Lola

Lola


CAPÍTULO 9

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CAPÍTULO 9

Tal y como Lola había vaticinado, así sucedió. Pasó una semana, y otra, y después otra, y lo que Lola siempre sospechó se cumplió al pie de la letra. Mario no la llamaba, no iba a buscarla para tomar una caña y no contaba con ella para una salida de fin de semana. Ella tenía sus fuentes para saber de él, y la más fiable era su amiga Julia. Y fue precisamente por ella que se enteró de algo que le partiría el corazón más de lo que ella llegaría a sospechar: Mario salía con una chica.

Cada uno comenzó a llevar su vida. Lola se centró en el trabajo, en su familia y en sus amigas. Cuando llegaban los fines de semana, añoraba como nadie sus salidas con Mario y la práctica de deportes de riesgo junto a él, ya que en esos momentos no tenía con quién ir.

Durante los meses de junio y julio, Julia se convirtió en inseparable de Lola y muchos días se quedaba a dormir en su casa, pues Samuel se había marchado a Río de Janeiro para cubrir el mundial de fútbol. Era periodista de un renombrado periódico deportivo de Barcelona y viajaba junto a la selección española. Además de Margaret, Lola contaba con la incondicional compañía y complicidad de su hermana Blanca. Se habían convertido en confidentes. Y es que las desgracias unen mucho, y para las dos hermanas eran momentos duros. Otras veces salía con Margaret y un grupo de profesores compañeros suyos. La verdad es que era un grupo muy divertido, y aunque echaba de menos sus salidas con Mario, cuando salía con ellos se divertía bastante.

Lo peor era cuando volvía a casa y una sensación de vacío se instalaba en su corazón. Mientras estaba distraída no se acordaba de Mario, pero cuando volvía a las cuatro paredes de su casa, una sensación de frustración y desesperación, unida a la dolorosa sensación de abandono, la acechaban un día tras otro, y a Lola le costaba mucho manejar esos sentimientos. Por ese motivo evitaba estar sola todo lo que le fuera posible, y la mayoría de las veces lo conseguía, pero ese día no había podido ser.

El día anterior había sufrido un duro golpe. Julia le había dicho que su hermano Mario llevaba casi dos meses con una chica y que se le veía feliz. Lo que Lola no entendió fue cómo se mantuvo de pie sin que sus piernas flaquearan y se desplomara al escucharla. El destino era cruel con ella, jugaba con ella, le daba esperanzas, y al final, de un solo plumazo, todo desaparecía. Sus quizás se convirtieron de golpe en el no más rotundo. Su moral estaba por los suelos.

Por ese motivo, esa noche necesitaba estar sola y desahogarse, porque en todo el día no había podido hacerlo. La pena estaba destrozando su ya maltrecho corazón y quería llorar en soledad, porque ahora sí que había perdido a Mario, y de todas las maneras posibles, como amante y como amigo. Ahora debía pasar por un duelo que empezaba llorando. Más tarde le tocaría rehacerse, pero esa noche quería desahogarse en soledad, sin que nadie le dijera nada como «Es lo mejor que te puede pasar» o «Mejor ahora que más adelante», ni todos esos tópicos que se dicen en esas situaciones con la mejor intención del mundo, la de aligerar un poco el dolor, pero no funcionan porque, en momentos así, nada te consuela. Todo lo que dice la gente a tu alrededor es inútil, pues hasta que uno no pasa por un abandono o por una decepción, no sabe lo que realmente se siente, aprendiendo que nada de lo que te digan te consuela. Sabes que la gente que te quiere te lo dice con la mejor intención, pero no provoca el efecto que desean, y es que en esos momentos no hay consuelo posible para ti.

Jamás había estado Lola tan segura de algo como de la falta de sentimientos de Mario hacia ella. Después de acostarse juntos, hubo momentos en los que sí que llegó a pensar que él sentía algo por ella, que quizás sí que la quería de la forma que ella anhelaba, pero pronto esas esperanzas se fueron desvaneciendo. Y como si de un mazazo se tratara, las palabras de su querida amiga Julia la habían hundido por completo. Las pocas esperanzas que tenía de sentirse correspondida se habían esfumado como la bruma de la mañana al salir el sol.

Momentos después de que Julia le soltara esa bomba habló con Blanca. Su hermana la llamó excitada y apenas pudo entender sus palabras. Quería ir a su casa para contarle todo lo acontecido esa misma tarde, pero Lola había puesto una excusa para evitar que su hermana fuera. La quería mucho, pero ese día necesitaba soledad y poder poner sus sentimientos y su vida en orden.

—Quería que fueras la primera en saberlo. Fabio y Aser me han tendido una trampa. Me llamaron diciéndome que Pablo estaba herido. Cuando llegué al restaurante, era todo falso. Pablo no estaba herido.

—Se veía venir. Pablo llevaba más de un mes rondándote. Tú estabas dolida, pero lo amabas, y era solamente cuestión de tiempo que acabaras perdonándolo.

—Esta noche tenemos una cita. ¡Estoy tan nerviosa…! Parece que es mi primera cita.

—Te lo mereces, mereces ser feliz. Espero que haya aprendido la lección y no vuelva a meter la pata —deseó Lola, esforzándose para disimular su pena.

—Pero tú no te fiabas de él. ¿Por qué has dejado de prevenirme?

—Creo que Lucía y Ana tenían razón cuando te aconsejaban que escucharas a tu corazón, y este lo añora.

—¿Has visto a Mario? —le preguntó con cierto temor.

—No, Blanca. —Suspirando, añadió—: Mario ya ha pasado a la historia. No lo veré en mucho tiempo, si no es que me tropiezo con él por la calle.

—¿Estás bien? —insistió de nuevo, ahora con preocupación. No le gustaba nada ese tono lleno de derrota.

—Sí, no te preocupes. Teniendo claro que no quiere saber nada de mí, es cuestión de tiempo que mi herida cure, nada más.

—¡Me gustaría tanto poder ayudarte…! Me siento una inútil.

—Me ayudas estando a mi lado cuando te necesito.

¡Se alegraba tanto por su hermana…! Pero no podía demostrar nada. Por mucho que se esforzaba, al menos ese día no podía fingir alegría, aunque fuera por ella, cuando su corazón no dejaba de llorar y lamentarse. Así que después de hacer un esfuerzo titánico por mostrarse contenta, colgó el teléfono y se tiró en el sofá para dar rienda suelta por fin a todos sus sentimientos.

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