Mafia

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Primera parte » 6

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Cristianno

Tengo a Kathia, describía el mensaje que me había enviado Enrico. Y la enloquecedora reacción en mi cuerpo que le siguió al momento me devolvió la respiración de una manera bastante dolorosa.

Cuando llegué a Ciampino (custodiado por dos guardias que mi hermano postizo me había asignado porque no se fiaba de mí), lo primero que necesité fue gritar y romper algo con mis propias manos. Una sensación que se incrementó al verme encerrado en el jet privado.

Pero Enrico no era quien era por ser conciliador ni un buen chico. Que él fuera el protector de Kathia debía darme calma y seguridad. No le pasaría nada si estaba con él.

01:53 a.m.

Debía llamar a Mauro y avisar de que todo había salido bien. Compartir esa ansiosa y desconocida alegría con él. Pero una vez más, no cogió el teléfono y eso me fastidió bastante. Le necesitaba, Mauro debería haber sabido que era completamente adicto a él.

Apagué el cigarrillo y le di un último trago a la copa de brandy que me había servido volviendo a mirar por la ventanilla. Esa maldita oscuridad que rodeaba el aeródromo todavía no se veía interrumpida por ningún faro de luz.

Tragué saliva al tiempo en que el piloto salía de la cabina.

—Señor Gabbana —me llamó, captando toda mi atención—. La torre de control nos da permiso para despegar en 15 minutos.

—Gracias por la información, Sordi. —El piloto asintió con la cabeza, pero no vi su regreso a la cabina porque volvía a estar pendiente de la visión que me regalaba la ventanilla.

Y dos faros alumbraron el camino. Contuve el aliento. Después de haber sufrido demasiados reveses en las últimas semanas. Sentir la certeza de que, aunque solo fuera por esa noche, habíamos vencido, casi me asustaba. Me iría de Roma, pero Kathia vendría conmigo. Y eso me produjo una euforia casi corrosiva.

—Señor Gabbana… —La voz de la azafata me sobresaltó. Me topé con una modesta sonrisa al mirarla.

Asentí con la cabeza un tanto incrédulo. Siendo honesto no me lo creía. Lo que me llevó a pensar en lo emocional que me había vuelto desde que Kathia entró en mi vida.

—¿Ahora si puedo salir? —Fui un poco brusco y la azafata hizo una mueca.

Me levanté ignorando las quejas de mis músculos y me encaminé a la puerta del jet notándome engarrotado. Ya estaba abierta, solo tuve que asomarme y lo hice apoyando los brazos en el marco. Temí no ser capaz de permanecer en pie.

Enrico fue el primero en bajar del coche y lo hizo sonriendo por algo que le había dicho Thiago. Lo supe en cuanto descubrí que su segundo también reía.

Verles tan tranquilos me produjo un estado casi narcótico. De pronto me sentía agotado, tenía una fuerte necesidad de dormir. Lo había logrado, estaban allí y Kathia con ellos. Tanto sosiego me aturdió.

Comencé a bajar las escaleras con lentitud, calculando muy bien los pasos. No quería terminar resbalando y dándome de morros contra el asfalto. Joder, eso habría sido demasiado ridículo. Así que me moví, como si estuviera aprendiendo a caminar de nuevo, consciente de las miraditas jocosas de mis compañeros.

—¿Os han seguido? —Tontamente, fue lo primero que pregunté cuando puse un pie en el suelo.

Enrico alzó las cejas y Thiago abrió la boca en una mueca que de no haber estado tan desconcertado me habría hecho reír.

—¿Por quién nos tomas, Gabbana? —Dijo incrédulo y yo negué con la mano a modo de disculpa. Sí, desde luego había sido una gilipollez.

Me acerqué al coche. Desde fuera no podía ver a Kathia por culpa de los cristales tintados y, aunque sabía que estaba allí dentro, noté un ramalazo de miedo que Enrico enseguida descifró.

—Se ha quedado dormida nada más salir del hotel —aclaró en voz baja.

Y yo acaricié la ventana con la punta de mis dedos y cerré los ojos.

—¿Le ha hecho daño? —Quise saber sin poder evitar imaginar el temor por el que Kathia había pasado al estar a solas con Valentino.

—No… —suspiró Enrico—. Hemos llegado a tiempo. Y el estupefaciente había hecho efecto.

—¿Qué crees que pensará cuando despierte? —Un susurro que terminó ardiendo en mi garganta.

Busqué la mirada de Enrico y supe que me habría respondido con una ironía si no se hubiera tratado de un momento como aquel.

—A estas alturas, hacer esa pregunta es algo innecesario.

Resoplé una sonrisa.

—Gracias por ser tan delicado. —Esa vez el irónico fui yo.

Abrí la puerta y me topé con el rostro tranquilo de Kathia. Dormía profundamente con los labios entreabiertos y su largo cabello amontonándose en los hombros.

Tragué saliva mientras agachaba la cabeza. Tanto tiempo deseando ese momento… Y había llegado… Había llegado.

—Esta es la primera vez que la tengo a mi alcance y no temo que nos peguen un tiro en la cabeza. —Mi voz trepidó dándole un énfasis mucho más intenso al contexto de mis palabras.

Ambos éramos conscientes de mi estado, pero escuchar mi confesión nos sorprendió por igual. Colocó una mano sobre mi hombro y se acercó a mí.

—Bueno, si dejas de portarte como un hombre, nada te librará de recibir ese tiro. —Se esforzó en bromear, pero era evidente que algo en su interior no terminaba de permitírselo. Enrico me ocultaba algo. Desvió su mirada hacia el asfalto y frunció los labios con disimulo, gesto que me indicó que, lo que diría a continuación, no iba a gustarme—. Tenéis que subir a ese avión…

Entrecerré los ojos. Era lo suficientemente inteligente como para intuir el contexto real que aquellas palabras. De hecho ya había barruntado esa posibilidad, pero no quise creer que pudiera darse.

—¿«Tenéis»? —Torcí el gesto para encontrar su mirada y así instarle a que me respondiera algo que en el fondo ya sabía. Pero no habló—…Enrico —le exigí.

—¿Sabes cuál es una de las cosas que más me gustan de ti? —Sus ojos destellaron al mirarme y contuvieron mi irritación contra todo pronóstico. No había persona en la faz de la tierra que pudiera oponerse—. Que siempre has sabido comprender a las personas sin necesidad de hablar. Solo con una mirada ya destripas sus pensamientos.

Apreté los dientes y me acerqué un poco más a él.

—No juegues conmigo, Materazzi.

—No lo hago. —Incisivo y elegante, como un cuchillo recién afilado—. Sube a ese avión. Ahora.

El enfado me atizó en la espalda y se concentró en mi cabeza. Miré de reojo a Thiago. Él procuraba mantenerse al margen, lo que me indicó que estaba al tanto de las decisiones de su jefe. Seguramente él había sido el único en saberlo. Y lo entendía. Joder, si lo hacía. Pero…

—¿Cuándo planeaste esto? —Protesté—. ¿Cuándo pensabas decirme que no vendrías con nosotros?

—Si te hubiera informado antes, no me habrías dejado actuar con libertad.

Por supuesto que no.

—Eres un cabrón… —gruñí.

Enrico se mordió el labio, se pellizcó el entrecejo y miró al cielo. Aunque no tan bien como él, era cierto que yo sabía leer a las personas, por eso no me costó descifrar lo que estaba pensando en ese momento.

—Si me voy…

—Cállate —le interrumpí—. Ni se te ocurra decirlo.

—Porque sabes que pasaría, Cristianno.

—Maldita sea, claro que lo sé —jadeé.

Le matarían. Si Enrico dejaba Roma al mismo tiempo que Kathia no podría justificar su desaparición y le juzgarían como traidor de inmediato. Aunque hubiera estado fuera un par de días.

Pero eso ya lo habíamos hablado y no parecía importarle porque confiábamos en nuestras posibilidades. Jamás quisimos una batalla campal, la idea era un derramamiento de sangre lento y silencioso.

Aun así, imaginar que Enrico podía morir en tal posición, me mareaba. Comprendió el análisis que estaba haciendo mi mente y lo detuvo colocando sus manos en mis hombros. Los aferró con fuerza antes de capturar mi cuello de un modo fraternal y obligarme a mirarle.

—Eres tú quien lo planeó todo —murmuró—. Dominas el procedimiento perfectamente. No me necesitas.

Qué estúpido era si así lo pensaba.

—Yo siempre te necesitaré, incluso cuando creas lo contrario —sentencié.

—Y sabes que es recíproco. Pero ahora mismo hay alguien a quien necesitas más. —Señaló a Kathia con una ojeada rápida. Ella continuaba durmiendo ajena a todo lo que me estaba diciendo su hermano. El muy cruel supo donde darme para que cediera—. Concéntrate en ese objetivo, ¿de acuerdo?

—¿Qué le diré cuando despierte? Querrá verte, querrá tenerte al lado en ese momento. Eres consciente de ello, joder.

—Te tendrá a ti. Eso ya es suficiente. Lárgate, vamos —me empujó.

Me quedé inmóvil durante unos minutos, observando a Kathia sin saber muy bien qué hacer. Bueno, realmente si lo sabía, pero no estaba del todo conforme. Quería que Enrico subiera a ese avión conmigo y con ella. Quería que estuviera presente en el momento más importante de mi vida. Sin embargo, fue más frío que yo al pensar que mantener una vida era mucho más trascendental que experimentar una situación.

Sarah iba a enfadarse muchísimo.

Volví a tragar saliva y me metí en el coche. Mi intención era coger a Kathia entre mis brazos y subirla al avión. No estaba previsto que me entretuviera con su belleza. Pero observarla sin barreras me embrujó y no pude evitar acariciarla. Lo hice suave, deslizando mis dedos por su mejilla. Kathia suspiró temblorosa y giró la cabeza en mi dirección. Todavía dormía, pero algo de ella me sintió a su lado.

—Cristianno… —jadeó entre sueños y yo me mordí el labio, loco por su boca.

Me incliné lentamente y la besé mientras envolvía su cuerpo con mis manos.

—Te haré libre, mi amor —siseé antes de cogerla en brazos y sacarla del coche.

Miré una vez más a Enrico y después a Thiago. Este último comprendió mi petición tácita y asintió con la cabeza. Él protegería a mi hermano postizo por encima de cualquier cosa, incluso de su vida. Podía irme tranquilo.

Comencé a caminar.

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