo nos las arreglaremos para entrar y salir sin que nos vean?

—¡Chico! —exclamó Sasha apareciendo de pronto por detrás de Lexter—. ¡Usa la imaginación! Os avisaremos hoy mismo acerca del día y la hora en que lo haremos—añadió antes de cortar la comunicación.

Tardé un segundo en reaccionar a la pantalla negra mientras Zeta se desternillaba a mi costa.

—Amigo —logró decir después de recuperar el aliento—, necesitas descansar, estás muy espeso.

Me palmeó la espalda un par de veces y se marchó de nuevo junto al durmiente Mike.

La percepción del tiempo según lo que vaya a suceder al terminar la cuenta atrás es totalmente opuesta a las ganas de que ocurra. Cuando esperas algo positivo el tiempo se te antoja lento y tedioso. En cambio si lo que debe ocurrir es desagradable, los minutos pasan volando, a velocidad de vértigo, como flechas que si no tienes el atino de esquivar te precipitarán al final antes de lo previsto.

No es que no tuviera ganas de sacar a los de Sun Valley de aquella situación, aunque tampoco es que nuestro refugio fuera a mejorarla demasiado. Además, contaba el premio de la valiosa información que podrían traer consigo. Pero todo aquel asunto del rescate sacaba lo peor de mí.

Nunca he llevado demasiado bien dejar a los demás que manejen las riendas de mi vida, ni mi madre se atreve con semejante hazaña, así que dejar que Lexter y Sasha coordinaran todo el tinglado de la evasión me ponía muy nervioso. Porque siendo sincero y consecuente, a excepción de Mark, Zeta y yo mismo, nadie más estaba capacitado para ser el héroe que mencionara Lex durante nuestra conversación. Sasha jamás permitiría que Zeta asumiera tal riesgo siendo responsable de la seguridad de su hermano y Mark no poseía un medio de transporte para llegar hasta la vía de servicio en cuestión.

Con las mismas anuncié que yo me haría cargo de la hazaña, exponiendo claramente los motivos durante la reunión que mantuvimos para explicar el procedimiento a seguir a todos los presentes. La mayoría de los compañeros asintieron, quise creer que por apoyarme más que porque pensaran que sería una buena forma de retribución por el aumento de peligro en nuestra situación gracias a la orden de búsqueda por asesinato que pendía sobre mí. Lo hice sin dejar de mirar a Noa y también sin dejar de notar la reprobación en sus ojos, pero prometiéndole con los míos que todo saldría bien, aun cuando ni yo mismo estaba seguro de ello.

—Nosotros nos encargaremos de la recepción—anunció Mark, incluyendo a Lorean en sus palabras.

—No —se opuso Zeta—, demasiados llamaríamos la atención, y necesitamos que el medio de transporte esté libre para que lo ocupen los refugiados de Sun Valley.

—Pero podemos imitarlos, pasar desapercibidos…—añadió Noa.

—Yo puedo enseñaros cómo lograrlo —ofreció Marla.

—El lugar se encuentra a medio camino entre Sun Valley, la ciudad y la planta solar. No tengo que decir que la chatarra de Henry tiene un número limitado de plazas.

Dejé a los demás con los pormenores del rescate y encaminé los pasos hasta el exterior, en busca de Will, para que pudiera informarles mediante las ondas de la decisión tomada y que en pocos minutos les pasaría la información sobre cuando y donde se realizaría la recogida.

Una vez transmitió el mensaje y obtuvo la confirmación de que lo habían recibido correctamente logré convencerlo para que entrara en el refugio y buscara el calor de las mantas, algo antes de lo que acostumbraba a retirarse. Henry prefirió quedarse con algo que sonó más a excusa que a problema real. La verdad es que tampoco le prestamos demasiada atención pues se había pasado el día entero farfullando palabrotas y pensamientos a media voz, pero no compartió con nadie su inquietud por lo que hasta Zeta lo achacó al particular desorden que reinaba en su cabeza.

Dentro la gran mayoría ya descansaba. Apenas quedaban dos o tres rezagados que terminaban de estirar el jergón para unirse a los demás. Busqué a Noa con la mirada y la encontré, como la noche anterior, esperando a que me uniera a ella en el sueño. Aunque solo ese detalle, el que estuviera esperándome, para mí ya lo era. Uno maravilloso por cierto.

—Convertirás en costumbre lo de encontrarte en mi lugar de descanso, pero no temas —dije guiñándole un ojo—, conseguiré que termine siendo un vicio.

Casi caigo de rodillas para dar las gracias al cielo por el regalo que me había sido concedido cuando recompensó mi chiste con una sonrisa dulce al tiempo que alzaba la manta por un lado, invitándome a tumbarme a su lado.

—Si además me ofreces tus labios para un beso de buenas noches creo que ya podré entregarme a los EBOP para que hagan de mi lo que quieran. Mi vida ya habrá tenido un sentido —murmuré junto a su oído, aspirando el aroma de su cabello.

—Iré contigo.

—Ni lo sueñes —respondí, sabiéndome perdedor en la discusión que tendría lugar al día siguiente.

La abracé y cerré los ojos, queriendo nuevamente que nada, ni nadie, la arrancara de mi lado. Dejé que traspasara mis sentidos y penetrara en mi alma, para atesorarlo junto con los demás en los que solo nosotros éramos los protagonistas, pues sabía que tarde o temprano esos recuerdos serían lo único que me infundirían el valor suficiente para seguir adelante.

Hasta el último aliento.

 

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