Nina

Nina


LIBRO SEGUNDO » 4

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De la camarera Carla y de su hija Mimí, no le dije nada a Nina Brummer, porque no era importante. Descontado esto, se lo conté todo, la tarde de aquel 27 de agosto, mientras estaba sentado enfrente de ella en el restaurante del campo de aviación, todo lo que acabo de describir.

Mientras hablaba, se hizo completamente de noche. La tormenta se convirtió en huracán. Delante de la torre de control vi cómo bailaban las lámparas. Parecía un ballet. Mientras yo hablaba, dos aviones aterrizaron y otro tomó el vuelo. Siete personas y un niño estaban ahora sentados en el restaurante.

—...de esta manera —acabé mi relación— llegó el billete a mi poder. Así supe que podía esperarla aquí esta tarde.

Ella me contempló sin moverse. Su rostro estaba pálido y semejaba una máscara. Los ojos relucían febriles. Sólo sus ojos poseían vida.

—¿Me cree usted ahora?

—No —dijo Nina Brummer—. No puedo creerlo. No puede ser verdad. Sería demasiado terrible.

—Vámonos.

—Debo quedarme.

—¿Cuánto tiempo todavía?

—Hasta que el avión salga.

Eran las 19’25.

—Cree usted, pues, es imposible...

—Me esperaré.

—La llamarán... A los dos..., su nombre y el de usted...

—Esperaré.

—Es posible que haya amigos de usted aquí..., conocidos de su marido...

De los ojos de Nina Brummer se escapaban las lágrimas.

—¡Usted no me comprende! Pero es igual. Me quedo aquí. Esperaré.

—¡Camarero! —exclamé nervioso.

Se acercó.

—¿El señor desea?

—Whisky —le dije—. Un doble. Tráigalo de prisa.

Súbitamente me di cuenta de que mis manos temblaban. Qué raro, pensé, se trata del destino de Nina Brummer, no del mío.

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