Lily

Lily


Capítulo 17

Página 19 de 29

Capítulo Diecisiete

Kyle finalmente alcanzó a los otros guardias. Estaban a un lado de un pequeño arroyo. Esperaba que no hubieran encontrado nada malo.

Respiró profundamente y se acercó a ellos.

—¿Qué ocurre?

Uno de ellos miró a Kyle.

—Hemos perdido su rastro en el arroyo.

—Deben haberlo cruzado.

—No podemos encontrarlo al otro lado. Parece que se desplazó por el arroyo durante un tiempo para despistarnos. Y funcionó.

—Solo hay dos direcciones que tomar, río arriba o río abajo. Vosotros dirigíos río arriba y yo iré en la otra dirección.

Los guardias asintieron con la cabeza, pero Kyle no esperó a que respondieran nada, ya estaba descendiendo por el arroyo. No podía permitirse el lujo de pararse a conversar.

Lily corrió y corrió hasta que no pudo más. Se lamentó por no haber cogido un odre con agua, no había pensado en ello. Se apoyó en un árbol y observó el entorno. Todavía era de noche, pero la luna llena iluminaba el camino. Una vez que su respiración se apaciguó, se detuvo a escuchar, estaba segura de haber oído algo inusual.

¡Oh, cuánto deseaba no verse metida en aquella situación! No quería estar sola en la oscuridad, en una tierra extraña, luchando por sobrevivir. Molly o Sorcha sabrían qué hacer, pero ella no tenía ninguna habilidad en la naturaleza. Preocupada por si se trataba de una serpiente o de un animal salvaje, contuvo la respiración para comprobar si el sonido persistía. Volvió a escucharlo, era como un quejido lejano, un débil grito de auxilio.

Su falta de conocimientos había vuelto a jugarle en contra. Debería haber prestado más atención a las enseñanzas de su madre. Todo lo que sabía hacer era cantar y danzar y hacer sonreír a la gente. Si alguien estuviera allí fuera, sufriendo, no podría hacer nada para ayudar. No tenía ninguna destreza. Quería alejarse, pero no podía ignorar los lamentos de dolor.

Se dirigió sigilosamente en la dirección del sonido, y, cuando encontró la fuente de los gritos, se quedó mirando con los ojos desorbitados. Un lobo yacía debajo un árbol caído, incapaz de moverse. Lily se acercó para evaluar la situación del pobre animal. El árbol parecía haber sido alcanzado por un rayo, lo que significaba que había sucedido hacía tiempo, ya que no había habido ninguna tormenta recientemente.

Se acercó al lobo y se sentó lo suficientemente lejos como para estar fuera de su alcance.

—¡Oh, qué bello eres, señor lobo! Tienes los ojos más bonitos que he visto nunca. —Extendió la mano para acariciarlo, pero él le gruñó, de modo que la retiró—. Mmm... Supongo que has estado aquí un buen tiempo, debes tener hambre. No quisiera ser tu próxima comida. —Caminó alrededor del árbol para ver si podía moverlo con alguna rama larga—. Creo que puedo liberarte, pero ¿cómo sé que no me atacarás una vez que estés libre? —Reflexionó un momento sobre ese dilema, luego volvió a coger su saco y extrajo el gran trozo de carne que había tomado de la mesa de Cormag. Lo miró un buen rato y después le dijo—: Señor lobo, creo que necesitas esto más que yo.

Con cuidado, se lo tendió al animal y este se lo arrebató de la mano devorándolo como si no hubiera comido en días. Lily creía en la bondad innata de los animales, y esperaba que no fuera a por ella si tenía la barriga llena, o al menos un poco llena. Si lo salvaba, no la mataría. ¿O sí? Lo observó detenidamente y decidió que tendría que confiar en él, así que le dio tiempo para que se comiera su frugal banquete antes de hacer lo que tenía que hacer. En cuanto acabó, le dijo:

—Creo que ha llegado la hora de intentar liberarte, señor Lobo. Por favor, prométeme que no me atacarás si lo hago.

El lobo no apartaba su mirada de Lily, lo que la inquietaba, pero no era el tipo de persona que pudiera marcharse y dejar morir a una de las hermosas criaturas de Dios. Sabía lo que tenía que hacer. Tarareando para ocultar su miedo, se acercó al árbol e intentó levantarlo lo suficiente como para que el animal pudiera salir, pero no consiguió que se moviera.

—Mmm... Parece que necesito unos brazos musculosos como los de Kyle, pero no tengo ninguno.

Cogió una gran rama e intentó usarla para hacer palanca y liberar al lobo de su trampa. Sin darse cuenta, se había acercado lo suficiente como para que este pudiera alcanzarla.

Cuando se dio cuenta se asustó, pero luego soltó una risita.

El lobo la había lamido.

—Espero que no te haya sabido demasiado bien. Eres una de las dulces criaturas de Dios, así que haré lo que pueda para salvarte.

Puso manos a la obra y movió la rama bajo el árbol para hacer palanca, empujó hacia abajo con toda la fuerza de la que era capaz.

Al principio no ocurrió nada, pero justo antes de rendirse el árbol se movió un poco, lo bastante para que el lobo lograra zafarse.

Lily soltó la rama y el árbol volvió a caer en su sitio. Dio un salto de alegría, aplaudiendo mientras contemplaba cómo el lobo recorría el área alrededor del árbol, tropezando un poco, cayendo y levantándose varias veces. Cuando logró recuperarse, se alejó, probablemente para buscar a su manada, pero antes se detuvo y se volvió y le dedicó una mirada intensa. Lily se sentó en el árbol derribado y esperó a ver qué hacía. Si quisiera atacarla, sabía que estaría perdida.

Era una bestia enorme, musculosa y más alta que cualquiera de los lobos que había visto otras veces a la distancia. Se acercó sigilosamente a ella y se detuvo a medio metro, lo suficiente para ver sus inquietantes ojos azules.

—Creo que necesitas un nombre, señor lobo. Déjeme pensarlo un momento. —Se golpeteó el labio con el dedo mientras miraba el cielo estrellado—. ¡Rayo de Luna! Así es como te llamaré. Rayo de Luna, ¿te encuentras bien? Seguro que tu manada no anda lejos. —Soltó una risita—Diles que no me ataquen, por favor. —El lobo no se movió; se limitó a mirarla fijamente y a percibir su olor—. Por cierto, puedes notar que no soy una amenaza para ti, Rayo de Luna. ¿Has venido a agradecerme que te haya liberado? —Sin saber qué otra cosa hacer, le tendió los brazos y le dijo—: Deseas expresar tu agradecimiento, ¿no es así? Sí. Entonces ven y te daré un abrazo a cambio. Un abrazo te alegrará el día.

El lobo dudó, pero luego se acercó y le lamió la mejilla. Ella rio y lo rodeó con sus brazos, pero entonces recordó su propósito.

—Admito que ha sido un placer conocerte, pero es hora de seguir mi camino. Debo encontrar al hombre de mis sueños, Kyle Maule. Si quieres acompañarme, eres bienvenido.

Para su sorpresa y deleite, Rayo de Luna la siguió rengueando en cuanto ella se puso en marcha. En un momento dado, casi al amanecer, su garganta estaba tan seca por la falta de agua que se vio obligada a detenerse para carraspear y toser. Él la adelantó, así que Lily se despidió con la mano, ya que no podía hablar, pero el animal se detuvo a una cierta distancia y se dio la vuelta para mirarla como si le estuviera suplicando que la siguiera.

Lily fue detrás y Rayo de Luna la condujo hasta un arroyo con una pequeña cascada. Hundió las manos bajo del refrescante líquido y se lo echó en la cara antes de beber de él. El lobo bebió a su lado antes de seguir andando, pero no antes de que Lily le diera otro abrazo por guiarla hasta el agua.

—Ya está, Rayo de Luna. Yo te he ayudado y tú me has ayudado a mí. Te lo agradezco mucho. Si deseas encontrar tu manada, lo entenderé.

Podría haber jurado que Rayo de Luna resopló en respuesta.

Kyle avanzó río abajo y encontró lo que esperaba encontrar: las huellas de tres caballos. Las siguió durante un corto trecho, pero luego quedó totalmente desorientado. Las huellas se dividían. Uno de los caballos se había alejado en una dirección completamente diferente a la de los otros dos. Las huellas eran diferentes y se quedó observándolas por un momento.

—No —susurró para sí mismo. Se dio cuenta del significado que tenía aquello. Esas huellas eran más profundas, y se debía a que sobre aquel caballo iban dos personas, Cormag y Lily—. Es allí donde iré.

Tiró de las riendas y salió disparado en la dirección del caballo solitario. Cormag se había quedado solo con su amada. Su mente se llenó de horribles pensamientos. Sin duda, el muchacho tendría una espada, pero ¿sería capaz de luchar contra los jabalíes o los lobos, si se diera el caso? Aunque, incluso si llegaban a su destino a salvo, Lily estaría a merced de él. Kyle cabalgó hasta que la oscuridad descendió sobre él. Había pensado en todos los escenarios posibles y ninguno era bueno. Adoraba a su Lily, pero no era una guerrera, y eso le preocupaba más de lo que hubiera querido. Pensó en cómo Heather apuñaló a su atacante por la espalda, retrasándolo lo suficiente para que Torrian pudiera acabar con él, o en cómo Heather, Molly y Sorcha eran hábiles con el arco y la flecha y capaces de matar. Lily era demasiado dulce para hacer algo así, dudaba que fuera capaz de matar a alguien sin más.

Entonces tuvo un pensamiento reconfortante. Lily sí era una luchadora, pero no con una espada o un arco. ¿Acaso no había perdido a su madre de pequeña y luchado contra una horrible enfermedad?

Sí, la mujer que amaba lucharía, pero a su manera. Vio algo por el rabillo del ojo y una voz en su interior le dijo que retrocediera. Encontró una cabaña oculta en un bosquecillo. Desmontó de su caballo y lanzó las riendas sobre una rama. Después de detenerse un momento para considerar el panorama, desenfundó la espada y avanzó hacia la casa. Había algo que hizo que se le revolvieran las tripas.

Demasiado silencio.

Se acercó sigilosamente y se percató de que no había ningún fuego en la chimenea. Soltó un suspiro mientras se asomaba a la ventana.

El sitio parecía estar vacío. Envainó la espada y entró para ver si podía encontrar alguna pista. Le sorprendió lo que descubrió en la cámara principal, todo estaba limpio y ordenado. Había mucha leña amontonada junto a la chimenea y pan y fruta frescos sobre la encimera. Se dirigió a la segunda cámara, que se encontraba igualmente vacía, aunque era evidente que alguien había ocupado la cama no hacía mucho tiempo. Al salir, se fijó en algo entre los juncos del suelo. Se agachó para recogerlo y lo primero que hizo fue llevárselo a la nariz.

Era una cinta, y olía como su Lily.

Había estado allí.

Lily y Rayo de Luna viajaron durante un buen rato. Ella esperaba escuchar a Cormag siguiéndola en cualquier momento. Hasta entonces habían logrado evadirlo, pero un vistazo al cielo fue todo lo que necesitó para darse cuenta de que sus problemas estaban lejos de solucionarse.

—Rayo de Luna, mira esas nubes oscuras que se aproximan. Quedaremos empapados. Quizás podríamos encontrar un refugio para escondernos hasta que pase la tormenta.

Casi había amanecido, pero las nubes bloquearían el sol. Sabía lo que se avecinaba y por mucho que amara la naturaleza no tenía ningún deseo de correr por el bosque durante una tormenta. ¿Adónde irían? Buscó frenéticamente una cueva o alguna vieja cabaña abandonada, aceleró el paso para atravesar la arboleda.

Un rayo repentino iluminó el cielo provocando que Lily gritara y saltara. ¡Cuánto deseaba que su padre estuviera allí para protegerla! Corrió a ciegas hasta que un leve aullido la detuvo. Rayo de Luna se había sentado más adelante y la esperaba para guiarla hasta un sitio seguro. Lo siguió a través de un laberinto de árboles que se volvía más oscuro y más frondoso a cada paso. Los destellos de luz seguidos de los truenos rasgaban el aire y Lily corría mientras se protegía con los brazos. Ojalá Rayo de Luna pudiera ayudarla... ¿Encontrarían alguna vez el camino de regreso? Su manta y su capucha estaban tan empapadas que empezó a temblar sin remedio mientras Rayo de Luna la conducía hacia una pequeña colina. Estaba resbaladiza por el musgo y las piedras húmedas, pero Lily se aferró a las rocas de la ladera del pequeño barranco hasta que llegaron a la cima. Rayo de Luna la esperó allí y besó su mano cuando llegó. Miró al frente y se encontró con la boca de una cueva oculta por una enorme roca.

Una vez dentro, una ráfaga de rayos alumbró el cielo como advirtiendo de lo que estaba por venir. Rayo de Luna se sacudió el pelaje tres veces para librarse de las gotas de lluvia. Lily dejó el saco a un lado y se quitó la manta; debajo de ella, su vestido también estaba algo mojado. Se lo quitó todo y se quedó solo con el camisón que le había dado Cormag. Aunque hubiera querido romperlo en pedazos, en ese momento era la única protección que tenía contra los elementos.

Colgó la manta en una piedra alta de la pared y luego se ocupó de la bata. La dobló de modo que la parte más seca quedara por encima y se tumbó en el suelo, apoyando allí la cabeza. Por mucho que lo intentara, no podía acallar los sollozos y los escalofríos que estremecían su cuerpo. Rayo de Luna se acostó frente a ella y apoyó el hocico en su mano. Cuando el llanto amainó, él emitió un suave gemido y la lamió antes de dirigirse al fondo de la cueva, deteniéndose en el camino para ver si ella lo seguía. Como no lo hizo, volvió y le dio un pequeño empujón, por lo que finalmente Lily se levantó para averiguar qué era lo que quería.

La condujo a través de un oscuro entramado que ella nunca habría seguido por su cuenta, pero la tranquila respiración de Rayo de Luna la sosegaba y la animaba a fiarse de él. La cueva se volvió más luminosa y se encontró dentro de un espacio más amplio, había algo de luz que se filtraba por una pequeña abertura en el techo. El lobo fue hasta el centro de la caverna y se sentó a la espera de que Lily se le acercara.

—Rayo de Luna, no entiendo lo que estás tratando de decirme. Sí, hace un poco más de calor aquí atrás, pero aún estoy temblando.

El animal se mantuvo firme en su posición. Lanzó un breve aullido, pero ella seguía sin adivinar lo que intentaba decirle. Esperó a que sus ojos se adaptasen a la escasa iluminación y un instante después se quedó estupefacta. ¿Agua? ¿Era un pequeño estanque lo que veía? Se acercó y se arrodilló junto a su amigo para sentir el frescor del agua.

Pero no estaba fría, sino bastante cálida. Cuando hundió la mano en el tibio manantial, dejó escapar una exclamación de regocijo. Retiró la mano, se inclinó sobre Rayo de Luna y lo envolvió entre sus brazos.

—¡Gracias, Rayo de Luna! Esto es justo lo que necesito.

Se despojó de su camisón y lo dejó sobre una roca cercana. Rayo de Luna la llevó a la parte trasera del estanque, donde un pequeño saliente asomaba sobre el agua. Era el sitio ideal para sentarse y sumergir los pies. Los introdujo allí y se regodeó en su agradable temperatura. Se echó hacia delante y se mojó los hombros para calentarse, disfrutando de cada momento. El lobo avanzó hasta el borde y metió el hocico para beber un poco, y luego siguió lamiendo el brazo de Lily hasta que ella se rio y le dio un beso en la cabeza.

—¡Oh, Rayo de Luna, te quiero tanto! Espero que te quedes conmigo para siempre.

Él se acomodó en el suelo de piedra apoyando su cabeza junto al brazo de Lily.

Después de un glorioso baño, salió y se paseó hasta secarse, pues no quería mojar el camisón. Una vez vestida, volvió a la entrada de la cueva. La tormenta seguía arreciando en toda su plenitud fuera de su refugio.

¿Cómo podría Kyle encontrarla en aquel caos? No podía imaginarse cómo se podía buscar a alguien en medio de ese vendaval. Su tío Logan era uno de los mejores rastreadores de aquellas tierras, pero la lluvia borraría todas las huellas. Esperaba que eso significase que también Cormag abandonase su persecución, al menos de momento. Si lograba encontrarla en la cueva, confiaba en que Rayo de Luna la protegería. Se retiró de nuevo al interior. Estaba totalmente agotada y se quedó dormida vistiendo solo el camisón y acurrucada sobre la bata, que ahora estaba seca. Rayo de Luna montaba guardia en la entrada.

Mucho más tarde, Lily se vio de nuevo en aquel viejo lugar que tanto temía. Estaba atada otra vez a su árbol. Era una niña indefensa, perdida y sola. Despertó gritando y se abrazó a sí misma. Fue un sueño horrible, y sabía por qué la había vuelto a atormentar, ahora se encontraba tan perdida y sola como entonces. Su peor pesadilla se había convertido en realidad.

Pero no estaba sola. Rayo de Luna se había recostado junto a ella para darle su calor y se sorprendió de lo agradable que era su calidez. Recorrió con los dedos su suave pelaje y él alzó la cabeza para lamerla, después rodó sobre su espalda. El estruendo de la intensa lluvia aún resonaba en las paredes, pero lo peor de la tormenta había pasado.

El sol ya había salido, así que fue hasta la entrada para otear el exterior. No había señales de nadie que viniera a rescatarla. Se quedó allí parada y se derrumbó en sollozos.

—¡Kyle! ¿Kyle, sálvame, por favor! —gritó.

Lloró y lloró hasta que se le acabaron las lágrimas.

Rayo de Luna aullaba a sus pies.

Ir a la siguiente página

Report Page