Mafia

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Tercera parte » 54

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Kathia

Rápidamente se hizo el silencio. Probablemente por eso pude escuchar como el cielo se iluminaba segundos antes de tronar.

Empezaron a caer unas gotas tímidas de agua al tiempo en que me levantaba del suelo y miraba al frente.

Le miraba a él.

Cristianno estaba allí, todavía apuntando a mis espaldas con su arma como si nada de lo que estuviera paseándose por sus venas pudiera influir en él. Aquella visión me hizo creer que, aunque ni remotamente fuera cierto, éramos perfectos invencibles.

Sollocé al mirar sus extraordinarios ojos. Tan solo nos separaban unos cinco metros, pero esa distancia me importó una mierda cuando él bajó el arma y jadeó al mirarme. Había sufrido al sabernos lejos el uno del otro, se había lamentado hasta rayar la histeria. Y sabía lo que era porque lo había sentido. No podía estar sin él, y Cristianno se encargó en silencio de indicarme lo mismo.

Se mordió el labio y después se frotó la cara para eliminar la lluvia que empezaba a caer con un poco más de fuerza. Por un instante quise reír y correr hacia sus brazos aun sabiendo que aquel gesto no significaba nada. Todavía estábamos en medio de aquella guerra, todavía no había terminado. Sin embargo empecé dando un paso y después otro sin saber que aquella era la calma que precedía a la tempestad.

Me detuve como si me hubiera estrellado contra una pared invisible. Había sido incapaz de darme cuenta de que en aquella plaza no estábamos solo nosotros dos. Pero lo que me hirió no fue aquello, sino el modo en que la mirada de Cristianno se apagó. Supo que lo peor estaba por venir.

Valentino había aparecido tras él, capturó su cuello y le clavó el cañón de su pistola en la sien.

Cristianno

Hubiera sido mucho más sencillo vivir aquel momento si no hubiera visto como la mirada de Kathia se desmoronaba. Eso me empujó a creer que habíamos llegado a un punto en que la resignación era absoluta. Pero si alguno de los dos lo hubiera admitido, no habría hecho más que darle voz al puto final que nos esperaba. Y me atormentó. Porque sabía que si moría, no lo haría solo.

—Esta es la noche de los déjà vu —intervino Valentino, jocoso—. Hace un momento estábamos en la misma situación, solo que ahora estamos los tres solos y nos está lloviendo encima. ¡Qué dramático! —Terminó sonriendo ampliamente pero sin dejar de presionar mi cabeza con la pistola.

Apretó un poco más mi cuello con su antebrazo. Valentino no era muy fuerte, pero si más alto y eso le daba ventaja. Además de que su fortaleza estaba intacta y la mía se iba al traste, cada vez más rápido.

Ya no estaba seguro de si soportaría consciente por mucho tiempo. El suelo había comenzado a moverse, me sentía demasiado mareado, y mi visión tampoco era mucho mejor.

—Los tres solos —canturreó—. El triángulo amoroso…

Yo apreté los dientes y Kathia prefirió convertir sus manos en puños. La rabia nos estaba afectando a los dos por igual. En la misma medida.

—Jamás existió tal situación —espetó Kathia mientras guardaba el cuchillo en su espalda con un disimulo escalofriante.

—Kathia, mi amor… —lloriqueó él al tiempo en que yo gruñía, lo que provocó su sonrisa y me indicó que el siguiente comentario iba para mí—. Sigues igual de persistente, no te das por vencido —me dijo.

—Es lo que querrías, pero no lo vas a conseguir —respondí asfixiado. Su maldito brazo me ponía muy difícil el hablar.

Valentino acercó sus labios a mi oreja.

—Vas a luchar hasta el final —susurró mofándose de la bomba que me había inyectado hacía poco más de una hora.

—Hijo de puta…

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