Lily

Lily


Capítulo 5

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Capítulo Cinco

Kyle se dirigió a casa de su madre. Como segundo de Torrian dormía en el edificio de los guardias, pero la seguía visitando con frecuencia. En el trayecto se cruzó con Seamus y este lo puso al corriente de las novedades sobre la búsqueda.

—No hemos encontrado nada más que las huellas que vimos el primer día, Kyle. El hombre que persiguió a Lily se ha marchado, probablemente ahuyentado por los guardias que hemos enviado para inspeccionar la zona. Estoy convencido de que se ha ido, al menos por ahora.

—Mantente atento, Seamus.

—Sí, nuestros hombres están allí. No dejaremos que le pase nada a Lily. —Asintió y siguió su camino.

Kyle también asintió, pero no dijo nada. Seamus era uno de los mejores. Él y Mungo habían actuado alternativamente como segundos de Quade y ambos habían aceptado quedarse para ayudar a Kyle en su nuevo rol, confiaba plenamente en ellos. Pero su mente estaba en otra parte, habían pasado dos días desde su reunión en el solar del laird y no podía dejar de sentir que había cometido un grave error.

Irónicamente, aunque hizo lo que creía que debía hacer para mantenerse centrado en su trabajo como segundo de Torrian, estaba más disperso que nunca. Lily, la dulce Lily, era una distracción para él sin importar lo que hiciera. La amaba con todo su corazón y no deseaba vivir su vida sin ella. Desgraciadamente, no podía pensar en ninguna solución.

Su madre seguía viviendo en la misma pequeña cabaña donde él había crecido. Ella la mantenía impecable. La casa estaba ubicada a una distancia considerable de las murallas del castillo y, aunque había otros vecinos en la zona, Kyle hubiera deseado que se encontrara más cerca, ya que ahora su madre estaba sola. Las paredes de piedra se mantenían bien y el techo de paja apenas tenía filtraciones de agua, su padre siempre había sido meticuloso a la hora de velar por el bienestar de su esposa.

Kyle debía seguir haciéndolo.

Por fin llegó a la cabaña. Una parte de él deseaba confesarse con ella, pero no podía soportar la idea de decirle que había rechazado la oferta de su laird para casarse con Lily.

—Kyle, ¿qué sucede? ¿No te sientes bien? —Se amasó las manos en la falda, un gesto habitual en ella.

—No, estoy bien, mamá. —¡Diablos! Estaba muy lejos de sentirse bien. Abatido sería la palabra adecuada. Lo ponía enfermo pensar que acababa de cometer el peor error de su vida—. Mamá, le dije a nuestro laird que, si alguna vez quedaba disponible una cabaña dentro de las murallas, me gustaría que te mudaras a ella.

Su madre frunció el ceño.

—No, Kyle. No quiero mudarme, me gusta estar aquí. —Su mirada recorrió la habitación y repasó todo lo que había hecho para convertirla en un hogar cálido y confortable.

Kyle conocía el tacto de cada suave cojín, de cada cálida manta y el olor de todos sus jabones y de sus panes esmeradamente elaborados.

Era hijo único, de modo que solo él podía ocuparse de su madre.

—Pero, mamá, estarías mucho más segura allí, y te estás haciendo mayor...

—¡Kyle Maule, no insultes así a tu madre! Sé que soy mayor que tú, pero me queda bastante vida. Prefiero vivir los años que me quedan aquí, en mi casa.

Había previsto que se resistiera a mudarse, sobre todo porque la cabaña guardaba los gratos recuerdos de su padre, pero estaba preocupado por su seguridad. En fin, ya le había dicho lo que debía, tal vez ella entrase en razón con el tiempo.

De todos modos, quizá era mejor que no hubiera accedido a mudarse aún. Después de haber rechazado el compromiso con Lily, dudaba que ninguno de sus lairds estuviera dispuesto a otorgarle un favor a cambio de nada. Tendría que seguir trabajando duro y esperar a que quedara disponible alguna cabaña

—Kyle, la amas, ¿no es así?

Las palabras de su madre pronunciadas en un susurro lo tomaron por sorpresa.

—¿¡Qué!?

—A Lily. La amas, siempre lo has hecho.

—¿Cómo lo sabes?

—Las madres sabemos estas cosas. ¿Por qué no pides cortejarla? Nuestra querida Lily ha crecido y se casará pronto, no pierdas tu oportunidad.

—Mamá, debo concentrarme en ser el mejor segundo posible para nuestro laird... y en cuidar bien de ti, como lo hizo papá.

—Kyle, agradezco todo lo que haces por mí, pero soy capaz de ocuparme de casi todo por mí misma, no quiero que postergues un matrimonio porque sientes que tienes que cuidarme. Y me encantaría tener una hija.

Su sonrisa demostraba que hablaba con sinceridad. Habían sido muchos los días de sufrimiento desgarrador tras la pérdida de su padre y se alegraba de ver que por fin se había adaptado a la vida sin él.

—Lo pensaré, mamá, pero no puedo pasar por alto mis responsabilidades. Sabes que mi deseo es enorgullecer a papá.

—Ya lo has hecho. Ser nombrado el segundo del laird habría hecho a tu padre sentirse más orgulloso que ninguna otra cosa.

La indecisión seguía pesando sobre los hombros de Kyle.

—¿No sabes cuánta presión que siento por cumplir correctamente con mi tarea?

Su madre se apresuró a pasarle el brazo por los hombros.

—Sí, es cierto, Kyle. Creo que tienes que concentrarte en ello por ahora. Solo recuerda que eso no significa que no debas casarte jamás.

—Seamus nunca lo hizo, decía que no podría hacer las dos cosas. Tal vez a mí me pase lo mismo.

—No, no lo creo. Yo preferiría verte feliz en tu vida al margen de tus responsabilidades. Piénsalo, por favor.

—Sí, lo haré.

Sabía que era una promesa que cumpliría, porque no podía dejar de pensar en Lily. Había estado cautivado por ella desde el primer momento en que la conoció. Kyle se apartó de su madre y se quedó mirando por la ventana, su mente se abstrajo en un recuerdo muy lejano, cuando él tenía unos diez veranos y Lily cinco.

Sus padres lo habían llevado a la torre para visitar a Torrian. El clan había creído durante mucho tiempo que el hijo del laird estaba muerto, por lo que fue toda una sorpresa descubrir que no solo estaba vivo, sino que estaba curado y que moraba en el gran salón.

El propio laird había solicitado la presencia de Kyle aquel día y sus padres estaban ansiosos por llevarlo. Él estaba encantado con la oportunidad de visitar el gran salón y pasar tiempo con la familia del laird. Había oído hablar de Torrian y de su hermana, Lily, pero nunca había tenido la oportunidad de conversar con ninguno de ellos.

—Torrian ha estado enfermo durante muchos años —le dijo su madre mientras se acercaban a la torre—, pero ha sanado gracias a la nueva esposa del laird, Brenna. Ahora necesita hacer amigos y nuestro laird ha honrado a tu padre pidiéndole que te lleve a visitarlo. Por favor, sé un buen muchacho y compórtate.

Kyle estaba tan asombrado por la visión de la enorme torre que no pronunció ni una palabra. Incluso la puerta era más grande que su padre. Lo acompañaron al interior y, antes de que se diera cuenta, estaba sentado frente a Torrian en una mesa cerca de la chimenea y sus padres se paseaban por el salón con el laird y su nueva esposa.

Torrian se agachó para acariciar la cabeza del gigantesco lebrel que estaba a sus pies. Era delgado y su cabello era de color claro, aunque no tan claro como el de Lily. A pesar de estar sentado, Kyle adivinó que era más alto que él y se enderezó en su silla; se fijó en los mullidos cojines de la de Torrian y se preguntó si ya se encontraría bien.

—Saludos —dijo Kyle, tal y como le había instruido su madre.

—Saludos. ¿Cómo te llamas?

—Soy Kyle. ¿Tú cómo...? Olvídalo, ya lo sé. Eres Torrian.

—Mis padres te hicieron venir, ¿no es verdad?

Kyle pensó que no sonaría bien admitirlo y dudó antes de responder.

—Sí, pero yo quería venir.

—¿Por qué? —preguntó Torrian.

—Para ver cómo era esto por dentro. Nunca había estado aquí. —Su mirada se perdió en el techo de vigas altas, en los tapices de la pared, en los juncos frescos del suelo y en la pequeña que correteaba por la habitación como un duende hecho de rizos dorados y de risas—. ¿Quién es ella?

—Es mi hermana, Lily.

—Nunca la había visto.

Calculó que tendría unos cinco veranos, aunque no podía asegurarlo.

—Confía en mí, lo harás. Ya vendrá hasta aquí, nunca se está quieta.

—¿A qué estás jugando? —preguntó Kyle observando el tablero que había frente a Torrian.

—Al ajedrez. ¿Sabes jugar? —Kyle negó con la cabeza—. ¿Te gustaría aprender? Te enseñaré.

—De acuerdo.

Y así lo hizo. Kyle absorbía cada palabra de Torrian a la vez que procuraba recordar las reglas del juego. Entonces Lily los interrumpió cuando llegó corriendo hasta al lado de la mesa.

—Torrian, ¿quién es tu nuevo amigo? —preguntó ella apoyando las manos en el banco junto a Kyle y mirándolo fijamente—. ¿Has visto lo rápida que soy?

—Este es Kyle, Lily. Por favor, no lo molestes demasiado, estoy intentando enseñarle a jugar al ajedrez.

—Está bien, pero primero debo hacer dos cosas.

—Adelante, sé que no pararás hasta que ceda. —Torrian dirigió a Kyle una mirada de disculpa.

Lily soltó una risita y dijo:

—Te quiero, Torrian, eres mi favorito de todos. ¡Mira cómo corro, Kyle! ¡Dime si no soy la persona más rápida que has visto!

Kyle miró de nuevo a Torrian para comprobar cuál era su opinión sobre aquella petición, pero la pequeña se negó a ser ignorada. Se subió al banco, se inclinó hacia él y posó su pequeña mano sobre su mejilla obligándolo a mirarla.

—No puedes verme correr si miras a mi hermano, debes mirarme a mí. ¡Vaya! Tienes los ojos más azules que he visto jamás, Kyle.

Kyle asintió con la cabeza y le prestó toda su atención. La observó recorrer la sala pasando entre las mesas de caballete mientras reía y agitaba sus rizos dorados de un lado a otro. Finalmente, se detuvo jadeante frente a él y le hizo una reverencia.

Nunca había visto a nadie con tanta energía. Estaba tan fascinado con sus ocurrencias que se había girado en el banco para poder observarla mejor sin darse cuenta de lo que estaba haciendo.

Sus ojos danzaban y brillaban, y la sonrisa en su rostro era como ninguna que hubiera visto antes.

—¿No soy la más rápida de todas, Kyle? —Saltaba arriba y abajo entusiasmada mientras esperaba su respuesta.

Su sonrisa no se disipaba y Kyle recordó la advertencia de su padre de ser educado con todos los Ramsay. Decidió que decir una mentira a una pequeña no era tan malo.

—Sí, eres la más rápida de aquí, Lily.

—¡Oh! ¡Lo sabía! —exclamó riendo y brincando mientras aplaudía con sus pequeñas manitas, luego se acercó a él y lo rodeó con un fuerte abrazo.

—¿Por qué has hecho eso? —preguntó Kyle desconcertado por el extraño gesto.

—¿No lo sabes? ¡Era un abrazo! ¿No sabes lo que es un abrazo? — Sus ojos se abrieron de par en par y dio un paso atrás, pero sin perder la sonrisa.

Él sacudió la cabeza. Sí, su madre lo había besado en la mejilla y había visto a su padre abrazar a su madre, pero no recordaba haber sido abordado por una muchacha de esa manera.

—¡Entonces debes recibir otro!

Volvió a abrazarlo y sus mechones de cabello rubio flotaron delante de su rostro junto con un dulce aroma a flores.

Aún desconcertado, Kyle no respondió nada pero la dejó hacer. Jamás olvidaría las palabras que dijo a continuación.

—¿No lo sabías, Kyle? Un abrazo hace que todo sea mejor. ¿No estás de acuerdo? —Rio de nuevo y se fue corriendo.

—Siento lo de mi hermana —se disculpó Torrian—. Algunos muchachos la encuentran irritante.

Kyle, siguiendo aún con la mirada a la encantadora muchacha que correteaba por el salón, respondió:

—Yo no. A mí me gusta.

Nunca había hecho una declaración más verdadera en su vida.

Aquel fue el comienzo de una maravillosa amistad entre Kyle y Torrian.

Kyle miraba por la ventana, seguía pensando en Lily. Ella llegó a su vida como sobre las alas de un ángel y, afortunadamente, nunca se había ido. Cada día, su esencia se había ido adentrando un poco más en su alma hasta que la simpatía inicial que le inspiraba se convirtió en un amor que lo atemorizaba.

—Mamá, tengo un nuevo cargo que conlleva mucha responsabilidad — murmuró por fin dándose cuenta de que había permanecido demasiado tiempo en silencio—. No puedo involucrarme en cosas tan frívolas. Ya sabes que lo que más deseo es que papá esté orgulloso.

—Oh, Kyle… —Se acercó para depositar su mano sobre el hombro de su hijo—. El amor no es algo frívolo, y es tan necesario para un muchacho como para una muchacha. Algún día lo entenderás. Tú y Lily estáis hechos el uno para el otro, incluso tu padre desearía que os casarais. ¿Por qué no puedes verlo?

—Mamá —él se inclinó para besarla en la mejilla—, debo marcharme. Envía a alguien a buscarme si necesitas algo —le dijo antes de salir por la puerta.

No podía hablar de su amor por Lily con su madre. Era demasiado doloroso.

Lily siguió a su tía y a sus primas hasta el campo de tiro a lomos de Tilly. Una vez fuera de los establos, volvió a sonreír. El día era glorioso, ¿cómo no sentirse feliz? Se obligó a olvidar al infame Kyle y a disfrutar. El sol brillaba, igual que su Rayo de Sol... o Tilly.

Una vez que llegaron, bajó de un salto y corrió a reunirse con su tía junto al arcón donde se guardaban los arcos y las flechas, este se mantenía siempre abastecido para quien quisiera practicar. En cuanto lo abrió, vio algo dentro que le llamó la atención.

—Tía, ¿de dónde has sacado todas esas cintas tan bonitas?

—Las uso a veces en mis flechas, me ayudan a ver en la distancia cuál es cuál. Logan me las compró en la feria de Edimburgo. ¿Te gustan?

Lily acarició una cinta de terciopelo de color azul intenso.

—¡Sí! Son muy bonitas.

—Puedes sacarlas, si quieres. —Gwyneth le dio una palmadita en la mano.

—¿Sí? ¡Gracias!

No pudo evitarlo, sacó unas cuantas cintas rosadas y amarillas para ver cuál le gustaba más. El rosa quedaría muy bien en la melena de Sun... Tilly. Podría trenzarla mientras estuvieran allí. Buscó a su yegua, pero esta se encontraba pastando tranquilamente en el campo, de modo que guardó las cintas para más tarde.

Se recordó a sí misma cuál era su propósito, era hora de aprender a dar en el blanco, y justo en el centro. Pensó en el trasero de Kyle y sonrió, pero enseguida frunció el ceño al imaginar su flecha rebotando en una tensa musculatura. Mmm... Tendría que echar un vistazo a sus calzones bajo la manta la próxima vez que lo viera, no recordaba si era musculoso o no lo era.

Recordó que su prima Jennie había conocido al hombre con el que se casó dándole en el trasero con su flecha. Aparentemente, Jennie no era mejor tiradora que ella misma. Tal vez ese fuera un buen plan. Miró al cielo imaginando la reacción de Kyle cuando Lily le asestara con su flecha y, solo de pensarlo, le dio un ataque de risa.

—¿Quién es el muchacho con el que sueñas? —preguntó Sorcha dando un codazo a Lily.

—Prima, no sé de qué hablas, no hacía tal cosa. Si pensara en algún muchacho, sería en darle en el trasero con una flecha.

—¡Lily! —exclamó Maggie— ¡Nunca te había oído hablar de esa manera!

Molly soltó una risita y añadió:

—¡Me gusta esta nueva Lily!

Las cuatro primas rieron juntas mientras Gwyneth colocaba unas dianas en fila. Una vez que acabó, les dio un arco a cada una y las colocó en hilera, comenzando por sus hijas antes de pasar a Lily.

—Muy bien, Lily. Muéstrame lo que recuerdas de tu última lección.

Intentando rememorar lo que le habían enseñado, se alineó con la diana, colocó la flecha y la soltó. Oyó un fuerte golpe y dio un brinco.

—¡Le he dado a algo! ¡Lo he hecho, tía Gwyneth, realmente he dado en el blanco!

Sorcha apuntaba a la diana con el dedo y reía tanto que le dolió el estómago. Molly y Maggie echaron un vistazo a las dianas y disimularon sus carcajadas lo mejor que pudieron. Fulminándolas con la mirada, Lily preguntó:

—¿Por qué os reís así?

Gwyneth sostuvo la barbilla de su sobrina y la obligó a mirar a los objetivos. La expresión de Lily se derrumbó.

—Has dado en la diana de Sorcha, no en la tuya. —Gwyneth le acarició el hombro para reconfortarla.

Lily se rio junto con las demás, pero se sentía hundida por dentro. ¿Por qué nunca podía estar a la altura? Las hijas de Gwyneth demostraban un gran talento para todo lo que hacían, pero ella era inútil para tantas cosas...

—¡Oh, Lily! Te juro que eres nuestra prima favorita. Siempre nos reímos cuando estás con nosotras, nunca dejas de alegrarnos el día —afirmó Molly.

Lily sabía que Molly intentaba animarla, así que decidió olvidar su fallo y seguir adelante.

—Tía Gwyneth, creo que necesito repasar tus lecciones. ¿Te importaría volver a explicarme?

Gwyneth le guiñó un ojo y le dijo:

—Estaré encantada de enseñarte otra vez.

Gwyneth trabajó con ella durante más de una hora. Aunque mejoró algo, la mayoría de sus flechas seguían volando fuera del blanco.

Cuando los hombros de Lily se desplomaron exhaustos Gwyneth sugirió:

—¿Por qué no descansas un momento? Tus brazos están fatigados, puedes volver a intentarlo dentro de unos minutos.

Encantada con el intervalo, Lily cogió el odre. Después de haberse refrescado, vio que Gwyneth estaba trabajando con Molly y decidió mantenerse al margen. Se acercó al arcón para volver a admirar las cintas.

En cuanto abrió la tapa y su mirada se posó sobre todos esos hermosos colores, en su alma resonó una nueva melodía. Tuvo una idea maravillosa y se puso manos a la obra tejiendo y atando las cintas hasta que estuvo satisfecha con el resultado.

Cumplido su objetivo, se puso de pie y alzó el rostro hacia el cielo para sentir la ligera brisa contra sus mejillas. Vio que su yegua se acercaba hacia ella al trote y sonrió.

—Tilly, realmente creo que no podría haber un día más perfecto que este.

Ensimismada en su nuevo proyecto, no reparaba en nada más que en su yegua y en sus cintas. Las había atado juntas y las había unido al extremo de un palo largo, y, cuando lo elevó, estas flotaron hasta el suelo y más allá.

—Quiero ver cómo se ven detrás de mí, Tilly. Estoy segura de que esto te encantará. Me recuerda a tus hermosas trenzas. —Abrazó al animal y se puso en marcha.

Con el rostro vuelto hacia el sol, se lanzó en dirección opuesta al campo de tiro tejiendo diferentes caminos a través de la pradera, agitando las cintas detrás de ella mientras galopaba.

—¡Oh, Tilly! ¡Mira qué alto vuelan las cintas! ¿No te encantan sus colores?

Tarareó un rato antes de empezar a ponerle letra a su melodía. Hablaba sobre la lluvia y los animales de los prados, sobre la niebla en las Highlands y sobre las canciones que siempre llevaba en el corazón.

Finalmente, comenzó a agitar y hacer girar las cintas.

—¡Mira, Tilly! —gritó—. ¡Mira cómo revolotean a mi alrededor!

Cantó su canción favorita, una que había inventado cuando era niña.

La tierra de los Ramsay es una tierra hermosa,

vivirá por siempre en mi corazón.

Es una tierra de montañas, cañadas y lagos;

de cardos, campanillas y brezos.

Brincaba de un lado a otro riendo entre versos mientras las cintas flotaban en derredor. ¡Qué mágico era!

A medida que realizaba diferentes giros y saltos, estas flotaban a veces cubriéndole los hombros, a veces enredándose en sus largos rizos, y a veces ondeando en el aire cuando saltaba muy alto antes de aterrizar y completar una pirueta.

Con el rabillo del ojo se dio cuenta de que sus primas se habían detenido para observarla y aplaudían sus singulares cabriolas.

Le pareció que le decían algo, pero estaba tan embargada con su canción que no pudo oírlas. Girando y girando, reía sin prestar atención a ninguno de los que la rodeaban hasta que divisó una nube de polvo que se dirigía hacia ella.

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