Lily

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Capítulo 22

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Capítulo Veintidós

Tierra de los Grant, Highlands

Jake Alexander Grant iba a la retaguardia de una fila de caballos que atravesaba la cañada, de regreso a la tierra de los Grant. Su estado de ánimo era melancólico, aunque no estaba seguro de por qué. Como primogénito del famoso jefe de las Highlands, Alexander Grant, tenía un gran futuro por delante, aunque pasaría mucho tiempo antes de que su padre no fuera capaz de liderar.

Viajaba junto a su hermano gemelo, Jamie, y sus primos Loki y Kenzie. Su padre los había enviado a inspeccionar las tierras en busca de señales de bandidos. Los informes les decían que había nuevos ladrones en la zona, pero no habían encontrado nada.

Casi habían llegado a casa cuando algo le llamó la atención. La señal no era clara, pero su instinto le decía que no debía ser ignorada. Ordenó a los últimos hombres de la larga fila que se detuvieran e hizo un gesto a los dos guardias que estaban más cerca para que se adelantaran.

Sin moverse, escuchó, pero no le llegó ningún sonido que acompañara a esa sensación persistente. Lo único que oyó fue a su hermano gemelo gritándole que dejase al grupo seguir cabalgando; quería llegar a tierras de los Grant antes de que las inminentes lluvias los empapasen. Indicó a su hermano que siguiera adelante, sin dejar que nada lo distrajera.

Finalmente, un ruido llegó hasta él desde su izquierda, un leve crujido procedente del bosque, el tipo de rumor sutil que su padre le había enseñado a escuchar. Se apeó del caballo, desenvainó su espada y se dirigió hacia allí.

Unas finas gotas comenzaron a golpear las hojas que aún quedaban en los árboles. El aguacero no tardaría en llegar, pero la intuición le decía que no podía marcharse. Entonces divisó algo oculto en el suelo, cerca de un arbusto. Yacía completamente inmóvil, dudaba de que quienquiera que fuese estuviera vivo. ¡Demonios! Esperaba que no fuera un cadáver. No se llevaba bien con la muerte.

Jake contuvo la respiración mientras se inclinaba para retirar las ramas, pero el espectáculo que apareció delante lo obligó a soltar un grito ahogado. Se arrodilló para verlo más de cerca y dejó escapar un silbido cuando vio un tobillo ennegrecido que sobresalía del montón de material.

Había visto mujeres golpeadas antes, pero esto era mucho peor de cualquier cosa que hubiera visto. Aquella escena lo conmocionó. Sus manos se movieron automáticamente, no necesitaba que le dijeran lo que debía hacer. Apartó la tierra y las hojas de la muchacha y la tomó en sus brazos para alzarla.

Unos mechones de color rojo oscuro, sucios y enmarañados, cayeron sobre su rostro cuando la levantó. No sabía de qué color eran sus ojos debajo de las largas pestañas, pero su piel de porcelana estaba salpicada de pecas sobre la nariz y los delicados pómulos, aunque, por la inflamación que se veía en uno de ellos, era posible que estuviera fracturado. Las largas y pálidas piernas colgaban desde sus brazos, tan cubiertas de sangre que la ropa se le pegaba a ellas.

Le retiró un poco la falda para comprobar el alcance de sus heridas y su reacción fue instantánea. Soltó la tela y se atragantó. Volteó la cabeza hacia un lado porque pensó que estaba a punto de vomitar. ¿Quién podría tratar así a una muchacha? Cuando se recompuso, se dirigió hacia su caballo. Silbó a su hermano para que volviera a ayudarlo. Mientras lo esperaba, lo invadió una necesidad abrumadora de protegerla y la abrazó con fuerza. Prometió encontrar al canalla que le había hecho eso y hacérselo pagar. Su honor como Highlander se lo exigía, era una urgencia tan imperiosa que no le importaba si su clan lo ayudaría o no a enmendar aquel daño. Se encargaría él solo si era necesario.

Acercó un oído a la boca de la mujer y percibió su respiración superficial. Aún estaba viva, pero ¿por cuánto tiempo?

Apoyó su frente sobre la de ella y cerró los ojos antes de susurrarle:

—Te protegeré, muchacha. Tienes mi palabra.

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