Mafia

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Tercera parte » 56

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Kathia

Cristianno arrolló a Valentino con un empellón que los propulsó a los dos al suelo, a unos metros de mí, antes de empezar a rodar sin control. El impacto que sufrió el cuerpo de Cristianno me produjo una convulsión que no hizo más que intensificarse al ver como el Bianchi tomaba ventaja de la maniobra.

Empezó a asestar golpes. En el rostro, en el pecho, en el vientre, cualquier lugar que tuviera al alcance. Eso me obligó a ponerme en pie y correr hacia ellos. Cristianno evitaba los puños con una cobertura casi perfecta teniendo en cuenta su vulnerabilidad, pero lo que realmente le proporcionó un respiro fue el hecho de que me colgué de las espaldas de Valentino y le clavé los dedos en los ojos.

Vale que aquello, más que un gesto, era una chiquillada, pero la adrenalina, mezclada con la preocupación y el cansancio, no me dio para más. Aun así valió la pena porque Cristianno le dio un puñetazo en la boca. Gesto que me empujó hacia atrás y terminé llevándome Valentino conmigo. Su cuerpo rebotó sobre el mío, pero no sufrí su peso por demasiado tiempo.

Cristianno le cogió por el cuello del jersey y le empujó hacia un lado antes de comenzar a darle patadas. Valentino padecía, la sangre que empezaba a resbalar de su rostro era buena prueba de ello, pero también resistía. Y le produjo tanta rabia saberse a los pies de un Gabbana que terminó atrapando uno de los tobillos de Cristianno. Tiró de él provocando que ahora los dos estuvieran al mismo nivel.

Se revolcaron en el suelo, se pegaron hasta la extenuación. Sangre y sudor, quejidos y resuellos. Y cólera tan poderosa como la lluvia que caía, como el aire frío que respirábamos. Todos aquellos años de mutuo odio, incrementado por los hechos acaecidos en las últimas semanas se veían reflejados en la forma tan brutal que tenían de golpearse.

Pero esa no había sido la idea. Cuando me propuse devolver el golpe de imprevisibilidad a Valentino, pensé que Cristianno respondería de forma sencilla. Quizás cogiendo el arma que Valentino había soltado y disparando a matar. Pero ninguno de los dos contamos con que yo recibiría un guantazo, ni que eso trastornaría a Cristianno una vez más.

<<El arma…>>, susurró mi fuero interno llegando a la misma conclusión que…Valentino.

Se había puesto en pie y un fuerte empujón les había alejado un par de metros el uno del otro. Tiempo más que suficiente para que el Bianchi mirara el arma y descubriera que estaba mucho más cerca de él que de mí.

—¡Kathia! —gritó Cristianno advirtiéndome sin saber que yo ya había empezado a correr hacia la maldita pistola.

Él mientras tanto volvió a lanzarse a Valentino. El puñetazo que este recibió lo hincó de rodillas en el suelo, pero no pareció importarle. Insistía en su objetivo. Quería coger el arma y disparar a matar, pero yo iba a llegar mucho antes. O eso creía.

Cristianno

Valentino se arrastró por el suelo con tanta agilidad que me sorprendió teniendo en cuenta el maldito estado en el que estaba su rostro y cuerpo. No había escatimado, había golpeado con toda la fuerza que tenía mientras yo mismo me atragantaba con mi sangre. Quería matarle con mis propias fuerzas y sabía que podía hacerlo, pero ese era un objetivo que él compartía conmigo.

Dos manos tocaron el arma al mismo tiempo; la de Kathia por encima de la de Valentino. Lo que le proporcionó una ventaja muy desagradable para nosotros.

No lo pensé demasiado. Me lancé a por sus brazos en cuanto vi como empujaba a Kathia con aquella violencia. Ella resbaló por culpa del agua justo cuando nosotros empezamos a forcejear. Él tiraba con resistencia de mí y yo hacia la presión necesaria para mantener sus brazos estirados y evitar así que pudiera disparar.

Pero aquella maniobra de pujanza tan igualada debía deshacerse de alguna manera. Valentino alejó uno de sus brazos y me dio un puñetazo en el vientre. Me contraje obligándome a mantener la postura, y aproveché sus movimientos torpes para arremeter con el pecho. Uno de mis hombros le golpeó en la barbilla e hizo el contrapeso necesario para lanzarme contra él de nuevo al suelo.

El arma se disparó. No, él disparó creyendo que me acobardaría, pero ese gesto solo consiguió que la pistola se le escapara de las manos. Volví a pegarle en la cara. Una y otra vez. Hasta que decidió responder atacando mis costados.

Si hubiera estado completamente sano y en mis plenas facultades, jamás habría pasado por alto un ataque así. Ni tampoco habría terminado bajo su cuerpo. Nos miramos a los ojos cuando capturó mi cuello y comenzó a hacer presión en él.

Miré de reojo el arma. La tenía a mi alcance. Solo tenía que estirar los dedos para cogerla.

Así fue.

Disparé…

…Y la bala atravesó su vientre.

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