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26 Madrid y la fotografía

Solo la imprenta se divulgó con tanta celeridad en Europa. En apenas veinte años había estudios fotográficos en las principales ciudades y pueblos españoles. En Madrid se instalaron el galés Charles Clifford (1820-1863), el francés Laurent (1816-1886) y el danés Christian Franzen (1864-1923), especializado este último en retratos de reyes, aristócratas e importantes. Las fotos que los dos primeros hicieron de Madrid son extraordinarias, sobre todo Clifford (su Vistas de la presa y demás obras del Canal de Isabel II puede considerarse el primer gran fotolibro español): además de un documento inestimable han adquirido ya, gran paradoja, el aura que Walter Benjamin creía que se destruía de toda obra hecha en serie, excepto en los retratos fotográficos de seres queridos lejanos o difuntos cuyo recuerdo tiene valor de culto. «¿Qué es el aura?», se preguntaba, y se respondía: «el entretejerse siempre extraño del espacio y el tiempo; la irrepetible aparición de una lejanía, por cercana que esta pueda hallarse». Hoy lo vemos: el aura ha acabado apareciendo también en los vintages fotográficos.

Tras esos fotógrafos históricos vinieron cien más. De algunos conocemos los nombres y muchos otros son anónimos, dada la condición artesanal que tuvo al principio esa actividad. Todos ellos fueron autores de obras que abarcaron el Madrid monumental, político, teatral, deportivo y taurino, callejero, literario, artístico, industrial, comercial, al igual que aquellos, más modestos, minuteros o fotógrafos ambulantes, que sembraron calles y plazas con sus cámaras y laboratorios. Nadie se privó del arte nuevo de la fotografía, ni siquiera los muertos, que tanto interesaron a Benjamin (la costumbre de retratarlos duró mucho).

Cuando los periódicos y las revistas incorporaron la fotografía a la información escrita le dieron un impulso formidable al invento y los reporteros gráficos acabaron siendo tanto o más influyentes y solicitados que los fotógrafos de estudio. No obstante hubo de pasar mucho tiempo (un siglo) hasta que el trabajo de los fotógrafos, unos y otros, considerados al principio solo artesanos, adquiriera el reconocimiento artístico y social que les correspondía.

Ni Madrid ha sido tan convencionalmente fotogénico como otras ciudades (París, por ejemplo) ni el trabajo de los fotógrafos madrileños ha sobrepasado la circulación local (en parte porque en muchos casos ni ellos se molestaron en reunir sus fotos ni encontraron a quienes quisieran hacerlo). Pero no resulta difícil juntar a unos cuantos excepcionales, desde los citados Clifford, Laurent, Franzen, y Kaulak, a, entrados ya en el XX , Hauser y Menet, Ramón y Cajal, Alfonso Sánchez (padre e hijo), L.F. Guirao, el conde de la Ventosa, Campúa, Díaz Casariego, Cecilio Paniagua, Goñi, Yo, Baldomero, Cartier Bresson, Oorthuys, Moreno, Calvache, Kessel, Marín, Pando, los hermanos Mayo (con fotos del Madrid en guerra magníficas), Díaz Casariego, Santos Yubero, Català-Roca, Juanes, Oronoz (fotógrafo de monumentos y obras de arte), Urech (se le editó un libro con sus mejores fotos del Madrid de la posguerra, un buen documento), Müller, Gyenes, Ontañón, Paco Gómez (publicó en 1961 algunas de sus excelentes fotos en un libro, Madrid , con mucho encanto, con texto de Miguel Mihura, dibujos de J.I. de Cárdenas y grafismo de Cruz Novillo), Cualladó, Masats, Enrique Sáenz de San Pedro (espléndidos sus trabajos sobre la Gran Vía y los arrabales madrileños), o en nuestros días, Peter Witte, Plossu (hay un libro suyo sobre Madrid que iba a haber llevado un prologuillo mío y que quedó en proyecto), Benito Román, Luis Baylón, Javier Campano (su trabajo sobre la ciudad, espléndido, se publicó en 2010), José Manuel Navia (tiene un fotolibro, Un Madrid literario , con texto de Caballero Bonald), Cristina García Rodero, Vicente L. Tofiño, Castro-Prieto (en el confinamiento por coronavirus empezó una magnífica serie de fotos del Madrid nocturno), López Saguar, Alberto García-Alix, Mauricio d’Ors, Miguel Trillo, Koldo Chamorro, Jonás Bel o Rafael Trapiello, sin contar los cientos de fotografías anónimas memorables o de fotógrafos célebres por una sola foto (Manuel Barriopedro: captó a Tejero en las Cortes durante el golpe de Estado de 1981, brindando su pistola en actitud torera, tricornio incluido, a la memoria de Franco).

De la mayor parte de los fotógrafos importantes contamos hoy ya con suficientes trabajos monográficos, aunque casi ninguno de ellos haya reunido sus fotos de Madrid en un solo libro dedicado a la ciudad. Falta un gran libro que reúna las mejores fotografías de la ciudad.

¿Podemos, mirando las fotos de todos ellos, decir cómo ha sido Madrid en el último siglo y medio? Sí: una ciudad con encanto provinciano, averiada sin parecer fea, y luminosa a pesar de la querencia de sus fotógrafos a sacarla sombría. En cuanto a sus gentes: si sus ricos, poderosos y aristócratas parecen satisfechos como en todas partes, en Madrid, como en todas partes también, solo en las clases populares hay desdichados cada cual a su manera. No hay más que verlos en cuantas instantáneas han quedado para la posteridad.

Aquí van algunos de los libros de Madrid en los que la fotografía es parte fundamental, no sin antes recordar que un buen fotolibro ha de contar con una de estas tres condiciones, al menos: un gran texto, buenas fotografías y un formato adecuado. Y que en general Madrid ha sido siempre para la fotografía más escenario que protagonista. Y más en blanco y negro, que en color.

1. Ramón Gómez de la Serna , Toda la historia de la Puerta del Sol (Impr. de Mesón de Paños, 1920). Editado como folletón en papel del periódico La Tribuna , su autor conservó el formato y el papel para la primera edición, que salió sin año ni pie editorial. El tiempo ha convertido en ectoplasmas sus abundantes fotografías, en las que es difícil distinguir nada con detalle. Pero tiene un gran encanto y cumple con creces el primero de los requisitos: un gran texto, tal vez el mejor que se haya escrito sobre la célebre plaza. Entre 1932 y 1933 Gómez de la Serna publicó en el periódico Luz cincuentaitantos artículos bajo el epígrafe Ángulos de Madrid , acompañados de otras tantas fotos en su mayoría de Alfonso, inéditas en libro la mayor parte. Se recogieron en edición de Ricardo Fernández Moreno con ese mismo título, en 2013, pero su admirable editor, Juan Carlos Albert, un ramoniano sin tacha, apenas pudo publicar seis de las maravillosas fotos de Alfonso, porque el Estado, depositario de ese legado, se dedica a hacer negocio con él. Será, cuando se pueda hacer, uno de los grandes fotolibros de Madrid.

341-342. Cubiertas o interiores de los libros aquí citados.

2. Alfonso [Sánchez Portela], Rincones del viejo Madrid . Nocturnos (1951), prólogo de Francisco Casares. Aunque las fotografías son bastante afectadas y pictorialistas y no dan idea ni de su talento ni de su trabajo, tienen el encanto de recordarnos cómo era el Madrid galdosiano y romántico que estaba a punto de desaparecer. Padre e hijo (Alfonso Sánchez García y Alfonso Sánchez Portela, unificados por este en la marca «Alfonso») fueron a un tiempo fotógrafos de estudio y reporteros y son a la fotografía de Madrid lo que Mesonero a la literatura: parte de la historia de la ciudad y de la memoria de todos los madrileños. Suyas son algunas de las improntas fotográficas más indelebles de esta ciudad, recogidas en las abundantes monografías que se han publicado con sus trabajos.

3. Francesc Català-Roca , Madrid (Destino, 1954). Una de las guías más completas y atractivas que se hayan hecho de Madrid, escrita por Juan Antonio Cabezas, un asturiano represaliado por su participación en la guerra en el bando republicano y con las fotografías de un catalán, que hizo el encargo como se hacen los encargos: sin mirar hacia atrás y a la carrera. El resultado es sobresaliente. Cumple las tres condiciones. Algunas de sus numerosísimas fotografías (un posterior catálogo del Museo Reina Sofía, hecho por Juan Manuel Bonet y por mí, dio a conocer otras inéditas de ese tiempo) son hoy documento imprescindible para el conocimiento de la ciudad: al carácter documental exigible en una guía, sumó Català-Roca su interés por la gente y su visión poética. Es tal vez el primer fotolibro en el que aparece un Madrid moderno y neto, junto al castizo. Y el mejor fotolibro que tenga esta ciudad. Tiene únicamente el defecto de cualquier guía: solo aparece en ella el Madrid feliz, característico y sonriente. Puede completarse con el enciclopédico Madrid (1962) de Federico Carlos Sainz de Robles, cuajado igualmente de un gran número de fotografías tanto o más valiosas cuanto que muestran un Madrid nocturno desierto y uno diurno, más romántico que moderno, y más cercano a 1830 que a este 2020.

4. Madrid , Enciclopedia (Espasa-Calpe, 1979-1980). Apareció por fascículos en los quioscos. Más de tres mil páginas dedicadas a Madrid. Incumple las tres condiciones mencionadas: los textos no siempre son excelentes (aunque algunos trabajos lo sean: Federico Sopeña, Antonio Díaz-Cañabate, Antonio Bonet Correa o Miguel Fisac), el gran formato y el espejeante papel cuché hacen ingrata la lectura, y la inmensa mayoría de las fotos (entre cinco y seis mil) son muy malas y están peor reproducidas en colores tan irreales como desajustados. Y sin embargo está llamada a ser una de las obras de referencia del Madrid de la segunda mitad del XX por la cantidad de datos que aporta y por el sabor de todas esas imágenes, obtenidas en un momento crucial de la ciudad: cuando Madrid perdía los últimos vestigios galdosianos y cervantinos.

5. Luis Carandell , Vivir en Madrid ; fotos de Francisco Ontañón (Kairós, Barcelona, 1967). Del texto de Carandell ya hemos hablado. En cuanto a las fotografías son magníficas, de uno de los miembros de la Escuela de Madrid (a la que pertenecieron Paco Gómez, Dolcet, Cualladó o Masats, entre otros, realistas de corte social, o sea más interesados en la pobreza que en el arte, más en la gente que en la ciudad). Vio como pocos los arrabales. El formato recuerda a la mítica colección de fotolibros «Palabra en el tiempo», diseñada por Tusquets y editada en Barcelona, en la que figuran relatos que si bien parecían referirse a Madrid (Corner de Ignacio Aldecoa o Izas, rabizas y colipoterras y Toreo de Salón de Cela), las fotografías que los ilustran son claramente barcelonesas.

6. Ramón Gómez de la Serna , El Rastro ; fotografías de Carlos Saura (Taurus, 1960). El trabajo de este para una reedición de ese libro clásico se hizo en apenas dos o tres domingos, y el resultado fue portentoso: uno de los grandes fotolibros españoles. Si bien en esta edición la fotografías fueron deficientemente reproducidas, contamos con una edición magnífica de 2001 que añadió algunas inéditas, mejores aún que las antiguas. Con el libro del escritor Hormigos y el fotógrafo Eduardo Dea, lo mejor que se haya hecho sobre el Rastro madrileño.

343-349. Cubiertas o interiores de los libros aquí citados.

7. Rafael García Serrano , Madrid noche y día ; fotografías de José Pastor (Ed. Acies, 1955). García Serrano fue una de las «promesas literarias del Régimen», que nunca se fió de él por exaltado. El libro es una mezcla de escenas costumbristas, autobiografía y doctrina. Hoy se lee con gusto, con interés y con gratitud: está lleno de detalles exactos de la época. Las fotos, al final, demasiado pocas (dos o tres de niños, memorables), dan una idea bastante aproximada de lo que era aquel Madrid, y no sólo por lo mal que van reproducidas. Camilo José Cela (Nuevas escenas matritenses ; fotografías de Enrique Palazuelo ; Alfaguara, 1966) hizo lo mismo diez años después, aunque si García Serrano hablaba de Madrid, Cela es una vez más esclavo de su estilo y nos da celadas . Si bien estas estampas literarias son exactamente lo que el franquismo quería y agradecía de su enfant terrible predilecto, las fotografías de ese reportero aficionado (era al parecer un militar) corroboran en este caso el dicho: una imagen vale más que mil palabras.

8. Martín Carrasco , Tarjetas postales ilustradas de Madrid, 1887-1905 (La Librería, 2013). Junto al libro que su autor dedicó a las tarjetas postales españolas, una obra cumbre de la historia de la fotografía. Miles de postales de entre 1887 (la primera postal editada en Madrid, que fue la primera editada en España) y 1905, la edad de oro de las tarjetas postales. Estas recogen lo más característico de la ciudad: tipos, monumentos, calles, plazas, puentes, parques, tipos, personajes, ejército, hospitales, mercados… Si bien la tarjeta postal tiende a ser la manifestación de un instante feliz (no se circulan desgracias ni fealdades), este libro es el andamiaje más completo, desde un punto de vista fotográfico, de la gran novela madrileña.

9. Leandro Lattes , Hasta fin de existencias (Aldeasa, 2003). El pop puso en valor detalles de la ciudad desapercibidos hasta entonces: rótulos, escaparates, azulejos… Desde los años ochenta se publicaron algunos libros que los recogían, con interés más sociológico que fotográfico (destacable la obra en cinco tomos Establecimientos tradicionales madrileños que la Cámara de Comercio publicó en 1982). Por eso este trabajo excepcional, tan fotográfico como sociológico, es especial.

10. Javier Campano , Madrid (La Fábrica, 2010). Como es sabido, hubo al menos dos Movidas : la del «sexo, droga y rocapop» y otra bastante más tranquila. Los integrantes de una y otra coincidían y se cruzaban a menudo, compartiendo sexo, droga y rocapop. De la primera se ocuparon fotógrafos como Alberto García-Alix y Luis Baylón. Campano es el fotógrafo de la otra. Alix y Baylón retrataron los tipos y los pululantes, en sus encrucijadas: los que consiguieron ser personajes del Hola y los que se hicieron migas. Campano se ocupó de la ciudad, sus calles, edificios, ambientes, bares. Los primeros son la novela y la épica dura de la movida . Campano, sutil y elegante, representa la poesía y como ninguno el clasicismo de la modernidad madrileña.

11. Juan Manuel Castro Prieto , En la calle de los Narcisos (Auth’Spirit, 2015), con un texto mío y del que solo se tiraron tres ejemplares. Durante tres años Castro Prieto fotografió el estudio del escultor Julio López Hernández en la madrileña calle de los Narcisos, situado en una de las colonias de «casas baratas». Unos años antes, en tres sesiones, hizo lo propio con la casa que fue de los herederos de los Madrazo, la conocida saga de pintores madrileños del siglo XIX , y este trabajo vio la luz en La seda rota (A21/Comunidad de Madrid, 2006), con texto mío también, fotolibro en el que homenajeamos tipográficamente a los de la mítica colección «Palabra e Imagen» de la editorial Lumen. Ambos trabajos forman parte del ambicioso proyecto sobre la memoria de uno de los fotógrafos más hondos, sobrios y misteriosos de la fotografía española.

12. Rafael Trapiello , Miércoles de Misericordia (Phree, 2019), con prólogo de Elvira Lindo. El Madrid actual y nocturno fotografiado a lo largo de siete años, en un librito pequeño, un puñado de imágenes llenas de misterio y poesía que evocan y actualizan la poética y prodigiosa prosa de Galdós.

13. Chema Conesa . Los madrileños. El álbum de Madrid (Comunidad de Madrid, 2010). Espléndida recopilación de fotografías anónimas e instantáneas hechas a lo largo de ochenta años y reunidas en un libro a partir de los Archivos de la Comunidad de Madrid por el historiador y fotógrafo Chema Conesa, buen conocedor de la materia. El latido humano de la ciudad a través de quienes vivieron en ella en unas imágenes tan elocuentes como la mejor novela.

350-352. Cubiertas de La seda rota y Los madrileños , y fotografía de Rafael Trapiello perteneciente a Miércoles de Misericordia.

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