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Capítulo 25

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Capítulo 25

 

Suspiré aliviado cuando la hallé bajo las ramas que usamos para ocultarla el fatídico día en que intentamos rescatar a los refugiados de Sun Valley. Tardé un buen rato en ponerla de nuevo en marcha, después de que Mark emprendiera el regreso con la promesa de que se marcharían del refugio lo antes posible. No teníamos la seguridad de que las cosas salieran bien y estuvo de acuerdo conmigo en que era mejor curarse en salud. Lorean y él ya lo habían estado hablando.

Estar tantos días abandonada y prácticamente a la intemperie había causado algunos daños en el sistema eléctrico. Pero logré arreglármelas con las pocas herramientas que guardaba en el pequeño maletero.

Una vez en camino, cavilé acerca de si había hecho bien en no hablarle a Mark sobre mi destino. No se puede decir que no intentara sonsacármelo, pero me encontraba convencido de que era mejor así pues comenzaba a barajar la idea de no volver. ¿Para qué? Todas mis acciones, las medidas tomadas, me llevaban por un camino sin retorno. Uno que se adentraba cada vez más en el espeso y pegajoso lodo de la culpabilidad. Error tras error, los había ido pagando, con costes cada vez más altos, tanto que lo único que me quedaba por ofrecer en el próximo era mi propia vida, pues todo lo demás ya estaba perdido.

Llegué al laboratorio con el ocaso, cuando los últimos rayos de sol arañaban el cielo, arrancándole tonos que iban del naranja al rojo. No me molesté en dejar mi montura en lugar seguro. Era imposible que su pérdida me provocara más dolor del que ya sentía.

—¿Qué haces tú aquí? —esa fue la bienvenida de Sasha desde aquella pantalla que únicamente mostraba sus raros ojos felinos.

—¿Ese es el nuevo santo y seña? —respondí con ironía.

Afortunadamente la mujer no se lo tomó a mal y me abrió.

Como siempre me sucedía tuve que parpadear varias veces para acostumbrar las pupilas al exceso de luz blanca. Cuando lo conseguí, mis ojos volaron sin control hasta la camilla, ya desocupada, donde Marla murió. Me pregunté tontamente cómo se habría deshecho del cadáver y tuve la precaución de no mencionarlo, aunque me asaltó la certeza de que el EBO de Manfred, que parecía haber sido acogido por aquella extraña pareja, no pasó por alto mi desliz visual.

—¿Zeta no te acompaña?

—No. He quedado aquí con alguien.

—¿Aquí? —se quejó Sasha.

—¿Se te ocurre un lugar más seguro en estos días?

Sasha no respondió, se limitó a encogerse de hombros y regresar frente a sus grafenos. Lexter no se inmutó cuando caminé hasta el fondo del laboratorio, prefiriendo la compañía del EBO, al menos a él podría mandarlo a callar sin remordimientos de conciencia.

Observé a ambos desde aquel lugar, como en otras ocasiones. Parecían totalmente concentrados en lo que fuera que estuviesen haciendo pero pude descubrir por pequeños detalles que no era así.

—Están preocupados por Zeta y su hermano.

—No conozco a nadie que sepa cuidarse mejor que él.

—Deduzco entonces que estás aquí por otro motivo que nada tiene que ver con él. ¿La joven Spencer quizá?

Lo fulminé con la mirada, advirtiéndole que no siguiese por ahí.

—Tus constantes vitales dicen que así es. Lo entiendo además de hermosa es buena persona. Si fuera humano...

—Pero no lo eres —lo interrumpí irguiéndome para elevar un puño amenazante—, así que no se te ocurra ni siquiera sugerir que…

Mantuvimos la mirada, pero luchar contra un semblante que no trasmitía nada me pareció absurdo al cabo de pocos segundos y volví a reposar la espalda en la pared.

—Sois curiosos —dijo después—. Los hombres —se explicó—. Tantos años sobre la tierra y solo habéis evolucionado físicamente. Después de siglos aún os dejáis llevar por los instintos más primarios. El deseo, los celos, la ira… No te lo tomes como un insulto —añadió al ver que volvía a tensarme—, es solo una apreciación.

—Guárdatelas para quien quiera escucharlas —respondí al ver en la pantalla que Sean se disponía a solicitar la entrada.

Dejé al metomentodo en el mismo lugar donde lo encontré y volví junto a los grafenos de Sasha, quien miraba la imagen del ricachón vistiendo la bata blanca con el emblema de Technology Corporation con una expresión entre sorprendida y enfadada.

—Es Sean —aclaré.

—Aún no nos has explicado el motivo de esta reunión —dijo Lexter avanzando hacia nosotros.

—Ábrele y lo sabrás.

—¡Esta es nuestra casa, Jared! ¡Nosotros decidimos a quién le abrimos la puerta! —respondió—. Te permitimos entrar porque eres amigo de Zacarias y sé que haces lo que está en tu mano por ayudar, pero no podemos dejar que esto se convierta en la segunda residencia de gente de la Corporación.

—Me gusta tan poco como a ti, créeme, pero tal como están las cosas es el único que puede pasearse por la ciudad sin levantar sospechas.

—¿Qué sabe? —preguntó Sasha con intenciones conciliadoras.

—Todo. Muy a mi pesar ha estado ayudándonos desde el principio.

—¿Y qué saca él de esto?

—Está… enamorado de Noa —confesé no sin acritud—. El lugar donde nos refugiamos es de su propiedad. Si quisiera entregarnos ya lo habría hecho.

La pareja se miró por espacio de unos segundos hasta que Sasha procedió a dejarle pasar. Lexter retrocedió unos pasos, girándose para ocultar el enfado que bullía en sus venas.

—Llegar aquí con esa bata no ha sido la mejor idea que has tenido —recriminé en susurros.

—Era la bata o terminar insertado —se explicó mientras no le pasaban inadvertidas las miradas desconfiadas de Sasha y Lex.

—Quítatela, aquí ya no te hace falta —mascullé.

Procedió a seguir mi recomendación lo más rápido posible y desechó la idea de colgarla sobre el respaldo de una de las sillas cuando llegó hasta nosotros un rugido procedente de la garganta de Lexter.

—Lo siento —se disculpó—, pero no he tenido alternativa. Los vacunados son inmediatamente insertados —informó poniendo sobre la mesa nuestra peor pesadilla.

—Han tenido la misma idea que nosotros. Transmiten la segunda fase mediante las ondas —expliqué—. Zeta y yo nos hemos dado cuenta hace unas horas, cuando Henry ha hablado sobre esa señal, decía que era un galimatías de órdenes sin sentido. Esperábamos que la cura funcionase.

—Pues algo no funciona bien —rebatió Sean.

—¡Imposible! —exclamó la pareja al mismo tiempo.

—¿Estás seguro?

—Desde luego, lo he visto con mis propios ojos.

—La programación de la cura es perfecta —aseguró Sasha.

—¿Podría verla? —solicitó.

—¡No! —Lexter no ocultaba la repulsión que le causaba tener frente a sí a un empleado de la Corporación—. ¿Pretendes venir a darnos clases? Yo creaba maravillas en el Tubo cuando tú aún no sabías limpiarte el culo sin ayuda.

Observé a los tres sin saber qué decir o cómo intervenir. Mis conocimientos sobre aquella tecnología eran tan sumamente reducidos que me sentí completamente inútil, así que recurrí a la que siempre me había parecido que tenía más sentido común de todos nosotros: Sasha. Pronuncié un silencioso «por favor», para que mediara en aquella batalla de miradas afiladas.

—Lex —Sasha lo tomó por el brazo y le acarició el rostro pero no consiguió borrar el odio que rezumaba de sus pupilas—, deja que lo haga. No tenemos nada que perder y la seguridad de Zacarias y Mike está en juego. Por ellos podemos tragarnos nuestro orgullo, ¿no crees?

Lexter no respondió, se limitó a darnos la espalda y continuar su camino hacia el fondo de la estancia para desaparecer tras una puerta que me había pasado desapercibida.

Sasha condujo a Sean hasta un grafeno donde le mostró el trabajo que habían realizado y éste estuvo estudiándolo durante largo rato.

—No veo fallas. Tiene razón. Es un trabajo perfecto.

—¿Entonces cómo es que no provoca el efecto para el que fue creado?

—Aquí tengo la edición de Henry, no entiendo nada de esto pero Will asegura que es correcto.

—Mal que me pese, no hay nadie mejor que Henry en eso —aseguró Sasha, dejándose caer sobre una silla con gesto derrotista.

El silencio se adueñó del laboratorio por espacio de varios minutos.

—Potencia —resolvió el EBO desde su lugar junto a la pared.

—¿Qué?

—Es lo único que tienen ellos y que a nosotros nos falta. Potencia de emisión. La cura no puede llegar hasta los afectados porque la frecuencia de la Corporación es mucho más intensa y la obstaculiza.

Al parecer Sean no había reparado en la presencia del EBO, o quizá sí y pensó que estaba desconectado, en cualquier caso se acercó a él para observarlo detenidamente.

—¿Nos hemos visto antes? —preguntó.

—En efecto. Hasta no hace mucho prestaba mis servicios en “El local”.

—Tú eres el EBO del que me habló Noa.

—Es un verdadero placer que la joven Spencer le tenga a uno en tan gran estima —dijo el robot sin ocultar cierta complacencia.

—Un EBO que habla sobre sentimientos. Absolutamente magnífico —balbució Sean observándolo con admiración.

—No tenía bastante con el espantapájaros que ahora también tengo que soportar al hombre de hojalata… —murmuré antes de darme cuenta de que eso me dejaba a mí con el papel del león cobarde.

Carraspeé y pensé en añadir algo para devolver a todos el sentido común—: Si el EBO está en lo cierto, todo esto se resolverá buscando una emisora de más alcance, ¿no es así?

—El problema es encontrarla.

—La única que puede emitir con esa potencia es la que usa la Corporación. He revisado por satélite cada una de las existentes en la ciudad —informó el biorobot.

—¿Y si emitimos desde varios puntos usando otras de menos alcance pero bien situadas? —propuso Sean.

—No es mala idea pero puedes apostar a que todas estarán vigiladas —rebatió Sasha.

—Además saben que contamos con la ayuda de Henry. Él mismo ha reconocido rastros de su trabajo en la que ellos usan. Por no hablar de que no tenemos el tiempo suficiente para coordinar algo así —añadí.

Permanecimos en silencio durante largo rato, buscando posibles soluciones que nosotros mismos descartábamos sin llegar a plantearlas al resto y, con cada rechazo, perdíamos parte de esperanza. El mutismo duró tanto tiempo que incluso Lexter regresó de su autoimpuesto exilio.

Intercambió algunas palabras con Sasha, imaginé que para ponerse al tanto de lo que ocurría.

—¿Hasta dónde estáis dispuestos a llegar? —quiso saber.

Su pregunta nos puso a todos en guardia e incluso, y a pesar de aquellas horrendas monturas metálicas que siempre llevaba sobre los ojos, en sus rasgos percibí la determinación. Emoción que logró abrirse paso a través de nuestro desánimo.

—Hasta el infierno si hace falta —afirmé.

—Perfecto porque ahí es donde voy a enviarte. A la mismísima caverna de Lucifer.

Miré como el EBO caminaba junto a mí con los ojos fijos en nuestro objetivo. Si Noa hubiera podido verme en ese momento, o saber sobre mis pensamientos, creo que habría reído igual que yo lo hacía internamente.

En otras ocasiones he alabado la inventiva de Sasha y Lexter, pero aquel plan, elaborado con poco tiempo y menos recursos, era sencillamente genial. Toda una navaja de Ockham que pendía sobre el cuello de la Corporación.

Palpé la máscara sacada del Sean original gracias al gel milagroso de Lexter, el mismo que usara tiempo atrás para robarme las huellas digitales. Sonreí al recordarlo. Pasearme por las inmediaciones de Technology Corp., ataviado con la bata blanca y el rostro de uno de sus ingenieros era el primer paso de toda una serie de acciones que nos llevarían a ganar, no una batalla: la mismísima guerra.

—Compruebo que estás de buen humor, a pesar de llevar la cara de quién te exaspera solo con su presencia —apreció el EBO—. Ni siquiera un complejo cálculo de probabilidades arrojaría un resultado semejante.

—Cállate —respondí.

—Bien, lo haré. Pero creo conveniente advertir que debemos ralentizar el avance para darle al verdadero Sean el tiempo suficiente.

Eran las primeras horas de la mañana. El sol aún no había asomado, aunque no tardaría. Eché un disimulado vistazo hacia la entrada practicada en el murete que rodeaba todo el complejo y me apoyé en la pared de un edificio cercano, cruzándome de brazos para contemplar la escena.

—¿No te preocupa que lo descubran antes de tiempo?

Sean había propuesto hacerlo en ese momento, con la aprobación del resto, para coincidir con el cambio de turno de los trabajadores. Los guardias estarían más concentrados en los controles y tardarían un poco más en dar la alarma.

—He hecho algunos cambios en la motocicleta —expliqué encogiéndome de hombros—. Si no hace ninguna tontería, todo irá bien. Además, mira a tu alrededor, media ciudad está insertada. No tenemos nada que perder por intentarlo.

A decir verdad los únicos que parecían estar aún en sus cabales eran los que hacían cola para la supuesta vacunación, el resto los miraban sin expresión alguna mientras continuaban caminando hacia donde les ordenaba ARNA. Fue entonces cuando me asaltó una pregunta interesante cuya respuesta quizá fuera la explicación de porqué Sean se había prestado a semejante locura: ¿Cuánto tardaría la Corporación en requerir la inserción de sus empleados? La cuestión me hizo observar con más detenimiento a los encargados de aquellos puestos ambulantes sanitarios. Los practicantes trabajaban rápida y metódicamente sin apenas intercambiar una palabra entre ellos. Al parecer ya habían comenzado...

 

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