Mafia

Mafia


Segunda parte » 21

Página 30 de 75

21

Cristianno

Fuera lo que fuese que nos deparara nuestra llegada al hotel, no tenía buena pinta. Había conectado el transmisor y pudimos escuchar todo lo que Enrico y sus hombres se estaban diciendo conforme me metía en el distrito de Rioni i Monti, a unas pocas calles de la Piazza della Repubblica.

Se había desatado un tiroteo, que por el sonido atronador, deduje que comenzaba a descontrolarse. Kathia clavaba sus dedos en los muslos y contenía un temblor con cada disparo que sonaba. Cogí una de sus manos y la apreté con fuerza.

—¡Han tomado la salida principal! —gritó alguien, creo que fue Thiago. No estaba seguro. Pero esa vez Kathia no pudo controlarse y se estremeció con violencia.

—Mierda… —jadeó sin aliento y yo apreté el volante y los dientes notando un remolino de adrenalina envenenando mi sangre.

Quizá si Kathia no hubiera estado allí conmigo, lo habría notado de otra manera. De un modo mucho más abierto e intolerable, pero en esa ocasión temía y el miedo no era buen compañero, joder.

Por eso me mentalicé y me dije a mí mismo que debía adaptarme. Que si era tan bueno como realmente era, tenía que demostrarlo en situaciones límite como aquellas.

—No va a morir, Kathia.

—¿Cómo estás tan seguro?

—Porque no voy a dejar que eso pase. —Estaba dispuesto incluso a cambiar mi vida por la de él.

Giré por la Via Luigi Einaudi. Ya veía el hotel y el pequeño tumulto de gente que se había empezado a congregar en la Plaza. La prensa había sido alertada

—¡Diego, a cien metros! ¡Voy a entrar! —Grité—. Ponte el cinturón —le dije a Kathia.

—Te sigo, veinte metros —aseguró mi hermano. Vi su furgoneta reflejada en el retrovisor, acompañada de dos vehículos más y las motos de Alex y Eric—. ¡¿Qué vas a hacer?!

Esquivé a varios coches. Alcancé los más de cien km/h.

—Ahora lo verás. —Casi lo mencioné como si estuviera hablándome a mí mismo. Probablemente por eso Diego no insistió—. ¡Agárrate! —Le advertí a Kathia y después volví a dirigirme al grupo que nos seguía—. ¡Activad audio!

—¡Hecho! —dijo uno de ellos. Ahora podría hablar con mi gente del hotel.

—¡Enrico, despeja a tus hombres de la entrada! —Grité al tiempo en que una oleada de disparos distorsionaba los altavoces—. ¡Entraré, así que estate preparado!

—¡De acuerdo! —Él me había entendido. Se había dado cuenta de lo que quería hacer y de que no había tiempo para persuadirme. No teníamos alternativa si quería sacar a mi hermano de allí, a Giovanna, a todos los hombres que pudiera. Solo teníamos una oportunidad.

—¿Lista? —Kathia contuvo el aliento.

—Por supuesto. —Y lo estaba.

Estrellé el coche contra los ventanales de la entrada de hotel.

Fui como una bomba de cristales.

Kathia

Me estampé con violencia contra el airbag al tiempo en que notaba como un doloroso calor me atravesaba el pecho y recorría las piernas. Hubiera querido poder ver a Cristianno y analizar su estado; de hecho fue lo único en lo que pude pensar mientras nos estrellábamos. Pero aquella masa blanca acolchada no me lo permitió. Hasta que se desinfló de súbito.

Vi a Cristianno con un cuchillo en la mano. Se acercó a mí, introdujo la hoja afilada entre mi pecho y el cinturón y lo rasgó con un movimiento brusco y eficaz. Después me cogió del cuello y me obligó a agacharme tanto que terminé metida en el hueco entre el asiento y la guantera. La carrocería comenzó a vibrar a causa de los disparos, salir del coche era una maldita locura si queríamos evitar terminar como un colador.

—¡Enrico, posición! —gritó Cristianno la luna del coche terminaba de hacerse añicos y caía en forma de lluvia sobre su espalda.

—¡Quince metros a tu derecha! —Respondió mi hermano y tuve la inclinación de mirar hacia el lugar. Pero Cristianno me tenía bien sujeta.

—¡En perspectiva! —Diego y el resto su equipo terminó de incorporarse detrás de nosotros.

—¡Salgo del vehículo! ¡Fuego a discreción! —ordenó Cristianno a voz en grito. Tras eso, la intensa actividad del enemigo se vio repelida por nuestros compañeros. No escatimaron en violencia ni habilidad.

Cristianno saltó fuera del coche y echó a correr disparando a todo el que veía mientras se resguardaba tras los obstáculos que iba encontrándose. Entretanto, capturé mi arma del chaleco y me incorporé un poco inspeccionando el lugar antes de optar por trasladarme a los asientos traseros. No nos habíamos contado nuestras responsabilidades, pero conocía a mi hombre y sabía que esperaba de mí.

Abrí la puerta trasera con cuidado. En cuanto Enrico y Giovanna llegaran saldríamos de allí cagando leches, así que no tendrían tiempo de pararse a abrir puertas y acomodarse.

Un esbirro, que estaba tirado en el suelo, me vio y me apuntó con su arma. Le eliminé antes de que pudiera responder. Y después, tras la nube de polvo que se había originado, pude ver cómo Cristianno caía con Giovanna.

Enrico

Empujé a Giovanna hacia los brazos de Cristianno sabiendo que ambos caerían al suelo. De ese modo tuve tiempo de cargarme a los dos perseguidores de mi hermano postizo.

Cogí a la Carusso de la cinturilla de su pantalón y la insté a caminar agachada mientras Cristianno protegía mi parte descubierta. Iba a ser muy difícil abandonar el hotel, pero ya no lo veía tan imposible como hacía unos minutos.

Hubiera preferido que Kathia y Cristianno no estuvieran allí, pero, de haber estado en su posición, seguramente yo habría hecho lo mismo. Éramos así de intrépidos y leales.

—¡Grupo uno fuera! —Dijo Thiago, lo que significaba que él y varios de nuestros hombre asignados a su equipo ya estaban listos para salir—. ¡Grupo dos fuera! —Añadió Sandro—. ¡Ruta norte! —Ellos saldrían por atrás.

Giovanna resbaló y volvió a caer al suelo justo cuando nos alcanzaba una oleada de tiros. Empujé a Cristianno, viéndome obligado a esconderme a unos metros de ellos, mucho más cerca del coche de lo que esperaba.

—¡Enrico! —gritó Kathia al verme tras disparar a varios tipos. Me estremeció, no esperé que hubiera gestado una valentía tan arrolladora. Se le notaba poco experimentada, pero profundamente decidida—. ¡Tienes que subir!

E iba a hacerlo, pero antes miré a Cristianno. Se había colocado sobre Giovanna y paliaba los disparos como podía. Me acuclillé, cargué el arma e inicié una ofensiva para darle tiempo a que salieran de aquel hueco.

Cristianno se dio cuenta de mis intenciones y comenzó a arrastrarse con Giovanna. No tardaron en llegar hasta mí. Fue entonces cuando salí corriendo, me coloqué ante el volante y arranqué el vehículo. Al principio no creí que fuera a funcionar, pero lo hacía y con bastante energía.

Capturé el brazo de Giovanna y la empujé dentro al tiempo en que Kathia se aferraba a la sisa del chaleco de Cristianno y tiraba de él.

—¡Abandonamos! —grité.

Ir a la siguiente página

Report Page